Burbujeaste ante mí, exasperada por la atención que otros no
quisieron darte. Oliste la desesperación que habitaba en este juego inmundo de
necesidades. Y yo, yo, me presté a ti, poseíste mis actos, deslizándote tan
adentro que apretabas y ahogabas. Disfrutabas al saber qué poder se te había
entregado. Fiel siervo, perro enamorado de lo que solo podré decir que tocó miseria.
Y es que te amé, nada más verte, lo hice. Qué iluso, pueril e insostenible
tener que creer que después de tanto tiempo se dibujaría ante mí un borroso
trazo, etérea apariencia en la que me anclé, a ella, a los dos. Arrastrándome
al creer que lo habíamos logrado. Triste mezquindad. Pero erraste, no debiste
traicionar el amor, el nuestro, podía, sí, lo hice, permitir tus juegos sucios,
pero era solo por la cobardía de creer que sino pecaba me abandonarías, pero tu
insano egoísmo erigió otros escenarios en los que no quisiste hacerme partícipe,
no iba, no podía permitir que jugaras con otros como lo hacías conmigo, todo eso
nos pertenecía, era nuestro vínculo, lo único de lo que me proveíste y me negué
a soltarlo. Poco importaron tus suplicas, justificaciones, la verdad es que en
ese momento te vi pequeña, me diste pena, repulsión, por el contrario, yo, quedé
liberado, por una vez sentí cual era mi dictamen, el renacimiento del
conocimiento. He de agradecértelo, sí, gracias a ti sé cuál es mi camino. Tú
siempre serás la primera, la mejor, me reconociste en el momento exacto en el
que todo empezó, lo comprendiste, el despertar de tu obra, la mía, y entonces
sonreíste.
jueves, 28 de noviembre de 2019
lunes, 18 de noviembre de 2019
La escritura, vosotros y un: ¡GRACIAS!
Parece mentira, que yo, fielmente sierva del Grinch, me vea
escribiendo una entrada de retroceso, en la que la cercanía de la Navidad nos
acoge en sus garras y con ella no solo muestra los buenos propósitos, sino los
errores cometidos.
De tanto en tanto me dejo acoger por el silencio, los que me
leéis desde hace tiempo, bien que lo sabéis, me resguardo en un mundo interior
del que la emoción se mantiene latente, pero privada. Vendría a ser algo así
como la necesidad de un duelo, y no logro o alcanzo sobrevenirlo si no es en
soledad.
Seguramente y lo entiendo, vaya si lo comprendo, estas pausas hayan causado molestia, enfado o
incomprensión por eso os pido disculpas, la primera entrada después de tanta
carencia, dije todo lo contrario, que no las pediría, pero erré, porque no se
trataba de pedir disculpas a vosotros sino a mí misma. Como sabéis soy muy de
flagelarme. Por eso, y también porque no me importa rectificar, darme cuenta
cuando me equivoco, ni siquiera afrontar la realidad de una elección inexacta,
pero ante todo hay una cosa que no podría soportar y es provocar dolor con algo
tan bello como la palabra.
Y es que la escritura libera, pero a veces también muestra y
eso que nos es enseña es corrosivo, doloroso. Aviva un tipo de sufrimiento que
se resguarda en la emoción y bloquea el paso de tal manera que uno no alcanza
caminar y seguir, haciendo que se pregunte, ¿seguir el qué?
Cuando abrí el blog, madre
mía, parece que haya pasado una eternidad y no es así, fue en el año 2015,
la intención del mismo, si esta existía, fue la de hacer pequeñas reflexiones,
eso me llevó a conocer un mundo totalmente nuevo, amplio y si de algo estoy
cien por cien segura maravilloso, he
sido muy afortunada al toparme con todos vosotros los que estáis y los que por
una razón u otra ya no están tan presentes. Para lo que no lo sepáis, me costó
mucho tirarme a la piscina y abrir el blog, casi ni lo hago, si no llega a ser
por mi gran amiga Maria creo que esto no llega a suceder, no puedo saber si me
hubiera arrepentido porque lo que no se vive no puede echarse de menos, pero lo
que sí sé, es que hubiera sido un gran error. Poco a poco fui introduciendo,
cuentos, relatos, poesía y hasta fijaros que valiente puede ser una:
alguna reseña de libros, eso hizo que las reflexiones fueran quedando
apartadas, silenciadas, para la introspección privada, solitaria. Ya no se
desmenuzaba el dolor, se quedaba allí, segregado, latente, en la oscuridad más
amordazada.
