jueves, 24 de octubre de 2019

El quebranto de Cayetana


Añoranza del pasado, incorpórea belleza. Sutilezas de otros tiempos. Retrospecciones que desencadenan plenitud en este hoy que se alimenta de los constantes cambios. Recuerdos capaces de emocionar y proporcionar alimento al espíritu. La pérdida. El ayer. Las preguntas que no tienen respuesta, que no prestan a la calma. Cayetana amó, pero no supo perder. En secreto admiraba todo aquel capaz de continuar con su vida, sin cuestionar las razones que los habían llevado a esa situación, en cambio ella solo deseaba volver atrás, descaminar sus pasos para revivir e intentar hacerlo mejor o quizás solo para sentir que importaba. De ahí los errores cometidos, lo que más tarde no tuvo que suceder.
 
―Mamá, este es el cuarto mensaje que os dejo en el contestador. Por favor, devolvedme la llamada. Es urgente, de verdad. Esta vez si lo es. Tengo, tengo… que daros una importante noticia. Sí, justo eso. Necesito, yo, yo… solo llamadme, ¿vale?
 
Pero esa llamada nunca obtuvo respuesta. Por más que insistió, por más mensajes que dejó, nunca le fue devuelta.
 
 

Día 11.
 
<<Es el momento>> <<Tengo que hacerlo>> <<De hoy no pasa>> Como un mantra, Cayetana se repetía esas frases una y otra vez. Llevaba sin saber nada de sus padres cerca de dos semanas, tampoco había logrado comunicarse con los pocos amigos que le quedaban. Después de su última relación, todo había ido a menos, con la partida de Emilio, llegó el fracaso. Por primera vez sintiéndose enamorada confió plenamente en sus sentimientos y en esa relación, era todo nuevo, intenso, ansiado y con una incomprensión desmedida fue agarrando todo lo que transcurría a su paso, no le importó renunciar a su esencia, a lo que representaba, tampoco a su mundo, en su mente solo visualizaba la cimentación de un conjunto, pero lo que no percibió, de lo que no se dio cuenta es que las bases de éste tenían una única dirección; él. Cuando ya no quedó nada de lo que ella simbolizaba, la relación fracasó. Quedando desolada, se alojó en la desconfianza de no verse capaz de creer en nada, en nadie, esa fue una de las razones que la llevó a apartarse de todo y todos. No fue inmediato, el proceso lento pero seguro en la que poco a poco se iba reconfortando en la tristeza hizo que estás emociones  se fueran sublevando, ganando terreno, hasta que llegó el momento en que no le permitieron seguir con su vida. Perdió el trabajo, uno del que tiempo atrás sintió orgullo, ya que empezó nada más terminar los estudios y con los años se ganó el respeto de sus superiores, alcanzando así un cargo de más responsabilidad. Los conocidos se fueron apartando, la primera etapa fue la pena y esta anduvo acompañada de consejos y comprensión, más tarde aconteció el rencor, ¿por qué seguía en aquella situación? Ya era hora de salir a flote, no era la primera relación que fracasaba. Cayetana lo sabía, pero ante la confusión no hallaba consuelo, solo desventura. Así que con el tiempo y para no tenerse que justificar fue cerrándose en un caparazón de desazón y ahogo. Construyéndose un mundo en el que coexistía la penumbra y la indiferencia, un lúgubre hogar a puerta cerrada del que pocos tenían permitido el acceso. 
 
Día 15.
 
