miércoles, 26 de octubre de 2016

La duda


Él

Empiezo a no comprender la razón por la que vengo cada día a esta cafetería, sólo pensar que la veré allí sentada en la que ya es su mesa, sumida en pensamientos, distante en su fragilidad, me entra una ansiedad que no logro contener y hace que cometa una estupidez tras otra.
Esto tiene que acabar, ya han pasado siete meses, ¡siete! se dice pronto pero es casi un año el que llevo esperando la oportunidad. Que empezaré por apelar el fracaso de mi vida. Simplemente quiero pedirle si me permite compartir con ella una taza de té con leche y canela, ¿os dais cuenta? Sé hasta lo que toma, parezco un psicópata. Y si se niega a mi compañía no pasa nada, pagaría su consumición y por fin sería libre. Pero, no, ¡claro que no! No me atrevo a dar ese paso.
Siempre es el mismo ritual, escucha la puerta del local, alza la cabeza y me observa con esa mirada dulce y apacible, que hace que se me contraiga el corazón y empiezo a sudar y temblar como un crio de teta. ¿Qué carajos me pasa? ¡Por favor! Así que entro a trompicones, malos modos e ignorándola. Pero luego como ya he avisado, cual desequilibrado observo todos sus gestos, movimientos y miradas. Y os aseguro que desde hace un tiempo éstas últimas empiezan a molestarme muchísimo, ¿qué vera en ese camarero? ¡si es un enclenque!
Es el momento de actuar, de ser un hombre. ¡Decidido! Cuando se marche la espero fuera y me presento, sí, ¡lo haré! Ahora concentración, respira, inspira. Hoy es el día. 

 



Ella
Cada día lo mismo y una siendo sincera empieza aburrirse. Prometo que si hoy no hace signos de que le agrade, ¡ahí te quedas guapito! No tendría que haber hecho caso a Ángela y sus ideas de la edad media, qué tortura. Siete meses esperando a que mueva ficha, porque tímido es, eso se ve a la legua, pero gustar le gusto. Nos deleitamos unos segundos que son maravillosos y como ya este juego lo conozco y sé que espera de mí, se la doy. Es entonces cuando se pone rojo como un tomate, para luego actuar como un ogro descoordinado, arrasando sillas y mesas hasta llegar a la esquina de la barra, su sitio.
Pero esto tiene que acabar, hace semanas que trabajo en otra zona de la ciudad y cada día camino o lo que no es lo mismo troto más de diez minutos para verlo, y luego corro de vuelta con el hígado en la boca para que no me despidan.
Lo que os decía la culpa es de mi amiga, le conté lo del juego de miraditas, que me hacía sentir vulnerable, que nunca había sentido algo similar por alguien que ni conocía y blablablá… ya sabéis conversaciones infinitas. En fin, me aseguró que éste podía ser la pareja, así en mayúsculas y bueno yo con mi mala suerte en el amor dejé que me asesorara y uno de los puntos era que permaneciera quietecita para no espantarlo y aquí estoy.
Pero ahora sólo hago que pensar que podría estar casado, tener hijos, perros, periquitos... ¿Quién sabe? Y yo como una demente soñando que este cruce de miradas se convierta en la historia de mi vida. Mejor me voy.
 

Camarero
Otra vez está ahí esa loca, mirándome fijamente y elucubrando a saber el qué, con ese bloc de notas que seguro apunta la forma más efectiva de liquidar al prójimo. Mi compañera Marisa me dice que no diga tonterías, pero claro no es a ella a quien mira fijamente cada día durante más de quince minutos, moviendo los labios y apuntando cosas. ¡No! Es a mí, y es que no hace mucho que salió en la prensa lo de aquella escritora. Estoy seguro que es una admiradora, no sería el primer caso que se dejan arrastrar por sus ídolos y sólo cambian algunas pautas a la hora de dejar la nueva firma.
¿Qué hace? ¡No! Se está acercando, ¿Por qué? Siempre paga en la mesa. ¿Qué querrá? ¡No puedo soportarlo!
-      ¡Aléjate de mí! ¡Fuera! ¡Fuera!
Huyo muerto de miedo y desde la cocina escucho como mi compañera, se disculpa y le dice.
-      No le hagas caso, últimamente la prensa lo está desquiciando. Hoy invita la casa.
 
