miércoles, 28 de noviembre de 2018

Reseña: El secreto de los cerezos – Gemma O. López




Antes de empezar con esta NO reseña y siendo esta la última vez que utilizaré esta introducción, porque a la tercera la historia es cansina y muy repetitiva, hasta yo me doy cuenta, pero… ahí va: les recuerdo que esto es algo que hago con mucho aprecio y cariño por lo que siento y me producen las lecturas que tocan mis manos y parte de mi corazón, y encima tengo la gran suerte de poder conocer en cierta manera a los autores, que todavía lo hace más bonito si es eso posible. Y no pretendo faltar en ningún momento el respeto, porque de éste tengo y mucho, pero la salvedad es la que es. ¿Lo veis? Si es que soy una pesada.
 
Ahora es cuando cojo una postura de madre enfadada y os riño, sí lo hago. A ver… cómo puede ser que OS publicitéis tan poco o mejor dicho, nada. Averiguar que tenéis un libro publicado es casi un reto, así que haced más entradas de ellas y luego: recordarlas de nuevo, miles de veces. Promocionaros, por favor. Que no os de vergüenza, reparo o nada que vaya de la mano de la limitación. Una de las razones por las que digo esto, es que si a uno lo siguen en el blog querrá decir que le gusta lo que allí se expone, así que está claro que si averigua que tenéis un libro publicado, seguro que lo adquirirá. Practicidad, señores; practicidad. 
 
Vale, ya me desquito de esta postura de malota, que no me pega nada. ¡Recórcholis! ¿Por qué no podré ser una tipa más dura? 
 
Y ahora es cuando empieza lo bueno:
 
El libro del que hoy vengo hablaros no es otro que el de nuestra querida compañera y amiga Marigem Saldelapuro y el lugar donde podemos encontrarla casi a diario es: https://saldelapuro.blogspot.com/ ¿Qué encontraremos? Pues es un blog muy variado que dispone de muchas secciones, un día te puede enseñar a preparar una tortilla vegana y al siguiente te inspira con una nostálgica y emotiva reflexión, que hace suspirar por la ternura que desprende, porque Gemma si algo tiene es una luz muy bonita. Pero también te habla de cine, literatura e incluye relatos… ¡Un momento! Antes de que se me olvide, aprovecho para hacer un llamamiento y es que debería ser nombrada regidora, fundadora o cualquier título honorífico de su comunidad, ¿la razón? Sencillo: os hará amar su tierra. Os aseguro que os entrarán unas ganas locas de coger las maletas e ir volando. ¿A dónde? Mmmm… para los poquitos que todavía no la conozcáis, dejaré esta puerta abierta para que lo descubráis.
 
Como anécdota os explicaré que cuando comencé a trabajar, en una de las cenas de empresa de Navidad una vez jugamos a un juego que tenía por intención crear vínculos positivos con los compañeros, en un papel teníamos que poner una palabra o frase que definiera a la otra persona, en este caso si tengo que definir a Gemma O. López en el mundo Blogger, sin ninguna duda la nombraría nuestra MacGyver, porque es capaz de todo y encima lo hace con una energía positiva que siempre, siempre, nos regala. No hay nada mejor que irse de un sitio sonriendo y ella es capaz de eso, y más. ¡Gracias!
 
¿Qué encontramos dentro del libro?
 
Nos transportamos a principios de los años 50, un período que aun que puede parecer lejano, sigue estando muy presente, en él podremos vislumbrar costumbres y revivir momentos pasados. Uno podría imaginarse a sus padres o abuelos siendo aquellos niños que les tocó ser adultos antes de tiempo. En los que la infancia se abandonaba casi como una obligación y no existía siquiera resignación, ni mal estar por ello. Simplemente era lo que tocaba. La fortaleza de esos actos, de ese valor, son los que hoy más admiración despiertan. Porque en la actualidad y mirando hacia atrás podemos ver y ser conscientes de que existía carencia y sacrificio. 
 
La historia trata de como a cuatro amigos les cambiará la vida una vez pasado el verano, el último, antes de atreverse a decir adiós a una frágil y efímera niñez, y como sin ser conscientes de ello, ni tampoco estar preparados, pero sobre todo a causa de la curiosidad de sus actos, estos chicos se tropezarán con un enigma del que sin poder controlarlo, ni alejarlo les hará adentrarse en un duermevela de miedos e incomprensiones para más tarde descubrir su respuesta. Es un libro muy humano y cercano, con esa caracterización inocente que hace que lo comprendamos, ya que hay experiencias en la vida que marcan de tal manera que acaban por formar parte de nuestra naturaleza y como un simple suceso puede transformarse en un gran cambio, que será el encargado de marcar un nuevo camino sin retorno.
 
Os dejo un párrafo:

<Después de tantos años me pregunto como es posible que recuerde aquellos días con tanta claridad, y aunque me sorprendo, la verdad es que no he olvidado ni un detalle, puedo revivir cada instante con total precisión, a veces me parece incluso puedo sentir el aroma a grasa y sal del puerto cuando íbamos a pescar o el del San Juanín mientras dormíamos, e incluso el olor indefinido del callejón, un lugar que en realidad olía a soledad>

Y es que es justo en ese callejón donde empieza y termina todo, familia, celos, costumbres, gentes de pueblo y sus comportamientos, a veces tan obtusos y faltos de libertad. Los personajes son claros y puede que a veces no comprendamos sus razones, pero es la interpretación de otra época, donde prevalece la ocultación de los sentimientos y acciones por el qué dirán. Si actúo de cierta manera, ¿qué le parecerá al vecino? ¿Qué pensarán de mí? O como un simple acto puede sentenciar con tanta facilidad un futuro o la negación de este. 
 
¿Dónde podéis encontrarlo?
 
Próximamente estará en Amazon, así que os recomiendo que lo añadáis a la lista de los deseos cumplidos y pronto, muy pronto espero que podáis disfrutarlo. Ya que es un libro que se lee muy rápido y Gemma logra que el suspense se mantenga hasta el final, en ningún momento se delata o intuye qué o quién es el responsable. En cuanto haya fecha asignada y para que estéis más informados, os lo pondré en los comentarios.

