jueves, 24 de octubre de 2024

Embrujo extraviado

 



No soy de ir a antros, siempre me siento desubicado, fuera de lugar, no sé hacia donde mirar, cómo colocar las manos, no diremos interactuar. Por eso la primera vez que la vi sentí un rechazo absoluto. Se la veía tan libre, cómoda consigo misma, que la parte púdica la desdeñó al acto. Otra cosa era no mirarla, imposible, con tantos colores, brillos y risas ensordecedoras. Mientras yo estaba ahí casi oculto, ella se movía, mejor dicho, convulsionaba. Parecía como si los brazos no formaran parte de su cuerpo. Eso me fascinó. De repente como si algo me hubiese poseído, empecé a mover cuello, cabeza, pie, y vuelta a empezar. Era incontrolable, ¿qué carajos me pasaba? Las caderas bailoteaban solas. No lo entendía, pero no podía parar y entonces me miró y sonrío, pero lo más extraño fue el brillo casi demoniaco que desprendían sus iris, una intensidad que sobrecogía, como si solo me viera a mí, increíble, el sujeto que siempre acecha, pero se mantiene apartado, el repelido. Esa fuerza inhumana hizo que me sintiera como John Travolta y en acto de rebeldía incorporé pasos prohibidos hasta acercarme a ella. La cosa no quedó ahí, no, empezamos a girar y girar por la pista de aquel sitio lúgubre, con un sentimiento de plenitud que lejos de asustarme requería darle más, mucho más. Y lo hice, la besé.

Después de aquello no recuerdo mucho, más bien nada, solo un subidón incorpóreo como si lo que represento no se manifestara más allá de un cuerpo autónomo que bulle sin control. Amanecí en mi cama, cómo llegué, siempre será un expediente no resuelto. Me asusté, no puedo decir lo contrario, es más, especulé con que me habían drogado, pero no bebí nada a parte de una cerveza, por lo que era imposible.

Lo que sí puedo decir es que me obsesioné, volví a ese sitio, pero después de varios meses de búsqueda incansable y no localizarla, terminé por rendirme. ¿Lo habría soñado? Pero era tan certero, un recuerdo así no puede uno invocarlo, juraría poniendo la mano en el fuego que había sucedido. ¿Sería eso el amor? Un descontrol que reniega de la capacidad. Absoluta necesidad, sí, eso era.

Y la encontré, quizás tarde, quizás no. Yo le correspondía, era suyo, pero por lo que se ve el hada demoniaca no había cultivado los mismos sentimientos, porque iba de la mano de un tipo algo siniestro, otro que tenía los ojos extraños, perturbadores, quise acércame y requerirle por su abandono. ¿Abandono? No me reconocía, estaba algo extraviado en comportamiento desde aquella noche. La parte racional me impidió no comportarme como un psicópata y desechando los pensamientos de pertenencia, decidí irme, giré de calle, pero antes tenía que verla una última vez, y volvió a suceder. Me miró, sonrió y cual condenado dejé que me manejara a su antojo. A la mañana siguiente tome conciencia de que aquello era un fenómeno que no podía repetirse. Y como necio no soy, cargué petates y me di a la fuga.

Amor, dice, ese ser me tenía subyugado.


4 comentarios:

  1. Está condenado a extrañarla de por vida.
    Pasarán las semanas, los meses, los años y ella seguirá en su corazón hasta su último día.

    Besos.

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  2. Quizá era el Innombrable en una de sus múltiples formas femeninas.:)

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  3. De todas formas, por mucho que se aleje, está condenado a recordarla toda su vida.

    Besos.

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  4. Ella tiene una personalidad luciférica que le sacó, a él, su lado oscuro. Lo liberó pero también lo condeno al mismo tiempo. De cierta manera el tipo me revordó a mí, porque tampoco me gusta bailar. Quizás Du Hast la bailaría solo y en secreto, pero la que gozaría, dedicándola, sería "Don de fluir" de Jorge Drexler. Va un abrazo, Irene.

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