sábado, 5 de abril de 2025

Abril. Tiempo de cese

 

Si vinculo una canción a la primavera me vendría la de los Delinqüentes: La primavera trompetera ya llegó, ya me despido del abrigo… Como sabéis soy de pueblo, y la fiesta mayor o la llevas en la sangre o eres un ser desnaturalizado. El mal en persona. Hasta el más díscolo cae ante la desolación social, :)

La cuestión es que en mi caso esto va de la mano a los plazos, ¡malditos! A trabajar como un ser encadenado y sin aspiraciones, un renegado de una sociedad apocalíptica y corrupta, cómo me gusta exagerar o quizás no tanto. Lo que sí es verdad es que no podré estar tan presente y depende como vaya, simplemente no estaré, esta última semana ha empezado la bajada asistencial, ;) Y no es que no quiera: es imposible.

He aprendido, tarde, la terquedad es una de mis faltas, que debo tolerar, aunque no apruebe, que las situaciones van como van.

Así que si durante ese trance, llamado: gran parte de abril, estoy incomunicada, desterrada de ésta y vuestras casas, pensad que no es por goce, es por miseria, y que cuando llegue a la madriguera oficial, si os sirve de consuelo seré la de la pintura de Ramón Casas, una joven, no tan joven, decadente.



Ay, solo de pensar lo que me espera, me dan ganas de entonar: Protégeme señor con tu espíritu. ¡Bah! Lo dejo, mi humor es malísimo.

Si necesitáis cualquier cosilla podéis enviarme un correo o señales de humo, prometo tener el radar de infrarrojos activado, :)

Los que leéis mi Gaveta, he dejado una última entrada. 

Hasta entonces cuidaros, os añoraré muchísimo. 

Abrazos, y un montón de besos.  


lunes, 24 de marzo de 2025

Delirio. Un amor viciado

 



‘‘¿cómo llamarte ahora, con qué nombre

—muerto de toda muerte,

sonrisa deserrada,

inviolado temblor que se desliza—,

si ya no queda nada más que arena?’’

Julia Prilutzky


 

Recuerdo la primera vez, está grabada en mi membrana como una escena a cámara lenta, mis vísceras nada más verte hicieron clic, por un instante pensé que estaba sufriendo un ataque de corazón, la angustia era tal, que tuve que sostenerme en aquel mugriento taburete.

Como un ser celestial que ha venido a este mundo a salvar al resto, entraste a ese bar, y yo fiel en creencia, ansié que escrutaras en mi dirección, porque sabía, lo supe, que en cuanto nuestros ojos se enlazaran, verías la conexión, que nos reconocerías como seres que han venido a este mundo a estar juntos. Pero no lo hiciste. Ayudaste a esa que te acompañaba a sacarse la chaqueta, lo que más me dolió, fue cuando le colocaste el pelo detrás de la oreja, ese acto íntimo desquebrajo otra pulsación que andaba enajenada.

Te observé tan fijamente que al final te diste por enterado, el bombeo era máximo, el resplandor bajo, nimio; apartaste la mirada y os marchasteis. ¿Qué viste? ¿Qué? La verdad, la convicción, el deseo que pulsaba entre dos cuerpos implorantes, almas viejas que en otra vida debieron ser profetizadas como únicas.

En esa ocasión, no me importó que renegaras, quizás me resquemó, pero adiviné que estaba a otro nivel, uno superior al tuyo, que debía de algún modo permitir que tomaras una pausa ante el desconcierto, para más tarde actuar acorde a los planes que estaban establecidos. No lo hiciste. Tampoco me preocupó, ahora que sabía quién eras, te seguía como un ser hambriento, conocía todo de ti, tus horarios, amigos, familia, y dónde vivías. Lo que sí me molestó es que continuaras con esa mujer. A cuentagotas ese lamento se iba multiplicando, las barreras que alzabas cada vez eran mayores, la distancia imperturbable; que me llegara una orden de alejamiento, fue lo que propició que rebosara un vaso repleto de condescendencia.

Ahora me perteneces, sigues sin entenderlo, veo en tus ojos angustia, recelo y desesperación, por la pérdida, por no descifrar cómo has llegado a éste, nuestro hogar, pero también sé que con el tiempo vislumbrarás que todo lo he hecho por amor. El nuestro. Llegará el momento, que el anhelo que siento se consumará, y entonces me mirarás con la misma necesidad que lo hago yo.

Hasta ese día, estaré custodiándote, compréndelo; este escenario es el único posible.

  

 

Hola, a todos.

Otro relato bastante truculento, continúo con la construcción de personajes criminales.

Cuidado, ;)

Mil gracias por vuestro cariño y apoyo.

Un montón de besos, y más abrazos. 


viernes, 21 de marzo de 2025

El fin de los días. El Mesías

 



‘‘El viejo mundo está muriendo y el nuevo aún lucha por nacer: ha llegado la hora de los monstruos.’’