Leer es la magia del soñador, y yo en este momento me evado con: El secreto de los cerezos.


lunes, 5 de noviembre de 2018

La huella del mañana






Como un susurro me poso en tu espalda, ágil y efímera naturaleza que encarna el deseo que dispenso por un simple roce. Delicada sombra que se adentra en los tortuosos sueños donde retengo la esencia de la necesidad. Soplo justo en ese punto donde tiempo atrás hacías que me estremeciera. Y siento la pérdida. Pérdida de ver la poca atención que muestras a estos apegos que con tanta pasión profeso a tu persona. A veces me lo concedes y asientes, es en ese precario segundo cuando al fin creo que lo notas, cada silencio, cada puntada de la memoria de nuestros cuerpos, lo que una vez retuvimos. Me estremezco y venero con la sutileza de un pasado que aguarda a la espera de aquél instante, de un hoy que tan lejano nos dejó en sentimiento, para así lograr que por fin te convenzas de que sigo cercana, a la espera, porque nunca me alejé del todo. De alguna manera siempre estaré atada a ti. 
 
Adormecida en el llanto del desconsuelo formo parte de una inmensidad que se sostiene entre muros desaplomados. En la devastación de las emociones corrompidas por el dolor. Esas que tan bien procuraste para ambos. 
 
Así que no me culpes, no. Te lo pido, por favor. El odio que profeso hacia las demás mujeres, esas que se postran en tu cama, que en vano intentan complacerte; como respuesta te diría: ellas no saben quién eres. A penas logran ver a través de todas esas capas con las que también logras cubrirte. A mí nunca pudiste engañarme, esa fue una de las razones por la que tu saña a la larga se convirtió en mi perdición. Una sonrisa que si se admira cercana, provoca destemplanza. Una calidez aprisionada en la mentira. Capas y capas, en las que es difícil adentrarse y descubrir todo el odio que anida en tu alma. En su ceguera tampoco entrevén el futuro que las acompañará, la humillación con la que más tarde lograrás someterlas.
 
Yo las libro de todos tus pecados, les hago un favor, a ellas, a ti; a mí. Alejarlas es fácil. Todo el mundo teme aquello que no conoce, que no puede comprender como verdad. Se avergüenzan del desconocimiento. De las palabras que no contienen lógica. Una taza que cae, una fotografía que reluce en la insensatez de ver reflejada otra cara. Risas lejanas. Un grifo que se abre. Es fácil. El miedo, a veces, es la virtud del salvador. 
 
Ahora después de tantos meses, empiezo a verte molesto, sí. Y eso por extraño que parezca no apacigua mi aliento, todo lo contrario, me procura fuerza para seguir en este punto. Este lugar que tan lejano debió quedarme y del que nunca debí ansiar cobijo. Porque amor, yo, no te abandonaré. Nunca. 
 
Aunque esta vez me inquietaste. Llevabas meses intentándolo, acechar a una nueva presa para llevarla más tarde a tu colección, no puedo negar que después de tanto tiempo podría agradecer un poco de compañía y así dejar de sentir esta soledad, este vacío que custodia mis días. Pero no puedo permitirlo, no. Y temí que en tu afán de logro, serías descuidado, que cometerías cualquier falta y te descubrirían. Eso no podemos permitirlo. Tú presente, querido, ha de ser otro. 
 
Cuando la vi, a ella, a tu última conquista, no diré que no me molestara, que no sintiera celos o temor a un posible y dramático desenlace. No puedo permitir que mi corta existencia sea un simple número al azar, si en algún momento de esta desventura fui una elección, seré la última. Yo me entregué por completo a tus horrores, así que si está en mi mano, te haré pagar el mismo precio. 
 
No esperaba lo que sucedió, reconocimiento, ser vista después de tanto tiempo, fue extraño, incómodo. La desidia en este plano habita con la fuerza de mi arraigo. Nunca creí que la suerte apareciera de esta manera, por fin existía la posibilidad de ser recompensada y que se me devolviera un pago que nunca quise concederte. Ella me ve, tiene percepción del mundo invisible. Ya no estoy sola. Mientras le explico de lo que eres capaz, me escucha con un brillo extraño en los ojos. Y tú, pobre infeliz, poco sabes del complot que estamos erigiendo en tu causa, ella, querido, es más sádica de lo que puedas imaginar. Me ha explicado sus planes, lo que te hará, pero no me importa, yo solo quiero tu alma. Lo que haga con tu cuerpo, es cosa suya. Tiembla amor. Bebe, saborea este té especiado que con tanta paciencia y mimo te está preparando, porque pronto, muy pronto, volveremos a estar juntos. Esto solo acaba de empezar.
 
 
 

miércoles, 3 de octubre de 2018

El cobijo de la soledad




Vislumbro soledad, paso del tiempo, cuerpos extraños que transitaron cercanos, pero nunca se quedaron, no les pedí que lo hicieran, tampoco ansié ni comprendí de esa cercanía que da derecho a obtener más de lo acordado.
 
No he amado, no he querido hacerlo. Me obligué a creer que aquello era un error, una debilidad, querer a la larga simboliza sufrimiento, así que simplemente le negué ese poder, desechándolo, apartándolo, buscando otras castas alternativas que con tan poco futuro se amparaban. He preferido pues mercadear con la pasión, sin necesidad de sentirme abocada a un amanecer de gratitud y complacencia. Y no me importó el mañana, este lo veía lejano, insoluto, ahora en cambio se perfila perverso y poco amable. 
 
Ayer recibí una noticia. Punzante escenario que aboca a los cambios y allí en ese momento, por primera vez, concebí la necesidad de expresar y sentir la compañía de la mano amiga, de la candidez del que está a tu lado y te la sostiene mientras aunque con mentiras te susurra que todo irá bien. No existe ninguna, a las cercanías, a todas; a su tiempo las aparté. Las alejé con la mentira de una llamada que nunca se realizó. Con la incertidumbre de un mañana diferente, más amable. En mi condición les ofrecí ese algo que se desvela sin nombre, cifrado, pero esa era la única manera que tenía de dar parte de lo soy, un amor perfilado o quizás una sombra del poco aprecio que conservo de la persona que hasta hace unas horas era. Y la realidad, ahora, acecha cercana mostrándome que no otorgué nada, solo lo que creía que un día me haría despertar de este letargo en el que siempre he aguardado escondida, nunca encontraron más de lo que les mostré y una vez lo comprendieron, simplemente desaparecieron. Una buena excusa para alejarse y yo, por su puesto, no retenerlos.
 
