He dudado muchísimo, no os lo podéis imaginar, de si debía colgar o no esta entrada, demasiado tiempo sin que estas letras se evadan en abstracciones, y la realidad es que si no llega a ser por el empuje de estas dos maravillosas mujeres no me hubiera atrevido, así que no me queda otra que nombrar a las involucradas. La primera, mi hermana diciéndome: hazlo (tipo orden) es que a veces me cuesta arrancar, y luego nuestra gran amiga I.Harolina Payano T. que con un comentario en su blog animó y quedo a la espera de que compartiera estos delirios; así que me he dicho, y por qué no, quizás si me desahogo, si expreso esta mezcla de ofuscas emociones, me libere un poco de esta coraza que anda oprimiéndome. Ante todo, espero y deseo que mis abstracciones no molesten u ofendan a nadie, me sentiría realmente mal saber que he podido provocar tales sentimientos.
No voy a hablar de 2020 porque sería ahondar más en la miseria de un año terrible, solo diré que ese año a parte del desconcierto, de la incomprensión, supuso en mí, desasosiego. Miedo atroz por lo que parecía el fin del mundo, ansiedad por mi madre que es mayor y parecía que solo por eso todo iba a terminar. La familia y toda la soledad que nos acompañaba. Y caos, mucho caos, en el trabajo, en la normativa que continuamente se modificaba y al día siguiente debía tener la lección aprendida y el trabajo, pasé de una jornada más o menos normal, a una que iniciaba desde que me despertaba hasta que me acostaba, (hice de la ropa cómoda un auténtico lema), pero como digo, no voy a insistir mucho en ello, porque lo que yo viví, lo hizo todo el mundo por igual.
Lo que si voy a exponer es lo que nos ha dejado. Creo sinceramente que la vida a veces tiene una forma temible de enseñarte las cosas, a base de porrazos, de esos que una incauta puede no saber cómo reaccionar, de la que te deja totalmente desubicada y coartada en movimiento. El mayor fracaso de mi vida es la gestión, de tiempo, de emociones y de la concepción de estos, así que termino estancada. Y no es por decir, qué va, es una auténtica realidad. Necesito de un proceso largo que se proyecta en silencios que se rompen cuando al fin son comprendidos. Eso, y lo sé, me vuelve egoísta. Excesivamente egoísta. No hay perdón para ello, tampoco lo buscaría. Hay actos que han de ser sinceros para que no vuelvan a surgir en el futuro, y como nadie es conocedor del mañana, entonces no es ni merecido, ni tampoco reclamado.
Pero, y aquí viene mi duda, convertida en dedo que señala de forma indiscriminada, ¡vaya! pero si estoy auto-señalándome. Qué nos ha hecho o nos está haciendo toda esta nocividad dentro de nosotros. Trabajo cara el público, muchos ya lo sabéis, y la atención si antes te encontrabas a un 10% de individuos negativos, maleducados e irritables, ahora en este momento puedo asegurar que las cifras se han invertido y solo te encuentras ese pequeño porcentaje en el que el ser humano, sigue siéndolo. Ciegamente comprendo que las situaciones extremas nos llevan a comportarnos de la misma manera, sé y soy consciente de que este momento es durísimo, y no solo porque lo vea, es que lo vivo de igual forma, pero eso no excusa, y quitando todos los problemas en los que convivimos, tiene que seguir habitando en nosotros la parte humana. Y desde luego, si de algo estoy totalmente segura, y lo digo con una certeza que me doblega es que en el 2020, empezó a perderse.
Hace unas semanas sin ir más lejos, y siendo de esos en los que sientes que ya no puedes más, porque todo lo que recibes son inputs negativos, le dije a mi hermana que notaba que estaba contaminada, (en una de esas charlas resignadas que a uno le sirven para continuar) que empezaba a perder algo de mí, y eso me avergüenza como no os podéis imaginar. No es que sea la alegría personificada, tampoco un alma ingenua, ando más llena de faltas que de virtudes, pero ver que me despierto continuamente con migraña, estrés, tensión, desazón, y que en mí está enraizando el mal humor, me hace sentir impotencia. Vencida. Y mira tú, pero me niego. Me alzo en contra.
Así que hago un llamamiento, un grito global de comunión, de manos que acogen a otras, de que una palabra amable hace que nazca otra. Ya no se trata de educación, es cordialidad y empatía. No permitamos que nos gane, no dejemos que se nos despoje también de esto. ¿No se ha perdido ya bastante?
Y ahora voy a ver si rompo alguna pared a patadas, ;) No es broma. (Esa que habla es el humor rarito e insolente que gasto) Pero de verdad, suplico que seamos más compasivos, más humildes y piadosos. Todos sufrimos. En estos momentos hay tan poca diferencia entre unos y otros que eso debería hacer que nos diéramos cuenta de que en este preciso momento, es cuando más nos necesitamos.
No caigamos en la ingratitud y la hostilidad. Eso es demasiado sencillo, y el ser humano otra cosa no, pero complicado lo es bastante.
Vuelvo a reiterarme, si he causado ofensa, perdonad.
La verdad es que me encantaría saber vuestras opiniones, si os sentís identificados o por el contrario peco de exceso. La palabra es enorme y válida en todos sus términos y comprensiones.
Besos, y abrazos.