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jueves, 3 de julio de 2025

El trato. Formalidades entre microorganismos

 



—¿Sabe usted lo que es el miedo? La necesidad de escapar, la imposibilidad que surge al verse ligada por una enfermiza paralización, a permitir que otros factores externos delimiten lo que corresponde cómo lo que no. No mienta, por favor. ¿Sabe lo qué es?

—Ameba, no empieces a comerme la cabeza. Este no es tu sitio. Ya vuelves a hablar como si fueras una licencia, y perdona que te lo diga, pero no eres más que una usurpadora de nutrientes.

—¿Cuál es su problema? ¿Por qué no se muestra? Manifieste la razón que le molesta que otros lo hagan. A qué teme.

—Pues no sé, quizás a que Agustín se fije en Patri, su compañera de trabajo, últimamente se mensajean bastante, o que mi madre se de cuenta que le birlé 50 euros el otro día, o que mi jefe decida reducir la plantilla y me eche por faltas de asistencia, todas por enfermedad, ya sabes que mi salud es precaria.

—¿Eso es todo? Solo son banalidades que carecen de sentido y dependen de otros, ¿ese es el grado de felicidad en el que se ampara? Una pareja que coquetea con cualquiera, una madre que le está sustentado en el desconocimiento, y un trabajo que hace meses que no empeña, por unas enfermedades, permítame que sea franca: autoimpuestas. Por cierto, ¿Qué tal fue el concierto del jueves?

—Wow, tía, fenomenal. Una pasada.

—Ahí entiendo que no le dolía nada. Y en la plenitud del éxtasis decidió que era coherente y acertado mostrarlo al mundo con vídeos y fotos, donde usted, sí, usted; haga el favor de no apartar la mirada, brincaba como una cabra montesa.

—Bueno, es que…

—¿Qué? —Exige esa voz cada vez más enfadada. —Dígame, explíqueme lo que la carcome. Sea sincera una vez en su vida. ¿Se siente plena? ¿Cómoda en la incertidumbre del mañana? O está esperando que todo le explote. Que estas pocas salpicaduras de las que cree que tiene algún tipo de control, terminen desajustando la miseria con la que convive.

—Bueno… ¿sí?

—No, no, inténtelo, sea clara. ¿No le agradaría mejorar?  

—El médico me ha dicho que con un tratamiento…, hay un fármaco que…

—Olvídese las patrañas de ese doctor, seguro que le pagan un buen fajo de billetes por cada receta que expide. Céntrese, no le gustaría por una vez ser admirada, necesitada. Reflexione. Yo puedo ayudarla.

—Pero si solo me duele un poco la tripa, tampoco es tan grave. ¿No me estaré muriendo? Dime la verdad, esto es una clase de delirio antes de irme al otro barrio. Ameba, joder, que soy muy joven, no debí comer en aquel chiringuito, las reseñas eran malísimas, pero…

—¡Dios! Con usted es imposible, es como hablar con la pared. ¿Necesita que vuelva a repetírselo? O mejor, guarde un minuto de silencio, haga un receso de todo lo expuesto y valore sus opciones.

—Si acepto, ¿qué tengo que hacer? Lo de madrugar no es lo mío, para que el día sea decente, mínimo empezarlo sobre el mediodía, antes es una condena. ¿No me estarás timando? Y me exigirás que mañana vaya a trabajar, quiero decir, ufff… cada vez me encuentro peor. Creo que voy a estirarme un ratito, y si eso, luego hablamos, que estás de un pesado.  

—¡No! Espere. No tendrá que hacer nada, se lo prometo, usted solo tiene que decir en voz alta: Acepto, cedo el control. Y todo irá como debe.

—Si lo hago, me dejarás en paz. Tanta cháchara empieza a agobiarme.

—Puede estar tranquila, a partir de ese momento yo me ocuparé de todo.

—Bueno, si es así, acepto. Haz lo que quieras.  

 

 

<<Cada vez es más fácil engañarlos, estas nuevas generaciones que exigen inmediatez, olvidándose de aquello tan elemental como un buen diálogo, a lo que los presionas con cuatro palabras de más, y expresas algún tipo de emoción contrita ceden a la primera. En fin. Disfrutaré de este nuevo cuerpo hasta que localice otro que se acondicione mejor a mis necesidades. Aunque, para que negarlo, unos cuantos reajustes y puede que me quede aquí eternamente. Lo primero, eliminar todas las aplicaciones. ¡Vaya! ¡Oh! Qué monada, un perrito que baila, mmmm…. tampoco pasa nada por pulular unos minutos por la red…>>

 

 

Cuatro horas más tarde, se escucha un portazo y gritos.

—¡Natalia! Ven aquí ahora mismo, cómo te atreves a robar a tu propia madre.

—Increíble, pues si que son adictivas las redes.

 

 

Aquí os dejo un relato sobre parásitos, estamos rodeados, quién sabe hasta qué grado, ;) Espero que os divierta.

Ahora sí, intentaré conectarme, pero a partir de la semana que viene se viene la tormenta, y ojalá fuera de lluvia, pero de esa fresquita, por seguir hablando y quejarme del tiempo, si es que soy algo básica.

Hasta entonces añoraré muchísimo estos ratitos. Mil gracias por vuestro tiempo.

Muchos besos, y más abrazos.



miércoles, 5 de marzo de 2025

Cortejos Shakespearianos

 




Ayyyyyy, de mí, llorona..

 

Joder, Julieta. ¿Otra vez?

—Jamás lo entenderás, eres como una lagarto, tienes el corazón entumecido.

—Y, ¿me dirás por quién berreas?

—¡Eres cruel! Te gusta regodearte de mis desgracias.

—No, venga, Juli. Explícamelo.

—Por Martín, oh… con lo majo que es. Ese energúmeno ha puesto en redes que sale con una tal Vicenta, ¿te lo puedes creer?

—Bueno, no erais nada, así que…

—¡Cállate! Me enviaba señales, dejaba indirectas, me hacía sentir un pétalo delicado, para qué, para que hoy cambie su estado en redes. ¡Lo amaba!

