—¿Crees en el amor?
—¿Cómo dice?
—Que si crees en el amor.
—Disculpe, pero no le conozco y su pregunta es bastante
personal.
La secuencia inicia en un edificio, suscitando incomodidad,
para que los sujetos que tengan la intención de instalarse huyan de allí con
las mismas prisas que demanda respirar.
María lleva horas esperando, no la dejan escapar, por alguna
razón que no comprende durante horas la mantienen retenida, viendo como otros llegan
más tarde y tienen esa premisa a su favor. Además, debe tolerar a ese hombre,
que no deja de mirarla con cara de asesino en serie, para añadirle que la
incordie con preguntas que no quiere responder.
—Es por hacer algo, conversar hará que el tiempo sea más
quebradizo.
—Será para usted. —murmura.
—Mi abuela siempre decía que tenía oído de murciélago.
—Pufff, mire que es pesado. Hagamos un trato, si de vez en
cuando parpadea, hablaremos, pero nada de preguntas insidiosas. No me agrada
que invadan mi privacidad. Ni la chachara. Ni ya puestos, el aire que inhala.
—Lo intentaré. Pero tengo un problema en los párpados, mi
abuela siempre… —lo corta.
—¡Basta! Y deje de nombrar a su abuela, por dios. Es incómodo.
—Vale, vale; que quejica. Y entonces, ¿crees en el amor?
—¿De qué clase?
—Bueno, me he fijado que no lleva anillo, y durante horas no
ha utilizado el móvil.
—Ya, no hace falte que lo jure; no me ha quitado ojo. Le
recomiendo que no lo haga, es incómodo y bastante molesto. A la gente no le
agrada sentirse acechada.
—¿Te das cuenta que siempre me contestas a la juliana?
Y no solo eso, no dejas de socavarme, y por favor, tutéame, con el tiempo que
llevamos aquí y puesto tu agrio carácter esta debe ser la relación más larga
que habrás tenido.
—¿No estará intentando ligar conmigo? Lo siento, pero no es
mi tipo. Y soy considerada, no como usted que se toma unos privilegios que
nadie le ha cedido.
En la sala se asienta una tercera persona, estableciendo un
silencio cargante que se rompe con el aviso de que ésta última pase a la
habitación número 4.
—No entiendo que nos hagan esperar tanto. El resto también
tenemos vida.
—¿Estás segura? Dudo que ni las víboras se te acerquen.
—¡Serás! Y deja de tutearme, maleducado.
—Vale, perdone. Y bien, si o no. Contésteme y la dejo en paz.
Palabra.
—Pues sí, creo en el amor. Mi Potito es la cosita más preciada
del mundo.
—No me jodas, ¿Potito? Ja, ja, ja. ¿Qué es? ¿Un
perro?
—Pues no. El pobre siempre tuvo problemas con la comida, todo le sentaba fatal. De ahí su nombre. Ha sido complicado encontrarle una dieta adecuada. ¿Quiere verlo? Tengo fotografías.
Se acerca a la chica, y antes de ver la imagen nota un
pequeño pinchazo, no le da tiempo a reaccionar cuando cae desplomado.
—¡Por fin! María, cada vez tardas más en conseguir los objetivos.
—No es culpa mía, el tío solo miraba. Hasta me ha hecho
dudar si era un inspector de sanidad.
—No digas tonterías, este sitio es impenetrable. Y con la excusa
de las entrevistas de trabajo dignas, aquí solo aparece gente desesperada.
—Da igual, ¿y los otros? ¿Hemos cubierto remesa?
—Si, tranquila. El Sr. Potito tiene todos los órganos
solicitados. Con el último sujeto ya no tendremos que trabajar hasta de aquí 1
año.
—Ay, Luis. Qué ingenuo eres.
Otro cuerpo se amontona al anterior, y María echa cuentas de
lo que le pagará el único amor al que venera, el dinero.
Los ingeniosos diálogos y la intriga creada a través de esa atmósfera turbia han hecho leer tu texto en un abrir y cerra de ojos je, je. El dinero es aún algo por lo que determinada gente mata, cambia su personalidad o establece relaciones imposibles. Interesante tema para filosofar.
ResponderEliminarUn beso, Irene.
Hola, Miguel.
EliminarQué alegría me has dado al decir que lo has leído en suspiro, :) Mil gracias.
El dinero, poder, en cualquier forma, transforma a las personas corrompe de tal manera que se olvidan de lo verdaderamente importante. Mi respuesta es quizás básica, muy blanco o negro, siempre se tiene que mirar más allá, las razones que llevaron, pero fíjate, estoy algo desencantada y globalizo, ja, ja.
Un beso, y feliz domingo.
Un relato ingenioso y muy sorpresivo su final, en el que nada es lo que parece.
ResponderEliminarExtraña forma de conseguir donantes involuntarios, la ambición nos lleva de cabeza al precipicio sin importar las consecuencias de nuestros actos, tan solo de pensar en la recompensa monetaria, hacemos de verdugos o de mojigatos, en tu relato resultó que el aparente verdugo fue el verdadero mojigato y viceversa, la mojigata era una tremenda verdugo.
Muy bueno e impactante el diálogo y las escenas montadas. Me alegra que le dieras algo de vida a la Quimera. Un beso Irene.
Hola, Idalia.
EliminarMis letras necesitaban un respiro, nunca mejor dicho. Tengo varias entradas preparadas en borrador en el otro blog, una vez empiezas parece como que todo se va expulsando de manera natural, pero aún así, urgía una pausa, desconectar. Me alegra que te haya gustado esta sensación de que nada es lo que parece, y sobre todo que te haya sorprendido. Uno no debe dejarse llevar por la primera impresión, ;)
Mil gracias.
Un beso enorme.
Madre mía, qué relato tan terrible. Me ha encantado cómo vas avanzando hasta ese final tan inesperado y me he sentido atrapada desde el principio. Los diálogos son muy buenos y te arrastran sin querer. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Rosa.
EliminarQué bien que la historia te haya atrapado, y más que digas que te ha sorprendido, eso para mí es más que un premio, :) Si que es terrible, sí.
Mil gracias por tus palabras.
Un beso, y feliz domingo.
¡Madre mía! Como para creer en el amor con esta tipa de por medio que solo es amante del dinero.
ResponderEliminarEl final desde luego, es del todo inesperado.
Besos
Hola, Javier.
EliminarQué bueno que te haya sorprendido, hay cada personaje suelto por el mundo, mejor vayamos con cuidado, quién sabe, ja, ja, ja
Mil gracias.
Un beso.
¡Hola, Irene! Muy buen relato dialogado que esconde una feroz crítica, a mi modo de ver. El Sistema es como un encantador de serpientes o una sirena de dulce cantar que nos embruja, nos atrapa y, finalmente, nos come. El señor Potito, joder, me hubiera encantado verlo en acción, ja, ja, ja... Un abrazo!!
ResponderEliminarHola, David.
EliminarLa crítica con humor siempre desquita, ja, ja, ja. Tenemos demasiados Sr. Potitos sueltos, si es que ha llegado un punto que sobran, qué esperan de nosotros, rituales, sangre, ¿nuestras vísceras? ja, ja, ja Me alegra muchísimo que te haya gustado, :)
Un abrazo.
Además de divertida, un toque maligno...
ResponderEliminarOye, de diez eh!!!
Besos.
Ji,ji,ji, risa malévola, ;)
EliminarMil gracias, Toro. Me alegra que te haya divertido.
Un beso.