-      Bueno… mmm… espero que no trate igual a todos los clientes, gracias y mmm… no creo que vuelva, he cambiado de trabajo. ¡Me despido!
Esto último lo dice muy fuerte, seguro que es para que lo escuche y me confié. ¡Ja! Lo llevas claro bonita.
 
 

 
 
 
 
 
Os recomiendo que leáis La escritoria de nuestra amiga y compañera María Campra Peláez, esto es un minúsculo guiño para una gran bloguera, ;)
 

lunes, 24 de octubre de 2016

Letargo

Rozaste mi alma con una suavidad desconocida, no merecía las muestras a las que tú llamabas cariño, no podía comprenderlas, aun así seguías intentándolo con mucha serenidad. Enseñarme con pequeños gestos era la meta, pero me atormentaba el desconocimiento y me enfurecía, , me encolerizaba, dudaba, ¿cuáles podían ser tus razones? Toda aquella claridad me acobardaba, era débil, pero no querías verlo.

En mí siempre se halló un cuerpo impedido a amar.

Y lo sabía, presentía que un día me obligaría a renunciar a ti, te alejaría, dejaría que tus alas te llevaran lejos, para no ensuciarte, para no masacrar la única belleza conocida. No podía, no debía ir tras de ti, eso te destruiría.
Sé que hice bien alejándote, por favor no me juzgues, perdóname. Es hoy cuando te venero mi pequeña mariposa adormecida, no aguardes más y alza el vuelo, lograste tu fin impregnándome de delicadeza, ¿No lo ves? Salvaguardarte es mi acto, es tu amor.
 


Fotografía: +María PAZ

 

martes, 18 de octubre de 2016

Génesis

 
 


Llega un momento en que las palabras ya no obran magia, y los silencios son incapaces de sostenerse. Se precisa de un solo hecho que sea capaz de validar tanta palabra perdida entre motas incorpóreas.
Miedo a dar el paso, el inicio a esta elección que dejará atrás pérdidas irreales.
Observadora entre pausas pero nunca obrando en afán de consecuencia se encontraba Gabriela. Unos dirían que era prudente, muchos otros retraída, ella sabía que todo aquello era una máscara que mostraba a un público reservado a no escuchar.
No podía permitírselo, por alguna extraña razón se sentía diferente al resto. Dentro de ella habitaban emociones necesitadas de erupción, secuencias cometidas que si lograban hacer acto de presencia se apoderarían de ella, arrollando cualquier posibilidad de volver atrás.
Pero el cambio estaba ahí. Una noche que ahora la contempla, imagen etérea, botas altas, labios de melocotón, aguijones, ambigüedad que aguarda entre sombras. Avergonzada por la necesidad al mismo tiempo se ahoga por el propio egoísmo.
Un solo error y sería condenada, es inútil. Se acerca a ella sigilosamente con una intensidad que la doblega, haciéndola estremecer, sentir que cada centímetro de su piel es entregado. Urge, sí el deseo, a saciarse con la secuencia originaria, en su ahora.
-          Hola gatito.
 
 

lunes, 10 de octubre de 2016

El paquete

Todo empezó con aquella condenada visita.
 
Siempre he estado rodeado de mala suerte y no de un modo pesimista, no, no, lo mío es realmente perturbador e inclasificable, a mi lado Murphy podría decirse que es un tipo con estrella.
 
Así que cuando abrí la puerta y aquella sombra me ofreció el paquete, bueno que queréis que os diga nadie en su sano juicio lo hubiera rechazado.
Visto ahora y con mi yo realista en alza nunca debí atenderla, sólo podía tratarse de una muesca más en un camino plagado de socavones.
 
Y mira que el trato era viable, mil noches muriendo de la forma más desagradable y poco a poco mi vida se encauzaría. Me promoverían en el trabajo, eso haría que ganara más dinero, con el dinero compraría una mejor casa, mi posición social ascendería y el súmmum conocería a una preciosa mujer, ¿y quién sabe? puede que, ¡hijos! Pero no, claro no.
 
¡Ni siquiera pedía tanto!  
 
