miércoles, 29 de noviembre de 2017

La sonrisa de Elda

Elda no tenía sonrisa. Durante años se la dibujó para que otros se la vieran puesta y se sintieran tranquilos. Por aquello que dicen que si todo el mundo es feliz, todo el mundo aguarda tranquilo. Pero ya no. En la última época había decidido salir de casa sin ella dibujada. Lo primero que notó fue el ahorro para esta causa, las pinturas que usaba eran caras y el tiempo invertido algo no merecido. Al ser menos esclava de todo ese esfuerzo notó una profunda mejora. Ya no tenía que demostrar.

La gente que la rodeaba, eso sí, empezó a mostrar su descontento. ¿Qué le pasaba a Elda? ¿Por qué razón no era la misma de siempre? ¿A qué se debía ese cambio? Y el desagrado empezó a materializarse con pocas muestras de cariño, antes rifadas, ahora limitadas. Lo primero que desapareció fueron las llamadas y los mensajes, las invitaciones se convirtieron en algo escaso. Pero ella seguía convincente y sin sonrisa, por lo que decidió ignorar cada desplante. Debían comprender que la elección eran suya y no de otros.

Lejos de perjudicarla, todo aquello le proporcionó una fortaleza de la que antes desconocía. <Si no me quieren como soy, entonces es que nunca me quisieron> Se decía. <E indicaremos que todas aquellas nuevas emociones la dejaban un poco más serena>
Se dedicaba a pequeñas cosas, las grandezas quedaron limitadas y hasta un tanto olvidadas, no necesitaba de más. Uno de los nuevos proyectos en los que se embarcó fue arreglar la parte trasera de la casa, plantaría flores; sí, pero debía decidir cuales. Así que preguntó a varios vecinos que se les veía mañosos y sus jardines eran auténticas obras de arte, éstos incrédulos no la vieron capacitada para dicha labor, pero que decir que Elda en todo aquel proceso estaba autodescubriéndose y se reconoció perseverante, y ante la malicia de ver que no querían ayudarla no se resignó como lo hubiera hecho la antigua Elda, no, se compró un gran libro de jardinería y lo estudió sin tregua, a penas durmió hasta terminarlo.
Era una decisión difícil, debía tomárselo con calma, no podía errar en el proceso. Una vez lo tuvo claro, empezó con la dura tarea. <Recordemos que las preocupaciones de Elda hasta hace bien poco eran otras muy distintas> Y cavó y cavó, tan hondo como las profundidades de sus miedos y entre palada y palada se hirió las manos, rompió las uñas, cada herida era una muestra del gran camino en el que se estaba adentrando, la mejor parte de aquel extraño bucle fue cuando por fin pudo colocar las semillas elegidas. No lo hizo rápido todo lo contrario se tomó tanto tiempo que llegó el atardecer, pero no tenía prisa así que en ningún momento se apresuró, las colocó con cuidado y cariño. Y solo cuando estuvo muy segura de que todo estaba perfecto, empezó a cubrirlas. Puñados de tierra húmeda se le colaban entre las heridas proveyéndola de un molesto picor, pero no paró, no, en ningún momento ceso en su empeño, quería sentirlo, necesitaba sentirlo, por eso decidió no usar los guantes. Los vecinos la veían y susurraban, <pobre niña> <qué torpe> <no lo terminará>, pero ella no hacía caso, algo en su interior estaba emergiendo y aunque todavía no sabía de qué trataba, bullía con fuerza.
Cada día lo regaba, le hablaba a ese pequeño terreno de tierra, le cantaba <cuantos berridos aguantaron aquella pequeña comunidad> pero la estima que impregnaba toda aquella estampa seguía removiendo algo desconocido para Elda, nuevas sensaciones que seguían sin nombre. Lo que no pudo negar es que en varios momentos flaqueó, el proceso era lento, no le fue entregado a la primera, pero la constancia finalmente la recompensó, un primer brote surgió; frágil y delicadeza perenne. Vida y emoción eso fue lo que sintió Elda al verlo y por primera vez no necesitó del simbolismo del maquillaje, porque pudo hacerlo, sí señores, nació sin más, sonrió de corazón. Entonces lo comprendió, lo pequeño si nace del amor es enorme para el alma. 
En las semanas que se sucedieron, nuevos brotes aparecieron y todos pudieron admirar el precioso jardín de Elda. Pero no se trata de demostrar sino de encontrar, y eso fue lo que pasó, lo verdaderamente importante es que ella por primera vez y no la última, floreció con una grandiosa y sincera sonrisa. 
 
