─Me lo habéis prometido ─todos callaron, expectantes, con
cara de no haber roto nunca un plato, y creyendo que así conseguirían
manipularla. Tenían razón.
─Si tata, pero tienes que entender que a nosotros nos
interesa todo lo referente a la familia ─insistió con remilgo ─era la sobrina
más pequeña, pero su voz se hacía escuchar más fuerte que las demás, reclamaba
todo aquello que quería sin ninguna vergüenza.
─Lo sé, pequeñaja. Pero la semana pasada apenas dormimos
unas horas y luego el domingo anduvisteis atolondrados, luego la yaya me riñe
porque no descansáis, así que esta es la última vez, todos al catre, ¡venga!
¡colocaros! ─mirándolos con falsa autoridad intentó no en vano hacerse la
interesante.
∞
<<¿Os acordáis de las Navidades pasadas? Cuando la tía
Gertrudis explicó aquella historia de la ratita presumida. ¿No? Ya veo, aunque
os hagáis los despistados a mí no me engañáis, desde luego sois unos pilluelos
de mucho cuidado, está bien; os diré que después de eso indagué un poquito
sobre la historia, me pareció que el cuento tenía algunos flecos que no
casaban, y recordaba que en el diario de nuestra tatarabuela había algunas
anotaciones que no se tuvieron muy en cuenta, así que me puse a ello, pero os
confieso que encontrar justo ese escrito fue una ardua tarea, en la que las
telarañas acompañaron mis pesquisas, así que ahora os pediré que os mantengáis
en silencio y escuchéis atentamente, ya que hoy descubriremos otra verdad
velada entre mentiras.>>
∞
Hace muchos, muchos años en una remota villa existió una
acaudalada familia de ratones, en aquellos tiempos donde el mercadeo y los
trapicheos no eran vistos o simplemente detectados como correspondía, esta
familia consiguió hacerse un nombre, un hueco en la alta sociedad, se codearon
con los que se creían que eran importantes, comieron y vistieron como si fueran
uno más de ellos, eso sí, a costa del beneficio de otros, pero como siempre
pasa o debería, hubo una denuncia y posteriormente un encarcelamiento, eso hizo
que todas las riquezas y bienes fueran embargados y más tarde entregados a
todos las víctimas que habían sufrido dichas estafas.
Y es ahí donde verdaderamente empieza la historia de nuestra
ratita, una niña que había coexistido entre algodones, en la que solo obtenía
atención, regalos y palabras de agradecimiento. Nunca una reprimenda. A la
larga ese hecho la convirtió en una niña malcriada que estaba acostumbrada a
conseguir todo lo que quería solo porque ella así lo decidía, el problema es
que al no darle valor a las cosas, no entendía de esfuerzo y como tal la
pataleta estaba asegurada. Y eso es lo que pasó, la familia venida a menos no
pudo seguir sufragando todos los gastos que ella requería y al verse en una posición
tan precaria decidió que en vez de ponerse a trabajar como todo ser honrado
buscaría un marido con posibles.
Era toda una belleza. A corta distancia no solo la lindura
la acompañaba, seguía conservando los ropajes de otros tiempos como el lazo
rojo del que tanto se ha hablado, y que en verdad nunca se quitaba, así que
vestía y se comportaba como una auténtica princesita, pero es que también sabía
entretener y divertir a unos y otros, y eso hacía que el encanto fuera un juego
asegurado. El primero en intentar cortejarla fue un gallo, el Sr. Quiquiriquí
estuvo durante días señalándole lo bonita que le parecía, que con él
madrugaría todas las mañanas, verían los primeros rayos de sol y le cantaría
palabras de amor a cada momento. Como os imagináis nuestra ratita eso de
madrugar le pareció de lo más ordinario, así que declinó la oferta al momento.
Con este fuera de juego apareció un perro, el Sr. Guau viendo en que había
fallado el anterior le prometió días interminables de sueño y modorra, que
harían lo menos e indispensable, pero siempre con un amor, el suyo, del todo
verdadero. Esa era la vida que ella deseaba, pero no para la de su marido,
aspiraba a uno que ambicionara algo más que la desidia así que pasados unos
días terminó por declinar la oferta de muy malos modos. Pasaron algunos meses
en los que los posibles cortejos quedaron paralizados, se comentaba que ratita
era una esnob y poco a poco todos aquellos que en algún momento se habían
quedado embelesados por su belleza terminaron por detestar su exquisitez. Ella
por el contrario creyéndose más que todos aquellos ignorantes siguió con su
objetivo, esperando el día en que podría vivir como se merecía, entre tesoros.
Fue entonces cuando conoció o mejor vislumbró a un ratón, el
Sr. Iiii, se presentó ante todo el pueblo menos a nuestra ratita, ese desplante
hizo que la curiosidad de ella se despertara y quisiera saber más de este nuevo
miembro de la comunidad, más tarde eso sí, cuando descubrió por otros que era
un simple jornalero empezó a perder el interés, las aspiraciones que tenía eran
otras, a parte, había sido un grosero. Pero por casualidades de la vida,
siempre se lo encontraba, allí donde fuera él aparecía o a la inversa, ya no
sabría qué decir, de lo que sí estaba segura es que despertaba en ella sentimientos
que no sabía describir, y es que nuestra ratita estaba tan acostumbrada a ser
el centro de atención que su diminuta cabecita no comprendía como alguien era
capaz de ignorarla. Contra más pasaba éste, más se obsesionaba ella.
Así que el día que apareció un gato, el Sr. Miau, ratita
respiró un poco más tranquila, éste vestía con clase, hablaba con una finura
que solo proporciona la clase alta, se le veía que tenía posibles y el interés
que le expresó era el que ella requería y merecía. El cortejo fue rápido y la
boda no se hizo esperar. Se invitó a todo el pueblo, mostrándoles toda la
riqueza y engreimiento que pudieran ansiar. Todos comentaron la suerte que
estas dos almas tan iguales habían tenido al encontrarse y en cierta manera
hasta se alegraron de que ratita al fin hubiera logrado su propósito. Ella
egoístamente deseo que el Sr. Iiii también hubiera asistido a la boda, quería,
necesitaba mostrarle lo fingidamente feliz que se sentía, pero no fue así, lo
que tampoco esperó es que una vez pasados los meses su marido no fuera lo que
ella estuvo esperando durante tanto tiempo, resultó ser un mentiroso, vago y
presumido gato que no aportaba nada en el hogar y del que ratita sin esperarlo
tuvo que hacer frente, y no solo eso, sino que un día desapareció con lo poco
que tenían y con esa huida aparecieron ante ella muchas deudas de las que
hacerse cargo, llegó un período que poco le importó de que trabajara siempre y
cuando pudiera seguir adelante. Con los meses esa niña malcriada que un día fue
acabó desapareciendo, convirtiéndose en alguien sensato y maduro. Y cuando ya
se valía por ella misma y no necesitaba de otros recibió un mensaje del Sr.
Iiii en el que le pedía una cita, ésta recordando todo lo pasado, simplemente
la denegó.
Bueno, no fue así, pero podría haberlo sido, ¿no os parece?
Desde ese mismo momento los señores ratones, simplemente fueron felices por ser
ellos mismos y de sus propias capacidades, no ansiaron más de lo que tenían,
porque con el amor les bastaba.
∞
─¡Tata! ¡Tata! ¿Qué le pasa?
─Se ha dormido, creo que también deberíamos intentarlo,
quizás mañana nos explique otra historia, ¿no os parece?
─Sííí ─gritaron todos.