Mirad yo me reconozco como a un hombre paciente y que sabe esperar su turno. Sueles ser así cuando toda tu vida has estado embadurnado en el lodo, te vuelves de otra pasta, no temes la espera y hasta logras empatizar de una manera extraña con el dolor, pero tampoco soy tonto y me daba cuenta que mi provenir no llegaba y que todo aquello olía a timo. 
 
Y llegó la noche, la que me dio el valor suficiente para no tener que aguantar más toda aquella pesadilla, la 603. Desde luego fue la más desagradable, que invadan cientos de cuervos tu habitación vale, pero que te picoteen el cuerpo entero en busca de las entrañas no sólo es molesto sino que duele muchísimo.
 
Nada más amanecer y esperar el tiempo suficiente para que mi cuerpo se recompusiera, como si de un muñeco de plastilina se tratara, llamé a atención al cliente. No iba a pasar más por todo aquello, codiciaba mi buenaventura, ¡ya!
 
Me mantuvieron a la espera más de veinte minutos, escuchando esa repetitiva y fastidiosa melodía que cualquiera diría que guarda oscuras intención, como inducirte a colgar el aparato. 
 
Cuando al fin me atendió una operadora mi sorpresa fue mayúscula. Todo había sido un error de la comercial, mi ya enemiga declarada se había dejado de rellenar unos formularios, los cuales validaban la operativa. Desde ese punto todos veríamos una fácil solución, ¿no? Bueno yo por lo menos sí, emendar el fallo de la sombra y estar a favor del perjudicado es decir, yo.
 
Pero no, restar esos fatídicos 603 días de mi vida y darme lo que me correspondía era del todo menos sencillo. Ni siquiera podía reclamar el dinero, las devoluciones tenían una validez máxima de 30 días, ¡qué vergüenza de letra pequeña! La única solución era volver a pagar y empezar de cero, disgustado como me hallaba sólo atinaba a visualizarme de nuevo electrocutado, desmembrado, quemado, picoteado…

La verdad, no creía posible volver a soportar todo aquello.
 
Estaba a punto de renunciar cuando la simpática operadora me ofreció como compensación el paquete vip, éste incluía un coche nuevo.
 
 
 
 
 

 
CONCURSO DE RELATOS: Mil maneras de morir
 

lunes, 3 de octubre de 2016

El árbol



De pequeños siempre jugábamos en aquel árbol. Recuerdo que miles de veces intenté convencer a Marcos para alejarnos de ese cerco invisible al que él llamaba hogar, pero no quería avanzar y yo aún sin entender la razón, le consentía. Nunca antes había tenido un amigo tan singular.  

Fuimos creciendo y seguí yendo a aquel árbol, pero entonces sí empecé a advertir que algo de todo aquello no era normal, ya contaba con la edad de trece años y Marcos seguía siendo el mismo chiquillo de ocho con ropas extravagantes y poses aristocráticas.  

Supongo que la realidad al fin vino a mí cuando nuestras conversaciones se vieron afectadas, estaba en pleno apogeo hormonal ansioso por hablar de María la hija del panadero y Marcos insistía en corretear como si fuéramos chicuelos. Eso me molestó. 

-          Sabes Marcos, ¡estoy harto! Llevo años viniendo a este estúpido árbol y siempre hacemos lo que tú dices, ¡Pues no! ¡Se acabó! A partir de ahora iré al pueblo y si no quieres venir, ¡Allá tú! ¡Dejaremos de ser amigos! 

No dijo nada, sólo me examinó. Su mirada se volvió negrusca como si las pupilas se hubieran adueñado de sus ojos, retrocedió dos pasos para colocarse detrás del tronco y yo extrañado por esa renuncia fui tras de él, pero no lo hallé. Parecía que el árbol lo hubiese engullido, palpé en busca del hueco del que supuse que estaría escondido pero no encontré nada, solo una frialdad que erizó todo el vello de mi cuerpo, me asusté mucho y gallina de mí, huí.  

No he conseguí volver a ese árbol, ni siquiera recordaba esta historia hasta hoy, cuando mi hija Alejandra me ha explicado que ha hecho un nuevo amiguito, el que vive en la llanura del bosque.