miércoles, 15 de junio de 2022

Pacto sagrado

 


Como en un duermevela en el que se es consciente del entorno, quedé adormecida en un escenario en la que voces lejanas se acompañaban con llantos. Quería, sí, necesitaba expresarme, preguntar a qué se debían aquellos sollozos. Qué era lo que ocurría a mi alrededor del que este ensimismamiento en el que levitaba no permitía alcanzar. Pero la pesadez, el esfuerzo que ello conllevaba, me transmutaba a quedar paralizada, a dejarme llevar por este plácido sueño en el que gravitaba.

Amé más de lo que nos es permitido, corrompiendo con ello el significado de la palabra. Destruyendo en el camino todo aquello que creí que podía romper tan dramáticos sentimientos, y cometí pecados. ¡Los cometí! Pero todo en el nombre del amor. En el nombre de él.

La desesperación nos lleva a tomar caminos que nunca creemos que seremos capaces de trasferir, el mío, un pacto, un acuerdo con un alma negra que me engatusó, haciendo que creyera que se concedería lo que yo más ansiaba, que exigía conquistar, y la sentencia obtenida aconteció en este error. Uno maldito por la condena en la que hoy y siempre tocará que purgue.

No lograré abandonar este imperturbable lugar. Corrupto por los temores que esconde la esencia de cada falsedad perpetrada.

Desperté, sí, lo hice. Pero ya no se escuchaban murmullos, tampoco lamentos, cohabitaba en la más absoluta soledad, negrura de un lugar al que quedé relegada. En la que pereceré eternamente, pagando un escarmiento por lo crédula que fui.

La muerte me consumía lentamente, los minutos, las horas, se evadían entre la realidad y la creencia que vendría a rescatarme, no dejaría que me consumiera en ese habitáculo, en esta tumba fría y destronada, pero no fue así, no, no hallé remordimiento, ni disculpa. Y cuando mi cuerpo no pudo soportar más el maltrato, expiré. El último pensamiento floreció hacia esa pasión, a la total entrega de mi ser por no ser correspondido, entonces lo maldije.

Imploré al demonio que viniera de nuevo a visitarme, rogué que me desligara de esta amargura, dándome el poder de unirme a él, a sus miserias, prometiéndole ser su sierva más devota. Que liberara esta inmortalidad que aguardaba entre congoja. Pero no lo hizo.

De alguno modo, concebí que llegado el momento, ansiado final, mi espíritu volaría lejos de este sufrimiento, pero la penitencia que debía pagar era, es, cruel y esquiva, perenne.

Contemplo desde fuera mi cuerpo, como los parásitos, moscas y gusanos se han ido alimentando de él, quedando en nada más que huesos. Esqueleto que no reconozco como propio, mi belleza, aquella tan elogiada ha desaparecido. No queda de ella ni el recuerdo, solo una tétrica visión del pasado. Ya no hay alabanzas, ni siquiera evocaciones, pues no vienen a visitar a esta pobre sombra cautiva, y los espero, ¡Dios! Lo deseo.

A veces en ese estupor que concede el desencanto, me resigno, dejo que venzan.

Porque ya no temo a nada, mi ánimo está ensombrecido, carente de las emociones que proporcionaba la vida. El aliento consumido por la desazón de la irrealidad en la que cohabitaba desde el inicio. No hay paz, solo la eternidad de este odio que se acrecienta en la lobreguez. Pago de las almas errantes, la mía, donde el tiempo no avanza, permanece imperturbable entre rencores e hipocresía.

Donde las ofrendas que nos hicieron quedaron sepultadas en vida. Y de la que en este instante les hago una nueva promesa, hallaré, juro que lo haré, la manera de escapar de este lugar, vengaré todo el sufrimiento por el que he tenido que pasar. No existirá perdón, solo la decisión de este, mi nuevo pacto. 



Inspirado en el cuento: EL ENTIERRO PREMATURO.

Palabras utilizadas: GUSANO, TUMBA, ENTERRADO VIVO.


CONCURSO DE RELATOS XXXII Ed. CUENTOS MACABROS de EDGAR ALLAN POE: EL TINTERO DE ORO


viernes, 10 de junio de 2022

La mueca de Lucrecia

 



―Siguiente, ¿qué necesita?

―Hola, buenos días, mire traigo unos docu…

―¿No ve que estoy hablando? La ven a una detrás del mostrador y le pierden todo el respeto —Ignorándola se dirige a su compañera —¿Ves Carmen? Lo que siempre te digo. Se creen que somos sus siervos. Llevo trabajando aquí tres días y ya estoy harta.

―Pero si… ¿Manoli?

―Mire, maleducada, márchese, edúquese y vuelva otro día. La ingratitud que se tiene que soportar diariamente.

