jueves, 25 de febrero de 2021

Reflexión: Ceñudo deterioro

 




He dudado muchísimo, no os lo podéis imaginar, de si debía colgar o no esta entrada, demasiado tiempo sin que estas letras se evadan en abstracciones, y la realidad es que si no llega a ser por el empuje de estas dos maravillosas mujeres no me hubiera atrevido, así que no me queda otra que nombrar a las involucradas. La primera, mi hermana diciéndome: hazlo (tipo orden) es que a veces me cuesta arrancar, y luego nuestra gran amiga I.Harolina Payano T. que con un comentario en su blog animó y quedo a la espera de que compartiera estos delirios; así que me he dicho, y por qué no, quizás si me desahogo, si expreso esta mezcla de ofuscas emociones, me libere un poco de esta coraza que anda oprimiéndome. Ante todo, espero y deseo que mis abstracciones no molesten u ofendan a nadie, me sentiría realmente mal saber que he podido provocar tales sentimientos.

No voy a hablar de 2020 porque sería ahondar más en la miseria de un año terrible, solo diré que ese año a parte del desconcierto, de la incomprensión, supuso en mí, desasosiego. Miedo atroz por lo que parecía el fin del mundo, ansiedad por mi madre que es mayor y parecía que solo por eso todo iba a terminar. La familia y toda la soledad que nos acompañaba. Y caos, mucho caos, en el trabajo, en la normativa que continuamente se modificaba y al día siguiente debía tener la lección aprendida y el trabajo, pasé de una jornada más o menos normal, a una que iniciaba desde que me despertaba hasta que me acostaba, (hice de la ropa cómoda un auténtico lema), pero como digo, no voy a insistir mucho en ello, porque lo que yo viví, lo hizo todo el mundo por igual.

Lo que si voy a exponer es lo que nos ha dejado. Creo sinceramente que la vida a veces tiene una forma temible de enseñarte las cosas, a base de porrazos, de esos que una incauta puede no saber cómo reaccionar, de la que te deja totalmente desubicada y coartada en movimiento. El mayor fracaso de mi vida es la gestión, de tiempo, de emociones y de la concepción de estos, así que termino estancada. Y no es por decir, qué va, es una auténtica realidad. Necesito de un proceso largo que se proyecta en silencios que se rompen cuando al fin son comprendidos. Eso, y lo sé, me vuelve egoísta. Excesivamente egoísta. No hay perdón para ello, tampoco lo buscaría. Hay actos que han de ser sinceros para que no vuelvan a surgir en el futuro, y como nadie es conocedor del mañana, entonces no es ni merecido, ni tampoco reclamado.

Pero, y aquí viene mi duda, convertida en dedo que señala de forma indiscriminada, ¡vaya! pero si estoy auto-señalándome. Qué nos ha hecho o nos está haciendo toda esta nocividad dentro de nosotros. Trabajo cara el público, muchos ya lo sabéis, y la atención si antes te encontrabas a un 10% de individuos negativos, maleducados e irritables, ahora en este momento puedo asegurar que las cifras se han invertido y solo te encuentras ese pequeño porcentaje en el que el ser humano, sigue siéndolo. Ciegamente comprendo que las situaciones extremas nos llevan a comportarnos de la misma manera, sé y soy consciente de que este momento es durísimo, y no solo porque lo vea, es que lo vivo de igual forma, pero eso no excusa, y quitando todos los problemas en los que convivimos, tiene que seguir habitando en nosotros la parte humana. Y desde luego, si de algo estoy totalmente segura, y lo digo con una certeza que me doblega es que en el 2020, empezó a perderse.

Hace unas semanas sin ir más lejos, y siendo de esos en los que sientes que ya no puedes más, porque todo lo que recibes son inputs negativos, le dije a mi hermana que notaba que estaba contaminada, (en una de esas charlas resignadas que a uno le sirven para continuar) que empezaba a perder algo de mí, y eso me avergüenza como no os podéis imaginar. No es que sea la alegría personificada, tampoco un alma ingenua, ando más llena de faltas que de virtudes, pero ver que me despierto continuamente con migraña, estrés, tensión, desazón, y que en mí está enraizando el mal humor, me hace sentir impotencia. Vencida. Y mira tú, pero me niego. Me alzo en contra. 

