viernes, 27 de septiembre de 2019

Tertulia: Duelo – Eduardo Halfon



 
Antes de empezar tengo que remontarme un tiempo atrás, bueno, siendo sinceros, lejano, lejano; andábamos creo y si no me falla la memoria en septiembre del 2018. Por aquel entonces leí dos reseñas, ambas con opiniones diferentes, pero que conseguían un propósito común y es que quisieras leerlo. ¿Dónde? Eso es muy fácil, en los blogs de nuestras apreciadas Rosa y Kirke (Paloma). Más tarde y para mí siendo una novedad, entró en juego crear un tipo de club de lectura virtual, en la que cada uno podía mostrar sus opiniones y pareceres. En concreto, como veis, hablo del Duelo. Diré que aparte de mi falta de respeto donde el tiempo me ha estado salvaguardando y el abandono o mejor dicho: un larguísimo paréntesis ha acechado a este blog. ¡Ay! No tengo vergüenza, pero la intención principal es subsanar esta falta, porque lo que sí quiero conservar es: la palabra, espero que hoy quede redimida toda culpa. 
 

Aquí va una NO reseña, porque reseñas y buenas, qué digo buenas: las mejores, las de ellas. Lo mío son más bien sensaciones y emociones que me pueda despertar un lectura, algo que por otro lado es muy difuso, por eso de que cada uno siente y padece de diferente manera. Pero prometo que intentaré hacerlo lo mejor que pueda.

Empiezo, antes, eso sí; recomendado ambos blogs:


Rosa Berros Canuria: https://elblogdelafabula.blogspot.com/


Kirke Buscapina: https://buscapina7.blogspot.com/


En las pausa ambas han acompañado cada retorno, decir que estoy muy agradecida es insuficiente, pero así me siento y no solo por el cariño que desprenden, sino por la comprensión en la que me aguardan. Así que gracias, chicas. ¡Muchas!

Bueno, ahí va:

Es un libro que se lee rápido, no solo por la poquita densidad de páginas que tiene, sino porque uno acaba arrastrado por el personaje y su viaje al pasado. Este está interpretado bajo el prisma del niño que fue y se va solapando con la realidad adulta, menos soñadora, más conservadora y amarga, porque la base y argumento, lo es. Como digo, se lee rápido; he vuelto a releerlo de nuevo para atesorar sensaciones más recientes, y esta vez  he de decir que lo he apreciado más, supongo que era el momento de que cayera en mis manos. A veces existen períodos en los que depende qué lectura no debería ser leída, no por ello es menos buena, sino que la emoción que pueda despertar en cierta manera queda bloqueada.                                         
 
En las primeras páginas hace referencia a un caballo <<Saqué un cigarro y lo encendí y el humo dulzón me fue devolviendo la fe, al menos un poco, al menos hasta que alcé la mirada y descubrí que enfrente de mí, lejano e inmóvil sobre el asfalto de la carretera, había un caballo. Un caballo macilento. Un caballo cadavérico. Un caballo que no debería estar ahí, a media carretera.>> Cuando uno piensa en este animal, lo simboliza con poder, nobleza, pero sobre todo inspira libertad, como veis o descubrís en este pequeño fragmento, se visualiza todo lo contrario y a medida que la lectura va avanzando iremos relacionando y comprendiendo esta imagen, y cuando la historia esté desgranada sabremos la razón.
 
Como he comentado es la recreación de los recuerdos de un niño que se van uniendo y solapando con los de la edad adulta, las vivencias de la familia y un secreto. ¿Cuál? Un niño llamado Salomón, que hará que uno quiera, no, la verdad es que lo necesita, sumergirse en la lectura para descubrir qué paso, por qué este estigma familiar, por qué no hay claridad y verdad, aunque lo que de verdad sucede a medida que te vas enfrascando en sus letras es que empiezas a entender o percibir que más que respuestas sobre esta pregunta en concreto, se trata de un viaje introspectivo que va mucho más allá.
 
