Adormecida
en el suspiro del ayer. De un tiempo que no aporta caridad, perpetua corteza que
nos deja la certeza de la pérdida, recubierta de preguntas sin respuesta, que
solo albergan sentimientos confusos, incoherentes y llenos de temor. Anhelo.
Sumergida
en la fluctuación de lo difuminado, entumecida y zambulléndose en la
incoherencia de la propia soledad.
Pérdida
que se recubre en nostalgia, castigo y clamor, por una estación que ya no
acompañará, el cariño que se dejó perder. Por un adiós que no pretendimos
recibir. Un solo día, solo ése, el que marcó el fin.
Añoranza
del abrazo, comprensión, y la unión que este proporcionaba. La sencillez en la
que se adornaba todo a su alrededor, tiempo efímero que evoca continuamente la
presencia del pasado de esa época que continuamente quedará incompleta. Vacío,
pero con el regalo de una sonrisa que siempre nacerá del corazón.
Eso es lo que habéis dejado, amor.
Para
mis dos tuyupas, siempre seréis
eternas.
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