Así que hago un llamamiento, un grito global de comunión, de manos que acogen a otras, de que una palabra amable hace que nazca otra. Ya no se trata de educación, es cordialidad y empatía. No permitamos que nos gane, no dejemos que se nos despoje también de esto. ¿No se ha perdido ya bastante? 

Y ahora voy a ver si rompo alguna pared a patadas, ;) No es broma. (Esa que habla es el humor rarito e insolente que gasto) Pero de verdad, suplico que seamos más compasivos, más humildes y piadosos. Todos sufrimos. En estos momentos hay tan poca diferencia entre unos y otros que eso debería hacer que nos diéramos cuenta de que en este preciso momento, es cuando más nos necesitamos.

No caigamos en la ingratitud y la hostilidad. Eso es demasiado sencillo, y el ser humano otra cosa no, pero complicado lo es bastante.

Vuelvo a reiterarme, si he causado ofensa, perdonad. 

La verdad es que me encantaría saber vuestras opiniones, si os sentís identificados o por el contrario peco de exceso. La palabra es enorme y válida en todos sus términos y comprensiones.  


Besos, y abrazos.

 


martes, 16 de febrero de 2021

Los amores de Ángela

 




Un simple baile es el causante, el detonante de que algo mude, es escuchar la primera nota y se despierta en ella una emoción desconocida. Aquellos cadenciosos movimientos parece que se cortejan entre ellos, pie, cadera, hombro y la cabeza, ¿qué le pasa? Instintivamente se zarandea. Turbada por esa reacción es consciente de que es la primera vez que se enamora. Así que intenta imitarlos.

―Deja de bailar.

―Pero madre, esta canción es muy bonita. Mira, mira, como se mueven.

―Hija, haces el ridículo, nos abochornas.

―Pero…

―¡Basta! No repliques. Fernando, haz el favor de decirle que pare.

―Josefina, es una muchacha, no importa si…

―Estoy harta. No pienso tolerar que siempre os pongáis en mi contra. Vivo por y para vosotros, todo lo que hago es por esta familia, y lo único que recibo es crítica y censura. Sin mí no seríais nada. Qué digo, no sois nada. Para casa, ¡ya! Espero que esta vez penséis un poquito en las consecuencias y os deis cuenta que siempre termináis estropeando todas las salidas. Vamos, rápido.

El padre como tantas otras veces queda mudo, ensimismado en un mundo que él ha creado, apacible, inamovible, donde la cobardía le impide contratacar.

Ángela se resiste, es joven, pero es consciente de que aquello no está bien, pero al ver que su padre no dice nada, calla, se retrae refugiándose en otro tipo de vergüenza. 

―Vicente te espera, esta vez no lo estropees, no tendrás otra oportunidad. No entiendo como ese hombre ha mostrado interés por ti. Así que haz y di todo lo que él quiera, nada de excusas. No podré volver a disculparme por tu comportamiento infantil. Ángela, tienes que empezar a darte cuenta de que esta es tu gran oportunidad. Ojalá me hubiera cortejado alguien tan importante, no tendría que estar remendando los calcetines viejos de tu padre. Viviría como merezco, y no en este cuchitril que llamamos casa.

―A mí me gusta nuestro hogar.

―¿Qué te he dicho, Ángela? Es que no escuchas, él es mejor que tú. ¿Lo entiendes?

―Si, madre, no se preocupe, no lo olvidaré. 

Esta vez el encogimiento de Ángela es otro, hizo y dijo todo lo que Vicente quería, como su madre le ordenó, de aquello han pasado cuatro años, el interés de él peregrinó una vez conseguida la meta, desconoce su paradero, escuchó rumores, habladurías de que se había comprometido, pero poco le importa, siempre que viene a su memoria le invade un mal recuerdo, en cambio ella acabó convertida en una moneda olvidada y repudiada, la del hombre que supuestamente la quería, y una madre que la culpa de sus propios errores.