<<Puedes hacerlo>> <<Hazlo>> Llevaba dos días intentándolo, agarrando con fuerza el bolso, como si este pudiera salvarla. Sin ingresos, el sustento dependía en gran parte de la bondad de sus padres y Maite, su mejor amiga de la infancia. Eran los únicos que todavía la tenían presente, los que la cuidaban y procuraban que no muriera de hambre. Pero llevaba muchos días que no podía contactar con ellos, y la vergüenza de su situación le impedía llamar a otros para pedir socorro. ¿Qué les diría? Que llevaba meses recluida en aquella casa, que tenía pavor a salir a la calle, y que la vieran, la juzgaran. No podía, ya había perdido demasiado. Lo único que le quedaba era la dignidad y su olvido. Así que allí estaba, camuflada en la valentía que no quería surgir, en el miedo atroz a afrentarse a la realidad y es que no podía salir, le era imposible. Pero no tenía alimentos, en su despensa apenas quedaba nada. ¿Cuántos días podía sobrevivir una persona sin comer? Si tuviera internet podría averiguarlo, así por lo menos certificaría el día y hora de su muerte. Pero, no; triste realidad en la que se amparaba. Había sido una mujer con proyecciones claras, capaz, desde el principio supo lo que quería estudiar, donde quería trabajar, unos padres generosos y amigos que creyó los mejores, su vida siempre había estado encauzada, era perfecta. No se reconocía. Y lo peor es que no podía culparlo a él, Emilio y su abandono, por más que quisiera señalarlo era ella la que se destruyó desde el principio y eso hacía que no fuera capaz de superar las mentiras, el egoísmo y la manipulación de los últimos tres años. Era un castigo a sí misma por permitir que la moldeara a su antojo y cuando ya no quedaba ni una brizna de su esencia, este se marchara alegando que no podía conformarse con tan poco. Darse cuenta, ser consciente de que todo lo que hizo solo tenía un propósito, que ella se lo permitió, fue el desencadenante que hizo que algo dentro de Cayetana se rompiera. Y ahora, ¿qué quedaba? ¿Quién era? No había siquiera partida a la que dirigirse. No podía hacerlo. Solo oscuridad. <<Mañana, sí; al día siguiente lo volveré a intentar>>
 
Día 18.
 
Lo sabía. Cogió el teléfono, dejaría el último mensaje a sus padres. Sentía cercano su final. Le dolía y notaba como el aire que inhalaba era el último. La pesadez de sus miembros, el adormecimiento de pensamiento era el aviso de que el final cercaba sobre ella. Intentó marcar el número, pero fue incapaz, no lo recordaba, era como si su mente también fuera consciente de que ya no había continuidad. La culpabilidad de pronto la afrentó, sus padres, ellos siempre la habían querido, sin límite, sin importar cuantos errores había cometido, el perdón era anclado por su amor. Por más que lo probó, no pudo. <<¡No! Ellos se merecen más de mí>> Con ese pensamiento se arrastró hacia la puerta, gastando los últimos vestigios de energía para pedir ayuda, pero no tenía fuerzas y por más que lo intentaba, no  lo conseguía. Era imposible, moriría allí como una cobarde que se había dejado vencer por el miedo, recluida en su propia cárcel imaginaria, esas paredes que en otra época la habían visto reír ahora se alejarían de ella con pena e incomprensión.  <<¡No!>> No podría despedirse, no les diría cuanto lo sentía. La inmensidad de ese hecho fue el que le proporcionó el último impulso, al ponerse en pie, abrió y salió.
 
―¡Hija! ¡Hija! Por fin. Cogedla, cogedla. Por dios, ¡Juan! Llamad a una ambulancia, ¡rápido! Tranquila pequeña estamos contigo. Todo irá bien.
 
Acunada en los brazos de su madre, miró por última vez hacia su celda y con hilo de voz dijo. ―Sacadme de aquí, yo, yo no quiero volver. No quiero.
 
―No lo harás cariño, llevamos días esperando a que salieras. Pobrecita mi niña, lo siento tanto, siento que no hayamos hecho nada, pero tenías que ser tú quien abriera esa puerta. Ahora eres libre.
 

 
 

30 comentarios:

  1. Un texto precioso, Irene, y también una profunda reflexión de vida. En las situaciones penosas podemos y debemos pedir ayuda, pero primero que nada somos nosotros mismos quienes debemos ayudarnos. Tu protagonista lo descubrió al límite pero lo descubrió y ahí estaba la salida directa a su futuro.

    Me ha encantado la historia, volver a visitarte y la nueva estética de tu blog, ¡enhorabuena!