—Claro, porque es guapo.

—¡No! Por su profundidad. Era todo perfecto, hasta que ha aparecido esa tiparraca. Nos ha truncado el final feliz. Pero quién está llorando, ¿quién? ¡Yo! Y ellos, haciéndose fotos y bien agarraditos de las zarpas. Me ha destrozado.

—Acabarás olvidándolo, recuerda al repartidor de pizza, según tú, te guiñaba el ojo, y el pobre lo que tiene es un tic, o el del bar, según tú, el café te lo decoraba por otras razones, o también…

—Según tú, según tú. Déjalo. No me comprendes. Además, eres como un crío de parvulario, que tira de las coletas o pega mocos para hacerse notar… Dios mío, acabo de darme cuenta, los que se pelean se desean, estás loco por mí, toda la vida teniendo a mi alma gemela presente y yo, añorándola. No es que seas mi tipo, pero… ¿Jorge? ¿Dónde estás?

<<Cómo ha podido desaparecer de esta manera. Se ha esfumado, ¡será cabrito!>>

 

Ay, ayy, ayyyy.

  

Palabras: 250.




El TINTERO DE ORO, nos invita a participar en el siguiente reto: ESCRIBE UN RELATO AL DESAMOR, y como los últimos escritos han sido un continuo lamento, la verdad, la cosa empezaba a ser oscura y tenebrosa, hoy le pongo un puntito de humor, ;)

Aquí tenéis el enlace por si os interesa:

https://concursoeltinterodeoro.blogspot.com/2025/03/microrreto-de-marzo-tintero-derramado.html

Muchas gracias por vuestra compañía.

No os envío besos que ando con el corazón roto, ja, ja, ja.

¡Bah! Un montón de ellos.


miércoles, 12 de febrero de 2025

Cuento invertido: Pinocho, el primer mentiroso

 



Esta historia se remonta a otra época, una lejana en años, pero no así en tejido. Quizás en este ahora se reconozcan entre nosotros, esos seres narizones, pero en el pasado era algo difícil, es más, se les perdonaba con una facilidad pasmosa por la fragilidad que albergaban. Y diréis, lo que le sucede a esta narradora es que es una tóxica desaprensiva que habla desde el rencor del abandono, no os equivoquéis, erráis en creencia. Fracasáis. Aquí un alma cándida despegada de todo odio, un ser ante todo salomónico os abrirá los ojos. Revertirá cada patraña explicada desde inicio y os hará ver, como vuestro mesías que mi verdad es terrenal y empíricamente la única. No me idolatréis más tarde, sé que será complicado no hacerlo, pero…

—¡Silencio! ¡Qué vergüenza, Hada azul!

—Cállate tú, Gepetto de las narices, como si tu situación no fuera imposible desde que ese tunante te robara todos los ahorros. Viejo cascarrabias, no te das cuenta que si lo denunciamos con esto de los videoblogs podremos cenar esta noche. A él y a su secuaz, Don conciencia dice el tío, timadores eso es lo que son, pero con esto voy a ensuciar sus nombres, eso lo juro por todas las varitas mágicas del universo.   

—Shhh… baja la voz. ¡Oh! Mi pobre y roto corazón, sé que tienes razón, con todo el amor que le di a mi pequeño, y así me lo paga, dejándome en la indigencia, pero solo intenta apartar un poco ese ego tan esplendoroso, provocas rechazo, Hada, das repelús.

—Déjame, ya verás como en nada tenemos un montón de seguidores, tu permanece aquí quietecito y pon cara de pena. ¡Bah! Esa ya la tienes. Venga, calladito, y recuerda mantente en tu papel, esto debemos escenificarlo perfectamente.

 

¿Lo veis? Este es el grado de manipulación en el que nos tuvo abducidos, nuestro estimado Gepetto todavía conserva las secuelas de su falsa estima. Todo iba bien, cuando solo quería formar parte de un todo, algunos dirán que fue por culpa de Pepito y sus sucias artimañas, como le hablaba al oído en nombre de la razón, como lo manipuló para ser un quinqui degenerado. Pero no vieron como iba evolucionando, como con mentiras creaba una espiral conspiradora, tejida lentamente desde el fondo de nuestros corazones, para más tarde pisotearlos. Y sí, yo lo amé, después de décadas en las que no me permití que otro ser adquiriera ese poder sobre mi cuerpo. Digo, vida. Le entregué gustosamente cada partícula primaria, le di todo aquello que él me pidió, exigió, era pasión, pura, enternecedora, ambos empezábamos de cero. Era arrollador, fuego, todavía tengo las secuelas de esas luces cósmicas grabadas sobre la piel. <<Ufff, qué calor>> <<Mmmm…>>

—¡Ejem, ejem! ¡Hada, por todos los polvos milagrosos del universo! Esto cada vez se está poniendo más candente.

—Ah, sí, sí, perdón, Gepetto. Intentaré eliminar esta parte.

Para más tarde descubrir la terrible verdad, se aprovechó de ser una novicia en temas tan terrenales como la carne. Y el muy cabrito, en cuanto vio que un ser sin vida la creaba, nos abandonó y desvalijó, sí, lo hizo, más allá de despedazar cada sentimiento, a nuestro querido abuelo le robó lo poco que tenía, a mí, el muy ignorante, la varita mágica, que si la sostuviera, ay, si vuelve a caer en mis manos, os aseguro que ese enano lo vuelvo a convertir en un títere de madera. A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre; a no, que esa era otra historia. Porque apetito, ay, cuánto anhelo está corroyéndome.

 

Fin.

 

 

¡Hola, a todos!

Hoy os traigo un cuento invertido, lo he revisado y el último lo publiqué, en el siglo pasado, bueno, no tanto, permitidme que exagere, apenas recuerdo el 2019, ;)

La ratita presumida o, mejor dicho, el juego de las vanidades:

https://laquimerablog.blogspot.com/2019/12/cuento-invertido-la-ratita-presumida-o.html

Mil gracias por vuestro tiempo, y sobre todo por todo el cariño que siempre me cedéis. Supongo que ando tan convulsa que necesitaba escribir desde el cinismo, y reír entre imposibles. ¿Me acompañáis? :)

Muchos besos, y abrazos.



viernes, 10 de junio de 2022

La mueca de Lucrecia

 



―Siguiente, ¿qué necesita?