Antonio Gramsci

 

Todo empezó con pequeños cortes de electricidad, duraban segundos a veces minutos, tintineaba y se desvanecía. Después nos adheríamos a la normalidad. No hicimos nada, los de arriba, los que gobiernan con promesas de un pueblo certero, insistían sin tregua que todo era normal, que no debíamos preocuparnos, así que la comodidad en la que residíamos nos anclaba a continuar bajo el manto de un silencio apaciguado.

Poco a poco iniciaron las mutaciones, pasamos de minutos a horas. Siempre me creí una persona desarraigada, desconectada más allá de cubrir las necesidades básicas, pero cuando las pierdes, cuando te las arrebatan, allí uno es consciente de que está acostumbrado a riquezas que no le da ningún valor, solo las extraña cuando desaparecen.

Aterrizó el día en el que nos negaron el agua corriente, la luz en ese momento la desconectaban sobre las 6 de la mañana y vacilabas al pensar si podrías usar de nuevo algún suministro. La comida empezó a ser un lujo no asequible a cualquier paladar, los saqueos, robos y angustia repoblaban aquella sociedad dormida. La brutalidad era la respuesta a ese silencio de inicio. Era un caos, habitábamos con dolor, temor de que te agredieran por una porción. Por simplezas que antes desechábamos como si no tuvieran valía, ahora en cambio, lo eran todo. Ya no servían las palabras, ni discursos de que todo iba bien, la comprensión se esfumó. La ira creció ante la inconsistencia de la indiferencia.

Para entonces seguía viviendo sola, pero el miedo es una llama que crece silenciosamente, posándose dentro como una enfermedad. Cerraba las puertas y ventanas con todo el mobiliario que todavía conservaba de los trueques que utilizaba para subsistir.

Entonces apareció, él, se hizo llamar el Mesías, y lo creímos, ante la desesperación uno quiere, se obliga a manifestar cualquier forma, verdades veladas, y ese hombre expresaba las palabras exactas. La radicalización fue inminente o te unías o eras el repudio, formando parte de ese estrado inalcanzable para la gente corriente. Y me soldé, no me quedaban fuerzas para batallar, tenía hambre, desesperación, vivía rodeada de una miseria que iba más allá de las carencias con las que me amparaba.

Lo seguimos como corderos, acabando en un paraje, despoblado y decrepito, hasta los animales habían renunciado a esta sociedad marchita. Éramos nómadas sin rumbo que se dejan llevar por el mensaje de prosperidad de un salvador. Creándose entre nosotros un lazo, uno que el tiempo fue cercando y haciendo imposible despedazar.

Han pasado muchos años o puede que no, el tiempo en este momento es relativo, en este hábitat salvaje los meses se contemplan como lustros, lo que sí sé es que me siento como una anciana, mi cuerpo, mi alma han envejecido en esta nada que nos envuelve y rebosa. El camino hasta llegar aquí fue arduo, muchas veces quise renunciar, volver a ese momento donde el horror y dolor atenazaban mi aliento, la incertidumbre a lo desconocido me hacía anhelar aquello que me era familiar, otras, como ahora, en estos pocos suspiros que me restan para decir adiós, doy las gracias.

Nunca dije nada, callé como una cobarde que nada tiene, pero si lo puede perder todo; siempre supe que no era un enviado, pero oré por y con él, le entregué todo lo que tenía por el bien común. Renuncié a cualquier objeto material e inmaterial, y lo agradezco, porque hoy, a las puertas de abandonar este escenario, mis ojos aun estando cansados, pueden vislumbrar un verdor que ciega y brama esperanza, y esta luz, ésta, nunca la podré olvidar.

 

 

Hola, a todos.

Conocéis al marciando: Miguel Pina, sí, verdad. Pues si entráis en su blog descubriréis una crítica esperanzadora, bonita de verdad, y es la incitadora para que escribiera estas cuatro letras.

Os dejo su crítica aquí: https://www.cineycriticasmarcianas.com/2025/03/wilding-el-regreso-de-la-naturaleza-del.html

Muchas gracias por vuestro tiempo.

Besos, y más abrazos.


sábado, 15 de marzo de 2025

Historias cruzadas. La purga

 


‘‘sólo la sed

el silencio

ningún encuentro 

cuídate de mí amor mío

cuídate de la silenciosa en el desierto

de la viajera con el vaso vacío

y de la sombra de su sombra’’ 


Alejandra Pizarnik

 

Miró en todas direcciones, quizás más tarde se arrepentiría. Demasiadas relaciones fracasadas, todas nacidas de la dependencia, para no sentir soledad, abandono, necesidad de formar parte de algo, de alguien. Una familia. De no ser más que un vago consuelo que se alimenta de desconfianza y se abriga en severidad. Exhaló, experimentó miedo, acecho de que los errores la recibieran, exigiéndole retorno. Estaba sola. Glorificó ese instante con un suspiro que le nació del alma y le dio fortaleza para continuar. Iba a coger un autobús que la dejara en la ciudad más cercana, más tarde cuando sintiera la seguridad de la lejanía, haría autostop.

