Os tengo que
confesar que hay dos cosas que genéticamente custodian a mi familia, el pedir
perdón por todo, (casi de forma
mecánica y extraña) y reír. Sino fuera blanca como una hoja de papel, (mis
amigas dicen que deslumbro al sol), podría creer que tengo descendía directa
con el mundo asiático. Y es que mis reacciones desprovistas de cualquier maldad
(¡palabra!) me llevan siempre a buscar el lado bueno y reír, aunque el momento
no acompañe. Bueno, y que mi humor como diría mi madre (que a ella le perdono
todo), es muy cínico, ;)
Este año me salté
la entrada de celebración del blog, nada menos, que dos años desde su nacimiento.
En aquellos momentos estaba apartadita de la blogosfera, (¡poca vergüenza, la mía!) Así que aunque tarde, en cierta
manera os quiero agradecer que gran parte de mis sonrisas son vuestras, ¡Gracias! Existen escritos que se quedan un tiempo de
más con uno, como una medida cautelar, es un lapso de tiempo necesario para el
proceso de comprensión de cada palabra, emoción y necesidad, de todo aquello
que precisa la expresión. Y cuando al fin localizas ese punto que andaba entre
motas, te descubres en su hallazgo sonriendo, completa. La escritura para mí,
siempre lo diré, es una salvadora y tiene un don mágico, genera felicidad
perenne. Así que como aficionada de la nada y del todo, necesito zambullirme constantemente
hacia esa ilusión e intento por todos los medios acompañarlo a la vida.
¿Cuándo las obligaciones nos han dejado tan cegados? Dándole el poder
para que los miedos sean los encargados de llevar las riendas. Y lo peor, ¿por
qué se lo permitimos?
El ambiente general está sobrecargado y enfadado, yo, como sujeto práctico
no logro comprender la razón que nos lleva a estar constantemente enfuruñados,
lo encuentro vacío e innecesario. Claro, lo sé, existen momentos que son
difíciles de sostener, que encuentras esa locura lo suficiente justificada para
decir basta, para cerrar y bloquear, pero… y si buscamos un poquito de luz en
este mundo irracional, y una vez localizada aprovechamos para coger su mano.
¿No sería más fácil para nuestro aliento?
Tengo 32 años, y sé, que mi mirada muchas veces es infantil, pero válgame
señor que no quiero oscurecerla, no quiero perder a esa niña que habita tan
adentro, es ella la encargada de que vea belleza en tanta indiferencia. Y no
diré que hubo varios momentos de mi existencia que me acogí como un hábito al
ahogo y no permití ver esperanza en el camino, claro que no, pero si lo
arrinconas, si lo dejas ir, lo logras. Os lo aseguro.
Porque si existe algo que me enamore, y es que el amor es muy amplio, son
esas personas que bajo todo su dolor se descubren sonriendo, eso es valor, y yo
sin ninguna duda, quiero formar parte de este grupo.
Busquemos un motivo para apartar a la tristeza, esa fiel y solitaria
compañera, y seamos un poquito más felices.
Para finalizar porque ya me estoy pasando, lo sé, os vuelvo agradecer vuestro cariño y os doy las gracias, pero ¡muchas, muchas gracias! En la magnitud de la palabra sois alas, emoción que cada día se renueva convirtiéndose en historia, logrando que el conocimiento se transforme en un precioso aprendizaje. ¿Quién osaría no ser feliz con tanto aliento?
¡Felices vacaciones! :)