La desesperación esta vez si hizo que despertara de la somnolencia en la que había estado estacionada, desfigurada cogí el teléfono y llamé a mi hermano. Me sorprendió, no; no lo hizo, no tenía mi número. Se quedó sin palabras, mudo ante la revelación de que quien le llamaba era su hermana, una hermana que no dudó en abandonar el hogar pronto, muy pronto y no mirar nunca hacia atrás. 
 
—¿Almudena? —silencio— ¿Qué quieres? —la tirantez se desplegó fría, culpable, irritada.
 
—Bueno… yo, yo solo quería saber si estabais todos bien. No debí llamar, no es un buen momento.
 
Colgué, poco tenía que decirle <Hermano, tengo malas noticias> Y por primera vez en años, lloré. No sentí rabia, tampoco miedo. Era desconsuelo, una pena que en su inmensidad me abrasaba y hacía que se despedazara toda la tibieza que habitaba en el alma. La mía. Me recompuse rápido, aprendí hacerlo. Nuestra infancia fue dudosa, enfermiza, intolerable en muchos aspectos. No conservo de ella grandes recuerdos, otros en cambio me han convertido en lo que soy, este ser que no crea lazos, que no siente empatía, que poco le ha importado el sufrimiento y la desventura de otros. Siempre necesité de poco, lo único que pedí a cambio es que no se me echara en falta. Y ahora, hoy, me doy cuenta de que lo he logrado, pero no siento orgullo por ello.
 
Qué cruel es el destino, se desmonta y perfila entre juegos de azar. ¿Qué le diría? ¿Qué? Ganaste, sí, lo hiciste. Ya me he dado cuenta de los errores cometidos. Pero de poco sirve ser consciente de ello, el tiempo ya se ha consumido y yo, estoy sola. Sola. Así quedará exhibido en estos pocos días que se resguardarán entre alientos de vida. Solo quisiera, solo; volver a empezar de nuevo. Y a esa mano, a esa.
 
—Shhh… hermana, tranquila. Estoy aquí contigo.
 


lunes, 24 de septiembre de 2018

El círculo del amor




Vacío mi alma y saboreo su nombre. Amapola. Ella. Hay días donde el recuerdo se presta al habla. Almaceno insignificantes momentos y otros que debí cercarlos quedaron escurridos en la ceguera del deseo adolescente.
Después de pasar varios años de su corta existencia dando tumbos de un lugar a otro, con una madre que confundía el amor de un hombre, con la necesidad de no sentirse sola. Ésta, finalmente, optó por renunciar al único amor verdadero que hallaría en su vida.
Todo el pueblo hablaba sobre aquello, es lo que suele pasar en las comunidades pequeñas, observar y criticar es más sencillo que admirar los errores propios. Prejuzgar antes si quiera que a uno lo señalen. La hija de Asunción después de tantos años había vuelto al pueblo y no a pedir ayuda o quizás a preocuparse de una mujer mayor que necesitaba ya de cuidados, sino que vino para abandonar a su hija. Se había enamorado, otra vez; y sentía celos de ésta.
Durante un tiempo ambas mujeres, abuela y nieta se desvanecieron. Asunción debía tener miedo de que en el pueblo las señalaran, pero no podían esconderse enteramente, así que al tiempo se descubrió. Sola, en un banco de la plaza, lugar que frecuentábamos los más jóvenes, nos observaba de reojo, pero el miedo infundado de los que se suponía que la querían le impedía relacionarse con el resto. No diré que fui yo el que propició el encuentro, nunca tuve esa clase de valor por el que a uno lo admiran. Fue mi hermano. Se acercó temblorosa, despertando en mí sentimientos que hasta la fecha desconocía, ternura y protección. Francisco al darse cuenta de su estado y para reconfortarla le apretó el hombro y de nuevo sentí otro extraño sentimiento, celos, de no ser yo el que la resguardara. Pocos días bastaron para que se integrara. Era bonita, dulce, portadora de una tímida sonrisa que cuando salía a relucir mostraba unos preciosos hoyuelos, símbolo de una niñez perdida.
En ese momento agradecí al destino y sus extrañas razones, a partir de allí nos hicimos inseparables, venía casi todas las tardes a casa, nos pasábamos horas sin hacer poco más que balancearnos en el columpio del jardín trasero, solos. Ahora que lo recuerdo, nunca supe más de ella que lo que mi madre le explicaba a mi padre, habladurías; de esas que guardan un halo de maldad a la par que lástima. Poco me importaba.
Entre silencio y silencio lanzaba pesarosos suspiros, fueron estos los que terminaron de adueñarse de mi corazón. La necesidad que se estaba despertando crecía con más voluntad. Tenerla cerca, oler el perfume que despendía, a flores, a piel limpia. Hizo que los largos meses que se sucedieron me descubriera expuesto, molesto. El letargo de la niñez se desvanecía. Amapola hizo que deseara, que la deseara. Pero no parecía darse cuenta de ello o no quería, yo por el contrario moría de ganas de mostrarle mis sentimientos, mi necesidad, el ciego y anhelante amor que me desequilibraba. Pero el miedo a una negativa, a perder aquello que simbolizábamos me impedía dar ese paso.
No hizo falta.
Una simple nota sellaría el futuro de ambos o quizás solo el mío. El encuentro fue rápido, precipitado, apenas guardo un digno recuerdo de aquella noche, donde la magia debería habernos alcanzado, yo era joven, muy joven. Ella también, pero en aquel arrebato se notaba más acostumbrada a lo que yo en ese momento le entregaba. No pude más que seguirla en aquella basta precipitación, avergonzado del poco control ofrecido, un reclamo del que no me arrepiento, pero del que sí debí intuir las señales, los mensajes contradictorios que enviaba.
Durante semanas no supe nada de Amapola, lo intenté, pero desapareció. Horrorizado creí lo peor, miles de conjeturas y desvaríos rondaban incesantes por mi cabeza: había sido poco cuidadoso, seguro que le habría hecho daño, me amonestaba y castigaba. En ese lapso de tiempo mi vida se convirtió en un infierno, no podía dormir, no sabía qué hacer, solo quería disculparme, verla. Saber de ella, confirmar que estaba bien. Estar a su voluntad. Le hubiese dado todo lo que era, si con ello podía ganarme su perdón y volver de nuevo a compartir todos aquellos silencios. 
El destino obró de nuevo sin que yo hiciera nada por contradecirlo y quizás concediéndome el reclamo que con tanta esperanza solicitaba. Una tarde apareció su abuela, me miró con desprecio y solo quiso hablar con mi madre. No pintaba nada, sentí que no era así que tenía mucho que decir. Si ella estaba allí, era a causa de los errores cometidos, yo podría yo… pero no se me permitió la entrada, simplemente se me dio una orden, la cual acaté.
Nos casamos, estaba embarazada. Nuestro matrimonio era una ilusión por mi parte, una reconciliación por la suya. Nunca más volvió a pasar lo de aquella noche, tenía miedo de volver a perderla, así que bajo el abandono escondí el abrigo del deseo, Amapola a su vez, se excusó con el embarazo o puede que en el despreció que sentía hacia mí. La culpa y el remordimiento es un pago demasiado alto.
No diré que aquello fue lo que esperé de un matrimonio, yo crecí en un hogar donde siempre existió el cariño y la muestra de él, por el contrario en el nuestro apenas se intercambian concisas palabra. Lo único que abracé con fuerza fue el regalo que me dio, mi hija. Me alimentaba del inmenso amor que sentía por ella, de la alegría de verla crecer, adoraba la viveza y consuelo que desprendía y mi alma se contentaba con aquello. Con el infinito afecto que completaba a mi solitario corazón. Era lo único que amedrantaba a esta efímera e insustancial existencia. Lo que no comprendía era porque nuestra hija no quería estar con su madre. Aquello fue lo que empezó a romper nuestra mentira, a ella, a nuestra pequeña Julia no podía culparla. Pero nunca se lo dije. Simplemente la distancia que había entre nosotros se amplió.
 