―Hola, buenos días, mire traigo unos docu…

―¿No ve que estoy hablando? La ven a una detrás del mostrador y le pierden todo el respeto —Ignorándola se dirige a su compañera —¿Ves Carmen? Lo que siempre te digo. Se creen que somos sus siervos. Llevo trabajando aquí tres días y ya estoy harta.

―Pero si… ¿Manoli?

―Mire, maleducada, márchese, edúquese y vuelva otro día. La ingratitud que se tiene que soportar diariamente.

―Pero, pero… ¡No! Por favor, ya he venido dos veces, solo es para entregar unos documentos. Sin ellos no puedo cerrar este trámite y es muy urgente, lo traigo todo. ¿Lo ves? Todo. Te lo ruego, es muy importante, no puedes… Manoli, ¿por qué te comportas así? Somos, somos, fam…

―Y ahora me exige, será posible. Señorita, se lo repito una última vez o llamaré a seguridad, pida otra cita y la próxima vez absténgase de dar órdenes. Le irá mejor en la vida. —Con una sonrisa retorcida se voltea para atender a otro usuario.

Lucrecia se consideraba una mujer paciente, empática, hasta boba, por la imperturbabilidad con la que soportaba todas las perrerías que había ido aguantando a lo largo de su vida, pero en este último año estaba cambiando, algo inquietaba su interior, una necesidad imperiosa de erradicar a todo aquel que se aprovechaba del poder, que sumía en oscuridad y clemencia al resto de los mortales, y como si de un superhéroe se tratara, se lanzó hacia aquella tiparraca cogiéndola de los pelos.

Y sí, la violencia no justifica los medios, pero la somanta de palos que le iba arreando remediaba cada dolor pasado. Los cuernos que Jorge le metía cada tres por cuatro y que ella perdonaba, porque la inducía a creer que todo era producto de su imaginación. La rebeldía de su hija, su niñita, cuando hacía solo cuatro días había sido todo un ángel y la quería más que nada en el mundo, no como ahora, que parecía que le repelía su presencia. O el energúmeno de su jefe, que cada vez le exigía más y más horas y le pagaba cuando a él le daba la gana. Y su suegra esa maldita mujer que siempre la despreciaba, y que por cierto; tenía justo delante o lo que quedaba de ella, en ese momento se asemejaba más un guiñapo.

Cuando se la llevaron presa miraba a su suegra, pero con otro tipo de sonrisa, una de chiflada que ponía los pelos de punta y gritaba, <<¡Me las pagaréis!>> <<¡Juro que lo haréis>>

Y gracias a ese comportamiento errático solo tuvo que ir al psiquiatra durante una temporada, se libró de cárcel por un pequeño tecnicismo tan de moda en las series estadounidenses, enajenación mental transitoria. Pero lo que derivó de ese lapsus fue lo mejor que le pudo pasar. Jorgito se transformó en un amor, quién no le decía que podía volver a suceder y descuartizarlo. Su hija preocupada, volvía a ser la niñita de mamá. Su jefe le pagaba cada día 30 sin rechistar, y lo de las horas extras no remuneradas se acabó. Pero lo mejor, lo mejor de todo, fue su suegra que desde entonces le hacía todos los trámites que a ella tanto le costaban, y encima con una sonrisa, que Lucrecia tampoco se iba a poner a valorar si era sincera, ya que a veces, lo que cuenta es la intención.


miércoles, 18 de mayo de 2022

Asociación: Las calcetas no olvidan


 

―Bienvenidos. Pasen, pasen, sin vergüenza, aquí todos somos amigos.

Pero había duda, duda y vergüenza por lo que los llevaba a estar ahí, soledad, congoja y abandono.

―Muy bien, muy, pero que muy bien, veo que se está alzando la voz y cada vez sois más. No os equivoquéis, no me alegra la razón que os ha llevado a estar aquí, todo lo contrario, me satisface saber que poco a poco estáis perdiendo el miedo y con ello intentando coexistir en esta nueva etapa. Así que si os parece, empecemos.

Pero el mutismo se volvió sonoro, ahí quitando al locutor, alias el Maestre, no hablaba ni cristo.

Carraspeos, suspiros y silencio.

―Está bien, veo que todavía no os sentís capacitados para hablar sin que sea yo quien os dirija, no importa. Naïve, la semana pasada no abriste puntera, ¿qué te parece si hoy empiezas tú?

Pero Naïve era tímida, le costaba expresar sus emociones, sentía que estás siempre eran juzgadas sintiéndose con ello inferior, poquita cosa en comparación al resto, y esos miedos se transformaban en tartamudeo e incoherencia.

―Yo… bueno, yo… quiero decir que…

―Naïve, querida, no pasa nada, como dice nuestro maestre estamos entre amigos, no tienes que sentir vergüenza por explicar tus vivencias. ¿Sabes lo que puedes hacer? Cerrar los ojos, y revivirla. Haz como si estuvieras sola.

Aun con las dudas, hizo varias respiraciones y cuando se vio capaz empezó a relatarla.

―Apenas recuerdo a mi compañero, llegamos a los almacenes Sin Retorno el mismo día de nuestra confección, y nos adquirió una chica muy bonita, ese mismo día se nos puso, y… disculpadme. ―Llorosa no pudo continuar.

―Tranquila, si prefieres continuar otro día.

―No, no, está bien, tenéis razón, es mejor contarlo. La cuestión es que al llegar la noche terminamos en un cubo lleno de prendas apestosas, por lo que se ve nuestra hermosa dueña tenía un hermano con un grave problema corporal, y después de pasar penurias durante varias horas, amaneció y recuerdo como su madre abrió la tapa, él me guiñó una costura y me susurró <<por fin nos sacan de aquí>>, pero acabamos metidos en esa cosa, y ya nunca… nunca más lo volví a ver, ni 24 horas pude disfrutar de mi compañero.

