Como en un duermevela en el que se es consciente del entorno, quedé
adormecida en un escenario en la que voces lejanas se acompañaban con llantos.
Quería, sí, necesitaba expresarme, preguntar a qué se debían aquellos sollozos.
Qué era lo que ocurría a mi alrededor del que este ensimismamiento en el que
levitaba no permitía alcanzar. Pero la pesadez, el esfuerzo que ello conllevaba,
me transmutaba a quedar paralizada, a dejarme llevar por este plácido sueño en
el que gravitaba.
Amé más de lo que nos es permitido, corrompiendo con ello el significado de la palabra. Destruyendo en el camino todo aquello que creí que podía romper tan dramáticos sentimientos, y cometí pecados. ¡Los cometí! Pero todo en el nombre del amor. En el nombre de él.
La desesperación nos lleva a tomar caminos que nunca creemos que
seremos capaces de trasferir, el mío, un pacto, un acuerdo con un alma negra
que me engatusó, haciendo que creyera que se concedería lo que yo más ansiaba, que
exigía conquistar, y la sentencia obtenida aconteció en este error. Uno
maldito por la condena en la que hoy y siempre tocará que purgue.
No lograré abandonar este imperturbable lugar. Corrupto por los temores
que esconde la esencia de cada falsedad perpetrada.
Desperté, sí, lo hice. Pero ya no se escuchaban murmullos, tampoco
lamentos, cohabitaba en la más absoluta soledad, negrura de un lugar al que
quedé relegada. En la que pereceré eternamente, pagando un escarmiento por lo
crédula que fui.
La muerte me consumía lentamente, los minutos, las horas, se evadían
entre la realidad y la creencia que vendría a rescatarme, no dejaría que
me consumiera en ese habitáculo, en esta tumba fría y destronada, pero
no fue así, no, no hallé remordimiento, ni disculpa. Y cuando mi cuerpo no pudo
soportar más el maltrato, expiré. El último pensamiento floreció hacia esa
pasión, a la total entrega de mi ser por no ser correspondido, entonces lo
maldije.
Imploré al demonio que viniera de nuevo a visitarme, rogué que me
desligara de esta amargura, dándome el poder de unirme a él, a sus miserias,
prometiéndole ser su sierva más devota. Que liberara esta inmortalidad que aguardaba
entre congoja. Pero no lo hizo.
De alguno modo, concebí que llegado el momento, ansiado final, mi espíritu
volaría lejos de este sufrimiento, pero la penitencia que debía pagar era,
es, cruel y esquiva, perenne.
Contemplo desde fuera mi cuerpo, como los parásitos, moscas y gusanos
se han ido alimentando de él, quedando en nada más que huesos. Esqueleto que no
reconozco como propio, mi belleza, aquella tan elogiada ha desaparecido. No
queda de ella ni el recuerdo, solo una tétrica visión del pasado. Ya no hay
alabanzas, ni siquiera evocaciones, pues no vienen a visitar a esta pobre sombra
cautiva, y los espero, ¡Dios! Lo deseo.
A veces en ese estupor que concede el desencanto, me resigno, dejo que
venzan.
Porque ya no temo a nada, mi ánimo está ensombrecido, carente de las
emociones que proporcionaba la vida. El aliento consumido por la desazón de la
irrealidad en la que cohabitaba desde el inicio. No hay paz, solo la eternidad
de este odio que se acrecienta en la lobreguez. Pago de las almas errantes, la
mía, donde el tiempo no avanza, permanece imperturbable entre rencores e
hipocresía.
Donde las ofrendas que nos hicieron quedaron sepultadas en vida.
Y de la que en este instante les hago una nueva promesa, hallaré, juro que lo
haré, la manera de escapar de este lugar, vengaré todo el sufrimiento por el
que he tenido que pasar. No existirá perdón, solo la decisión de este, mi nuevo
pacto.
Inspirado en el cuento: EL ENTIERRO PREMATURO.
Palabras utilizadas: GUSANO, TUMBA, ENTERRADO VIVO.