Los años pasaron. Durante una época quise creer que el tiempo curaría el error, que un día miraría a su hija y se enamoraría perdidamente de ella y quizás, solo quizás también lo haría de mí. Un sentimiento desesperado del que nunca se ha sentido querido, allí me encontraba. Frágil ante el inexistente atisbo de anhelo. Pero lo único que conseguimos fue alejarnos más. El yerro que sentí durante tanto tiempo se fue apaciguando y ante nosotros se manifestaron otros sentimientos, rencor y desconocimiento. En aquella etapa de descubrimiento al fin pude abandonar a la culpa. Empecé a darme cuenta de pequeños detalles, sonrisas que otros se ganaban y por el contrario las castas y ásperas miradas que a nosotros se nos ofrecía. Caricias veladas en escuetos saludos, que aguardaban más pasión del que nunca tuvimos. He de confesar que perdí el poco respeto que podía tenerle, odié los segundos de aire compartido y desprecié sentir que había sido una simplemente moneda, una oportunidad. Un iluso que creyó ser un monstruo.
Y el valor al fin me alcanzó.
—Amapola, tenemos que hablar. —Temblaba de miedo, pero esta vez no había ninguna mano que reconfortara. En realidad nunca la hubo.
—Ahora no puedo, he quedado que me recogería tu hermano, para llevarme… con tu madre. Ya sabes que los miércoles vamos al centro juntas.
—Hoy no irás.
—¿Perdona? —me miró después de meses sin hacerlo, con incredulidad, pero allí estaba, una mirada; lo que siempre deseé— No digas tonterías, me esperan.
—Hoy no irás —repetí— tenemos que hablar. Esto —nos señalé a ambos— no funciona, la realidad es que nunca lo ha hecho y ya no puedo seguir enamorado de una imagen proyectada, de esta mentira que hemos creado y de la culpa que me ha corroído durante diez años. Tú quisiste que aquello pasara, lo propiciaste. Nunca entenderé las razones ¿por qué? Dímelo.
—Tengo que irme, Fran me espera. —cogió el bolso a toda prisa, quería huir.
—¡No! —Grité y entonces lo supe, todo encajó. Todas sus sonrisas, sus palabras, sus gestos solo tenían un portador. Volví al pasado a aquellas tardes que venía a casa, las que creí que era por mí, los suspiros que lanzaba mirando hacia la casa. Todo se materializó. —Es de Francisco.
—¿El qué?
—La niñ… -No me dejó terminar.
—¿Qué? Cállate no digas eso. ¡Cállate!
Nunca comprenderé porque reaccioné con tanta tranquilidad, no entré en cólera ni arrebaté con todo lo que nos rodeaba, supongo que ante mí se liberó el remordimiento que tanto tiempo me había ahogado, por fin podía respirar y la condena de aquel niño que un día fui se apaciguó, se perdonó. Solo quería saber la verdad.
—¿Seguís viéndoos? —No contestó, pero su cara la delató.
—Dime entonces, ¿por qué no te casaste con él? ¿Por qué me engañasteis?
—Él… él no quería hacerse cargo y yo tenía miedo, ya sé lo que es vivir de un lado a otro, conformándote con cualquier cosa, y tú… tú me mirabas con añoranza, no podía, no quería…
—Entonces, solo se trataba de ti.
—Y el bebé, la niña merecía más de lo que yo tuve.
—¿Yo no merecía nada?
—Intenté quererte.
—No es verdad, no lo hiciste. ¿Por qué sigues con él?
—No fue inmediato, tardé meses en volver a aceptarlo. Pero es que yo, yo… le amo. —Ese fue el único momento en que la vi avergonzarse.
—Pero él no, te recuerdo que se casó con otra. —Fui cruel, pero la realidad era necesaria. Después de haber sido un peón, ni siquiera existía entre ellos algo que fuera real. Algo que merecería o justificara el dolor de otros.
—Sé lo que soy para él, pero igualmente lo acepto. —Le caían las lágrimas puede que por verse descubierta o porque todo ante ella se desmoronaba. Pero en ese punto solo veía que ya no era mi responsabilidad y lo sentía, pero durante todos estos años no tuvieron ningún reparo o lástima de lo que pudiera sentir.
Temí que esperara que todo siguiera igual, lo nuestro nunca existió y lo único que me importaba era la niña, mi hija, porque sí lo era, desde el momento en que me enteré del embarazo.
—Esto se ha acabado, si así me lo pides y por respeto a nuestra hija Julia, no explicaré las razones. Puedes ir a vivir y hacer con tu vida lo que quieras, pero no seguirás bajo este techo, tú lo has dicho; la niña merece más de lo que tú tuviste. Ahora eso sí, cuando veas a mi hermano dile que no quiero que volváis a acercaros a nosotros.
—¡Por favor! No digas eso, yo, lo haré mejor ahora. Cuidaré de ti y de la niña te lo prometo, pero no me dejes. —La realidad del futuro le sobrevino con ansiedad.
—¿Qué no te deje? ¿Cuándo hemos estado juntos? Una sola noche. De la que obtuve una penitencia de dolor e ignorancia, me hiciste creer que había cometido una atrocidad. Ya he pagado ese precio, Amapola. No estoy dispuesto a aceptar nada más. Pudiste decirme la verdad, no hubiera permitido que te quedaras sola. Pero tu elección fue someterme y maltratarme haciendo creer  lo peor. Y no solo eso, ¡joder! Es mi hermano. ¿Crees si quiera que quiera o pueda estar cerca de ti? Vete y te prometo que te seguiré respetando como la madre de Julia. Pero no te atrevas a pedir nada más. Nunca. —Se marchó.
No he vuelto a saber de ella, no se quedó en el pueblo, supuse que mi hermano se desquitó y la volvió abandonar a su suerte, para Francisco estar con Amapola nunca fue una opción. No le importó que ella lo antepusiera ante otros. Ante todo. Que su amor hacia él fuera de renuncia a los demás. No he vuelto a hablar con mi hermano, el egoísmo tiene diferentes capas, en él descubrí demasiadas, dudo que un día pueda perdonarlo. Nuestra hija dejó de preguntar por su madre a los pocos meses, los lazos que creó con ella fueron frágiles, nunca supo proveer y recibir amor. A veces me pregunto si es que no le enseñaron lo que significaba el amor, luego al revivir el tiempo que pasó con nosotros comprendo que confundió lo que éste simbolizaba. Por eso solo espero que allí donde esté, sepa cuidarse y valerse por sí misma. Ya no puedo guardarle rencor.
Han pasado muchos años, los recuerdos se entremezclan en este hoy, donde mi pequeña Julia cumple veintisiete años, es una mujer inteligente, independiente, amable y cariñosa. Estoy orgulloso de ver en lo que se ha convertido, pero sobre todo agradecido, porque ella, mi querida hija, ha roto ese círculo amargo donde el egoísmo residía con fuerza e imposibilitaba amar correctamente.
 