El llanto hace tiempo que se le quedó coartado ante la súplica de una sonrisa, la mirada que antes se alzaba orgullosa permanece vaga, desbaratada en la incertidumbre de un tiempo poco favorable. La eternidad se ofrece belicosa ante unas creencias que quedaron rotas. Pero hay algo que aunque no lo exija nace de la libertad de su propia rebeldía. Justo en ese momento de duda es cuando vuelve a escuchar aquellas mismas notas que la desquebrajaron siendo una cría, no quiere, no, pero estas la aclaman y se acompañan de un suave movimiento. Por segundos se libra de la sonrisa impuesta, sintiéndose menos excusada en apariencia. La niña interior se asoma, valora si debe salir, pero queda retenida por el miedo. En su dilema, brinca con fuerza, aun así se mantiene alejada, forzada. Las ligaduras pasadas le impiden arrojarse. Pero una nueva nota florece provocando otro leve movimiento, el entumecido da paso a un giro, y con un último titubeo la opresión se desecha. Lo está haciendo, está danzando.  

―Gira, gira, pequeño sol, Mamá nunca te lo impedirá. ―Se regocija, grita y ríe mientras rodea con los brazos a su hijo. ―Y justo en ese momento, Ángela vuelve a enamorarse.  


lunes, 8 de febrero de 2021

En escena: la hoja en blanco

 


Un extraño mutismo se manifiesta en la vivienda de los Flores, un hogar cruel, desquiciado y sucio, pero para no convocar a los demonios se mantiene inerte, apático, callado…

―José, un momento, a ver, espera, que me estoy crispando. De verdad te crees que esa mísera ambientación va a llamar la atención de nadie. Dios mío, es que ya ni te esfuerzas. Solo has vendido un borrador en tu vida y desde entonces, ¿qué ofreces? ¿Qué? ¿Un hogar desestructurado? ¡Basura! Basura repetitiva que seguro que ni llantera produce.

―Pero mujer, déjame continuar. Dame una oportunidad, esta vez vale la pena. Joder, es que nunca me apoyas.  

―¿Qué no te apoyo? Chaval, llevo cuatro años manteniéndote a ti y a tus supuestos delirios de escritor, no vendes historias, no ofreces nada más que humo y hojas en blanco, y de estas gastamos muchas. Miles de ellas, pero sin firma. Así que no me vengas con tonterías, porque mira que te echo y ni pestañeo.

―Ey, nenita, vamos, vamos, no te pongas así, es que estoy muy emocionado, por favor, tú solo escucha.

―Vuelve a llamarme nenita y no tienes piernas para correr. Adelante, sigue, sorpréndeme. Espero que sea tan bueno como dices.

Silencio que se rompe con una pregunta.

―¿Una pregunta? Que mierda es eso. Preguntas las que te voy a empezar a hacer yo, qué digo hacer, exigir. No puedo con esto, no puedo, me frustras, me has estropeado, me has convertido en una amargada, en tu benefactora. La que te llena ese buche seboso en el que te has postrado. ¿Por qué a mí? ¿Por qué? Acaso no soy buena persona, no me preocupo de ceder el asiento en el autobús. Coño, si hasta les doy la moneda que me sobra del carrito de la compra al indigente del supermercado. Y qué he conseguido con eso, a ti, a tener un caradura que me está chupando hasta las entrañas.

―Pero, pero… caramelito, no te pongas así, somos uno, ¿recuerdas?

―¿Caramelito? ¿Caramelito? Me llamo Natalia, vuelve a ponerme un mote y no respondo, te prometo que hoy salimos en las noticias y no porque te hayas hecho famoso, no, porque te mato. Y dice que somos uno, ¡ja! Uno, sí, será esa la razón de que te zampes todo lo que hay en la nevera, sin pensar en que yo también debo subsistir y no morirme de inanición. Que te crees, ¿qué me alimenta tu supuesto amor? ¡Parásito! Eso es lo que eres, un parásito intestinal que va a terminar conmigo. Me mato a trabajar, lo hago todo y qué espero al llegar a casa, pues simple, que te hayas largado, sí, justo eso, ¡que te largues de una vez!