Sé cuáles son mis faltas, también soy consciente de mi
carácter, de mi forma de actuar, de los errores cometidos, de lo que puedo
mejorar (y de lo que debo) uno de mis mayores problemas (vaya sí lo es) la
timidez y el bloqueo que esto supone, si a eso le sumas la crítica y terquedad
que habita en mí (como buena capricornio), lo hace, porque no decirlo, todo más
complicado. También puedo decir que soy emocional, cínica, que me rio de mí
misma e intento tirar balones fuera a todo lo que se aprecia insustancial,
aunque a veces no lo logre. También sé que a mis 34 años me sigo emocionando
como a una niña, a veces excesivamente infantil, otras muy soñadora en la que
agradezco y aprecio el cariño, también conozco el miedo, aunque no deje que
este se visualice, creo que si se reciben malas noticias, si no se habla
constantemente de ellas, no se les da valor, importancia, nombre, éstas a larga
fenecen.
Por eso hoy quiero hablaros del 2018, porque cuando algo ha transitado,
asimilado, debemos liberarlo, hay etapas en la vida en la que las buenas
intenciones, la visión positiva, el restar importancia, el seguir, forma una
extraña y perturbadora bola que uno no puede digerir, no sabe lo que sucede,
pero siente que algo no va bien, nota inestabilidad, falta de algo que no tiene
nombre, a la vez que sobran muchas otras y es entonces cuando con todas estas
emociones dispares, hay una crisis. Uno se sobrepasa. No sabe gestionar
correctamente los tiempos, en eso como sabéis, soy una experta. Para mí
ese año e inicio de este, fue eso, un exceso de un todo y un nada, de una etapa
no cerrada. Y es que cuesta decir adiós a las personas que amamos, darse cuenta
que ya no volverás a estar con ellas, que ese hecho te deja muy adentro una
brecha que el tiempo disimula, pero no cura. Esa es la encargada de que tu
carácter, tus faltas, se agraven o difuminen, se contemplen desde fuera y
digan: estás herida. A partir de ahí sobre ti se ciernen miedos que
desconocías, y constantemente te recuerdan que es difícil liberarse de ellos. Y
es que ese dolor siempre ha estado allí, dormido, profundo y relegado; pero
allí. Perdí a mi padre muy joven, demasiado, en un momento donde la
adolescencia brota cruel, donde uno no es consciente de lo efímero del tiempo.
Pero no quiero, ni la intención de esta entrada es que su recuerdo se empañe,
no se lo merece, él no. Todo lo contrario, solo visualizarlo me arranca una
sonrisa y hace que mi alma brille con alegría. Así que os explicaré que a partir de
ese momento, en mi familia llevamos un control un poquito más exhaustivo, de
ahí mi fobia a los médicos, (siento si hay alguno por aquí, pero no puedo
evitarlo) la cuestión es que hace unos cuatro años, el resultado de éstas fue negativo, y terminé con un pase exclusivo a salas de espera, pruebas, médicos y tiempo, acabó bien, muy bien, solo tengo que
seguir con los controles anuales, como todo el mundo, así que todo está
perfectamente. Pero los meses de incertidumbre, de comerse la cabeza, de pensar
y visualizar el peor escenario. ¿Alguien sabe parar esos pensamientos
negativos? Yo no.
Lo que sucede con las brechas no cerradas es que llega un
día que de repente aun habiendo pasado mucho tiempo, se despiertan con un solo zas, que te dice: sigues herida. Pueda
que suceda en un momento que sientas estrés en el trabajo, poca o nula gestión
de tiempo, has recibido algún input negativo, o cualquier cosa, la más insignificante
que puedas imaginar, pero eso hace que vuelvas a caer. Soy consciente de que esa
etapa nunca podré cerrarla, no solo porque forma parte de mis vivencias, mi
identidad, es más, porque nació del verdadero amor; lo más bello que tenemos.
Pero sí puedo decir que se puede trabajar, aprender a gestionar esas caídas, conociendo,
interpretando y admirándonos bien adentro, sin prejuicios, sin el recelo de ver
más allá, no esperando lo correcto, porque nada lo es, ahí uno, en cierta
manera puede anticiparse, liberarse, respirar.