martes, 18 de septiembre de 2018

El top cinco de los paradigmas




Hay tantos tipos de persona como de clientes, así que he decidido que hoy voy a hablaros de estos últimos. Siempre desde el cariño, pero en clave de humor y con la exageración por delante, bueno, a veces la vida en sí es tan dramática que no es necesario ponerle mucho aliciente. Pero recordad que esta entrada está hecha con mucho afecto y para reírnos que en la época que vivimos buena falta nos hace. Y sobre todo es para aquellos que trabajan cara al público, todo mi apoyo; es para vosotros:


El ansiosito

Este suele ser un perfil muy peculiar así que lo mejor será representarlo: 

<Suena el teléfono> son las 8:59h 

—Buenos días, ¿dígame qué necesita?
—Soy___, necesito que___ me llame. Es muy urgente, tengo que obtener repuesta hoy mismo.
—Muy bien, no se preocupe en cuanto le pase nota a___, le llamará. 

Te dispones a colgar el teléfono mientras vas apuntando los datos de la llamada, cuando… 

<Vuelve a sonar el teléfono> 30 segundos más tarde. 

—Buenos días, ¿dígame qué necesita?
—Soy___, tengo que hablar con___.
—Disculpe, ¿usted no acaba de llamar hace un minuto? —La cortesía aunque a veces es complicado retenerla nunca debe perderse.
—Sí, y todavía no me ha llamado.
—Bueno, si, lo sé; no se preocupe tengo que pasarle la nota. Hoy sin falta se le proporcionará la información. 

No te da tiempo si quiera a mirar a la compañera para decirle, qué le pasa; que vuelve a sonar el teléfono, como ya te hueles que será la misma persona antes de cogerlo miras la centralita. Bingo, es ese número. Así que ya con un tono un poquito más agrio porque no puedes pasarte todo el día jugando a ese juego te diriges directamente a él. 

—Disculpe Sr.___, tiene que dejar un margen de tiempo para que avisemos a___, sino es imposible que se le pueda comunicar su reclamo. Estése tranquilo, hoy mismo le llamará.
—Pero es que es muy urgente, tengo que hablar con___.
—Lo sé, y lo hará; será precisamente___ quien le devuelva la llamada, no se preocupe. 
 

El don't worry be happy

Este suele ser un perfil que pasa bastante de todo, la vida hoy por hoy o por lo menos lo que viene a ser en el sector donde trabajo funciona a plazos, es decir hay días del mes que existen obligaciones que si no se cumplen pueden generar problemas, feos; horribles. Pues bien, este tipo de cliente está por encima del bien y del mal, no suele gustarle mucho que lo aprietes o le requieras documentación y si lo haces siempre te engaña con el —mañana mismo te lo envío— que es sinónimo a —espera un par de semanas, pero recuerda: tienes que ir detrás de mí e ir requiriéndomelo, necesito de esa atención— Una vez por fin te lo trae, a último momento; porque no podía ser de otra manera su comportamiento inicial varia. Desconozco las razones posteriores que lo impulsan a comportarse de ese modo, pero se transforma del doctor Jekyll al señor Hyde, al cabo de un par de horas te está pidiendo el resultado. Más bien lo exige. Allí es donde no sabes si reír o llorar, lo que si atesoras es la ansiedad del primer perfil.
 