―Vamos, vamos, cálmate nen…, quiero decir Natalia, estamos nerviosos, son momentos muy duros, pero si prestas atención terminarás sintiéndote muy orgullosa de mí. Es un gran proyecto el que tengo entre manos, por una vez seré la mente pensante. El que traiga el dinero a casa, podrás comprarte lo que quieras, no sé, ¿unos zapatos?

―Zapatazo el que te vas a llevar, me rindo, ya no puedo más, sigue de una vez. ¡Venga!

La mujer pregunta por los perros, no los encuentra, hace horas que ni siquiera los escucha.

―Eso digo yo, ¿dónde carajos están nuestros perros? ¡Kiwi!, ¡Perlita!

―Es que no te callas mujer, no dejas que la historia se explique sola, no permites que las ideas se alienen y salgan en plenitud, esa ofuscación, esa negatividad con la que te alimentas es la culpable de que no pueda escribir, es tu oscuridad la que me impide ser un espléndido escritor. Yo, un grande, viviendo en la desgracia, compartiendo mis cabales ideas con una necia que no quiere ver lo que tiene delante.

―¿Perdona? ¿Mi oscuridad? Y tienes el valor de llamarme necia. Vago que eres un vago zampabollos, maldito desagradecido, y ahora dime donde están los perros, ¿qué has hecho con ellos? ¿Te los has comido? ¿Dónde están? No te lo preguntaré de nuevo. Dímelo ya, que no respondo, ¡Kiwi! ¡Perlita! Perritos guapos, venid con mami. Venid bonitos… 

 

Última escena se ve a una joven, feliz, con ojos brillantes y emocionados, pensando que han sido los mejores veinte euros gastados desde que inició la cuarentena. Alquilar a esos dos chihuahuas y poder salir a la calle para pasearlos, es de lo más destacado que le ha sucedido en los últimos tiempos. Siente pena por tener que devolverlos, pero le embarga cierta tranquilidad el saber que ha reservado al propietario todos los jueves de cuatro a cinco de la tarde. Lo que no espera es encontrarse ese escenario, se ha pasado de tiempo, pero solo por diez minutos, entiende la desesperación, ella está igual, lo que no concibe es como esa loca puede alzarse contra el hombre de esa manera, un bloque de folios que en otra época fue de color blanco, aterriza una y otra vez contra su cabeza, al grito de: ¡dónde están los perros!



    Relato presentado en el: EL TINTERO DE ORO, concurso literario mensual.


viernes, 5 de febrero de 2021

La influencia de Tique

  

Albergo oscuridad, falsa disculpa, me cobijo en el reverso de la mentira. En la perenne conjetura del futuro. Camuflo los sentimientos, las emociones, cual muñeco contradictorio de la dicha.

Ahí, ahí me encuentro, rodeada y sola. Asediada de todo lo que corroe y daña, abandonada en la miseria de la distopía.

Aliento que sucumbe del desprecio, éste se envuelve en cada gesto, palabra, requiebro. Caricias que no me fueron dadas, que corretearon ante la prohibición, pero no las anhelo, no. Renunciar a la posibilidad fue el único acto honroso de mi existencia, eso si, , a ellos les debo lo que hoy soy, en lo que me he convertido, un alma errante, depravada, que se adueña de la belleza de otros.

Como un ave carroñero, cauteloso, cruel; quito todo aquello que nunca obtuve. Lo que desde un inicio me correspondía como propio. Las lágrimas me divierten, ¿qué sabrán ellos del dolor? ¿Qué sabrán ellos de la culpa? ¿De la desgracia y su soledad? ¡Nada! Con sus perfectas familias, en sus pulcras casitas, todos esos sueños por cumplir, esa voluntad convertida en probabilidad. ¡Lo detesto! Ese es mi cometido, desquebrajarlos, romper cada milimétrico esbozo, bello, fantasioso. Hipocresía, una farsa. Solo hago que recordarles el poco valor que tienen, al fin y al cabo esta rueda es el trono en el que me alzo. Aunque a veces me siento dichosa, estable, serena y les dejo que se sientan seguros, que se relajen en aquel duermevela llamado estabilidad, qué sería de este juego si no se les permitiría vivir en la ignorancia, pero que no se equivoquen, no, siempre hallaré la manera de agrietar cada espejismo.