Que puedo decir, lo recomiendo. Si os cautiva la prosa, con sutileza en su significado y un halo emocional; es vuestro libro. En este caso la herida encuentra consuelo. Como una pequeña reflexión podría decir que para que sobreviva o resurja una parte de nuestro interior, antes se debe dejar morir aquello que hiere y no permite continuar.

Para terminar, me encuentro sumergida en una nueva etapa del blog en la que para ser sinceros, me siento cómoda, más segura, así que no como una dinámica inamovible, pero sí como una puerta más que se pueda abrir, de vez en cuando habrá nuevas NO reseñas.

Así que, ¿repetimos?
 

viernes, 20 de septiembre de 2019

Un largo camino




…no respires chico, esto solo acaba de empezar. No temas, no lo hagas. Si los demonios lo perciben te acogerán en un abrazo cargado de hambre y necesidad. No respires chico. No lo hagas…


Conocer el futuro es desesperanzador, más cuando la aspiración a otra vida queda exigida por la desilusión de las elecciones de terceros, es entonces cuando solo puede subsistir la apatía y un vago intento por no corresponderlas. Nadie sería capaz de decir que este barrio tenía opciones o miras de futuro, la prosperidad quedaba limitada en un ahora difuso y consternado. Quien nacía allí lo sabía, sentencia de los menos afortunados. Nuestros chicos ansiaban salir, escapar de esa trama borrosa que no les aguardaba intenciones, solo amargura. Pero como en un camino predestinado y sin variables, llegado el punto se envolvían en la revuelta de la ingratitud y la fuerza del desengaño, quedando ceñidos por la desventura de un destino anunciado entre miseria y dolor. Compañías que en otro tiempo hubieran simplemente despreciado, terminaban siendo manos derechas. Favores que se realizaban sin preguntar qué o a quién se los debían. Pero, quién podría negarse a comprenderlos, quién siquiera tendría el valor a sentenciarlos por ello.  

Solo les quedaba el presente, un hoy que se diluía lentamente sin derecho al mañana.
 
 
La naturaleza de Malcom era nerviosa, en otro entorno se le hubiera diagnosticado un trastorno de comportamiento o conducta, pero allí a los chicos como él simplemente se les rechazaba, castigaba o desplazaba como a una molestia incomprendida. Solo se sentía seguro con sus amigos y con el tiempo gracias a la comprensión de estos, logró controlar o mantener a raya algunos de los impulsos que lo acechaban, pero había días que se avivan y desbocaban sin control.

―¿Qué pasa, tío? ―Le preguntó Jim.

―Nada, nada. Bueno sí, pero no quiero hablar. No, no quiero. Es que ya sabes cómo van estas cosas y ahora mismo no me apetece. ¿Vale? Así que deja de mirarme con esa cara de seta. ―Levantándose y sentándose del banco, se pasaba incontrolablemente las manos por el pelo.

―Eh, tranquilo. Tranquilo. Relájate, quieres.

―Que me relaje, ja, ja, ja ―riéndose violentamente, lo encaró― ¿Te crees mejor que nadie, eh? Es eso, ¿verdad? El bueno de Jim, quién coño te crees. Vales lo mismo que todos nosotros. Nada. Y te lo voy a demostrar. ―Se abalanzó sobre él, por suerte la reacción de Jim fue rápida y del empujón Malcom terminó en el suelo.

―¡Pero qué te pasa! ¡Estás loco!

―Sí, loco. Eso es lo que soy un puto loco. No lo sabías, todo el mundo lo dice, mi madre, los profesores. ¡Todos! Un loco, eso soy.

―¡Basta! ―gritó Tessa― Por favor, que estúpidos sois. A ver Malcom, ya sabes cómo es Jim y su maldita necesidad de caridad, personalmente también me irrita, pero oye; lo acepto. Así que basta. Y tú, buen samaritano, ayuda a levantarse a Malcom para que nos explique la razón de esta explosión, no tengo todo el día para perderlo con dos niñatos.  ―El carácter fuerte de la chica siempre calmaba lo que las buenas palabras no conseguían.

