Nadie me había
comprendido como lo hizo él. Y eso que nuestro primer encuentro y la situación en
sí, fue un tanto extraña, incómoda por mi parte, poco corriente por la suya. Señalándolo
desde la opinión generalizada de la sociedad, esa que nos tiene marcados
por cánones de normalidad y buen ver. Allí estaba yo; sosteniendo una pala y mi
querido amor observando la hazaña sin abrir boca.
A ver, no voy a mentir, ya he tenido otras relaciones y en aquellos momentos del pasado también creí estar cien por cien enamorada, poco sabedora de lo que eso significa. Porque yo cuando siento, siento de manera excesiva, descontrolada, exhalo credulidad por donde piso, pero no duraron mucho. Como os digo toda la culpa la tiene la sociedad y no yo; eso nunca. Es ella la que tiene la manía de tildar de gente rara a los que no seguimos el camino marcado. ¿Y qué camino es ese? ¡Vete tú a saber! En el pasado siempre he tenido problemas para confraternizar con otros, interactuar o ya dramatizando: lograr algún tipo de conversación medio decente. Eso ha acabado por convertirse en un problema serio de socialización, en consecuencia, he tenido que soportar demasiadas veces que se me tachara y vapuleara, y yo; y el mundo interior que he ido cosechando no ha necesitado de muchas excusas para alejarse.
Lo que os decía, él por fin era: ÉL, en mayúscula. Tirando a la factoría Disney a la papelera de reciclaje, porque tengo mucha conciencia del medio ambiente y reseteando cualquier canal propio de esas mentiras para no dar pie a más milongas, existía, al fin, sí; un príncipe a mi medida. Mitad ogro, mitad humanoide descarriado. Descarriado, mmmm… qué palabra más dulce, como mi precioso hombretón. Bueno, ¡basta! No voy a seguir por ahí que seguro que más de una intenta arrebatármelo, y éste es mío.
Allí nos encontrábamos la pala, él y claro, yo; bueno tampoco deberíamos olvidarnos de mi lucido delirio. El fondo quizás no fuera el más acertado, las urracas chirriaban con un digno cabreo, si me ponía en su pellejo seguro que yo estaría igual, la falta de comida suele generar muy mal carácter y estas famélicas pequeñajas estaban esperando su festín.
Recuerdo que se acercó y levantó la mano, pero no fue un saludo corriente, el movimiento se parecía más a el de un noble que quiere que le besen el dorsal. Fue entonces cuando miré la escena desde todos los ángulos, es algo que hago desde niña, desvanecerme y admirar el espectáculo, pero esta vez era diferente, sentía un fuerte arraigo interior, el corazón batallaba a toda leche. Esperé que no se notara mucho, ni tampoco que lo había reconocido como mi otra mitad; a ver, no quería que sintiera que ya tenía todo el camino hecho. Soy muy digna aquí donde me veis. Calculé mentalmente y hasta hice trampa, lo confieso; conté con los dedos. Valoré el tiempo que tardaría en hablar con coherencia y no balbucear ñoñerías. Y cuando al fin logré sostenerme entre la contradicción, fui al grano.
—Ei, ¿Qué tal? —Directa, y clara. Un diez para mí.
—¿Eres nuevo por la zona? —Cada vez mejor. Ver maratones de telebasura estaba dando sus frutos.
A ver, no voy a mentir, ya he tenido otras relaciones y en aquellos momentos del pasado también creí estar cien por cien enamorada, poco sabedora de lo que eso significa. Porque yo cuando siento, siento de manera excesiva, descontrolada, exhalo credulidad por donde piso, pero no duraron mucho. Como os digo toda la culpa la tiene la sociedad y no yo; eso nunca. Es ella la que tiene la manía de tildar de gente rara a los que no seguimos el camino marcado. ¿Y qué camino es ese? ¡Vete tú a saber! En el pasado siempre he tenido problemas para confraternizar con otros, interactuar o ya dramatizando: lograr algún tipo de conversación medio decente. Eso ha acabado por convertirse en un problema serio de socialización, en consecuencia, he tenido que soportar demasiadas veces que se me tachara y vapuleara, y yo; y el mundo interior que he ido cosechando no ha necesitado de muchas excusas para alejarse.