Durante semanas había estado hurtando dinero por aquí y allí, pocas cantidades que no llamaran la atención, no quería arriesgarse, no podría soportar la falta de estima, un nuevo golpe supondría la pérdida definitiva.

Era una presa manipulable, fácil de manejar, no tenía donde ir, nunca lo tuvo; se fue de casa muy joven, diecisiete años recién cumplidos, con su novio, el inicio de cada traspiés, era amable, y la quiso, pero el primer insulto sonó a represalia, luego, todo lo que ocurrió floreció en el horror.

Y llegó Ernesto, cuando lo conoció era agradable, quizás algo mayor, pero la miraba como siempre deseó; con amor. En poco tiempo, todo cambió, controlaba y acaparaba cada movimiento, no le gustaba sus amigas, tampoco la forma en la que vestía, poco a poco fue dándole todo, restó aquello que pudiera ofenderlo. El amor duele. Los celos son puñales. <<Él me quiere>>. Así paulatinamente hasta quedar una sombra antepuesta a otra.

Por alguna razón no fue ella la que dio por finalizada aquella historia, la dejó en un terreno de las afueras, con el fraude de un proyecto, y ella quiso creerlo, verlo; una casita con jardín, puede que un huerto, niños, los distinguió y hasta los abrazó en la nostalgia de un posible, pero allí no había nada de valor, solo ella. Aguardó, mostrando lo bien amaestrada que estaba, repitiéndose entre temblores <<No me dejará >> No regresó.

De aquel pasado rememoró unas cuantas noches en un albergue, antes, pero, acabó en una comisaría para denunciar la desaparición. Por la matrícula lo encontraron borracho en un bar, eso le informó el agente. En su interior algo malo se engendró, que la culpaba de las malas decisiones y éstas se daban la mano con otras, y así, hoy, con treinta y dos años nació de sus peores elecciones; la mejor. 

El cambio no fue inminente, hay fases de duelo, en los que se regresa al primer escalón, subiendo y bajando con un vaivén de odio, repudio y victimismo. De querer volver a aquella estancia en la que se creía resguardada, y en momentos de debilidad anclarse a otro sujeto, sin rosto, ni promesas.

Y apareció Natalia, su compañera de piso, uno cochambroso, mezquino como las emociones en las que se ligaba, y volvió a concebir consuelo, anhelo, procedencia. Pero la desnutrición con el tiempo aporta otros sentimientos menos nobles, un odio visceral, un apetito vehemente nacido del desamparo.

 

—¡Rocío! Chica, haz ruido que un día me matas del susto.

—Perdona —Murmuró, pegándole una última calada al cigarro.

—¿Qué has dicho? ¡Bah! No importa. Deberías dejar de fumar, por las noches te escucho toser. Me preocupas…—no la dejó terminar.

—Sí, sí. Adiós.

—¡Eh! Estamos hablando —chilló mientras veía como ésta bajaba los escalones a toda prisa. Hacía meses que convivían y todavía no había conseguido mantener una conversación, era impenetrable. —Terminarás cediendo.

 

Lo hizo, cedió. Una golosina, una nota en el frigorífico <<Te he dejado macarrones. Espero que te gusten>>. Pequeños detalles que provocaban que las escamas en las que se protegía fueran cayendo lentamente. Le explicó sus miserias, y de repente se vio reflejada, comprendida, como si su vida no fuera tan distinta a la de otros. Como si el dolor pudiera comprenderse, compartirse. Los sentimientos empezaron a bifurcarse. Hasta que llegó el día, la prueba final. El desenlace.

 

—Tienes que ayudarme, te juro que no quería que esto pasara, tienes que creerme, pero no dejaba de atosigarme, de enviarme mensajes, aparecía en el trabajo, exigiéndome que volviera con él. La encargada ya me había avisado que si volvía me echaba, ¡recuerdas!, ¿recuerdas que te lo expliqué? Qué hago, Rocío, ¡tienes que ayudarme!

—Tranquila, dime qué ha pasado.

—No lo sé, se me ha ido la cabeza, es como si mi mente se hubiera desconectado, le veía mover los labios, pero no lo escuchaba, y algo dentro de mí se ha despertado, el rencor trepaba como una bola de repugnancia, no sé cómo ha sucedido, un segundo más tarde tenía entre las manos el gato del coche y…, solo podía pensar que perdería el trabajo y al otro estaba en el suelo rodeado de sangre. ¡Lo he matado! No quiero ir a la cárcel por ese malnacido, no lo merezco, tú sabes que no.

—¿Dónde está el cuerpo, Natalia?

—En el maletero. El coche está en el descampado. ¿Qué hacemos? —Se estremeció por la pregunta que sentenciaba lo que ambas sabían.

—Vamos a deshacernos del cuerpo.

 

 

A las pocas semanas, su compañera apareció con otro hombre, en los meses que le siguieron empezaron los problemas, al año, un nuevo cadáver. Esta vez fue Rocío quien apretó el gatillo.