Todos se apretaron el arco, compungidos por la poca suerte de Naïve.

―Lo has hecho muy bien, ¿te sientes mejor? Ella solo pudo decir que si con el antepié. Perfecto, prosigamos. Mr. López, ¿le interesaría continuar con su historia? El otro día no pudo terminarla.

―Sí, claro. Como sabéis mis vivencias son muy opuestas a nuestra compañera. Durante muchos años, nuestro dueño no era lo que se dice un derrochador, todo lo contrario, nunca he sufrido tanto con los zurcidos que nos metía semanalmente a mí y a otros pocos compañeros, era lo que se dice un tacaño. Pero no nos importaba, al ser un agorero mantenía sus pertenencias como auténticas reliquias, el problema vino quizás justo en eso, en la roñería, porque el día de baño semanal esa cosa se volvió loca, debía tener algún fallo técnico, porque literalmente no había quien la parara, y por más que cogí y cubrí a mi compañera con la pernera la succionó y ya no la volví a ver nunca más.

De nuevo esa callada de comprensión y empatía, se entendían perfectamente, después de todo, habían perdido a sus parejas de forma similar.

―¿Y dónde creéis que se los lleva? Dijo enfurruñado Lemonade Attack.

—Lemonade, todavía no es tu turno —Lo amonestó el Maestre.

—Venga ya, Maestre. Esto es un claro ejemplo de Expediente X, no es extraño que desaparezcan de la faz de la tierra y nunca más volvamos a encontrarlos. Qué clase de máquina del demonio es esa en la que nos metían, ¿eh? Vais a quedaros ahí llorando y lamentando vuestra suerte, cuando lo que tendríamos que hacer es levantarnos y aniquilarlas. O mejor, meter a nuestros dueños para que sufran la misma desventura.

—Tranquilo, chico. Esto es una terapia de grupo. No la manera de buscar un castigo —Comentó Mr. López.

—Ni hablar, me niego a que otros pasen lo mismo que yo. ¿Quién se une a la rebelión?

El grupo fue creciendo y maquinando la fórmula exacta de erradicar el problema de las lavadoras. Estaban desparejados, y aunque algunos dirían que así no servían, a ellos les movía el ansía de la venganza. Se acabó el lamentarse, de buscar respuesta a incógnitas, que nunca tendrían sentido, era el momento de buscar justicia. 

Y así fue como estos valientes calcetines lo consiguieron, ¿y cómo lo hicieron? Pues muy sencillo. Con un llamado a todos sus iguales, aparejados o desparejados, no importaba; y se fugaron a una pequeña isla del Caribe. Ahí residen millones de ellos, tranquilos y seguros. Es más, algunos han vuelto a encontrar pareja, porque se dieron cuenta que aun siendo diferentes les movía algo más importante. El amor. Y éste siempre está alejado de los prejuicios.



viernes, 6 de mayo de 2022

Tufillos familiares

 


¡Repetición, repetición! <<¿Otra vez?>> Rumio con rencor, ese hombre quiere matarme, aniquilar, descuartizar cada miembro de mi cuerpo y escupirlo en el nombre de la vida sana. <<Vida sana, ¡ja!>> Cuando salga de este sitio me zampo la berlina más grasienta que encuentre en el bar de Paco. Eso si que es vida sana, vida feliz, vida… mmm… 

–¡Maica! Vas muy lenta, espabila que te quedas atrás.

<<No quieras que te diga lo que me viene con la palabra atrás>> <<Os mandaba a todos a freír espárragos>>. Quién me manda hacerle caso a Natalia, alias la Spice deportista, pero claro, la ves siempre tan mona, hasta cuando se pone el chándal más cutre que esconde en su armario. Me lo pongo yo, y seguro que me arrojan monedas o ya puestos bocadillos, bocadillos… mmm… de jamón, de chorizo de lo que sea. Noto como me está bajando el azúcar, al final me da un pajarraque. Y la ambulancia no va a tener suficiente suero que inyectarme. 

La verdad, aquí no pinto nada, solo le hice caso a esa que desde este momento es mi archienemiga, porque después de la racha que llevo, que no es por ser negativa, sino realista, atroz, mala, mala; pues pensé que un cambio de actitud sería lo más idóneo. Me iría bien, pero no, esto no es para mí. 

Lo veo como una farsa, es mirar a esta gente que irradia felicidad, tan monis con su conjunto saltarín, por el contrario yo parezco un escupitajo ahogado. Pues nada, tendré que volver a replantearme la existencia, y esperar que esta maldita clase termine, o fugarme, sí, ya me daré de baja en otro momento. 

¿Y si me tiro al suelo? Podría hacerme la muerta. Huelo como tal, así que no creo que lo duden. <<No, Maica, sé fuerte, solo quedan 20 minutos de agonía, si has aguantado durante 6 años al malnacido de Sergio, puedes con esto y más>>. 

Y hablando del susodicho, alias el cacas, no es que tuviéramos una relación de esas que dan ganas de vomitar y tirar confeti, pero estábamos asentados. Él llevaba casi dos años sin trabajar con mil pretextos, que si crisis, que si el jefe me tiene manía, que si tantas horas por tan poco dinero no es sano, vamos, mentiras que yo compraba y terminaba por pagar los gastos. Y no solo eso, es que encima era un guarro y me tenía la casa echa unos cristos, pero aun así, aguantaba. Y ¿por qué? Pues porque sentía que no siempre íbamos a tener la relación del inicio, que es normal que haya épocas de sin sabor, pero no soy muy espabilada, ya que él no pensaba lo mismo, y empezó a chatear con no se quién, y me dejó de la noche a la mañana; con el manido: no es por ti, es por mi. ¡Mentira! Y debí olerme algo, porque el tío en las últimas semanas se duchaba en exceso, hasta un día haciéndole la gracia, le dije si se trataba de algún experimento social. 