Lo que os decía, él por fin era: ÉL, en mayúscula. Tirando a la factoría Disney a la papelera de reciclaje, porque tengo mucha conciencia del medio ambiente y reseteando cualquier canal propio de esas mentiras para no dar pie a más milongas, existía, al fin, sí; un príncipe a mi medida. Mitad ogro, mitad humanoide descarriado. Descarriado, mmmm… qué palabra más dulce, como mi precioso hombretón. Bueno, ¡basta! No voy a seguir por ahí que seguro que más de una intenta arrebatármelo, y éste es mío.
Allí nos encontrábamos la pala, él y claro, yo; bueno tampoco deberíamos olvidarnos de mi lucido delirio. El fondo quizás no fuera el más acertado, las urracas chirriaban con un digno cabreo, si me ponía en su pellejo seguro que yo estaría igual, la falta de comida suele generar muy mal carácter y estas famélicas pequeñajas estaban esperando su festín.
Recuerdo que se acercó y levantó la mano, pero no fue un saludo corriente, el movimiento se parecía más a el de un noble que quiere que le besen el dorsal. Fue entonces cuando miré la escena desde todos los ángulos, es algo que hago desde niña, desvanecerme y admirar el espectáculo, pero esta vez era diferente, sentía un fuerte arraigo interior, el corazón batallaba a toda leche. Esperé que no se notara mucho, ni tampoco que lo había reconocido como mi otra mitad; a ver, no quería que sintiera que ya tenía todo el camino hecho. Soy muy digna aquí donde me veis. Calculé mentalmente y hasta hice trampa, lo confieso; conté con los dedos. Valoré el tiempo que tardaría en hablar con coherencia y no balbucear ñoñerías. Y cuando al fin logré sostenerme entre la contradicción, fui al grano.
—Ei, ¿Qué tal? —Directa, y clara. Un diez para mí.
No dijo nada, nada
de nada. El tío era más tenebroso que el escenario en el que nos encontrábamos,
y yo cada vez me sentía más atraída. No podía evitarlo, mi última pareja al
conocer mis hobbies desapareció del
barrio, sin más. Nada más se supo. Bueno más tarde lo localicé, pero de eso ya
si lo preferís hablamos otro día. Así que al ver a alguien tan digno, que ni se
inmutaba con el panorama; lo poco que podía hacer por él era amarlo.
—¿Eres nuevo por la zona? —Cada vez mejor. Ver maratones de telebasura estaba dando sus frutos.
Nada, ni mu. Se me
terminaba el repertorio. Y como os dije al principio, aunque con mis coloquios
anteriores no os lo haya parecido, no se me da bien la comunicación. Tenía que
brillar. Las palabras empezaban a atragantarse y era consciente de que eso
pronto haría mella entre los dos.
—Bueno… pues…
supongo que… —caída en picado.
Empezaba a sentir la
pérdida y era consciente de que no podría arreglarlo, a parte claro, debía
tomar una importante decisión. Al fin y al cabo había visto como enterraba a
Jonathan, mi último amor verdadero. Sí ese, el desaparecido. ¡Ja!
Me arrancó la pala
de las manos y dijo.
—Este es mi
territorio, a estas urracas las alimento solo yo, si quieres que compartamos
suelo deberás pagarlo.
Supongo que otra de
las cosas que no soporto de esta sociedad es que te subestime, así que; Él
porque nunca llegué a conocer su verdadero nombre y Jonathan comparten desde ese
día y para siempre lecho conyugal.
Te adoroooo, me has hecho disfrutar de este relato. Me has tenido intrigada, saber cómo te las apañarías... y el final!!! Chapeau, mi querida Irene... Gracias.
ResponderEliminarMil besitos para tu martes ♥
¡Yo si que te adoro a ti!
EliminarDespués de tanto tiempo estoy un poquito oxidada, por eso me he dicho; échale humor. Y qué no nos falte nunca, :D
Muchos besos.