―Pero, pero… ¡No! Por favor, ya he venido dos veces, solo es para entregar unos documentos. Sin ellos no puedo cerrar este trámite y es muy urgente, lo traigo todo. ¿Lo ves? Todo. Te lo ruego, es muy importante, no puedes… Manoli, ¿por qué te comportas así? Somos, somos, fam…

―Y ahora me exige, será posible. Señorita, se lo repito una última vez o llamaré a seguridad, pida otra cita y la próxima vez absténgase de dar órdenes. Le irá mejor en la vida. —Con una sonrisa retorcida se voltea para atender a otro usuario.

Lucrecia se consideraba una mujer paciente, empática, hasta boba, por la imperturbabilidad con la que soportaba todas las perrerías que había ido aguantando a lo largo de su vida, pero en este último año estaba cambiando, algo inquietaba su interior, una necesidad imperiosa de erradicar a todo aquel que se aprovechaba del poder, que sumía en oscuridad y clemencia al resto de los mortales, y como si de un superhéroe se tratara, se lanzó hacia aquella tiparraca cogiéndola de los pelos.

Y sí, la violencia no justifica los medios, pero la somanta de palos que le iba arreando remediaba cada dolor pasado. Los cuernos que Jorge le metía cada tres por cuatro y que ella perdonaba, porque la inducía a creer que todo era producto de su imaginación. La rebeldía de su hija, su niñita, cuando hacía solo cuatro días había sido todo un ángel y la quería más que nada en el mundo, no como ahora, que parecía que le repelía su presencia. O el energúmeno de su jefe, que cada vez le exigía más y más horas y le pagaba cuando a él le daba la gana. Y su suegra esa maldita mujer que siempre la despreciaba, y que por cierto; tenía justo delante o lo que quedaba de ella, en ese momento se asemejaba más un guiñapo.

Cuando se la llevaron presa miraba a su suegra, pero con otro tipo de sonrisa, una de chiflada que ponía los pelos de punta y gritaba, <<¡Me las pagaréis!>> <<¡Juro que lo haréis>>

Y gracias a ese comportamiento errático solo tuvo que ir al psiquiatra durante una temporada, se libró de cárcel por un pequeño tecnicismo tan de moda en las series estadounidenses, enajenación mental transitoria. Pero lo que derivó de ese lapsus fue lo mejor que le pudo pasar. Jorgito se transformó en un amor, quién no le decía que podía volver a suceder y descuartizarlo. Su hija preocupada, volvía a ser la niñita de mamá. Su jefe le pagaba cada día 30 sin rechistar, y lo de las horas extras no remuneradas se acabó. Pero lo mejor, lo mejor de todo, fue su suegra que desde entonces le hacía todos los trámites que a ella tanto le costaban, y encima con una sonrisa, que Lucrecia tampoco se iba a poner a valorar si era sincera, ya que a veces, lo que cuenta es la intención.


martes, 7 de junio de 2022

Reseña. Relatos sin rumbo fijo

 


Últimamente ando un tanto valiente o inconsciente, y me he dicho. Y por qué no, volvemos con otra NO reseña, lo que digo; una osada. En este caso, os traigo al blog un libro de nuestro admirado compañero y amigo Francisco Javier Morales Orozco o más conocido por nosotros como Francisco Moroz y su blog: https://abrazodelibro.blogspot.com/

Como dije en la anterior reseña, me he quitado las gafas de topo y gracias a ello he podido visionar libros de muchos compañeros, y ya puesto, pues también le tenemos que agradecer a la generosidad de David Rubio que ha creado una librería donde se pueden encontrar muchos de ellos, acceder a ellos, y sobre todo no perderse ninguno de ellos, ¿He repetido mucho ellos? Es que es emocionante, de verdad. ¿Dónde los encontramos? Muy fácil clicando en esta entrada: https://concursoeltinterodeoro.blogspot.com/p/la-libreria-del-tintero-de-oro.html

Llevo unas semanas en las que ando haciendo un receso del pasado, de momentos vividos, de experiencias, introspección modo on, y como soy algo así como un fantasma del pasado, (en plan bien, creo que no encrespo, o por lo menos no mucho) ;) me he preguntado cuando fue la primera vez que leí o compartí camino con Francisco, la verdad, no recuerdo un momento en el que no estuviera, tanto en las idas como las vueltas, pero como buena contable (profesión a la que me dedico) he revisado varias de mis entradas, y qué decir que en la celebración del primer año del blog, ahí estaba: Aniversario blog, acompañándome en todo este bonito pasaje, con ese cariño que tanto agradezco y aprecio. Con los sueños que nos ceden las palabras.

