Toda la vida anhelé amor. La ternura que a otros prodigaban
y en contra me era rechazada. De niña no comprendía la razón de que a mi
hermano se le daba un cariño que yo nunca recibía, no era por lo
material, la frustración se asimila de pequeños, y con esto aprendí a convivir con los pocos regalos que se me eran entregados. Sobre todo, cuando en un
cumpleaños sufrí la primera bofetada entre gritos de la que se suponía que era
mi madre, diciéndome que era una egoísta. No fue el golpe lo que desestabilizó,
sino la saña. El odio que subyacía en su comportamiento. Eso incorporó en mi
sistema un miedo que me persiguió durante años.
Entendí, sí, lo hice. Nunca deseé nada más. Pero otra cosa
era el afecto. Este, este sí que lo ansiaba. Como un perrito famélico que busca
la mano de su amo, pero cuanto más lo mendiga, más dolor se clava en su alma.
A veces veía como mi padre me miraba con lástima, compasión
que no comprendía, pero de nada servía, porque solo se quedaba en esos pequeños
gestos que no arraigaban a un corazón que cada vez se encontraba más infértil.
Nunca fuimos una familia de cuatro, eran mis padres y
hermano, y luego estaba yo. Un ser gris, desplazado de cualquier atisbo de
simpatía. Repudiada desde la cuna. Como un ser infectado por un virus
desconocido.
No es excusa como fue la vida a partir de ahí, no. Pero si
una de las razones de las variantes de la misma. Me enganché a mil
relaciones, estaba tan necesitada de cariño, que me importaba poco la
degradación si con ello obtenía algo de estima. La miseria fracturó la última
porción de alma que conservaba dentro, desencadenando lo que más tarde sucedió.
∞
Un mensaje de voz, era de mi madre diciéndome que mi hermano se
iba a casar en dos semanas, se explayó
diciéndome que mejor fuera sola, para no avergonzar a la familia, que debía
comportarme y regalarle algo dingo, a cada palabra que decía, añadía un par de
insultos que sumaba a otros. Me despreciaba. Pero yo también lo hacía. Era un
ser repelido, mancillado, golpeado y vapuleado por aquellos que debieron
cuidarme. Protegerme.
∞
—Hola, papá. Acaban de darme la noticia. —Este siempre parco en
palabras, suspiró.
—Mira Andrea, lo mejor es que no vengas. Se te ha llamado por
obligación, pero no debemos enturbiar algo bonito, y sabes que.. bueno, ya…
Nos quedamos los dos en silencio, no era necesario añadir nada
más, pero la parte incomprendida, masoquista que no se rendía insistió.
—¿Por qué? Qué os he hecho. —Supliqué.
—Tu vida, hija, es una vergüenza. Vas de hombre en hombre, tus
trabajaos son… mira, mejor habla con tu madre, no se me dan bien estas cosas.
—No, no. ¡Necesito que me digas la razón por la que nunca me
habéis querido! —Grité, llorando desesperada. Suspiró de nuevo, pero de otra
manera como si por fin se rindiera.
—Si que te queremos, es solo, que… es complicado, Carla lo ha
hecho lo mejor que ha podido, pero bueno, la verdad, Andrea; es que ella no es
tu madre biológica…
Siguió hablando, me explicó que él tuvo una relación anterior,
pero esta murió en un accidente, Carla se hizo cargo de mí, mientras mi padre
se ajustaba a su nueva vida, hasta que el destino decidió que debían casarse, y
la pieza que los había unido de repente dejó de hacerlo, ya no era necesaria.
Le colgué.
∞
El anhelo poco a poco fue convirtiéndose en odio, cada golpe,
insulto, desprecio. Como un reloj de arena que se mantuvo pausado, reanudó
cayendo cada mota lentamente hasta que explotó.
Ahora me encuentro en una celda, podréis pensar, la venganza no
trae nada bueno, o que merezco un castigo por mis actos, pero todo lo
contrario, la liberación que sentí al aparecer en aquel banquete, al contemplar
la obra creada en fondo blanco con matices borgoña, solo me produce regocijo. Este
es mi hogar, aquí me siento aceptada, solo soy Andrea.
Al fin y al cabo, todos aquellos que me pisotearon, deberían estar
orgullosos del monstruo que crearon.
¡Hola! Espero que estéis disfrutando del verano, este relato se debe un poquito a este calor que nubla el juicio y también a mis lecturas de estas semanas. Y necesitaba escribir o mejor dicho, lo ansiaba.
No temáis, que no me va a dar por comprar una katana, ;) (Disculpad el chiste malo, no puedo evitarlo).
Mil gracias por vuestro tiempo.
Besos, y abrazos.
Esa venganza está más que justificada.
ResponderEliminarSeguro que ella estará mejor ahora. Lo de la celda es lo de menos.
Peor estaba antes soportando injusticias y barbaridades.
Cómo era aquello... sí, a cada cerdo le llega su San Martín... pues eso.
Besos.