 

—Cuando apareciste para el anuncio, supe que eras la indicada. Mi anterior compañera se rajó, ¿puedes creerlo? Una cobarde, nosotras somos diferentes, no volveremos a permitir que nos destrocen la existencia. Por cierto, el otro día en el pub conocí a un tío, me dijo que se llamaba Ernesto, ¿averiguamos si es tu ex?

 

Y así, simplemente con un nos que se proyectaba como una raíz, Rocío encontró la familia que siempre codició. 




Hola, a todos.

Hoy os traigo un relato largo. Así que, si habéis llegado hasta aquí, ¡MIL GRACIAS!

Y pedid tanda para la tortilla de patatas, me sale riquísima, y no lo digo yo, no, tengo pruebas que certifican mis palabras. ¿Algún notario en la sala? ;)

Un montón de besos, y algún que otro abrazo.



domingo, 9 de marzo de 2025

Perdón y culpa, el abrazo

 


''Entre los charcos

y las tristezas

de las aceras

hay alfombras

de hojas ocres

para mis pies cansados.

Hojas que evocan

y despiertan

otros otoños

cuando fantaseaba

con futuros hermosos

que luego nunca sucedieron.

Si pudiera

volvería a entonces

aunque fuera por unos minutos

y me daría un abrazo interminable.

Alfombras mágicas

de nostálgicas hojas ocres

para estos pies que tanto han caminado.''

TORO SALVAJE



Cada semana regreso a este parque, me quedo fijo, como una planta silvestre que en algún momento decidió echar raíces, escuchando gritos, risas, a veces si me quedo amarrado más tiempo del permitido, veo como Nacho me hace señales para que me una a los juegos, ahí es cuando se fisura el duermevela con el que contemplo la escena. 

La ilusión nos empobrece, empequeñece, como seres que han venido a este mundo a descubrirlo desde ángulos imperfectos, aristas que nos maltratan en el constante desdén. Amar, bello verbo, melodía que nos zambulle en el ideal de un adormecimiento. Y se regresa a la primera fragancia, el olor inconfundible de la seguridad. El tacto y suavidad con el que se ansiaba su reencuentro. De la existencia sin la pretensión del miedo. De un ahora que sin remordimiento busca sus razones. Y entregué, como debe ser, no en la lejanía contemplativa. Pero como un lazo invisible, también deserté, abandoné, viviendo en una continua bipolaridad de razón y sentimiento, fluctuando en ella con una facilidad no comprendida, ni tampoco requerida. Se me llamó egoísta en demasiadas ocasiones. Y, yo, cruel en raciocinio pregunté que era exactamente esa palabra, su significado, traicionando las explicaciones. La culpa.

Mis manos, como el espíritu, las fui moldeando a las necesidades primarias, llegué a ser el mejor amigo, el mejor hijo, el mejor amante, más tarde, el repudio. El encogimiento. Pero la juventud era la ventaja en la que vegetaba sin temor a que un nuevo día me la arrebatara, y lo hizo. No sé como sucedió, un día desperté y todo había cambiado.

Últimamente solo encuentro consuelo entre estos cuatro columpios, y rememoro con un anhelo que roza la locura los primeros amores, besos tiernos, desesperados. También el rechazo, la pérdida. Aquellos amigos que hoy no están. Todo ha quedado en simples avatares que se anclaron a la memoria.

Una vez leí que las personas con alzhéimer recuerdan más el pasado que el presente, la respuesta era metódica, aséptica, fría: simple en contexto, la enfermedad afecta la parte del cerebro responsable de los recuerdos recientes, en realidad creo que es porque el ayer siempre será más profundo, liviano, emotivo. Y de algún modo, aunque nos perdamos en este camino llamado vida, siempre nos quedará un ayer menos trémulo, más venerado.

Me casé joven, como se hacían las cosas en otra época que hoy se remonta prehistórica, el desgaste fue aflorando a la lentitud de un buen guiso, quizás podríamos haber dejado ese mal sabor de boca, ser francos, pero nos permitimos añadir más años a una ecuación que nunca tendría solución. Y en esa decadencia conocí a una mujer, era bella, risueña, ensalzaba cada parte que había quedado marchita. Cometí el error de no ser franco, valiente, menos humano. Y las perdí. Dañé la confianza de ambas, quebré la mía. 

Después de eso, peregrino en libertad, me envolví en otras tantas historias, a cuál menos certera, la dicha solo florecía en los instantes de éxtasis, del sueño de un posible. Luego, la suciedad nos impregnaba transitando en lo lúgubre de esta soledad.

Es la hora, al fin noto aquello que durante estaciones ha estado entumecido, ha llegado el momento de decir adiós. Hoy será la última vez que venga a este parque, y no porque deje de cobijarme en el recuerdo, más bien porque la penitencia, el castigo, ha terminado. Es la hora de decir adiós.