El de la duda irrisoria

Este tiene un poco de los dos anteriores por una parte durante toda la semana ha pasado de ti, pero un viernes antes de que te marches para casa y puedas disfrutar del ansiado fin de semana, se le enciende la lucecita y te envía una consulta. Por tu parte, sabes que no deberías abrir el correo 2 minutos antes de irte, pero tienes que hacerlo, sino no te irás con la tranquilidad del trabajo de la semana finalizado. ¿Y qué te encuentras? Pues con nada más y nada menos que un correo de carácter urgente y una nimia pregunta, sin importancia vamos, cómo podría ser un problema matemático todavía no resuelto y claro, necesitas revisarlo con un argumento sólido, entendible y correcto. Es decir, que te acabas marchando mucho más tarde.


 

El ególatra

Todos precisamos de atención, todos. Es algo que en mayor o menor escala el ser humano necesita. Luego está este otro tipo de perfil y es el que lo necesita más que respirar. Suele oler cuando te encuentras en una situación complicada, como puede ser que estés en ese momento sola con varios frentes abiertos; porque la compañera está realizando gestiones, o quizás estés confeccionando un envío importante y cruzas los dedos para que la página no caduque o se bloquee. Entonces cual urraca acechadora, ¡zas! Aparece. Y da igual las veces que le digas, <disculpe> <un momento por favor> <ahora mismo lo atiendo> eso no lo limitará o sentirá lástima de ti, no, todo lo contrario le proporciona alimento y más ganas de seguir en su hazaña. En ese momento simplemente eres comidita para su estómago, quiero decir; ego.
 

Y el VIP

Este es el mejor de todos, le tengo una estima casi reverencial. Es un tipo de cliente que lo lleva todo al día, a tiempo; correctamente. Siempre atiende a tus reclamos que al final son los de él, sin ningún problema. La verdad es que son de un motivador que gratifica y que regala suspiros de agradecimiento. Como en la vida misma cuando alguien te saluda, te da las gracias o pide por favor. De esos.
 
Aunque para ser sincera se les quiere mucho a todos, porque como en las familias, siempre tiene que haber de todo un poco, eso marca la pauta y la diferencia. Bueno, a los ansiositos no tanto, la verdad.

Y vosotros, ¿os habéis cruzado con alguno de ellos? ¡Oh, no! Por favor, no me lo digáis, ¿sois uno de ellos? ;)
 
 

jueves, 13 de septiembre de 2018

Reseña: Irreal, como la vida misma - Josep Mª Panadés

A ver, cómo empiezo con esta entrada… bien, recuerden chic@s que reseñar no es lo mío, para esto y no hay más prueba de ello y es que las lecturas que he tenido en estos últimos dos años podría decirse que son recomendaciones de otros blogs, buenísimos por cierto ¿cuáles son? Pues fácil, los encontraréis a la derecha; allí, sí, sí; no hay pérdida, si los seguís seguro que no falláis en elección. Pero de ahora en adelante voy a permitirme el descaro de reseñar algunos libros de amigos y compañeros, ya lo hice una vez y tan mal no salió. Engañadme si es necesario, ;)

El autor de este libro no es otro que nuestro querido compañero JOSEP Mª Panadés, ¿dónde lo encontramos habitualmente? En su blog: http://jmretalesdeunavida.blogspot.com/, allí podréis disfrutar de relatos cortos y largos, aunque no se limita solo a eso, no, no, eso sería demasiado práctico y sencillo; también da otras opciones de lectura en su otro blog: http://jmcuadernodebitacora.blogspot.com/, donde encontramos reflexiones y vivencias personales.

Y ahora sin más dilación y con el libro entre mis manos os comento lo que sentí al leer su obra. Si hay algo que me gusta de un libro es sentir que los personajes son mundanos, que la historia que se está fraguando entre líneas tiene una parte de posibilidad. La sensación de que se abre un mundo de acontecimientos y que ese personaje y su comportamiento son sinceros, que se puede vivir a través de él y dentro de la ficción del relato (esperemos  que muchos de estos argumentos no sucedan) se perciba que el escenario tiene un porcentaje de casualidad, de vida. Supongo que es una manía personal, pero los matices y el fondo de las personas es algo que me apasiona. Y eso es justo lo que sucede en estos 55 relatos, uno puede ver y vivir por y para los personajes. Concebirlos cercanos, probables. Pero como no quiero desmenuzar las historias y soy muy capaz de ello, me limitaré a poner un fragmento; ya que últimamente ando aprisionada en el afán introspectivo lo he releído en varias ocasiones, si os parece en cuanto lo localicéis decid el título.

<<Se siente extraño, muy extraño, como si sufriera un desdoblamiento, no sabría cómo explicarlo. Es como si lo estuviera viendo todo desde fuera, de una forma extracorpórea, como si su cuerpo y su alma se hubieran separado por un momento y fuera ésta la que estuviera visionando, desde otro plano, la película de su vida>>

¿Lo veis? Como para no continuar leyendo.

Ya para terminar comentaré que lo mejor de leer relatos, es que cada historia es diferente a la anterior, por lo que es idóneo para hallar el final en cada capítulo; sobre todo si uno es un poco ansioso y cuando le gusta mucho un libro no puede parar hasta saber qué sucede. Esto nos permite más horas de sueño, todos en algún momento hemos perdido muchas de éstas. ¡Por un dormir, digno!

Así que lo recomiendo fervientemente. Cada relato contiene el sello indiscutible de Josep Maria, en ellos encontramos: drama, terror, suspense, romanticismo… Un gran abanico de géneros y sorprendentes giros que no esperamos. El del párrafo nombrado así lo demuestra... ya tenéis ganas de saber la razón, ¿verdad?




