Planta de maternidad.
—¡Oh! Jaime. Mira nuestro bebé, le sale del dedo meñique
dos hilos, ¿te lo puedes creer? El amor está conectado a él.
—¡Córtalos!
—No.
—Te lo suplico. No podemos permitir que viva en el desamparo.
—Ni hablar. Sería una locura, una pérdida irrecuperable. Este
regalo que le han cedido es algo metafísico, valioso y exquisito, no se puede
renegar del destino.
—Eso es azar, Bego, y resulta perturbable que la felicidad
plena corresponda a una conexión. ¿No ves que es una estafa? ¡Una mentira! Como
un susurro inconexo que se va segmentado en el ADN de cualquier iluso, no, qué
digo, instigado para que crea en él. Se volverá loco buscándolo.
—¿Cómo puedes ser así? Me das lástima, estás corrompido por el
fracaso. Sobrevives como un individuo moribundo, y esto provoca que no te abras a esta bendita posibilidad.
—¿Cómo la nuestra? ¿Cómo nosotros? Míranos y dime si ha
merecido la pena. Hazlo, por favor, otro desenlace será desastroso y no podré
perdonarte. Lo peor es que cuando él lo descubra tampoco lo hará.
A los pocos años aquellas diferencias los separarían definitivamente.
23 años más tarde.
No lo hizo, su madre no cortó las pequeñas hebras que lo
conectaban a otro núcleo, uno que supuraba nostalgia y desazón. Cuando se creía
inmune se resquebrajaba permitiendo que algún que otro sujeto se
adentrara en su propia validación. Nunca salía bien, más tarde llegaban los
llantos, represalias, desgarros, desesperación, y volvía a verse abocado a la soledad.
¿Qué le pasaba? Era como si le faltara una pieza.
Entonces conoció a Mónica, y ávido de deseo, apostó todo lo
que era para agarrarse a esa verdad como única. Pasaron los años, muchos de
ellos con baches que socavaban y se despreciaban en la realidad. Rozaron tanto
el perdón que al final quedó difuso e irreversible. Y llegó un punto que el final
era tan penitente y certero como aquel adiós que se dijeron con frialdad.
Otros 18 años sujetos al declive.
—Ay, mi pequeño, con la bonita pareja que hacíais.
—Mamá, es imposible que siga siendo tu pequeño —rió antes de
volver a ponerse serio— Nunca fuimos felices, siempre nos faltó algo o peor,
nos amoldamos a ese vacío que termina germinando rechazo. Es mejor así.
—No digas tonterías siempre serás mi bebé, y lo sé, cariño;
pero sabes qué, esta no es la única oportunidad que tienes para encontrar el
amor. Piensa que ha sido como una prueba.
Y le explicó la historia de su nacimiento. Orgullosa,
insensible, con una indolencia casi mecánica, como si su obra no tuviera
repercusiones, entonces comprendió la razón del agujero que siempre lo acompañaba,
del que hasta ese momento se sentía responsable, por no dar más, por no saber hacerlo. Las
barreras que siempre alzaba para protegerse. Para no herir. Y cuando terminó de
relatarlo lo hizo con una sonrisa, como si le cediera un premio. Un salvoconducto.
—¿Por qué no hiciste caso a mi padre? Y más sabiendo cómo
terminó vuestra historia. Dímelo, mamá, necesito que me contestes con
sinceridad.
—Siempre anhelé que me quisieran, lo nuestro nunca funcionó,
pero tú tienes una segunda oportunidad, hijo, ¿no lo ves? Opciones, algo que muchos
nunca tendrán.
Y la vio vulnerable, por una vez comprendió que la altivez era
una máscara en la que se escondía, solo era un ser deseoso de un afecto que le fue negado. No pudo perdonarla, no inmediatamente, porque tomó decisiones en
su nombre, la omisión puede ser más perjudicial que una mentira, si hubiera
conocido el qué, el ciclo de su vida sería distinto.
Actualidad.
Los años pasaron, pero no en la añoranza, aprendió que la
soledad escogida no es un castigo, y cuando menos lo esperaba apareció su gran
amor, un cachorrito que llamó chincheta, y lo acompañó con un cariño imposible de
doblegar.
∞
He roto con la tragedia, ¿eh? Si es que los perros tienen ese
poder. Y no lo digo porque sea como Eleanor Abernathy, la loca de los gatos de
los Simpson, pero versión perruna, no qué va. Iba a escribir un relato de
humor, pero nada, que me ha salido un dramón insalubre, así que mejor terminarlo con un buen amigo, de esos que están siempre cerquita.
Si habéis llegado hasta aquí, os lo agradezco mil.
Muchos besos, y algún que otro abrazo.