Por eso siempre recomiendo la palabra. Escribir un diario, llevar
una libreta encima en la que se puedan apuntar frases, ideas, tonterías; ayuda.
Porque la palabra, es, eso: sanadora.
No hay que temer lo que nos muestre, al final, lo único más aterrador que
podremos visualizar será nuestro propio reflejo, y eso tampoco puede ser tan
malo, ¿no? ;) Y sobre todo si uno necesita ayuda, porque no consigue
gestionarlo, que la pida. Sin miedo, ni vergüenza.
Perdonad por la largura de esta divagación, termino, ya
¡palabra! Llega diciembre, familia, amigos, comida, regalos, más comida, amor,
empacho... En mi caso puedo decir que se termina un año del que me siento bien,
más completa, más certera. Más yo que nunca. Tanto yo, yo, yo (¡qué egocéntrica!)
me delata, ¿no os parece? Creo que mis letras se están dibujando hacia una
nueva etapa que cada vez veo más real, concibo un algo que no hoy, ni mañana,
pero sí un quizás, una posibilidad que está latente. Gran parte de este más, es sin duda gracias a vosotros,
vuestra comprensión, afecto. Y vuestras manos que acogen maravillosamente en
este camino. Y no es por nada, pero a mí las manos, me encantan, :)
Os mando un gran abrazo cargado con todo mi cariño, y os
agradezco que me permitáis autodescubrirme, aprender, mejorar y ser libre en
este pequeño gran mundo en el que tantos transitamos.
Ahora es cuando lo estropeo, pero permitídmelo, no, mejor: ignoradme, no lo puedo evitar:
Mil gracias de corazón: David Serrano Ramal, Pedro Fabelo, Marta Navarro, Mirella S.,
Miguel Pina, Rosa Berros Canuria, KirkeBuscapina, Marigem, Mamen Piriz García, Francisco Moroz, Josep Mª Panadés, Estrella Amaranto, Chelo, I.Harolina Payano T., David Rubio Sánchez, María Pilar, Emerencia, Miry Calabrese,
Raul Ariel Victoriano, Hola, me llamo Julio David, Javier Rodríguez-Morán, Yessykan, Dulcinea del Atlantico, Conxita C., Conchi, Pepe,
El Baile de Norte, Paola Panzieri, Tara, Mila Gomez, Bruno, Julia C. Cambil, Auroratris,
María Delgado, Jorge Valín, Alma de gato..., y a todos aquellos que aunque no estén tan
presentes, les guardo un gran aprecio, pero sobre todo admiración.
Besos, y abrazos.
lunes, 11 de noviembre de 2019
La voz de Ingrid
Vacío que permanece sin vocablos, ni constancia. Silencio
perturbado por la disculpa. Se muestra, decide que no quiere mantenerse
hermética, callada. Explosiona en la reserva de su dejadez. Insidia de un
mañana sin esperanza. La palabra habita enfermiza, procurándole un poder capaz
de raspar la fortaleza. Miedo mostrado con saña, un ciclo que se despide sin
oportunidades. Años resguardada,
permisión de un tiempo en el que se procuró olvido. Recuerdos reprimidos.
Empeño por no nombrar. Pero no. Se desencadena, diluye bajo el mando de un
egoísmo insano, alejando, consumiendo, exorcizando. Se evade del camino con la única verdad
existente. Pérdida e incredulidad, hoy ha de decir adiós.
─Jaime, la niña. Han vuelto a llamar del colegio, esta vez
ni siquiera he podido excusarla. Cada vez va a peor, y yo, yo… te lo juro
cariño, me avergüenza decirlo, pero le tengo un miedo absoluto.
─Vamos Cande, son cosas de críos, no vayas hacer un mundo.
Es más activa que el resto, eso mismo le pasaba a mi hermano Matías, tampoco es
tan grave.
─Te recuerdo que tu hermano ha pasado más tiempo en la
cárcel que siendo un ciudadano modelo, y no, no es como él. Ella es diferente…
¡mierda! Calla, calla, ya llega el autobús y no quiero que note nada raro, solo
faltaría que se diera cuenta de lo que estamos hablando, la última vez no hizo
más que observarme durante horas con una extraña sonrisa, a saber que estaba
pensado, todavía se me eriza la piel al recordarlo. Así que conversa tú con
ella, pregúntale, a ver qué razón nos da para que tengamos que volver a
concertar cita con el tutor.