Bienvenida de nuevo Irene, me da mucho gusto encontrarte en este tu espacio literario que tan buenos momentos me ha dejado desde la feliz coincidencia de tu encuentro. Vaya relato de humor negro para comenzar, ja,ja,ja, vienes con las pilas cargadas. ¿Cómo se llama la protagonista de tu relato? Más que nada, por salir corriendo a conocerla, todo un encanto!!
ResponderEliminarUn gran abrazo artísta.
Como me alegras al decirme lo de los buenos momentos, Miguel :) Mil gracias de corazón. Mi sabia madre siempre dice que tengo un humor un poquito retorcido, a ella se lo permito, claro; y para volver me he dicho, que mejor que con humor.
EliminarSobre el nombre de la chica, no puedo delatarla, a parte que miedito me da si así lo hago.
Un beso enorme.
¡Hola, Irene! Un gusto volver a disfrutar de tus letras. Un relato que nos muestra todo un amor de ultratumba, je, je, je... Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarHola David, :)
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Amor a primera y última vista, jeje
Un fuerte abrazo.
Vaya, Irene, este sí que es un retorno triunfal, jajaja.
ResponderEliminar¿Un amor inesperado a simple vista o una atracción fatal entre dos iguales? Tal para cual, podríamos decir, aunque puestos a elegir el más malvado de los dos, caramba con la chica tan... modosita, jeje.
Un estupendo relato con sorpresa final. Y la risa macabra lo ha acabado de adornar.
Un abrazo y bienvenida de vuelta a casa.
Hola Josep Maria,
EliminarLa pobre solo busca el amor verdadero, lo que pasa es que lo vive a su rollo y no cuenta con la opinión de los otros, jeje
Muchísimas gracias por tu comentario.
Un beso.
Bienvenida de nuevo, Irene. Me ha encantado tu macabro relato lleno de humor negro y con esas expectativas que, poco a poco se van desvelando hasta un final tan logrado como inesperado.
ResponderEliminarUn beso.
Muchísimas gracias Rosa, :)
EliminarDe verdad que me alegra haberte sorprendido con el final.
Un beso grande.
Holaaaa Irene, se te echaba de menos, sabía que volverías, lo sabía, jeje. Pero me da miedo la pala que traes no se si fiarme, mira que por ahí andan Norman Bates y unos locos se van a reunir en su motel...cuchillos, palas uf. Vaya con la protagonista, y cómo iba a abrir la boca el pobre y dice que tiene problemas de socialización, ya te digo, rarita, noooo. Espero que ese ogro humanoide descarriado que tiene ahora la pala quiera relaciones con ella, sabiendo lo es capaz de hacer jeje. Vaya relato chica y el caso es que lo lees tan agustito. Un beso linda
ResponderEliminar¡Hola Eme!
EliminarEs que tú me conoces muy bien, es imposible que pueda sorprenderte, jejeje
Al humanoide descarriado pocas opciones le quedan.
No se debe subestimar a las personas, que luego pasa lo que pasa.
Muchas gracias por pasarte.
Un beso.
Muy buen relato!! Expectativas a full.
ResponderEliminarGracias por compartir
Muchas gracias a ti Nicolas, por leerlo y comentar, :)
EliminarUn abrazo.
Vaya vaya qué humorcito más negro que gastaban, jajaja.
ResponderEliminarMuy bueno Irene, bienvenida de nuevo y muchas energías en tus letras.
Besos
¿Has visto Conxita? Qué temibles, jeje
EliminarMuchas gracias, :)
Un beso.
Ay Irene, qué ganas de leerte de nuevo. Un relato plagado de notas de humor muy tuyo, negro pero fino y divertido.
ResponderEliminarCreo que soy alma gemela de tu prota, cuando dice "yo cuando siento, siento de manera excesiva, descontrolada, exhalo credulidad por donde piso", jajaja (¡lo de exhalar credulidad me ha encantado!). Y ya ni te cuento con lo de comerse el coco buscando en él las palabras adecuadas. No, si ver la tele ayuda bastante... ;-)
Un besazo, solet.