Por cierto, ¿a qué huele? Mmmm… ¡vaya! Ya me habéis pillado con el mazapán en la boca. Las navidades están a la vuelta de la esquina, ¿qué mejor regalo que un libro? Nada, de nada.


martes, 4 de septiembre de 2018

La hora del dolor

 


Fragilidad que se ampara en el desconsuelo. Aguarda salvaje, solitaria en el destierro de los sentimientos convulsos, ocasionados por la sutileza de la dejadez. Incomodidad que alumbra como una muestra contaminada del pasado. Sonrisas que se desnudan a destiempo, nostalgia de abrazos que difieren cautivos, perdidos. De aquél, aquél.
 
Aviva la mentira, subsiste entre calcomanías, en la hipocresía de los gestos que se alimentan del miedo. Ése que un día apareció y por alguna extraña razón ni quiso ni dejó que se marchara. No reniega de él, a veces le agradece las respiraciones que le concede; pesa, pero forma parte de este ahora indescifrable donde la culpa y el remordimiento le muestran lo que es. Una emoción perpetuadle, inanimada. Un triste holograma. Ser, sentir, perder; no, esta opción ya no existe. La comodidad quedó relegada e instituida como un mal hábito. Se estableció en un bando donde la ofensa quedó dilapidada.

Agudeza del destierro, pávida sombra. Un susurro, un canto a la niñez que recuerda la viveza y se adentra en un punto de no retorno. A aquél, aquél. Sueños lucidos, pesares sosegados en el silencio de la vergüenza. Hoy vuelve a mirar donde la oscuridad ansía con demora y lo que encuentra es el mismo eco desconsolado que nunca tendrá mañana. Que se abriga en la penumbra del llanto y vierte sin ternura su inquietud. Resguardada por la candidez de las consecuencias sigue siendo ese aquél inacabado.
 

lunes, 16 de julio de 2018

Una pequeña parada técnica, y vosotros ¡Gracias! ;)

Esto no es un cierre, no por favor, lo sé, sí, soy una dramática pero no me voy, que no, que no. ¡Palabra! ;) Pero como veréis ni siquiera he colgado nada en el blog durante unas semanas, os he estado leyendo (a los que nos os habéis marchado) pero se me ha complicado un poquito el trabajo (y lo que viene después de este) y no dispongo ni de mi rato de la comida para conectarme y leeros, así pues; vuelvo en un par de semanas que todo volverá a estar más tranquilo (mente ultra positiva) y así os podré disfrutar en condiciones. Agosto ven a mí, te necesito, :)

Besos y abrazos, vuelvo en nada; un pestañeo que ni se notará y os comento de nuevo.

Gracias por todo, nunca pensé que crear un blog fuera esto, siempre lo digo (soy así de pesada) pero es verdad. Sois hermandad, aprendizaje y manos. Muchas de estas.
 

martes, 26 de junio de 2018

La sombra del recuerdo

Aguarda entre la bruma de aquella inhóspita y desencantada sala. Desconocidos sonríen sin comprensión, la soledad les aprisiona en su cerco. Quebranto del llanto y su desconsuelo que se desvanece entre posibilidades que fenecerán al alba, pero no importa, no. Ilusión pasajera, demorada por el fútil mañana sin nombre. El desahogo les prestará las alas para continuar. Mentiras e indigentes conversaciones, bálsamo para este tiempo que demora en segundos perdidos, copas y pausas mal asimiladas. El presente es lo único que les queda. Todos los movimientos obtienen la respuesta buscada. No hay sorpresas, es un camino conocido. La medida es la única regla a seguir. Allí solitarias almas esperan la señal. Una mujer cabizbaja, el pelo le tapa gran parte de la cara, pero se intuye un perfil agradable. Está sola. Y parece que nadie más que él se ha dado cuenta de ese detalle. El molesto humo de un cigarro hace bizquear a nuestro perspicaz caballero. Parpadea y ya no está. —No importa­— Puede tomar otra copa, lo percibe; hoy es su noche.




Un misterioso sonido lo dirige hacia la antesala. Ella, sí; su suerte de la noche. Un viejo tocadiscos que conoció de otros tiempos, despierta de su abandono con un leve gruñido; óxido, como todo lo que les rodea. Suenan los acordes de Floyd Lee y su desgarradora voz. Es entonces cuando empieza la íntima danza, lánguidos movimientos, cadencia, sensualidad que se pavonea. Solos, los dos, nadie más puede admirar la belleza de ese momento. Ella se gira y lo mira, sus ojos; brillan bajo los focos de la oscuridad y él como si de una fuerza inexplicable tratara se acerca fascinado. 

Hola muñeca, te vi sola; en aquella mesa. —Señala la dirección. No hay esfuerzo, ni tampoco pretensión.

—Lo sé —asiéndole del cuello le susurra—No hablemos, hoy no; por favor. Muévete cariño y si te portas como yo espero, te prometo que esta noche nunca la olvidarás.  

Durante minutos solo se escucha la música, movimientos rítmicos, respiraciones que ansían su fin. La palabra aquí no ampara el recuerdo del todo, no es necesaria, ni útil. De repente es consciente de su suerte y la rectitud del miedo lo abriga con fuerza, los demonios son celosos, merodean en la inconsciencia, desalentados, truncados, acechan en la viveza y corroen en desapego, no puede perder esta oportunidad.  

—No vivo muy lejos. ¿Te apetece tomar la última copa en mi casa?

—Tienes mucha prisa. Estoy bien aquí, no debes preocuparte, yo ya te escogí; no iré a ningún sitio sin ti. 

No le preocupa que pueda leerlo con tanta facilidad, con un suspiro se recupera, mudando del malestar y conquistando de nuevo a la fortuna. Pero no lo entiende. ¿Por qué esperar? Desea besarla, acariciarla, tocarla y no lo hará en presencia de otros. Eso le pone nervioso. Hace muchos años que se siente así; perturbado, desubicado, solo.  

—Hace demasiado tiempo que estás aquí. —Le dice.  

Debe estar perdiendo facultades, no puede permitirse ser tan transparente, nadie debería verlo tan de cerca, ni saber quién es, sus pensamientos le pertenecen. Su oscuridad no es compartida.  

—Quizá, pero contigo sé que lo olvidaré todo. 