Naturaleza desestabilizada, aterradora muestra del precio
para ser escuchada, repercusión y pauta de una eternidad que va acompañada del
pecado, sucio, por la repulsa del odio y abandono. Regresa atrás, a veces, eso
es alimento.
─Padre, madre. Buenas tardes.
─Mmm… Sí, sí, buenas tardes, hija.
─¿Sucede algo madre? La noto angustiada.
─¿Qué? No, claro que no. Tu padre, sí, él quiere hablar
contigo. Voy a poner una lavadora, adiós.
─Padre, debería llevar a madre a un especialista, no creo
que sea sano estar siempre tan exaltada. ¿No le parece?
─Ingrid, ayer hablamos de que no nos hablaras con tanto
respeto, somos familia, hija. De esta manera solo haces que mamá se inquiete
más, ¿no te parece?
─Comprendo, padre, intentaré mejorar mi conducta.
─No, quise. Pfff… olvídalo. A ver, han llamado del colegio,
¿qué ha pasado esta vez? Recuerda que ya te han echado de cinco centros, y
hemos tenido que cambiar de ciudad varias veces, no podemos estar siempre yendo
de un lado a otro, pequeña.
─Lo siento, padre. Pero esos niños no hay quien los soporte,
a parte, no debieron coger mis cosas, ni siquiera rozarlas con sus sucias
manos, pero ya lo he solucionado, dudo que lo vuelvan a intentar.
─¿Qué hiciste, hija?
Escondida, al acecho, coexistiendo en el centro de la
miseria, allí, donde todo empezó y anida la oscuridad, es y será ama y señora
de su voluntad. La temeridad emprende un nuevo camino y éste todo lo reclama.
─Me hice escuchar papá,
siempre dices que todos tenemos voz y derecho, solo que yo he encontrado una
manera más divertida de hacerlo.
lunes, 4 de noviembre de 2019
Cuento invertido: Los tres cochinitos
─Porfa, porfa, vuelve a contárnoslo.
─Está bien, pero será la última vez, ¿entendido?
─Sííí ─contestaron todos mis sobrinos.
∞
Existe un viejísimo cuento en el que se hace víctima a tres
malhechores, así que os pediré que estéis muy atentos a mis palabras ya que en ellas
se haya la autenticidad de un secreto mal compartido, del que hoy descubriremos
la verdad.
Siempre se ha dicho que el culpable de aquel fatídico día
fue un lobo hambriento, nunca se valoró que pudieran ser otros los que
cometieron las faltas, ninguna pregunta de más, nada; podríamos decir que
egoístamente se le excluyó al no hacerle partícipe de su propia leyenda. Solo reconociéndose
una versión de los hechos, tres idénticas transcripciones que se sostenían y
por mala fortuna testimoniaban, dándose por válidas, eso concluyó en un juicio
rápido y a una cazuela hirviendo como castigo. ¿Imprudencia? ¿Negligencia?
Realmente, ¿qué sucedió?
Nuestra tatarabuela justa como pocas, nunca creyó la versión
expuesta, es más, a la familia le confió que estos tres tocinitos de cielo no
tenían nada. No hay más que recordar la escena de la película Hannibal, ¿apacibles? ¡Ja!
La cuestión es que durante un período de tiempo estuvo investigando entre los
círculos más cercanos de ambas partes, los que se hacían llamar víctimas y la
del fiero lobo, después de mucho tiempo del que tuvo que hurgar entre todo
aquel silencio que se sostenía entre cuchicheos y mentirijillas, lo descubrió.
La sorpresa fue mayúscula y es que por increíble que pueda
parecer, el lobo de sanguinario no tenía nada, todo lo contrario, se asemejaba
más a un gatito de angora ya que era vegano.
Eso le supuso ser la mofa de estos tres sujetos y como
empezaréis a sospechar sus comportamientos fueron extremadamente crueles, no teniendo
suficiente con meterse con el pobre animal, decidieron ir más allá. Como sabían
que hicieran lo que hicieran, nunca les hincaría el colmillo en sus magras
carnes, le robaban todo lo que encontraban en su despensa: verduras, frutas, legumbres…
dejándosela siempre vacía y si se quejaba, lo maltrataban. Sí, lo que
escucháis. La cuestión es que llegó un momento en que éste no pudo aguantarlo
más y decidió que les devolvería el escarmiento, solo una vez, para que aprendieran
la lección.
