‘‘Mi madre rezaba cada día para lavar su tristeza,
para obtener el pan
temporal de su miseria
y ganarse el cielo,
dócilmente.’’
Liliam Jiménez
Rehusé de ella. De sus enseñanzas. Miedos. La ineptitud con
la que resbalaba. La servidumbre con la que imploraba cada migaja. Era pequeña,
siempre la vi minúscula, anhelante, enlazándose a hombres con la promesa hueca
del sustento. Mis hermanos, ellos y yo, éramos simplemente el producto de cada
deshonra.
No temí decir adiós a aquella subsistencia, nunca le
pregunté las razones que la llevaron a esas circunstancias, poco o nada me
importaba. No me encarnaba, no seguiría ese camino destinado a la miseria. Así
que escalé, me esforcé, no prostituí mis sentimientos, ni tampoco mi cuerpo en
base a la utopía de ese todo. Empecé desde abajo, sufrí hambre, frío;
precariedad, pero si miraba atrás, la veía a ella, a mi madre, con una promesa
firme nutrí cada desventaja, me impregné de soberbia y visualicé la meta.
Durante ese trance creí fervientemente que mi testimonio era
legítimo. Y más, cuando vino a buscarme, apareció en el momento que alcancé una
posición decente, la repudié. Lloró. Pero mi alma era densa. No hubo compasión.
No sentía ningún lazo que nos atara. Solo veía a ese pequeño ser que permitía y
permitió sinsabores, que se arrastró ante la nada. Y sentencié que su modo de
existir no me custodiaba.
Los años pasaron, trepé todo lo que me fue permitido. Pero
había un tope invisible, uno que no se palpa, pero ahí está, entre rescoldos de
una sociedad que cohabita en el embuste de un cambio perpetuo, no importó las
horas, el trabajo, tampoco la renuncia que todo eso le acompañaba, había
llegado a una meta que era inexistente para otros. Ella ya no estaba en esta
esfera, su cuerpo, como su vida, alimentó alimañas menos voraces. Pero no así
la esencia de comprender, de por primera vez ver, que no éramos tan distintas
como profesaba. Que existen paralelismos incorpóreos difíciles de extirpar. Que,
de un modo más silencioso, aquella mujer, sigue materializándose entre el
desapego y la indefensión.
∞
Nuestra compañera, Nuria de Espinosa, me ha invitado a
participar en la CONVOCATORIA JUEVERA: Mujeres.
He de decir que la semana pasada sufrí una especie de
bloqueo, y creí que permanecería en él eternamente, así que dudé si podría
formar parte. Así que gracias, Nuria, necesitaba un pequeño empuje.
Aquí os dejo el link, por si os interesa, o como me ha
pasado a mí, las letras divagaron entre mil historias y ninguna quería
asentarse, aquí tenemos la solución:
https://escritoranuriadeespinosa.blogspot.com/2025/03/convocatoria-cada-jueves-un-relato.html
Muchas gracias por vuestro tiempo.
Besos, y más abrazos.
Gracias ,
ResponderEliminares un blog
en el que
no suelo
entrar, lo
de bloqueo,
eso es casi
normal,
aunque no
para alegrarse.
Otro relato para enmarcar, muy bien escrito, con ese estilo tuyo que vas perfilando. De los padres siempre heredamos cosas, buenas y no tan buenas. Queramos o no son parte de nuestras vidas.
ResponderEliminarAbrazos!
Hola Irene. Un texto desgarrador que refleja una relación llena de resentimiento y rechazo hacia una madre percibida como débil y dependiente. La lucha por distanciarse de ese destino, esforzándose por alcanzar una vida digna sin caer en la miseria que asocia con ella, es profunda en la protagonista, que mantiene una postura implacable, repudiando cualquier vínculo emocional con su madre. Sin embargo, al final, reconoce que, pese a todo, existen paralelismos profundos. Es una reflexión sobre cómo, a pesar de nuestros intentos de romper con el pasado, los lazos familiares y las experiencias compartidas nos marcan de manera inevitable.
ResponderEliminarTe sumaste a la convocatoria juevera por la puerta grande amiga mía, muchas gracias, una narrativa excelente.
Un fuerte abrazo.
Bueno, Irene, un texto sin duda muy duro, excelente en su narrativa y por lo que dices en el epílogo trabajado, inspirado y emocional. Es cierto que tendemos a juzgar a los demás por sus vidas -errores incluidos- y en el relato reflejas muy bien ese desprecio tan arraigado en la protagonista. Un personaje con claros y oscuros. Porque también la dignidad y la lucha por las metas son valores muy loables.
ResponderEliminarFelicidades por sacar tan bien el reto propuesto.
Besos y buena semana.
Se dice que no se puede elegir a la familia, pero al menos podemos elegir con quién gastamos el tiempo, asumiendo los aciertos y los desaciertos.
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