    ¡Un beso enoooorme, guapa!

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    1. ¡Hola, Julia!
      Qué alegría que estés de regreso, :) Me alegra que nos hayamos vuelto a reencontrar.
      Muchísimas gracias por tu bonito comentario, así es, primero ha de ser uno mismo el que se ayude.
      Muchos besos.

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  2. Tremendo Irene. Un texto muy duro envuelto en tu estupenda prosa que va subiendo de intensidad y que pone un verdadero nudo en la garganta. La culpa, su sentimiento, es un terreno muy complicado de superar. En esta ocasión has querido dar una oportunidad a tu protagonista y con ello hablas de esperanza. Por desgracia, en España y en resto del mundo el suicidio sigue siendo un tema tabú y así es casi imposible de concienciar a la población sobre las salidas cuando hay una dura pérdida ya sea amorosa, profesional o familiar.
    Un beso escritora.

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    1. Muchísimas gracias por tu comentario, Miguel.
      Te agradezco mil tu apoyo y cariño.
      La culpa como en este caso, puede derivar a enfermedad, es terrible todo el mal que puede provocar a uno mismo. Y lo realmente difícil que es salir de ese bucle.
      Un beso enorme.

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  3. Una historia intimista bien construida en sus tres principales partes y siguiendo un orden cronológico, para mostrar al lector el estado emocional y los pensamientos que rodean a la protagonista, quien a raíz de un desengaño amoroso intenta acabar, sin resultado, con su vida.
    El desarrollo va aumentando progresivamente la tensión de acuerdo a las dificultades, que se van agravando, hasta que por fin ella toma las riendas de su vida y encuentra el impulso necesario para escapar de su propia «cárcel» interior y abre la puerta del mundo exterior o de su apartamento.

    En cuanto a su mensaje, lo encuentro bastante reflexivo desde el punto de vista existencial y la importancia de enfrentarnos con responsabilidad a nuestras acciones, ya que equivocadamente solemos echarle la culpa de nuestros «males» al otro.
    Aunque has tardado en regresar, pues ya te echaba en falta, apreciada Irene, lo cierto es que tu vuelta nos ha proporcionado un buen texto en todos los aspectos.

    Un beso enorme.

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    1. Es verdad lo que dices, Estrella. Lo fácil es culpar a otros de nuestras desventuras, un error que solo puede perjudicarnos todavía más si eso es posible. Uno ha de ser consciente de sus faltas, tanto como la de los demás.
      Ains... mil gracias por echarme en falta y yo a vosotros, :) Estoy contenta porque esta vez lo he llevado bastante bien. He pasado unas semanas de mucho ajetreo de ahí la falta de entradas, pero he de decir que por primera vez desde que abrí el blog he controlado mi nervio lo suficiente, ¿quién iba a decirme que pasaría la primera prueba de fuego tan campante? Je, je, je
      Te agradezco muchísimo tus palabras, preciosa.
      Besos.

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  4. Un texto angustiante, porque sabés transmitir la compleja gama de emociones que van destruyendo a Cayetana. Ella pone todo el sentido de su vida en una persona y ante la ruptura se abandona a la inercia interior, pero al mismo tiempo, busca ayuda como una niña indefensa.
    Los padres tienen una actitud que puede parecer dura, sin embargo, lo que justamente hacen es sacarla de la dependencia y que tome las riendas de su vida.
    Hiciste un excelente retrato, el relato va creciendo en tensión hasta llegar a un final positivo para ella.
    Un abrazo, Irene.

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    1. Hola, Mirella.
      Como en tu caso, creo que los padres de esta historia actuaron como debieron, quizás siendo el factor que Cayetana necesitaba para salir adelante. Duro y difícil, pero muy necesario, porque cuando se quiere se tiende a sobreproteger.
      Mil gracias por tus palabras.
      Besos.