Daniel Ridgway (1839-1924) - Picking Poppies
 
¡Ah! Antes de finalizar… disculpen a la voz en off a veces se le olvida que no puede formar parte de las historias, ;)

jueves, 23 de noviembre de 2017

La sentencia


―¡Ahora! ¡Hazlo! ―Gritó Garrod.

Jimmy a duras penas podía sostener la pistola, cuánta más presión sentía más de cerca lo achacaban los temblores. Maldita enfermedad. Su presencia cada vez era más fuerte. Por eso tenía que hacerlo, debía terminar con ese cabrón antes de que su último aliento lo alcanzara. Pero incluso sabiéndolo seguía conservando un resquicio de humanidad que le impedía apretar el gatillo.

―No puedo, ¡joder! ―Gruñó.

―Dame el arma y lárgate. ¡Rápido! Las patrullas están cerca y recuerda; intentó escapar.

Mientras Jimmy se alejaba escuchó a su compañero decir; este es tu final.



Relato presentado en la Comunidad: Escribiendo que es gerundio <Con cien palabras o menos>

lunes, 20 de noviembre de 2017

Reseñando, ¿me habré vuelto Absurda? - Pedro Fabelo

Antes de empezar tengo que hacer un inciso o mejor todavía, un gran, grandioso recordatorio; a mí reseñar no se me da nada bien, pero nada de nada. Puedo decir que leo, que me ha parecido esa lectura, hasta podría atreverme a recomendarla a otros, pero no mucho más, por suerte tenemos a otros grandes blogueros que sí lo hacen; extraen, recomiendan y yo puedo garantizar que mis lecturas en la última época (la gran mayoría) venga va… sinceridad, casi todas; todas, han sido gracias a ellos.

Pero mira por donde nuestro querido Pedro Fabelo, me pidió que una vez leyera sus letras le escribiera unas líneas. ¿Cómo se le pudo ocurrir semejante despropósito? No tengo ni idea. Lo que si sé es que no pude negarme, ¿cómo hacerlo? A ver quién se atreve a decirle que no a este gran escritor. ¿Lo veis? Lo que yo decía.

Y es que todo empezó con un agradecimiento y un avance de sus letras, un plan estratégico infalible muy al estilo Dr. Maligno, ya que a raíz de allí y yo como fiel seguidora de su blog https://pedrofabelo.blogspot.com.es/, y sus textos, (no olviden pasar por allí), acabé realizando la compra y no de uno, no, no, sino de dos de sus libros publicados hasta la fecha:

―Absurdamente. Antología del absurdo Vol. I

―Absurdamente. Antología del absurdo Vol. II

¿Qué encontraremos en ellos? Pues como ya explica el propio autor será la recopilación de diferentes piezas de humor absurdo, ironía, sarcasmo y citándole; en el segundo volumen se añadieron varias piezas totalmente inéditas.

Y ahora la parte en la que explico que me pasó a mí al leer sus libros: empezaré diciéndoos que en un fin de semana quedaron totalmente fulminados y que quedé con ganas de más, eso como ya sabréis es muy buena señal, ¿verdad? Un síntoma seguro de que la lectura es buena. Pero no solo encontraremos humor entre sus letras, hay mucho más, crítica social y económica de la inteligente que se viste de sonrisa y encima te la regala. Emoción de la bonita, y no quiero destripar el libro que es el miedo que tengo al escribir esta humilde opinión, pero hay un relato sobre Robin Williams que los que apreciamos y recordamos con cariño a este gran actor, enternece. Hallaremos relatos y microrrelatos sobre tolerancia, tópicos, diversidad, comprensión y cuentos con finales diferentes a lo esperado, estos últimos mejorados. Muy mejorados. Y hasta hay incursiones de filósofos, ¡qué suerte tiene Pedro! Ya querría yo comentar más de una cita con alguno de ellos.


En el segundo volumen, eso sí, se percibe más a la persona que se esconde detrás de las palabras, así que para finalizar y espero no haberte defraudado, le tengo que dar las gracias a esa Olympia años 70, a ella y su procedencia le debemos agradecer hoy tus historias.


Por lo tanto si os encontráis en uno de esos días grises, que a uno aunque se niegue a reconocerlo le acompañan algunas veces como a una mala sombra, que mejor que reír y para ello Pedro Fabelo nos facilita la tarea, sí, sí, no lo duden. Alegría garantizada totalmente concebida por el autor.


