Todo lo que sube, vuelve a
bajar y que VERDAD.
Muy a menudo nos sentimos
como animalillos indefensos, ahí abajo; observadores con muchas ganas de
expresarnos y que cada vez que abrimos la boca nos sale un hilo de voz tan
imperceptible que ni de eco goza… viéndonos arrinconar.
Si esto se tratara de
mundo animal, en la escala de supervivencia seríamos el primero en caer
(seguro!), comidos y eructados, (a vuestra salud).
Y en esas situaciones de
mutismo crónico, hay una reacción analógica dentro del ser que bulle, y se
transforma en dedos rabiosos que quieren expresar algo que la mente colapsa y
destruye para que no hagan el intento ni de salir… y de esa locura transitoria
del quiero y no puedo cuando por fin logramos desquitarnos es la libertad.
Oh libertad, brisa suave
que susurra en tú oído, vas bien colega, dilo y punto! Reivindicación de la
causa, de lo que creemos como correcto.
Porqué nadie puede acallar nuestras voces, ni siquiera uno mismo.
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