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  5. ¡Hola, Irene! Chapeau!! No solo en la forma, con esa corriente de pensamiento del personaje, que es todo un catálogo de los distintos estadios emocionales que debemos superar tras un suceso traumático. Culpa, vergüenza, esperanza, arrepentimiento, ira...
    Pero es que lo mejor lo dejas para el final. Decía Sabina en una canción lo difícil que era ayudar a quien no quería dejarse ayudar. Es así. Existen pruebas que debemos pasar solos, si de verdad queremos superarlas. Este personaje debía abrir esa puerta, ella, sola, sin ayuda. Y los padres dieron un ejemplo de lo que es estar al lado de su hijo. Nunca podremos evitar una caída, y mucho menos debemos evitar que corran. Solo debemos estar ahí para ayudarlos a levantarse
    Un fuerte abrazo y ¡enhorabuena!

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    1. Hola, David.
      Es verdad si alguien no quiere ser ayudado, por mucho que se haga nada cambiará. Hay procesos que uno debe pasar solo, y el tiempo como en este caso o una circunstancia extrema será el encargado de provocar una brecha.
      Mil gracias por tu valoración y comentario, :)
      Un fuerte abrazo.

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  6. De nada sirven los demás si nosotros no somos capaces de salir de nuestros propios infiernos.
    Un bello relato Irene. Duro, pero fiel reflejo de lo que cuesta dominar la propia realidad.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa.
      Así es, a veces ha de ser uno mismo el que salga de su propio infierno.
      Muchísimas gracias por tus palabras.
      Un beso.

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  7. Hola Irene
    Es un magnífico texto, de lo más solitario, represivo atormentador, con un enfoque angustiante. Solo ella misma tenía que abrir esa puerta, para ir en busca de esa ansiada oportunidad de vivir la vida de manera diferente. Muy reflexivo, me gusto mucho.
    Saluditos

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    1. Hola, Yessykan.
      Te agradezco muchísimo tus palabras y opinión, de la que estoy totalmente de acuerdo. Solo ella podía abrir esa puerta.
      Un fuerte abrazo.

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  8. Hola, mi querida Irene.
    Me ha encantado como vas desarrollando esa situación por la que está pasando Cayetana, con su nostalgia, pena... diría que su baja autoestima para enfrentarse con la vida, su realidad más cercana. La culpa, desencadenando otros sentimientos negativos destructivos para ella. El querer salir y no saber, intentar y regresar de nuevo a su celda interior. Se va observando, sintiendo cada pensamiento que se le cruza, y analizando. Al fin, su decisión de abrir y salir aún con dignidad, superando su propia prueba existencial. Alcanzando su liberación.

    Un magnífico relato, en el que aportas una grandiosa lección de vida, no solo por la parte puesta en Cayetana, también por la de los padres, que supieron comprender a su hija hasta el punto de ayudarla a ayudarse a sí misma.

    Un verdadero placer leerte.
    Abrazo bien grande, mi niña.


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    1. Hola, preciosa Mila.
      Qué comentario más bonito y profundo me regalas.
      Te lo agradezco muchísimo, :)
      Cayetana no supo seguir adelante, la culpa, el remordimiento, el miedo a no reconocerse, la impulsó a esconderse a no querer continuar porque no sabía. Hasta que cuando ya no quedaba nada solo el recordatorio de sus padres hizo que pudiera liberarse.
      Un beso enorme.

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  9. ¡Caramba, Irene! Me has trasmitido la angustia de Cayetana paso a paso, como si la viviera yo, je,je. Cuando uno cae en un estado de ánimo como el de ella, es como caer en un pozo del que no se cree poder salir. Solo el empeño para vencer la autocompasión hará posible salvarse de la muerte anímica. Ese último esfuerzo al límite, es el que logró sacarla de la celda en la que se había recluido. Aquí también se podría aplicar lo de "más vale prevenir que curar". Hay que evitar dejarse llevar por la desesperación tras un desengaño o cualquier otro tipo de trauma psicológico. Pero es más fácil decirlo que hacerlo.
    Me ha encantado.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Maria.
      Toda la razón, es más fácil decirlo que hacerlo.
      Me has alegrado al decirme que con este escrito he podido transmitirte las emociones de la protagonista, muy agradecida.
      Muchísimas gracias por tus palabras.
      Un beso.