Muchas, pero muchísimas gracias por tu cariño Chelo, me siento súper bien recibida.
EliminarLa pobre tiene serios problemas a la hora de comunicarse y hace lo que puede, jajaja Pero creo que no, que aquí los maratones de telebasura no le han ayudado mucho, (pero por si acaso no se lo diremos), ;)
Un beso grande.
¡Hola!
ResponderEliminarMe ha encantado, hala, a compartir lecho eterno con Jonathan que querer cobrarle ya es el colmo.
Un beso y me has enganchado desde la primera línea.
Es lo que tiene el dinero, que rompe con todo.
EliminarMil gracias por tus palabras Gemma, :)
Un besote.
Me ha encantado el relato, Irene, tan repleto de humor negro. Tu protagonista me ha recordado a los de Christopher Moore, uno de mis autores de género fantástico favoritos. Tu relato es ágil, entretenido y deja con ganas de más... ¡¡felicidades!!
ResponderEliminarUn besote
Hola Chari,
EliminarNo lo conozco, ahora me lo apuntaré como un autor pendiente de descubrir. Lo que si te agradezco son tus palabras, que las guardaré siempre, siempre.
Mil gracias.
Un beso enorme.
¡Bienvenida Irene! Me encanta leerte de nuevo. Macabro y maravilloso relato con un toque de ironía y mucho de humor oscuro (muy oscuro). Me encantado lo bien que se lee, de un tirón. Y esa psicópata tan práctica..., jeje.
ResponderEliminarUn besazo, guapísima.
Hola Ziortza,
EliminarMuchas gracias por tu cariño.
Ella se enamora y se desenamora a paso fugaz, visto y no visto, :)
Un beso.
Lo mejor la risa macabra, lo sé (muajaja) :)
ResponderEliminarY yo te estoy muy agradecida por ello, Julio David.
Un fuerte abrazo.
Bueno, veo que regresaste con una fuerza abrumadora, con una energía avasalladora, con un humor intrépido y negro con... cualquiera te dice lo contrario con esa pala en la mano y con tu don de gentes.
ResponderEliminarYa te echaba de menos por estos mundos de las letras incorruptas, esas que escribimos con una mano en la pluma y otra en el corazón...o en la pala de enterradora.
Besos y besos de cariño, no sea que te cabrees y me busques para que comparta fosa con esos amantes tuyos.
¡Bienvenida amiga!
Eso, eso a mis letras ni se te ocurra decirles nada malo, que ya ves como se las gastan, jejeje
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras, Francisco, :)
Muchos besos.
Necesitaría ponerme en contacto en privado contigo.
ResponderEliminarClaro, este es el correo: laquimera.irene@gmail.com
EliminarCuando quieras, ;)
Contenta de que hayas vuelto, Irene, aunque ahora la que está medio desaparecida soy yo.
ResponderEliminarEs verdad, los que no saben socializar tienen una verborragia interior que fluye como una catarata y que supiste reproducir muy bien.
Me gustó la forma en que presentaste a los personajes y cómo encaraste la narración. Cuando nombraste por primera vez la pala, presentí que había algo macabro detrás.
¡Muy bueno, guapa!
Besazos.
Feliz estoy yo, de que me recibáis con tanta estima. Espero que todo vaya bien, Mirella.
EliminarSi, al nombrar la pala, ya se da por hecho que algo malo tiene que suceder o ha sucedido, en este caso mal final para Él, al pobre no le dio tiempo ni a presentarse.
Mil gracias por tus palabras.
Besos.
Irene, ya se te echaba de menos por estos lares bloggeros. Me sorprende siempre lo polifacética que eres en tu escritura. Unas veces romance, otras terror y otras una mezcla de ambas jaja.
ResponderEliminarUna forma muy interesante de mostrar lo macabro del ser humano, capaz de odiar (hasta la muerte) y amar (hasta la muerte) como el ser contradictorio que es.
Un besote.
Hola Sofía,
EliminarYo también os extrañaba, de verdad que sí.