―Yo…, yo lo siento Jim. Es que mi padre acaba de salir de la cárcel. Ya sabéis que continuamente le digo a mi madre que no lo necesitamos, que nos va bien sin él, pero insiste en que somos una familia y tenemos que aceptarnos. Que no lo abandonará, pero él…, no nos quiere, solo nos usa. A parte está lo que me ha dicho, que bueno; da igual.

―No, di; qué te ha dicho.

―Es sobre Brandon, está rondando por la zona, buscando chicos para sus trapicheos y ha ido preguntado por nosotros. Se lo ha dicho a mi padre y esta va y me dice que ya va siendo hora que haga algo con mi vida, que deje de ser un inútil. Que soy un afortunado de que alguien como Brandon ande buscándome. ¡Afortunado! Lo peor de todo es que me lo dice él, que se ha pasado toda la vida entrando y saliendo de la cárcel. No quiero terminar como él. ¿No lo entendéis? Llevo su sangre. Antes muerto.

Guardaron silencio y se miraron, en esa pausa se reconocían, sabían cuanta verdad había en cada palabra y qué futuro les depararía, las elección que tomaran serían las últimas, nadie haría nada por ellos, porque esa lucha siempre estuvo perdida. La primera en hablar fue Tessa.

―Tengo algo ahorrado. No es mucho, pero la noche del bingo la vieja Gina siempre me da propina extra por cuidarle los nietos y que su hija no se entere. Si vosotros…, si tenéis algo podríamos juntarlo e irnos lejos de aquí. Empezar de cero. Yo tampoco quiero terminar como mi madre, conformándome con cualquier tipejo, estos…, estos siempre tengo que ir con cuidado con ellos, y no quiero…

―¿Te ha hecho algo? ―Le cortó Jim.

―No, pero este cabrón no es como los otros, y me da miedo que un día no pueda impedírselo.

Eso no calmó a Jim, tampoco a Malcom. Tessa nunca se mostraba frágil, por lo que manifestar esa vulnerabilidad hacía visible la existencia de un miedo real.

―Podríamos irnos lejos ―insistió ella― de aquí solo confío en vosotros. Sois mi verdadera familia, ¿qué me decís? No me importa terminar en la calle siempre que estemos juntos.

Sellaron sus manos y en un pacto silencioso aceptaron irse al día siguiente, cogerían lo poco que tenían y huirían, a cualquier lugar donde lo que les deparara la vida estuviera lejos de toda esa porquería que se andaba erigiendo en su escaso mañana. Quién dicta como somos, quién tiene el mando de las decisiones, cuánto poder contiene el donde o es realmente más fuerte la fe en un mismo. Quizás esa noche fue la última que durmieron profundamente, con una sonrisa sanadora en los labios, con la esperanza y creencia que podían alejarse de todo ese mal construido por otros. Pero a veces por más que los sueños se exhiban cercanos, por más que la mera ilusión se palpe, el mal se viste cercano, abraza con una fuerza desmesurada y desmenuzada toda aspiración a cualquier posibilidad.


…no respires chico, esto solo acaba de empezar. No temas, no lo hagas. Si los demonios lo perciben te acogerán en un abrazo cargado de hambre y necesidad. No respires chico. No lo hagas…


―Tessa…

―Jim, ¿qué haces aquí? Habíamos quedado por la tarde. No irás a decirme que te rajas, a ver chico, sé que crees que si te quedas al cuidado de tu madre ella mejorará, pero ambos sabemos que no es cierto, que… ¿qué sucede, Jim? ¿Dónde está Malcom?

―Su madre…, ella, ha venido a casa. Se han llevado preso a su padre.

―¿Y te extraña? Ya sabes como es ese cabrón seguro que ayer le dio a la bebida y la lio en el bar. ―Al ver el mutismo de su amigo se dio cuenta o percibió lo que estaba pasando.― ¡No! No, no puede ser. ¿Dónde está Malcom? Dímelo, dónde está. ―Llorando amargamente se abrazó a Jim― Por favor, no puede ser, no, me niego. Él no, teníamos una oportunidad. Íbamos a irnos de este maldito lugar a empezar de cero. ¿Por qué?