Tal vez solo sea un necio, pero en este despertar me anclo en la esperanza de un imposible, porque este viaje, éste, es a mí a quién corresponde abrazarlo. 


 

Hola, a todos.

Hoy traigo un relato duro o melancólico, lo sé, últimamente ando algo convulsa, así que mis letras me acompañan en sentimiento, pero espero que percibáis ese grito de esperanza, de volver a empezar. El ser humano tiene una asombrosa capacidad de anclarse y fortalecerse en la culpa, siendo muchas veces extremadamente verdugo consigo mismo.

Muchas gracias por vuestro tiempo.

Besos, y abrazos.



miércoles, 5 de marzo de 2025

Cortejos Shakespearianos

 




Ayyyyyy, de mí, llorona..

 

Joder, Julieta. ¿Otra vez?

—Jamás lo entenderás, eres como una lagarto, tienes el corazón entumecido.

—Y, ¿me dirás por quién berreas?

—¡Eres cruel! Te gusta regodearte de mis desgracias.

—No, venga, Juli. Explícamelo.

—Por Martín, oh… con lo majo que es. Ese energúmeno ha puesto en redes que sale con una tal Vicenta, ¿te lo puedes creer?

—Bueno, no erais nada, así que…

—¡Cállate! Me enviaba señales, dejaba indirectas, me hacía sentir un pétalo delicado, para qué, para que hoy cambie su estado en redes. ¡Lo amaba!

—Claro, porque es guapo.

—¡No! Por su profundidad. Era todo perfecto, hasta que ha aparecido esa tiparraca. Nos ha truncado el final feliz. Pero quién está llorando, ¿quién? ¡Yo! Y ellos, haciéndose fotos y bien agarraditos de las zarpas. Me ha destrozado.

—Acabarás olvidándolo, recuerda al repartidor de pizza, según tú, te guiñaba el ojo, y el pobre lo que tiene es un tic, o el del bar, según tú, el café te lo decoraba por otras razones, o también…

—Según tú, según tú. Déjalo. No me comprendes. Además, eres como un crío de parvulario, que tira de las coletas o pega mocos para hacerse notar… Dios mío, acabo de darme cuenta, los que se pelean se desean, estás loco por mí, toda la vida teniendo a mi alma gemela presente y yo, añorándola. No es que seas mi tipo, pero… ¿Jorge? ¿Dónde estás?

<<Cómo ha podido desaparecer de esta manera. Se ha esfumado, ¡será cabrito!>>

 

Ay, ayy, ayyyy.

  

Palabras: 250.




El TINTERO DE ORO, nos invita a participar en el siguiente reto: ESCRIBE UN RELATO AL DESAMOR, y como los últimos escritos han sido un continuo lamento, la verdad, la cosa empezaba a ser oscura y tenebrosa, hoy le pongo un puntito de humor, ;)

Aquí tenéis el enlace por si os interesa:

https://concursoeltinterodeoro.blogspot.com/2025/03/microrreto-de-marzo-tintero-derramado.html

Muchas gracias por vuestra compañía.

No os envío besos que ando con el corazón roto, ja, ja, ja.

¡Bah! Un montón de ellos.


lunes, 3 de marzo de 2025

Paralelismos incorpóreos



 

‘‘Mi madre rezaba cada día para lavar su tristeza,

para obtener el pan temporal de su miseria

y ganarse el cielo, dócilmente.’’

Liliam Jiménez

 

Rehusé de ella. De sus enseñanzas. Miedos. La ineptitud con la que resbalaba. La servidumbre con la que imploraba cada migaja. Era pequeña, siempre la vi minúscula, anhelante, enlazándose a hombres con la promesa hueca del sustento. Mis hermanos, ellos y yo, éramos simplemente el producto de cada deshonra.

No temí decir adiós a aquella subsistencia, nunca le pregunté las razones que la llevaron a esas circunstancias, poco o nada me importaba. No me encarnaba, no seguiría ese camino destinado a la miseria. Así que escalé, me esforcé, no prostituí mis sentimientos, ni tampoco mi cuerpo en base a la utopía de ese todo. Empecé desde abajo, sufrí hambre, frío; precariedad, pero si miraba atrás, la veía a ella, a mi madre, con una promesa firme nutrí cada desventaja, me impregné de soberbia y visualicé la meta.

Durante ese trance creí fervientemente que mi testimonio era legítimo. Y más, cuando vino a buscarme, apareció en el momento que alcancé una posición decente, la repudié. Lloró. Pero mi alma era densa. No hubo compasión. No sentía ningún lazo que nos atara. Solo veía a ese pequeño ser que permitía y permitió sinsabores, que se arrastró ante la nada. Y sentencié que su modo de existir no me custodiaba.   