El amor mal entendido empieza y termina mal, (bueno esperemos que no como en este relato) ;)
Muchísimas gracias por tus palabras, me hacen muy pero que muy feliz.
Un beso.
Irene que bien que nos deleites nuevamente, y esta vez si que te has puesto molesta, ja, ja.
ResponderEliminarEspero que en la vida real no se te ocurra enterrar a tus pretendientes sin darles la oportunidad de demostrarte su amor.
Con lo encantadora que te percibo debes tener a muchos a tus pies, espero que no tengas ninguna pala a mano, ja ja.
Buena narrativa y muy macabra la chica, te quedo genial.
Hola Idaila,
Eliminar¿Has visto qué protagonista? Jeje
Ella solo busca el amor verdadero, pero la sociedad y la vida no le pone uno a su medida, así que zas y a por otro, ;)
Me alegro que te haya gustado.
Un beso.
¿Qué tal Irene?
ResponderEliminarNos has regalado humor negro, por supuesto, con el tono socarrón tan acertado del que has logrado impregnar el relato. Se advierte casi desde las primeras líneas que un amor de parámetros anormales, así que predispones al lector a cualquier sorpresa.
Sobre todo me hizo gracia el ¡Ei, ¿Qué tal?, directo y claro
El mazazo final acorde con la tónica del relato.
Irene... no nos dejes tanto tiempo sin tus cuentos ¿vale?, hasta pronto compañera.
Hola Isabel,
EliminarMuy bien, espero que tú también, :)
Sí, mostrando el ambiente desde el principio, poca sorpresa podía haber. A parte que la pala, es eso una pala, jejeje
Muchas gracias por tus palabras.
Un beso.
Jajajaja,... muy bueno Irene,... no sabía que esta chica se dedicara a la hostelería ;)
ResponderEliminarBienvenida y bien fin de semana!
Hola Norte, :)
EliminarMe alegro de que lo hayas disfrutado, jeje
Muchísimas gracias.
Feliz fin de semana.
Bienvenida de nuevo Irene! sabes qué? que me he enamorado! una chica como la de tu relato, con esa parca expresividad y las ideas tan claras, no se encuentra todos los días. Eso sí, tendré que ir pensando en hacerme un seguro de vida, por si las moscas.
ResponderEliminarDejando las bromas aparte, tiene tu relato una mezcla de novela negra y humor que lo hacen atractivo por partida doble. Yo que soy un amante de los diálogos en las historias largas, creo que aunque parezca contradictorio has tenido que hilar fino con estos diálogos minimalistas, o más bien monólogo, para que dieran una idea de como es el personaje, que contrastan con la verborrea imparable y algo atropellada de la chica al contarnos la historia en primera persona. Bien resuelto ese final inesperado.
Un abrazo, Irene.
Hola Jorge,
EliminarNo me digas eso, jajaja ¡Qué miedo!!!
Hombre, claras las ideas sí las tiene, eso podría darle un buen punto, pero creo que ni con un buen seguro te libras, ya ves cómo se las gasta, ;)
Gracias por tus palabras, te las agradezco muchísimo.
Un fuerte abrazo.
Hija mía, has descrito tan bien la mente de una psicópata que me das un poquito de miedo, la verdad (es broma).
ResponderEliminarGenial relato, la manera de excusarse la protagonista ha sido el primer toque de atención de que esa mujer era rara, rara.
Y el final digno de una película de terror.
Enhorabuena.
Un besote.
Hola Paloma,
EliminarSi mi protagonista te da miedo, bien, bien, jijiji
Pobrecilla, rara no, diferente (solo por si nos lee) ;)
Muchas gracias por tus palabras.
Un beso.
Joder Irene, yo escribiendo cosas "cuquis" y tú apareces con esto... Me gusta todo, el tono desenfadado, la naturalidad y el giro al final. Incluso tu prota tiene su aquel!!!!
ResponderEliminarUn abrazo
Es que tu último relato es requetelindo, :)
EliminarMe alegro mucho, mucho que te haya gustado.
Un fuerte abrazo, David.