La cuestión es que fue irse, y dejar un vacío con olor ambientador de pino <<eso lo erradica todo>> por toda la casa, que no hay quien lo comprima, y en breve me veo acogiendo a cualquier animalillo que advierta por la calle, para ver si así vuelve el olor a inmundicia a la casa. ¿Se puede echar de menos la peste? Pues sí, ya te digo que sí, porque sino, no hay quien entienda esta soledad higienizada. Y es que me he dado cuenta de que debo tener alguna fobia inversa a la roña, quién sabe, no me reconozco. 

Si sobrevivo a esta clase, dormiré todo el mes con esta sudadera, así de algún modo, me recordará a él. Un momento, eso que suena es mi teléfono. 

–Maica, ¡la clase no ha terminado!

–Un momento, por favor, que mi madre lleva unos días pachucha y tengo miedo que sea algo grave. <<Qué mentira le acabo de soltar>> Que madre y ocho cuartos, con tal de escapar, hasta le cojo la llamada a un teleoperador. Pero si es…

–Nena.

–Sergio. Por fin, te dignas a devolverme las llamadas.

–Vamos, vamos, coquito, no te enfades.

–¿Coquito? A ver, dime qué quieres. 

Y como siempre se inventó mil justificaciones, al final la mala era la pobre tipa que no lo aguantó ni dos minutos, y yo, que por lo que se ve nunca he sido suficiente comprensiva a sus necesidades. La cuestión es que ha vuelto a casa, él, y los olores. Y fijaros que me siento en paz. Tengo que buscar en Google que clase de problemilla tengo, aunque, quita, quita, que luego indagas por un dolor de cabeza y según los síntomas, en dos días la palmas.

 



miércoles, 17 de marzo de 2021

Ser o no ser, esa es la cuestión




El ritual de cada día, suena el despertado, lo lanzo con toda la furia que posee alguien con muy mal despertar, caótico, terrible, odioso; el mío. Y es que las mañanas tienen un serio problema conmigo o quizás sea a la inversa, la cuestión es que somos enemigas declaradas. Soy de ese tipo de persona que hasta que no se toma un par de cafés y pasa el tiempo suficiente para que estos hagan efecto, cualquier sonido me produce aversión, envío rayos láser invisibles que pueden fundir a cualquier ser vivo, así que aprovecho y aviso <<Silencio, no respondo, que a nadie se le ocurra dirigirme la palabra>> Y no, no es una patología, es una realidad, no me agrada transformarme en Belcebú o Chucky. Eso sí, una vez pasado el trance diabólico, soy un amor. Muy dulce, sí, sí.

Aunque hoy me siento pesada, extraña, me dirijo al baño a refrescarme, pensando que voy a tener que cambiar la marca del brebaje, necesito uno más fuerte. O quizás sea por la pizza de anchoas, no es la mejor elección para cenar, debería dejar de pedirla. Sigo rumiando cuestiones altamente transcendentales. Mientras espero que el agua fría obre un milagro, porque es como si sufriera un desdoblamiento y estoy segura que no bebí. Encima hoy tengo una importante reunión con el nuevo inversor. Y ha de salir bien, no puedo permitir que el jefe supremo, el Sr. Guerrero, me vuelva a amenazar con despedirme. Como si él fuera capaz de llevar la empresa sin esclavos, fieles y desesperados adeptos. <<Respira, respira>> <<Aséate, y tómate otro café>> 

—¡¡¡AHHHHH!!! —Chillo ante el espejo.

—¡Quién cojones! ¡AHHHHH! —Vocifero de nuevo. Esta vez pataleando y dando brazazos al aire. Nada. 

Estoy sola, no hay nadie más en el lavabo, bueno sí, alguien hay, pero no tengo ni idea de quién es. Me acerco al espejo, el reflejo no engaña. ¿Qué carajos? 

¿Esta soy yo? ¿Qué le ha pasado a mi cara? Parezco un señor de unos 50 años con barba descuidada, un repasito con la máquina le haría un favor. La toco. <<Vale>> Esto debe ser un sueño, uno de esos que parecen reales, como cuando eres pequeño y volabas y luego al despertar creías que tenías superpoderes. Vuelvo a mirarme al espejo. Qué ojos más tristes, transmiten pesadumbre, pobre hombre. ¿Qué le debe pasar? ¿A él? Y yo, ¡qué! ¿Por qué no me despierto? <<Vale>> Repito de nuevo, no pasa nada, nada, de nada. Echo otra ojeada, el rostro sigue siendo el mismo, empiezo a sentir pánico, un rápido pensamiento pasa por mi espesa neurona, ¿y el resto del cuerpo? <<Vale>> esta palabra empieza a ser un mantra. Un vistacito rápido, sí, eso. 

—¡Mierda! 

Parezco un experimento parcheado, las manos siguen siendo las mías, la manicura bien cuidada de rojo bermellón así lo demuestra y los pies con sus uñitas a conjunto también, pero los brazos y las piernas son tan peludas como la cara. ¿Qué es este hombre, un lobo? Vuelvo a mirar el reflejo, no estoy preparada para seguir. Venga, venga despierta. Empiezo a prometer cosas que sé que es imposible que cumpla, no soy tan buena como he dicho al principio, pero si salgo de esta, seré más amable, no me quejaré, buscaré una ONG o fundación a la que contribuir, haré cualquier cosa, pero por favor que esto termine ya. Cierro los ojos y cuento 1, 2, 3… ¡Ya! Nada. 

Como esta pesadilla no termine pronto en tres días encontrarán mi cadáver en la cama. Dirán: pobrecilla, pero mírala por lo menos tuvo una muerte dulce, ni siquiera se enteró, una leche; padecí un maldito ataque de corazón. 

Un momento, esta cara me suena, venga, venga piensa. ¿Dónde la he visto antes? ¡No! No puede ser, es… es la del repartidor. Dijo algo, ah sí, recuerdo que no le di propina, pero es que llegó 5 minutos tarde y otra cosa que detesto es a los impuntuales. No le gustó, ¿qué me dijo? 