Los años pasaron, trepé todo lo que me fue permitido. Pero había un tope invisible, uno que no se palpa, pero ahí está, entre rescoldos de una sociedad que cohabita en el embuste de un cambio perpetuo, no importó las horas, el trabajo, tampoco la renuncia que todo eso le acompañaba, había llegado a una meta que era inexistente para otros. Ella ya no estaba en esta esfera, su cuerpo, como su vida, alimentó alimañas menos voraces. Pero no así la esencia de comprender, de por primera vez ver, que no éramos tan distintas como profesaba. Que existen paralelismos incorpóreos difíciles de extirpar. Que, de un modo más silencioso, aquella mujer, sigue materializándose entre el desapego y la indefensión.



Nuestra compañera, Nuria de Espinosa, me ha invitado a participar en la CONVOCATORIA JUEVERA: Mujeres.

He de decir que la semana pasada sufrí una especie de bloqueo, y creí que permanecería en él eternamente, así que dudé si podría formar parte. Así que gracias, Nuria, necesitaba un pequeño empuje.

Aquí os dejo el link, por si os interesa, o como me ha pasado a mí, las letras divagaron entre mil historias y ninguna quería asentarse, aquí tenemos la solución:

https://escritoranuriadeespinosa.blogspot.com/2025/03/convocatoria-cada-jueves-un-relato.html

Muchas gracias por vuestro tiempo.

Besos, y más abrazos.




miércoles, 19 de febrero de 2025

Esquela al desamor

 



Lo único que te pido a cambio es que, cuando hables conmigo, cuides tus palabras. Que tus palabras sean justas. Que sean del tamaño de tus sentimientos. Porque si tú me dices no, para mí es no. Y si me dices llueve, para mí está lloviendo. Y si me dices amor, para mí es amor.

<<Rosario Castellanos>>

 

 

Llueve, en esta habitación se desgarra el lamento de aquello que pudo nutrirnos, y por el contrario nos demoramos en descifrarlo.

Recuerdo el primer amor, la primera vergüenza, como con vacilación unas manos se palpaban con torpeza, impregnados del desconcierto que supone el reconocimiento. Los inexpertos primeros besos, incómodos y al mismo tiempo parían una latitud imperecedera. Las miradas, no lo sabíamos, pero ellas eran las que alimentaba nuestra alma. El pulso se desbocaba en el ensayo por alcanzar la adultez. Qué ingenuos e ilusos fuimos, con qué prisa quisimos recorrer las estaciones.

Ese primer apego, inofensivo, fugaz; desapareció. Y entonces brotó la compulsión, el fervor, la necesidad animal, ya no valía el reconocimiento, impulsaba el salvajismo y llegaste tú, con tus juegos, con esa indecisión que lejos de frenarme, me atraía como una larva.

Creí que serías el amor verdadero, el de para siempre, la mentira con la que fui segmentada desde la niñez, lo deseé, no razoné, era instintivo, pero debí darme cuenta, nunca fui tu igual.

Era cariño, compañía, un escudo al que refugiarse, y me esforcé, dios sabe que lo hice, años y más años soportando desplantes, frustraciones, malas contestaciones; obligaciones. Qué error se comete al creer que al querer le corresponde esa palabra. Permití en nombre de la ternura, toda esa ignorancia. Eludiendo como se me degradaba en posiciones donde tus suelas pisoteaban con fervor mis sentimientos. Pero no fue tu culpa, o puede que en algo si la tuvieras, debiste soltarme, pero no, como sabemos, era cómoda esa inexactitud concebida.

Hoy miro atrás e interpreto a la muerte desde otra perspectiva, comprendo que hay símiles, otras guadañas, porque aquella que fui, penó lentamente, se extinguió en cada poso, en la inseguridad de no saberse amada.

Créeme cuando te digo que lo único que pido, es que, si me dices amor, para mí es amor.



 

miércoles, 12 de febrero de 2025

Cuento invertido: Pinocho, el primer mentiroso

 



Esta historia se remonta a otra época, una lejana en años, pero no así en tejido. Quizás en este ahora se reconozcan entre nosotros, esos seres narizones, pero en el pasado era algo difícil, es más, se les perdonaba con una facilidad pasmosa por la fragilidad que albergaban. Y diréis, lo que le sucede a esta narradora es que es una tóxica desaprensiva que habla desde el rencor del abandono, no os equivoquéis, erráis en creencia. Fracasáis. Aquí un alma cándida despegada de todo odio, un ser ante todo salomónico os abrirá los ojos. Revertirá cada patraña explicada desde inicio y os hará ver, como vuestro mesías que mi verdad es terrenal y empíricamente la única. No me idolatréis más tarde, sé que será complicado no hacerlo, pero…

—¡Silencio! ¡Qué vergüenza, Hada azul!

—Cállate tú, Gepetto de las narices, como si tu situación no fuera imposible desde que ese tunante te robara todos los ahorros. Viejo cascarrabias, no te das cuenta que si lo denunciamos con esto de los videoblogs podremos cenar esta noche. A él y a su secuaz, Don conciencia dice el tío, timadores eso es lo que son, pero con esto voy a ensuciar sus nombres, eso lo juro por todas las varitas mágicas del universo.   