―Su padre, ayer le dijo que había hablado con Brandon y que a partir de hoy empezaría a trabajar en la calle 14, Malcom lo ignoró, pero ya sabes como es, como reacciona; reaccionaba. ¡Dios! No puedo…

―Sigue Jim…, por favor, necesito saberlo.

―Se empezó a poner nervioso y acabo riéndose de él, diciéndole que no iría, que mañana ya no estaría aquí. Que por una vez en su vida tendría que ser otro el que se ensuciara las manos. Tessa…, le explicó todos nuestros planes y Harrison se lo tomó de la peor manera, lo apaleo hasta matarlo, su madre intentó separarlos, pero no pudo hacer nada. Nada.

Ambos lloraron, por su amigo, por ellos, era como si la oportunidad ansiada se alejara, como si no existiera nada más que esa única verdad. No había futuro, no para ellos, no había nada. Solo esa inseguridad acomplejada de miseria y lucha.


Presente esquivo que se sacia de almas nobles que no encuentran la luz, solo oscuridad teñida de resentimiento. La vida a veces cruel se baña del dolor, del miedo de quien no le corresponde con la misma moneda. Quien no acepte la oportunidad de resurgir se quedará preso en su presente. En el sufrimiento del pasado. Y como en una sinuosa pausa el tiempo pasó esquivo y delgado en un manto de amargura. Jim y Tessa dejaron de verse, en un intento de adaptación evitaban el corrosivo recuerdo, no sabían que decirse, tampoco como comportarse. El núcleo formado desde niños quedó roto y por mucho que quisieron estaba totalmente desquebrajado. A Jim le salió una oportunidad, trabajar en el centro de la ciudad de peón en una pequeña empresa de obras, el salario no era muy bueno, pero su tío le dijo que si se esforzaba el capataz a la larga le daría la posibilidad de hacer horas extras. Sin despedirse se fue. Tessa por el contrario siguió cuidando de los nietos de Gina, lo complementaba con sustituciones en el supermercado o haciendo todo tipo de trabajos que le surgían, pero su escalada no existiría. Aunque seguía teniendo claro que ella nunca sería el reflejo de su madre. Así que cuando ahorrara lo suficiente se iría lejos de ese vertedero.

Un año no es tiempo suficiente para desvanecer todo el pasado o siquiera para crear un futuro, pero en la corriente de la vida donde el peso que uno ha sobrevenido contiene una dilatación constante, sin lugar a dudas da para empezar y construir un mundo repleto de posibilidades. Ese fue el tiempo del que dispusieron nuestros amigos para reencontrarse.

―¡Jim! Dios mío, sí. ¿Qué haces aquí? Creía que estabas en la cuidad. —Lo saludó risueña.

―Bueno, sí, es que el casero de mi madre me ha llamado, dice que hace meses que no paga la renta y he venido a ver qué hace con el dinero que le he estado enviado, pero todo sigue igual, ni siquiera se ha alegrado solo se ha quejado de que le envío poco y bueno…, ya sabes.

―Ay, mi pobre chico. Siempre tan bueno, qué creías; aquí las personas no cambian, solo mueren.

―Sabes, por una vez podrías intentar ser menos cínica. Da igual, mira que también he venido a por ti.

―¿A por mí? ¿Qué quieres decir con eso? Crees que necesito que me recojan como a un chucho, no gracias. Sabes, espero que ahora que has salido de aquí no vayas a creerte mejor que nadie, porque si quiero puedo tumbarte con un simple pestañeo. Así que no me cabrees.

―No vas a cambiar nunca. Mira, antes de que me ataques escúchame un momento. Cuando pasó lo de Malcom nos olvidamos de lo más importante y es que somos familia. Y las familias no se abandonan, no es que me vaya del todo bien, pero comida y techo no me falta, y entre los dos, ayudándonos, saldríamos adelante. Ahora lo sé, sé que podemos hacerlo, que nuestro sueño es posible siempre que lo hagamos juntos. Él así lo hubiera querido, hagámoslo por él. Por nosotros. ¿Qué me dices?