La virtud de las letras es que nos abastecen despertando ese tipo de amor duradero, de hacernos sentir diversidad, pausa y conciliación, pero lo que sobre todo nos ceden es libertad, y si hay algo que uno siente al leer los relatos de Francisco o Javier, como muchas veces me he tomado la licencia de llamarlo, es justo eso: afecto, humor y sorpresa.

Apego que despierta la simpleza de lo vivido, ese tipo de pausa que proporciona la exhalación, una brisa que rompe con el conflicto, regalando a su paso una sonrisa que transfiere serenidad.

Vaya si eso compensa, es todo un regalo. Uno maravilloso y muy, pero que muy necesario.

Y es lo que le queda a uno cuando le este libro de relatos, afecto, porque nuestro compañero tiene esa manera tan sencilla de evocar al cariño. Un amor que no se desprende de él ni en la muerte o la enfermedad como podemos apreciar en algunos de los relatos, y es esa eternidad, ese recuerdo de lo transitado, la belleza del sentimiento que a uno le acompaña tanto en la existencia como en sus relatos.  Valores, familia y la inmortalidad que va más allá de este ahora.

De almas gemelas y como el tiempo no ensombrece esa fortaleza. Guerreros que luchan para más tarde sorprendernos con un final muy aniñado. O ancianos que se comportan como chiquillos, esa niñez que nunca deberíamos abandonar. Y las madres, las nuestras, que siempre nos cuidan y protegen, auxiliándonos de nuestros temores.

Pero sobre todo nos entrega sentimiento, en mayúscula.

Y en cada relato encontramos esa hermosa emoción, necesaria, enseñándonos de una manera muy natural lo verdaderamente importante, que todo los demás, los nudos que se van constriñendo, la vida en sí, su conflicto; son totalmente innecesarios.

Hay un relato: Allá donde se cruzan los caminos, que le hacen al protagonista unas preguntas que todos en algún momento deberíamos responder:

1.       1. ¿Cuáles son nuestras principales prioridades?

2.       2. Y, ¿qué es lo que más nos gusta de esta vida?

Pero también hay risas, como con Juanón el bello, donde se aprecia desde el primer momento que la belleza está dentro de uno, que la imagen, la que vemos en el espejo es solo eso, lo importante, lo encontraremos siempre en el interior de cada uno. Y sí, el amor es ciego, pero es lo más valioso que podemos poseer. El cariño, hacía esa pareja, ese amigo, ese hijo, o esos padres que tanto bien nos hacen, y nuestras queridas mascotas (que es hablarme de ellos y emocionarme enterita)

Enhorabuena por esta recopilación de relatos, la devoción que desprenden son sin ninguna duda un presente para el lector. Me quedo con una sonrisa a la que recurrir mil y una veces más.



 

Gracias por permitir que hiciera este pequeño homenaje Francisco Javier, :)

Pero más por crear tan bonitas historias. 


viernes, 3 de junio de 2022

Amargo desenlace

 

Escultura de Carlos Aguilar. 


¿Se puede morir por amor? La parte racional en la que viví anclada durante años me diría que no, ese pasado que ya no recuerdo, se suma a las incoherencias de las decisiones mal tomadas. No creí en el amor, o ya puesto, no juzgué que pudiera gobernarme de tal modo que dejara de existir como persona, para transformarme en la calcomanía de este ahora.

Conocí a Hugo, me impresionó, admiré partes de él, que en otro tiempo detestaba en otros hombres, pero en él de alguna manera creaba una fascinación enfermiza, erradicaba los valores que con tanta saña defendí en el pasado. Y terminé por desaparecer. Obsesionándome en la contradicción.

La metamorfosis suele ser hermosa, la mía por el contrario fue cruenta.

El primer error fue no decir lo que no podía tolerar, lo que no permitía como ser humano. Verlo con otras mujeres, compartiendo el placer que solo debía corresponderme a mí, percibir la satisfacción en sus caras una vez perpetradas, esas risas de menosprecio y a él; a él, cediéndome una caricia de complacencia. En cada trazo perdía una parte del alma.

Así que terminé siendo una sierva, una que idolatra a su dueño, esperando en cada provocación una recompensa.

Hasta que llegó el día, el final de todo, o más bien de la nada. Terminó conmigo, no sentía nada, dijo barbaridades, que había cambiado, que no le motivaba, no le parecía risueña, ni fuerte, era una sombra de un recuerdo del que se debió obnubilar por la belleza de la reciprocidad, pero se había dado cuenta que ni eso valía la pena. Yo no lo valía.

Me hundí, algo dentro de mi agonizó, o no, quizás solo renací, muté en un ser rencoroso y carente de empatía. Ese fue el momento exacto en el que cometí el peor de los pecados. Y es entonces cuando uno se da cuenta que no se puede morir por amor, pero se puede matar por él.