Con una risa le hace saber que no puede engañarla, que poco importa lo que diga o haga, ella está allí por las mismas razones. 

—Entonces, ¿por qué te engañas?

—No te entiendo, ¿qué quieres decir?

—Ya lo sabes. —Exhala pesarosa.

—No dime. —Algo le dice que no debería insistir.

—En fin, creí que esta noche no sería como las otras. ¿Lo recuerdas? Si, lo haces. No sé porque siempre lo niegas, nuestra justa sentencia. Cada madrugada lo rememoramos y más tarde simplemente desaparecemos. Nadie nos recuerda, no existimos, somos una pesadilla de un tiempo que se perdió entre sombras, con mentiras y angustia, un mal pensamiento. Estamos predestinados a revivir la misma escena una y otra vez, hasta que nos perdonemos y sabemos que eso nunca, nunca sucederá. Así que Carlos, hazme un favor; hoy no hablemos, por un instante solo quiero bailar.

—¿Cómo sabes mi nombre? ¿A qué estás jugando? ¡Suéltame! ¡Suéltame, joder! No sé de qué hablas. Te he dicho que me sueltes. Estás loca, ¡loca!

—Shhh… tranquilo, ya empieza. Atento, reconoce lo que hicimos.

 


La entrada del primer rayo de luz los volvió unos espectadores, ante ellos se proyectó a dos jóvenes que entraban en el bar, iban armados, sin ninguna lógica ni razón empezaron a disparar a todos los parroquianos, reían, chillaban, disfrutaban de la masacre, pero cometieron un error; una bala fue directa al conducto de gas y lo hizo explosionar. En ese momento la secuencia se precipitó, el crepitar del fuego lo corroyó todo a su paso, los gritos fueron la única seña de un tiempo en el que existió vida. 

—Hasta mañana querido amor, espero que llegue el día en que podamos decirnos adiós. 

  
Relato presentado en el: , concurso literario mensual.
 

martes, 19 de junio de 2018

La fragilidad de los peludos

Hoy os quiero hablar de mis chicos. Y he pensado que la mejor manera es que sean ellos los que muestren y expliquen su historia, o lo que yo percibo; porque muchas veces cuando les hablo (sí, lo hago) me miran muy raro.


Si os fijáis dos de ellos son perros de caza; no es su caso. Estos animales son criados para un único fin y si no cumplen su propósito, muchos serán olvidados y/o maltratados.
 

La podenca vino a vivir con nosotros hace diez años, el día de todos los Santos. Allí donde las haya es una líder ingobernable, mitad perro, mitad gato, mitad ratona —si os contara sus batallitas veríais que completa— a parte tiene una enorme fuerza interior; eso incuestionablemente la convierte en la jefaza del grupo. No hay quién se atreva a toserle en la oreja sin que le haga saber que eso está muy mal, que la educación es lo primero. En aquel momento tenía sarna, es una enfermedad que afecta a la piel y no solo es por la gravedad de la misma, sino que es muy contagiosa. Imaginad las camadas que terminan infectadas y qué pocas serán tratadas. Era una perrita enclenque, llenita de clapas por todo el cuerpo, su confianza estaba muy dañada. Si te acercabas, se alejaba. Nos costó muchos meses ganarnos su afecto. Estaba tan falta de todo, que tenía los cuatro colmillos, ni siquiera se le habían caído los de leche. Ahora después de tantos años sigue siendo independiente, porque es la marca de la casa, pero de vez en cuando algún abrazo sí le robo.
La segunda en llegar fue Vilma, una bulldog muy cariñosa y obediente. Le encanta comer y dormir; digo yo, que como a todo el mundo. La historia de ella es la más dulce de los tres y eso nos suaviza al resto, sobre todo por sus ronquidos y ruiditos extraños. Llegó un día por sorpresa, me la trajeron al trabajo a primerísima hora de la mañana y tuvo que pasarse bastantes horas allí, porque yo resido un poco lejos y no podía hacer el viaje de ida y vuelta y cumplir con el horario.
A veces hace carotas como si estuviera enfadada, pero nada más lejos de la realidad, lo que le pasa es que es muy pensadora. Es la más dependiente del grupo y por eso aunque ya tenga sus añitos, la seguimos tratando como a una cachorrita.

Y el último de la fila, ah no, perdón; mi pequeño vagabundo, un Terrier Alemán. Otro que llegó sin esperarlo, porque sí, los tres son un valioso e inesperado regalo. Suerte la nuestra. Fue en Semana Santa del año pasado. En la zona donde vivo se caza el jabalí; yo cuando lo miro siempre pienso: éste pobre, ¿qué iba a cazar? ¿Qué? La cuestión es que él debió pensar lo mismo y por eso según me dijeron; no servía. Es muy poquita cosa, también le costó un tiempo adaptarse a su nueva vida, gruñía como modo de expresión —si estaba dormido tenías que ir con cuidado— A las otras me las tenía un poco mordiditas, pero muy conciliadoras lo aceptaron y no se lo tuvieron en cuenta. Desde fuera parecía un animal agresivo, pero la realidad es que tenía miedo y ese era su escudo. Ahora todo aquello es pasado y se parece más a un peluche recién sacado de la lavadora, como dice mi ahijada, ¿qué hace pelucón? 

La razón de esta entrada es que se acercan las vacaciones y con ello aumentan los abandonos. Hay que ser responsable, crear más conciencia sobre este hecho; no son un juguete, son seres nobles, cariñosos, inseparables, con un amor tan inmenso que emociona. Da igual las veces que salgas y entres de casa, como si es cada diez segundos siempre te recibirán con alegría. No comprenden los enfados y si lo miráramos bajo su prisma y aprendiéramos un poco de ellos, tampoco lo haríamos. Son una pócima mágica, si algún día estoy enfuruñada solo con pasar un minuto con ellos ya se me ha olvidado, ¿enfadada yo? Nunca.
Y lo más importante no entienden porque no estás allí, con ellos, NO, no lo comprenden. Y todos nosotros tampoco deberíamos.
¿Qué esperamos de la vida? Amor; y ellos sin ninguna duda, son la definición más fiel a esa palabra.