Pero su ingenuidad era tal, que nada salió como debía.
En aquel momento los tres hermanos se encontraban en un proceso
lentísimo de rehabilitación, hacía años que habían recibido unas casitas en
herencia, otra de las mentiras que se añadió a la historia, hicieron creer que estaban
construyéndose nuevos hogares, pero era todo falso, así también pudieron estafar
al seguro. Imaginaos que seres más espantosos. Al ser trillizos el legado les
tocó un poco a suerte, y para no decir que todo era falso señalaremos que sí
existió una casita de paja, un hogar por cierto nada confortable, que le tocó
al más perezoso. Éste con tal de no arrimar el hombro era capaz de cualquier
trapicheo, siendo el que más inquina profesaba hacia nuestro pobre lobo. El
siguiente con menos fortuna recibió la casita de madera, más lustrosa que la
anterior, pero con el poco manteamiento que le dedicaba se hallaba carcomida y
podrida por algunas zonas. Resulta que el cochinito poseía cero personalidad, por lo que siempre cumplía con todas las órdenes
que le requerían sus hermanos, sin preguntarse si obraba bien o mal. Y ya por
último el más afortunado, el de la casita de ladrillo, creyéndose ser el mejor
ya que a raíz del bien obtenido su nivel adquisitivo había aumentado, se le
subió a la cabeza, eso hizo que sus malos comportamientos se avivaran y resultaran
excusados al creerse superior a todos los demás.
Ante la desesperación, el lobo hizo correr la voz de que su
primo de los Highlander iba a pasar
el verano en la pequeña villa, era mentira, ni siquiera tenía familia por
aquella zona, pero aun así y viendo que los villanos al enterarse del
chismorreo empezaron a portarse mejor con él, siguió con el bulo. Explicando a
quien quisiera escucharlo historias de su magnánimo primo, de lo valiente y
valeroso que era, de como le gustaba el solomillo al punto, cada vez
sintiéndose más seguro añadía más y más valía a este primo misterioso. El
problema de la mentira es que llega el momento en que esta se descubre. El verano
se inició y allí solo se escuchaban historias, pero nadie aparecía, cada vez
que le preguntaban, rehuía la respuesta y al sentirse acorralado empezó a notársele
la farsa. Así pues, los tres hermanos enfadados y creyéndose estafados. Juraron
vengarse.
Ese mismo día quedaron a medianoche para dirigirse hacia la
encantadora casita del lobo, con la intención de pegarle un buen susto, lo que
pasa es que estos brabucones ni siquiera se fijaron que justo esa noche había luna
llena, y éste por muy bonachón que fuera, esos días donde el satélite se
mostraba entero se volvía un poco loco. Diréis, pero si era vegano, y sí, creía
fielmente en su decisión de no utilizar productos animales, pero continuaba
recordando el sabor de un buen filete. Acaso eso, ¿alguna vez se olvida ?
Así que no esperaron su reacción, tampoco acabar acorralados,
ni que intentara comérselos, ya no diremos el miedo que pasaron hasta poder
esconderse en la casita de ladrillo, porque huir, correr y destrozar todo a su
paso temiendo lo peor, fue justo lo que sucedió. Ese día se llevaron el sobresalto
de su vida. Un buen escarmiento, si no fuera por una pequeña traba y es que toda
esa escena la vio el típico vecino cotilla, ese que siempre está pendiente de
todo, pero no para bien. Resultó ser el viejo buitre de la villa, como buena
ave carroñera aceptó bajo mano un buen cheque y terminó corroborando la versión
de estos tres delincuentes. Eso fue lo que sucedió, entre los cuatro tejieron
una mentira tras otra hasta que el lobo sin poder hacer nada para impedirlo,
acabó con un castigo que no merecía.
∞
─Y ahora que ya sabéis lo que ocurrió aquel engañoso día,
todos a la cama.
─Noooo, otra vez porfa, tata. ¡Porfi!
─Pero habíamos quedado… si es que sois unos pillos, de
acuerdo, pero luego a dormir.
Fin.
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