—Shhh… baja la voz. ¡Oh! Mi pobre y roto corazón, sé que tienes razón, con todo el amor que le di a mi pequeño, y así me lo paga, dejándome en la indigencia, pero solo intenta apartar un poco ese ego tan esplendoroso, provocas rechazo, Hada, das repelús.

—Déjame, ya verás como en nada tenemos un montón de seguidores, tu permanece aquí quietecito y pon cara de pena. ¡Bah! Esa ya la tienes. Venga, calladito, y recuerda mantente en tu papel, esto debemos escenificarlo perfectamente.

 

¿Lo veis? Este es el grado de manipulación en el que nos tuvo abducidos, nuestro estimado Gepetto todavía conserva las secuelas de su falsa estima. Todo iba bien, cuando solo quería formar parte de un todo, algunos dirán que fue por culpa de Pepito y sus sucias artimañas, como le hablaba al oído en nombre de la razón, como lo manipuló para ser un quinqui degenerado. Pero no vieron como iba evolucionando, como con mentiras creaba una espiral conspiradora, tejida lentamente desde el fondo de nuestros corazones, para más tarde pisotearlos. Y sí, yo lo amé, después de décadas en las que no me permití que otro ser adquiriera ese poder sobre mi cuerpo. Digo, vida. Le entregué gustosamente cada partícula primaria, le di todo aquello que él me pidió, exigió, era pasión, pura, enternecedora, ambos empezábamos de cero. Era arrollador, fuego, todavía tengo las secuelas de esas luces cósmicas grabadas sobre la piel. <<Ufff, qué calor>> <<Mmmm…>>

—¡Ejem, ejem! ¡Hada, por todos los polvos milagrosos del universo! Esto cada vez se está poniendo más candente.

—Ah, sí, sí, perdón, Gepetto. Intentaré eliminar esta parte.

Para más tarde descubrir la terrible verdad, se aprovechó de ser una novicia en temas tan terrenales como la carne. Y el muy cabrito, en cuanto vio que un ser sin vida la creaba, nos abandonó y desvalijó, sí, lo hizo, más allá de despedazar cada sentimiento, a nuestro querido abuelo le robó lo poco que tenía, a mí, el muy ignorante, la varita mágica, que si la sostuviera, ay, si vuelve a caer en mis manos, os aseguro que ese enano lo vuelvo a convertir en un títere de madera. A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre; a no, que esa era otra historia. Porque apetito, ay, cuánto anhelo está corroyéndome.

 

Fin.

 

 

¡Hola, a todos!

Hoy os traigo un cuento invertido, lo he revisado y el último lo publiqué, en el siglo pasado, bueno, no tanto, permitidme que exagere, apenas recuerdo el 2019, ;)

La ratita presumida o, mejor dicho, el juego de las vanidades:

https://laquimerablog.blogspot.com/2019/12/cuento-invertido-la-ratita-presumida-o.html

Mil gracias por vuestro tiempo, y sobre todo por todo el cariño que siempre me cedéis. Supongo que ando tan convulsa que necesitaba escribir desde el cinismo, y reír entre imposibles. ¿Me acompañáis? :)

Muchos besos, y abrazos.



jueves, 6 de febrero de 2025

Acto condenatorio

 


Poco deberíamos decirnos, las despedidas son agrias, incómodas, repletas de pretextos inundados en la pérdida. Desgastamos los cartuchos, creando hasta desfallecer miles de puntos suspensivos que se han desfigurado entre suspiros, melancolía de un sueño incompleto.

Volvemos una y otra vez a inicio, casilla impenetrable, una que no nos corresponde, pero allí nos agarramos. ¿Por qué? Es entonces cuando aborda la perversidad, absoluta malicia, de erigir tormento a aquel que se supone que respetas, pero la realidad es que condenas. Vencidos y corroídos por una mentira, impregnados en lo nefasto.

El día que me preguntaste, ¿qué nos unió? Allí tuvimos que despedirnos, intentar ser aliados, no disipar el aprecio que aún conservábamos, pero yo contesté <<Lealtad>>. Y perduramos, como condenados a muerte, viviendo entre rescoldos de un afecto que hoy no lo encuentro certero. Nunca fuimos valientes. Ninguno de los dos. Es cómodo el hábitat forjado, la incertidumbre y la falta de apego establecen un ecosistema despótico en el que resguardarse, asentados en la renuncia de la subsistencia.

Nos exigimos más horas, infinidad de ellas, iniciamos a oscuras y regresamos de la misma manera, los festivos se difuminan, dejan de existir, el goce se marchita. Se pierden fechas en el calendario, el contacto humano se esparce pidiendo entre pretextos compresión, bondad, pero los rescoldos son quejas, y más quejas, <<Lo necesito>>, <<¡Ya!>>,  <<Es urgente>>, <<Plazos, plazos, plazos>>. Es lo único que cuchichean, hasta eso se nos arrebata, la cordialidad.