No contestó, se dio la vuelta y fue hacia su casa. En ese momento y siendo de las pocas veces que Jim se desesperaba, gritó.

―¡Tessa! ¡Eres una orgullosa! ¡Vuelve! ¡Qué poca educación!

Pero la chica siguió ignorándolo, entró, cogió una raída mochila la cargo con lo poco que tenía y salió. Con una sonrisa dijo.

―Muy bien, buen samaritano; vámonos.

Quién condicionará lo que podrán ser, lo que les deparará el futuro, nadie puede saberlo. Seguramente una vez más irá sumado a los decisiones de otros, a los contratiempos en los que el camino los impida avanzar, pero lo que sí está claro es que este viaje por fin lo iniciaban ellos, así que solo quedará esperar que sean capaces de romper con toda la incertidumbre que se les presente.       


…respira chico…
 



jueves, 12 de septiembre de 2019

Encadenados



‘‘ANTES DE ABRIR LA PUERTA…’’ mi madre siempre se santiguaba, apenas lograba comprender la razón de su comportamiento. Pero en casa todos le teníamos un respeto reverencial, así que para no perturbar sus reacciones en las que se excusaba la frialdad y la molestia de tener que convivir con otros seres humanos, intentábamos no molestarla. Para un niño de siete años que busca el afecto de su progenitora, eso se convertía en silencios y juegos mentales que consistían en un orden predestinado a la incertidumbre. Pero el hecho de que cada día entrara en aquella habitación con un ritual establecido, hacía que la curiosidad fuera más fuerte que cualquier intento de buen comportamiento. Aprovechaba cuando hacía los recados para merodear por la zona sin ser visto, ni tampoco condenado. Lo más extraño es que jamás escuché ruidos, tampoco conseguí ver ningún movimiento de luz que delatara alguna presencia. Y el niño que crea mundos sigilosos y juega con ellos, se fue olvidando de todo aquello con la apatía de un período que nunca logra encontrar final.


―Maite, cariño. Hablemos.
―No.
―Han pasado tres años, es el momento de que dejes de entrar en la habitación del niño, de que nos comportemos como si siguiera con nosotros, deberíamos poder hablar de él. De llorarle y...
―No, por favor. ¡Cállate! Él sigue aquí, lo noto. No quiero que te escuche, no puede dejarnos.
―Pero…, está bien.
 
 
 
Con la fortificación inquebrantable que proporciona el dolor, nuestro hogar, de nuevo, se sumió en una imperecedera oscuridad.


 
 
Relato presentado en el: EL TINTERO DE ORO, concurso literario mensual.
 

jueves, 5 de septiembre de 2019

Tiempo de silencio


 
 
No pediré disculpas, no. La razón sería por todo este tiempo en que lo único que ha habitado en el blog ha sido silencio, pero eso sería injusto, contradictorio y en gran parte rozaría la grosería que se encuentra en este ‘regreso’. Y sí, lo pongo entre comillas porque en mis palabras siempre anida un impetuoso mutismo, que me obliga alejarme, a guardar en un segundo plano todo aquello que me deslumbra y no me permite continuar. 

Escribir tiene muchas vertientes, en mi caso la primera es la exorcización de uno mismo. Y en esa catarsis existencial que muchas veces va de la mano de la escritura, preciso de un duelo, de un tiempo; donde la contradicción y el egoísmo asolan en un solo punto: el silencio. 

Por eso esta vez no cometeré el error de decir que he vuelto, solo que aspiro hacerlo mejor. A tomármelo con más calma e intentar buscar y encontrar un equilibrio, esforzándome más para que la vida personal, profesional y ellas (vosotros) se puedan unir sin que de nuevo acabe tropezándome y retirándome en grandes pausas que solo consiguen asolar el camino.

Gracias, por estar aquí.


Besos y abrazos.