 
 Y pronto, muy pronto... haré otra (NO) reseña de otros grandes amigos blogueros.

lunes, 13 de noviembre de 2017

El último mensaje



Contemplo tus manos y me adentro entre sueños, es allí donde la necesidad grita. Suspiro, las miro, esas manos que tanto deseo, las imagino, etéreas, recorriéndome, impregnándose de la superficie; de mi piel. Retengo ese pensamiento y ésta se eriza en respuesta, no importa donde me encuentre acabo ruborizada. Es entonces cuando reviso el entorno, no quiero, no puedo delatarme. Desde tu regreso mis nervios están crispados, alterados, emocionados. El deseo es tan fuerte que a penas logro controlarlo. ¿Cómo hacer? ¿Cómo comportarme? No puedo, y sé, lo sé, estás con ella, la escogiste antes que a mí. Yo que te entregué el alma, pero no fue suficiente acabé relegada. Y no te culpo por ello, no, pero me lo prometiste no regresarías, nunca más volvería a verte y ahora de nuevo estás aquí. Y tus manos. Las evoco, a ellas, sí. Agarradas con fuerza y necesidad, viajando por el cuerpo que tanto deseabas, con qué rapidez la pasión se tornaba necesidad, aire, como ilusa de mí dejaba que hicieran todo lo que les placía. Yo era el tributo con el que te alimentabas. Pero era solo eso. Nada más. Más tarde llegó ella y todo cambió, las llamadas se convirtieron en breves mensajes y al tiempo el silencio era nuestra única seña. Te busqué; desesperada, me ofrecí; rebajándome, pero lo dejaste claro no era ella. Eso sí, y te lo agradecí entre lágrimas e impotencia, te compadeciste prometiéndome lejanía. Ahora has roto esa promesa, y yo, te admiro desde la distancia, aprisiono el recuerdo, entre los muslos; y suspiro. Cadencia, hambre, nostalgia de un pasado caótico.

El primer día de tu regreso ya me llegaron las noticias, volaron, vi maldad entre los murmullos, sonrisas complacientes, crueldad vestida de compañía. Intenté que no se notara, pero solo tu nombre ya es capaz de arrancarme el aliento y con él la vida. Lo supieron, y yo, no pude o no quise hacer nada para que no se me notara la inquietud. Eso todavía te pertenece, mi dolor, recuérdalo, será tuyo para siempre. No quise buscarte, ni siquiera intenté moverme por los mismos círculos de antes; los nuestros. Por temor a encontrarte, a verte, sabía que delataría a esos gritos que nunca fueron acallados. Porque nadie ha conseguido arrancar de mí las mismas suplicas. Y lo intenté, juró que lo intenté. Pero acabé conformándome con copias baratas, hasta yo me transformé en una de ellas. Imité sonrisas, conversaciones, gestos, pero toda aquella farsa no era suficiente. Y fue entonces cuando toqué hondo, no quieras saber de lo que fui capaz para olvidarte, no me hagas volver hacia atrás para admirar en lo que me convertí. Esa no era yo. Fútil copia capaz de cualquier cosa para extirparte de la piel. Ahora has logrado lo que no conseguiste la primera vez, que la odie. Esa inocencia que transmite, esa calma que respira. ¿Por qué a ella se la has entregado? ¿Por qué a mí solo supiste darme sufrimiento? Celos, ahogo, soledad. Nunca estaba completa. Ni siquiera cuando compartíamos sala. Necesidad y más necesidad, y tu voz reclamando, exigiendo todo de mí; todo. Disfrutabas de la ansiedad, te relamías y glorificabas, los dos lo sabíamos, nunca habría nadie más, solo tú. No nos mentíamos. Por eso ahora la detesto a ella y no a ti. Deberías ser tú el portador de todo el resentimiento, pero no puedo, por más que lo intento la lógica solo responde a que se ha quedado con la parte buena, mientras que yo solo conozco la escabrosa, la insana y el recuerdo de esas malditas manos que hoy todavía siguen aprisionándome el corazón.

Hubiera vivido con el silencio de ese odio lo prometo, pero lo estropeaste, no debiste enviarme ese mensaje fue demasiado para mi frágil aliento, no lo esperaba, ¿qué querías? No tenía nada que dar, todo te fue entregado. Golpeaste demasiado adentro, tenía que terminarlo, con eso, con nosotros, tenía que hacerlo; discúlpame. Sé que ella lo entenderá, sé que a la larga cuando no estés a su lado comprenderá por todo lo que yo tuve que vivir. Como a cada segundo que no disponga de tu presencia el aire dejará de entrar en sus pulmones. Y me perdonará por los dos, por ti.