A cambio se nos cede insomnio, una toma de café desproporcionada, migrañas, comer a deshoras, y meses en el calendario extraviados. Pero no temas, seguiré a tu lado, con todo el odio y amor que te corresponde, mi más venerado gobernante, aquí estaré, como perro fiel seré tu más perpetua y sirvienta amada.


 


Hola, a todos.

Necesitaba gimotear, así que aquí está este minúsculo desahogo en forma de sátira negruzca, ;) No me lo tengáis en cuenta o sí, quejaos, quejaos. Iba a escribir una lista de lamentos, pero leí a Kirke y su fantástico cuento, Un techo bajo el que cobijarse, y no he podido más que inspirarme.

Muchas gracias por vuestro tiempo.

Besos, y abrazos.



martes, 7 de enero de 2025

Soluciones, soluciones, soluciones

 


Como en una prominencia, las sirenas de un coche patrulla la transformaron.

 

—Corre, corre. —Insistió agarrándola con furia.

—No.

—He dicho que corras, ¡joder! —Pero no lograba moverla. —¡Estúpida! Aquí te quedas, pero más te vale que no salga mi nombre o te juro que te mato, ¿lo entiendes? Vendré a por ti.

 

Pero Carolina no quería escapar, anhelaba afrontar cada parche malogrado, trabas del destino, como risa siniestra que asume aquello que se hizo, dijo, mancillando a su paso cada falta cedida. Impregnada de preguntas que nunca adquirirían una respuesta. Soluciones.

Últimamente en su pequeño universo cohabitaba esa palabra. La mantenía alerta, desconfiada, sujeta ante el impulso de arreglar todos los desastres cometidos. Y sabía que no debía seguir con Marcos, uno de tantos, otro caos en su hábitat de imperfecciones. Y se quedó, por primera vez afrontó, no culpó, simplemente retuvo el ansia de huida. Las chapuzas, pequeños golpes destartalados que cometía por cuatro billetes húmedos de miseria y pena, no lo valían, nada lo valía. Ni la necesidad de ingesta de todo el alcohol que birlaban en aquellos atracos, gasolineras, pequeñas tiendas 24 horas. Fue verlo, a él, a su pequeño Ángel y todo cambió. No debió entorpecer su crecimiento, ella todo lo que tocaba lo consumía, dañaba en llanto. Pero no pudo evitarlo, demasiados años de renuncia, de no mirar atrás, de dar por hecho que su labor era de otros, sintiéndose libre, sin destino que la condicionara, poco le importó abandonarlo, y ahora, qué esperaba, la bondad de otros, la de su propio hijo. 

No fue así, claro que no. La primera justificación fue declararse culpable, pagar una pena, pasar días en un infierno de abstinencia, cuando dejó de sufrir llamó a casa de sus padres. Le colgaron. Insistió, creyéndose un modelo a seguir, un perdón obligado, la línea dejó de existir. Soluciones, soluciones. La palabra martilleaba, dolía, prejuzgaba. Probó por otras vías, cartas y más cartas que enviaba desde la cárcel, la ilusión se desvanecía cuando se las devolvían intactas. Con los meses recibió una advertencia de su abogado de oficio.

 

—Por tu bien, Carolina, no insistas más, van a terminar hablando con el juez y eso recrudecerá tu pena.

—Pero es mi niño. —Nadie la entendía, no comprendían ese agujero que la devoraba con crudeza.

—Hazte un favor, deja que pase el tiempo, que se habitúen a esta nueva situación y te prometo que de aquí unos meses intercederé a tu favor.

—¿Me lo prometes?

—Sí.

 

Ella lo creyó, hasta que apareció otro abogado, colapsó, promesas huecas, vacías, nadie tenía palabra. Todos mentían. Le querían quitar lo único que era suyo. Algo había cambiado, la obsesión le impedía concentrarse. La compañera de celda dio el aviso, se pasaba las noches en vela, hablando entre susurros, nadie quería estar cerca de ella, la temían. Empezaron a medicarla, en su perturbación entendía que querían acallarla, amordazar esa verdad que a nadie le interesaba ni importaba, aprendió trucos, habilidades para no tomarse las pastillas, eso la volvía más agresiva, cada ataque o comportamiento errático sumaba más tiempo de condena. Pasaron otros abogados, ninguno permanecía. Y Carolina solo repetía, soluciones, soluciones, soluciones. Al final cedió, dejó atrás cada parte rota, la encadenó y acalló, porqué encontró el escape que ansiaba, en su mente hoy juega con su pequeño Ángel, como en una visión que la ancla en otras posibilidades, provocando que las voces de su cabeza se suspendan momentáneamente.

 


 

Hola, a todos.

La cosa se complica y este mes tampoco podré estar tan presente como desearía, la vida, ¿nos metemos con ella? Venga, sí, sí, ;)

Escribí este relato hace un tiempo, no llegué a colgarlo por la dureza del mismo. Pero intentaré seguir este 2025 con el patrón en el que he andado vegetando, es decir, sin miedo.

Gracias por vuestro tiempo.

Besos, y abrazos.