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  10. Fantástico Irene. No solo por como lo relatas, ni por la intensidad que logras transmitir,... sino también por ese final agónico que resulta un punto y final perfecto.
    Saludos,

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    1. Mil gracias por tus palabras, Norte. Muy agradecida.
      Un fuerte abrazo.

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  11. Hola Irene!! Como verás acabo de aterrizar en tu blog y me gustan tus relatos, me ha angustiado ver como Cayetana casi llega a su fin. Con tu permiso me quedo por aquí y te invito al mío.

    Saludos.

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    1. Hola, Conchi.
      Qué bien que te hayas quedado, esta ya es tu casa, :)
      Y claro que sí, ahora mismo me paso por tu blog y te devuelvo la visita.
      Muchísimas gracias por tus palabras.
      Un abrazo.

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  12. Ufffff, no sé ni qué decir.
    Menudo texto, de los qu ehabría que releer porque es profundo y a la vez intenso.
    Enhorabuena.

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  13. Es uno el que debe de dar el primer paso para salir de todo aquello que le apresa en cárceles construidas con barrotes que nosotros mismos colocamos a nuestro alrededor. lo fácil es culpabilizar a los demás de todo aquello que nosotros provocamos con nuestras desacertadas decisiones. menos mal que los padres y los buenos amigos siempre están esperando en nuestros márgenes para ofrecernos esa mano que necesitamos pero que nosotros debemos agarrar para salvarnos. Y es que el orgullo es un mal consejero que nos aboca al fracaso.
    Un beso.

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    1. Hola, Francisco.
      Así es, lo fácil es culpar a los demás, reconocer nuestras faltas o errores es complicado, pero uno ha de ser franco con uno mismo.
      Muchísimas gracias por tu comentario.
      Un beso enorme.

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  14. Hola Irene, un relato interesante el que nos regalas, nos pone de frente a la introspección, a aceptar nuestra responsabilidad en la línea de vida que nos trazamos y seguimos.

    El relato es en sí lastimero y angustioso, me hiciste recordar el libro "Crimen y castigo" con ese nivel de angustia de Cayetana al sentirse tan próxima a morir, bien logrado ese efecto querida.

    Y ese final tan aleccionador, donde el deseo de los padres, de que su hija supere su crisis y lo logre por sí misma, le da las fuerzas para soportar sus ansias de salir corriendo en su ayuda. Muchos padres creen que esta actitud es falta de amor, pero es todo lo contrario, hay que amar demasiado para no desmayar y flaquear ante tales circunstancias.

    Me ha encantado la narrativa, la intensidad de las emociones y la temática tan interesante y vista con mucha madurez. Cada vez te superas con creces.

    Te envio un fuerte abrazo Irene.

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    1. Hola, Halorina.
      Muchísimas gracias por la manera que tienes de leer los escritos y sacarle siempre tantas representaciones. Te lo agradezco un montón ya que es algo que admiro de muchos de vosotros y me encantaría poder responderos de la misma manera.
      Creo que en este caso la única opción que les quedaba a los padres, era actuar de esa manera, ese paso debía tomarlo la protagonista, seguir protegiéndola y cuidando de ella solo podía perjudicarla más.
      Mil gracias de nuevo.
      Un beso enorme.

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  15. Ahí momento en los que nos olvidamos lo importantes que somos en nuestra propia vida. Quererse a uno mismo es esencial para poder ser feliz, por mucho que encontremos piedras en el camino y personas que se empeñen en hundirnos en el barro.
    Relato duro, pero real para mucha gente.
    Un beso enorme.

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    1. Si uno no está bien, no puede hacer bien a los demás. Como también hay que tener claro que las culpas no pueden ser unilaterales. Difícil salir de esta clase de tormento.
      Muchísimas gracias por tus palabras, David.
      Un beso enorme.

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