Existen mucho tipo de celdas, la peor, en este caso no es la de los barrotes.
EliminarMil gracias por tus palabras, Xavi.
Besos.
Hola, Irene, tambien aca nos estamos derritiendo del calor y ni tenemos la esperanza del cambio que tienen ustedes, pues otoño ni invierno llegan por estos lares..., pero seguimos con vida, ja, ja.
ResponderEliminarEl relato me ha parecido desquiciadamente liberador, es de una dureza emocional imperdonable. El rechazo siempre duele, pero si se trata de tus seres más cercanos es demoledor y silenciosamente peligroso, por lo que Andrea no tuvo más remedio que volverse implacable y tomar la justicia por sus manos. La paciencia del reloj de arena se agotó.
El final, aunque muy triste para alguien que la vida le ha negado todo, para ella resultó ser liberador, al menos mientras le dure el regocijo, hasta que se de cuenta de que la libertad es lo más valioso de la vida y el derecho a elegir nuestros actos y reacciones nuestro mayor bien y privilegio.
Irene, respira profundo, usa tu imaginación para no dejar que el calor te asfixie, ni tampoco los malos recuerdos. Como dicen por aqui, "ma pa lante vive gente".
Que encuentres un apacible y refrescante río que te ayude a disipar un poco el calor y de paso ahogar todos tus males allí, saliendo liberada y fresca. Besos querida jovencita, no desesperes, ya casi llega el otoño.
Hola, Idalia.
EliminarQué calor ha hecho este mes de agosto, por suerte ya tenemos días donde uno no se asfixia. O no del todo, ;) Es que soy de frío, me encantan los jerséis gorditos de lana, acurrucarme con mil mantas, ja, ja, ja.
La crueldad es incomprensible, demoledora más si proviene de aquellos que deben querernos, sobre todo cuidarnos. Soy muy intolerante sobre esto, así que añado poquito más, que me conozco, ;)
Muchas gracias por tu cariño.
Muchos besos.
Nunca mejor dicho el refrán "cada quien cosecha lo que siembra". En este caso, la familia se lo buscó, lo estaba pidiendo a gritos lo que le hizo Andrea. Es una historia de venganza, lo sé, pura y dura, aunque también podría haberse vengado mandándolos a la !"#$5@6/(°=!!... O a Chile, en el confín del mundo jeje Va un abrazo, Irene.
ResponderEliminarHola, Julio David.
EliminarSi, también podía solo enviarlos por ahí bien lejitos, pero el odio o la desesperación hace que se cometan auténticas aberraciones.
Un fuerte abrazo.
Así es. En momentos de alto estrés, rabia, tristeza o frustración, se nos nubla el juicio y, peor todavía, el corazón.
EliminarPues me has tenido enganchada desde la primera frase hasta el final. Pobre Andrea. Llegó al mundo y desde el principio tuvo que cargar con un peso que ni merecía ni entendía. Purgar una pena sin culpa que la justifique es de lo más frustrante, sobre todo cuando viene de los seres que más deberían arroparte y quererte. Su reacción fue un poco desmesurada, pero comprensible. Genial el relato.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Rosa.
EliminarMe hace muy feliz tu comentario, me alegra de verdad que hayas estado enganchada, no puedo pedir nada más.
Mil gracias de corazón.
Un beso.
Excelente. No puedo decir mucho más, tampoco hace falta.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Mil gracias José, súper agradecida por tus palabras.
EliminarUn fuerte abrazo.
Cuando alguien se siente excluido y despreciado puede reaccionar de muchas maneras, tu prota dio rienda suelta al resquemor y la falta de cariño de tantos años. Quien siembra vientos, recoge tempestades.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Paloma.
EliminarLa verdad es que nunca nos conocemos al 100%, aunque creamos que sí, uno no sabe cómo reaccionaría dependiendo de qué situación y si a eso se le suman distintas vivencias entonces ya es un mundo totalmente opuesto.
Muchas gracias.
Besos.
Buen relato, en el que se masca la tragedia, con final que no obstante sorprende, ¡enhorabuena!
ResponderEliminarSaludos!
Muchas gracias, Ethan. Bien no podía terminar o quizás sí, la resiliencia es un camino arduo, a un ser que siempre se le ha despreciado al final muerde y daña, porque no comprende nada más.
EliminarUn abrazo.
Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío... yo hasta justifico a la pobre Andrea. Siempre digo que la formación de un niño es trabajo de los adultos, de nosotros depende su equilibrio y su bienestar físico y mental. La lástima es que hay muchas Andreas sufriendo en la realidad. Qué lecturas estarás leyendo, bonica mía!!!
ResponderEliminarMil besitos con mi cariño y muy feliz septiembre ♥
Hola, Auro.
EliminarA veces se pueden comprender las razones de uno para comportarse de un modo u otro, no es que se acepte o se diga que es lo correcto, pero dentro de la temeridad podemos entender el porqué.
En breve me paso al género romántico, con esto no te digo más, ja, ja, ja
Mil gracias por tu cariño.
Muchos besos.