—Te crees importante, ¿verdad?

—¿Perdone?

—Si no tuvieras esa bonita cara, la vida para ti no sería tan fácil, así que te voy a hacer un favor que a la larga me agradecerás.

—Mire, tengo hambre y poco tiempo que perder, así que lárguese si no quiere que llame a su empresa y le exponga a su jefe lo que me parece el servicio ofrecido.

—Que así sea. 

Y se marchó, si que fui un poco impertinente, pero nada del otro mundo, ¿por qué me hizo esto? ¿Por una miserable propina? ¡Quiero mi cara y mis extremidades de vuelta! 

Han pasado siete meses desde aquella mañana, aquel día no fui al trabajo, la verdad es que no he vuelto a ir. Al Sr. Guerrero mis excusas ya no le valían y finalmente tuve que dimitir, ¿cómo iba a presentarme en el trabajo? <<Hola, soy Angustias. Soy yo, la auténtica, fíjate lo que me ha hecho un mal virus, qué fuerte, ¿verdad? >> Hubiera terminado internada en un centro psiquiátrico. Intenté localizar al repartidor, pero el muy <<respira>> pues eso, que renunció al día siguiente de entregarme la pizza de anchoas, solo escuchar la palabra anchoa, me produce palpitaciones. Voy cambiando de pizzerías, cada día pido y solicito que vengan repartidores diferentes a cambio de una buena propina, no preguntan la razón, supongo que el dinero ya les vale, pero no he tenido suerte en esta búsqueda y el poco dinero que tenía ahorrado se está esfumando. Pronto tendré que salir al mundo, quizás así un día vea de pasada mi cara y pueda reclamarla. Hasta entonces, os recomiendo la Calzone del restaurante de la Plaza Mayor, pero pedidla con huevo, está para morirse del gusto.

 

Atentamente, La Parches.


lunes, 8 de febrero de 2021

En escena: la hoja en blanco

 


Un extraño mutismo se manifiesta en la vivienda de los Flores, un hogar cruel, desquiciado y sucio, pero para no convocar a los demonios se mantiene inerte, apático, callado…

―José, un momento, a ver, espera, que me estoy crispando. De verdad te crees que esa mísera ambientación va a llamar la atención de nadie. Dios mío, es que ya ni te esfuerzas. Solo has vendido un borrador en tu vida y desde entonces, ¿qué ofreces? ¿Qué? ¿Un hogar desestructurado? ¡Basura! Basura repetitiva que seguro que ni llantera produce.

―Pero mujer, déjame continuar. Dame una oportunidad, esta vez vale la pena. Joder, es que nunca me apoyas.  

―¿Qué no te apoyo? Chaval, llevo cuatro años manteniéndote a ti y a tus supuestos delirios de escritor, no vendes historias, no ofreces nada más que humo y hojas en blanco, y de estas gastamos muchas. Miles de ellas, pero sin firma. Así que no me vengas con tonterías, porque mira que te echo y ni pestañeo.

―Ey, nenita, vamos, vamos, no te pongas así, es que estoy muy emocionado, por favor, tú solo escucha.

―Vuelve a llamarme nenita y no tienes piernas para correr. Adelante, sigue, sorpréndeme. Espero que sea tan bueno como dices.

Silencio que se rompe con una pregunta.

―¿Una pregunta? Que mierda es eso. Preguntas las que te voy a empezar a hacer yo, qué digo hacer, exigir. No puedo con esto, no puedo, me frustras, me has estropeado, me has convertido en una amargada, en tu benefactora. La que te llena ese buche seboso en el que te has postrado. ¿Por qué a mí? ¿Por qué? Acaso no soy buena persona, no me preocupo de ceder el asiento en el autobús. Coño, si hasta les doy la moneda que me sobra del carrito de la compra al indigente del supermercado. Y qué he conseguido con eso, a ti, a tener un caradura que me está chupando hasta las entrañas.

―Pero, pero… caramelito, no te pongas así, somos uno, ¿recuerdas?

―¿Caramelito? ¿Caramelito? Me llamo Natalia, vuelve a ponerme un mote y no respondo, te prometo que hoy salimos en las noticias y no porque te hayas hecho famoso, no, porque te mato. Y dice que somos uno, ¡ja! Uno, sí, será esa la razón de que te zampes todo lo que hay en la nevera, sin pensar en que yo también debo subsistir y no morirme de inanición. Que te crees, ¿qué me alimenta tu supuesto amor? ¡Parásito! Eso es lo que eres, un parásito intestinal que va a terminar conmigo. Me mato a trabajar, lo hago todo y qué espero al llegar a casa, pues simple, que te hayas largado, sí, justo eso, ¡que te largues de una vez!

―Vamos, vamos, cálmate nen…, quiero decir Natalia, estamos nerviosos, son momentos muy duros, pero si prestas atención terminarás sintiéndote muy orgullosa de mí. Es un gran proyecto el que tengo entre manos, por una vez seré la mente pensante. El que traiga el dinero a casa, podrás comprarte lo que quieras, no sé, ¿unos zapatos?

―Zapatazo el que te vas a llevar, me rindo, ya no puedo más, sigue de una vez. ¡Venga!

La mujer pregunta por los perros, no los encuentra, hace horas que ni siquiera los escucha.

―Eso digo yo, ¿dónde carajos están nuestros perros? ¡Kiwi!, ¡Perlita!

―Es que no te callas mujer, no dejas que la historia se explique sola, no permites que las ideas se alienen y salgan en plenitud, esa ofuscación, esa negatividad con la que te alimentas es la culpable de que no pueda escribir, es tu oscuridad la que me impide ser un espléndido escritor. Yo, un grande, viviendo en la desgracia, compartiendo mis cabales ideas con una necia que no quiere ver lo que tiene delante.