Esta noche cuando nos encontremos seremos el pago, una sola moneda que entregaremos al barquero para que este nos conduzca al inframundo que tanto nos merecemos. Lejos muy lejos, con un último beso todo terminará. Entonces sé que por fin me alcanzará la paz. Y tú mi querido amor, poseerás lo que siempre mereciste. A mí.

Relato presentado en el: , concurso literario mensual.

jueves, 2 de noviembre de 2017

La sorpresa de la Sra. Ruiz

―Fernando, ¿dónde está el crío? Tu hijo otra vez, ¡dios! Que no aprende. Desastre, tras desastre. ¿Dónde está? ¿Dónde?

―Va mujer, seguro que no es para tanto. Chiquilladas de la edad. Una mala etapa.


―¿Una mala etapa? El niño tiene cuarenta años, ¡cuarenta! Y sigue viviendo a cuerpo de rey, y eso, mira, ya lo tengo más que aceptado, pero sus estropicios eso sí que no, me niego, no pienso tolerarlos.  


―Relájate Manoli, siempre estás exagerando, seguro que no es tan grave.


―¿Qué vi en ti? ¿Qué? Como puedes vivir tan tranquilo, normal que Nicolasín nos haya salido de esta manera, mano dura era lo que necesitaba y no tanta comprensión. Que sepas que todo esto es por tu culpa. A mi edad debería estar disfrutando de la jubilación, viajando y pegándome comilonas, que me sirvieran como una reina, pero no, claro que no, era mucho pedir. Aquí me tienes limpiando las trastadas del niño. Pero esta vez ha ido demasiado lejos.


―Sí, sí, mi culpa y ahora, ¿dime qué sucede? Deja de divagar y dilo de una vez, al final me perderé la serie.


―A mí no me hables así o te juro que os abandono, ¡me largo! Y no quiero discutir Fernando, pero es que solo sabéis crisparme los nervios. Mi pobre madre, una santa en vida, siempre me lo decía; deja a ese hombre es poco para ti. Y te prometo que porque ya no está presente que sino me iba.

―Venga calabacita, no te pongas así, ¿qué haría yo sin ti? Cálmate y explícamelo, ¿quieres?


―¡Oh! Fer… hacía mucho que no me llamabas así, ahora mismo te lo explico caramelito. Resulta que esta mañana he ido a recoger su habitación, ya sabes lo desordenado que llega a ser, con toda esa plaga de alimañas que guarda en la vitrina, ¿desde cuando una araña es un animal de compañía? Hasta para eso nos ha salido raro el chiquillo. Y me he dado cuenta de que había un objeto brillante, así que me he acercado, los dos sabemos el miedo que me provocan esos bichos, pero he pensado; este insensato a ver si va a perder algo de valor, es entonces cuando lo he visto. ¡Qué calamidad! No podía ser un hombre responsable, como el hijo de la Puri la vecina del quinto, o como…


―Mujer, ¡dilo ya!


―Una mano, Fernando. ¡Una mano!


―Y te pones así, ¿por eso? Estos animales comen proteína. Siempre estás quejándote de la economía doméstica así que pensamos como reducir los gastos. El chico está muy encariñado con sus tarántulas y no quería deshacerse de ellas. Lo ha hecho por el bien familiar.


―Pero, pero… ¿dónde está el resto del cuerpo?


―Qué tonterías, ¿dónde va estar? En el congelador. Cada semana le damos una porción y así Nicolás no tiene que pasar por la tienda de animales. ¿No estás contenta? ¿Por qué me miras así? ¿No lo hemos hecho bien?

―Pero, pero… y… el muerto, ¿quién era?


―Ah... por eso no te preocupes, es una pequeña venganza de nuestro hijo. Está escarmentando a todo aquel que se ha reído de él a lo largo de su vida, colegio, instituto… ya sabes. Puedes estar muy orgullosa, ¿ves como si tiene iniciativa? Y ahora calladita, que empieza la serie y no quiero perdérmela. ¿Queda claro?


Nunca de los nunca se había escuchado menos ruido en la casa de los Ruiz. Es más, la señora del hogar no volvió abrir la boca en su corta y perecedera existencia.


Relato presentado en la Comunidad: Escribiendo que es gerundio <Alrededor de un tema>