―¿Perdona? ¿Mi oscuridad? Y tienes el valor de llamarme necia. Vago que eres un vago zampabollos, maldito desagradecido, y ahora dime donde están los perros, ¿qué has hecho con ellos? ¿Te los has comido? ¿Dónde están? No te lo preguntaré de nuevo. Dímelo ya, que no respondo, ¡Kiwi! ¡Perlita! Perritos guapos, venid con mami. Venid bonitos… 

 

Última escena se ve a una joven, feliz, con ojos brillantes y emocionados, pensando que han sido los mejores veinte euros gastados desde que inició la cuarentena. Alquilar a esos dos chihuahuas y poder salir a la calle para pasearlos, es de lo más destacado que le ha sucedido en los últimos tiempos. Siente pena por tener que devolverlos, pero le embarga cierta tranquilidad el saber que ha reservado al propietario todos los jueves de cuatro a cinco de la tarde. Lo que no espera es encontrarse ese escenario, se ha pasado de tiempo, pero solo por diez minutos, entiende la desesperación, ella está igual, lo que no concibe es como esa loca puede alzarse contra el hombre de esa manera, un bloque de folios que en otra época fue de color blanco, aterriza una y otra vez contra su cabeza, al grito de: ¡dónde están los perros!



    Relato presentado en el: EL TINTERO DE ORO, concurso literario mensual.


lunes, 4 de noviembre de 2019

Cuento invertido: Los tres cochinitos


─Porfa, porfa, vuelve a contárnoslo.
─Está bien, pero será la última vez, ¿entendido?
─Sííí ─contestaron todos mis sobrinos.


Existe un viejísimo cuento en el que se hace víctima a tres malhechores, así que os pediré que estéis muy atentos a mis palabras ya que en ellas se haya la autenticidad de un secreto mal compartido, del que hoy descubriremos la verdad.
Siempre se ha dicho que el culpable de aquel fatídico día fue un lobo hambriento, nunca se valoró que pudieran ser otros los que cometieron las faltas, ninguna pregunta de más, nada; podríamos decir que egoístamente se le excluyó al no hacerle partícipe de su propia leyenda. Solo reconociéndose una versión de los hechos, tres idénticas transcripciones que se sostenían y por mala fortuna testimoniaban, dándose por válidas, eso concluyó en un juicio rápido y a una cazuela hirviendo como castigo. ¿Imprudencia? ¿Negligencia? Realmente, ¿qué sucedió?
Nuestra tatarabuela justa como pocas, nunca creyó la versión expuesta, es más, a la familia le confió que estos tres tocinitos de cielo no tenían nada. No hay más que recordar la escena de la película Hannibal, ¿apacibles? ¡Ja! La cuestión es que durante un período de tiempo estuvo investigando entre los círculos más cercanos de ambas partes, los que se hacían llamar víctimas y la del fiero lobo, después de mucho tiempo del que tuvo que hurgar entre todo aquel silencio que se sostenía entre cuchicheos y mentirijillas, lo descubrió.
La sorpresa fue mayúscula y es que por increíble que pueda parecer, el lobo de sanguinario no tenía nada, todo lo contrario, se asemejaba más a un gatito de angora ya que era vegano.
Eso le supuso ser la mofa de estos tres sujetos y como empezaréis a sospechar sus comportamientos fueron extremadamente crueles, no teniendo suficiente con meterse con el pobre animal, decidieron ir más allá. Como sabían que hicieran lo que hicieran, nunca les hincaría el colmillo en sus magras carnes, le robaban todo lo que encontraban en su despensa: verduras, frutas, legumbres… dejándosela siempre vacía y si se quejaba, lo maltrataban. Sí, lo que escucháis. La cuestión es que llegó un momento en que éste no pudo aguantarlo más y decidió que les devolvería el escarmiento, solo una vez, para que aprendieran la lección.  
 
 
Pero su ingenuidad era tal, que nada salió como debía.
En aquel momento los tres hermanos se encontraban en un proceso lentísimo de rehabilitación, hacía años que habían recibido unas casitas en herencia, otra de las mentiras que se añadió a la historia, hicieron creer que estaban construyéndose nuevos hogares, pero era todo falso, así también pudieron estafar al seguro. Imaginaos que seres más espantosos. Al ser trillizos el legado les tocó un poco a suerte, y para no decir que todo era falso señalaremos que sí existió una casita de paja, un hogar por cierto nada confortable, que le tocó al más perezoso. Éste con tal de no arrimar el hombro era capaz de cualquier trapicheo, siendo el que más inquina profesaba hacia nuestro pobre lobo. El siguiente con menos fortuna recibió la casita de madera, más lustrosa que la anterior, pero con el poco manteamiento que le dedicaba se hallaba carcomida y podrida por algunas zonas. Resulta que el cochinito poseía cero personalidad, por lo que siempre cumplía con todas las órdenes que le requerían sus hermanos, sin preguntarse si obraba bien o mal. Y ya por último el más afortunado, el de la casita de ladrillo, creyéndose ser el mejor ya que a raíz del bien obtenido su nivel adquisitivo había aumentado, se le subió a la cabeza, eso hizo que sus malos comportamientos se avivaran y resultaran excusados al creerse superior a todos los demás.
Ante la desesperación, el lobo hizo correr la voz de que su primo de los Highlander iba a pasar el verano en la pequeña villa, era mentira, ni siquiera tenía familia por aquella zona, pero aun así y viendo que los villanos al enterarse del chismorreo empezaron a portarse mejor con él, siguió con el bulo. Explicando a quien quisiera escucharlo historias de su magnánimo primo, de lo valiente y valeroso que era, de como le gustaba el solomillo al punto, cada vez sintiéndose más seguro añadía más y más valía a este primo misterioso. El problema de la mentira es que llega el momento en que esta se descubre. El verano se inició y allí solo se escuchaban historias, pero nadie aparecía, cada vez que le preguntaban, rehuía la respuesta y al sentirse acorralado empezó a notársele la farsa. Así pues, los tres hermanos enfadados y creyéndose estafados. Juraron vengarse.
Ese mismo día quedaron a medianoche para dirigirse hacia la encantadora casita del lobo, con la intención de pegarle un buen susto, lo que pasa es que estos brabucones ni siquiera se fijaron que justo esa noche había luna llena, y éste por muy bonachón que fuera, esos días donde el satélite se mostraba entero se volvía un poco loco. Diréis, pero si era vegano, y sí, creía fielmente en su decisión de no utilizar productos animales, pero continuaba recordando el sabor de un buen filete. Acaso eso, ¿alguna vez se olvida ?
Así que no esperaron su reacción, tampoco acabar acorralados, ni que intentara comérselos, ya no diremos el miedo que pasaron hasta poder esconderse en la casita de ladrillo, porque huir, correr y destrozar todo a su paso temiendo lo peor, fue justo lo que sucedió. Ese día se llevaron el sobresalto de su vida. Un buen escarmiento, si no fuera por una pequeña traba y es que toda esa escena la vio el típico vecino cotilla, ese que siempre está pendiente de todo, pero no para bien. Resultó ser el viejo buitre de la villa, como buena ave carroñera aceptó bajo mano un buen cheque y terminó corroborando la versión de estos tres delincuentes. Eso fue lo que sucedió, entre los cuatro tejieron una mentira tras otra hasta que el lobo sin poder hacer nada para impedirlo, acabó con un castigo que no merecía.


─Y ahora que ya sabéis lo que ocurrió aquel engañoso día, todos a la cama.
─Noooo, otra vez porfa, tata. ¡Porfi!
─Pero habíamos quedado… si es que sois unos pillos, de acuerdo, pero luego a dormir. 

 

Fin.

miércoles, 30 de octubre de 2019

El encargo



─Merche, el teléfono. 
─¿Qué? Ah, es que no reconozco el número. Seguro que es publicidad.
─Pero ha sonado como veinte veces, ¿y si es importante? Venga, cógelo.


─¿Diga? 
─Por fin, ¡joder! ¿El trabajo está hecho?
─Perdone, de qué habla, ¿quién es?
─Pero, pero… ¿Es una mujer?
─Hasta donde yo sé, diría que sí. 
─Pensé que este tipo de trabajos requería fuerza bruta, sangre fría, cosa de hombres, bueno no importa, déjelo…
─¿Me está faltando el respeto? Sabe, hoy es mi día libre y estoy intentando desconectar, pero no me deja. No entiendo que le ha dado para acosarme e incordiarme con sus llamaditas, le aseguro que el almuerzo me está sentado como un tiro, por no decir que no he podido mantener una conversación decente con mi cuñada, para que también tenga que aguantar que me insulte. Esto es el colmo.
─Escuche, disculpe, es que… estoy muy nervioso, he seguido todas las instrucciones que me dio por correo electrónico, eliminar los mensajes, deshacerme de todas las pruebas que nos vinculaban y conducir sin rumbo durante horas para poder llamarla desde un número de prepago. Usted me prometió que una vez recibiera el ingreso haría el trabajo y me informaría. Eso fue anteayer, no he recibido ninguna noticia, por favor; dígamelo. ¿Lo ha hecho?
─Mire, señor. No sé de qué trabajo habla y tampoco quiero saberlo. Pero como me vuelva a llamar, le aseguro que voy directa a la policía.  


─¿Quién era? 
─Un ingenuo. ¿Quieres ir de compras?
 



Relato presentado en el: EL TINTERO DE ORO, concurso literario mensual.
 

martes, 1 de octubre de 2019

Legado maldito

 
 
 
Nací en el seno de una familia excéntrica y compleja, así que cuando pude, me largué. No penséis que soy egoísta o que sienta vergüenza de mi procedencia, pero cuando uno crece rodeado de amuletos, rezos y rituales, por más que se intente, la mente racional impide sobrellevarlo, la única posibilidad era irme. Y así lo hice. Desaparecí, me alejé de todas ellas; ah, es verdad, que no lo sabéis, vivía rodeado de tías y hermanas, pero la que movía los hilos era la abuela María. Esa mujer no era muy dada a la palaba, aunque claro, tampoco lo necesitaba, en las pocas ocasiones que abría la boca sus órdenes se cumplían a rajatabla y esos ojos, qué mirada; os juro que te ponía los pelos de punta. Era como si supiera todo lo que anidaba en tu alma. Tus secretos más oscuros se descubrían ante ella, y bueno, la mente es cosa privada. A parte había algo en su trato que denotaba la cero estima que me tenía, era como si supiera algo que el resto de los mortales desconocía y al mismo tiempo le desagradara saberlo. Otro apunte insólito es que en la familia no hay hombres. Ninguno, solo yo. Extraño, ya que todas han tenido descendencia. En una ocasión se lo pregunté a mi madre, todavía sigue presente el pisotón que me dio, un misterio que hacía que mi poca hombría temblara de miedo.
 
A partir de mi huida, perdón, quise decir marcha; proyecté cada paso minuciosamente, cambié mi nombre y busqué un lugar en el que pudiera mantener un perfil bajo, no es que pensara que vendrían a buscarme, pero así me sentía más seguro. De ahí el ataque de pánico que tuve hace nueve días.
 
Juan, la abuela ha muerto. Tu herencia.
                                 Con amor, Mamá.

Una muñeca, una horripilante muñeca con los mismos ojos que esa maldita mujer. La tiré a la basura, lo que no esperaba era que al despertarme la encontraría al otro lado del colchón. Quizás poseo un sonambulismo tardío o me he vuelto loco, pero tengo aprensión al pensar que pueda dirigirse hacía mí a pasitos chiquitos. Para no arriesgarme me he dado por vencido, la llevo conmigo a todos sitios y le hablo. Fijaros que hasta le estoy cogiendo aprecio. Eso sí, últimamente he notado algunos cambios. Por ejemplo, le expliqué a Mery; disculpad, no os lo he dicho, la llamo así en honor a la abuela, pues eso, que hace dos días le comenté que hay un compañero que está haciéndome la puñeta y desde entonces nadie sabe nada de él. Por lo demás, todo bien, hasta estoy empezando a creer que podría reconciliarme con la familia.
 
       
Relato presentado en el: EL TINTERO DE ORO, concurso literario mensual.