Toda la vida infringiendo tormento, y ahora estaba en una
situación en la que no disponía de ningún tipo de control. Vulnerable. Transpiraba
miedo. Como un animal herido en una trampa mortal. La que en cada aliento se va
despidiendo de la vida. Un ser infeccioso, carcomido ante la miseria de un
último grito, desgarrado y con expectativa servicial. Quién diría que en ese
momento recordaría a aquellas personas que debí amar, a las que deseché para
crear un imperio de marfil. Mis manos manchadas de sangre las despreciaron, en
el pasado la indulgencia me hubiese provocado urticaria, ahora, precisaba de su
misericordia, de cobijo para no sentir esta pestilente soledad. Los únicos
cercanos, hurracas ilusionadas por ver y oír el último aliento. Satisfechos
ante este final, el mío. Incitando al poco orgullo con el que residía, proveyéndome de fortaleza, bravura, pero ellos lo sabían, yo lo sabía. Quedaban semanas, días,
quizás solo horas para el desenlace. Una última nota, canción de cuna donde el
hambre me hizo hacer promesas, ahora el dinero cosechado no valía nada, las perspectivas
se cernían en aquella habitación, el veredicto lo remataría. Y de repente una
voz, la única que podía darme una escapatoria, la absolución y la promesa de
venganza, no había aprendido nada. El arrepentimiento se extinguió al escuchar al
Juez decir.
<<Condeno al Sr. González a la pena máxima…>>
Palabras: 228
Para participar en el reto, podéis entrar en el enlace: El Tintero de Oro,
el tema a seguir es: MICRORRETOS: EL PERSONAJE Y SU ENTORNO.
Mil gracias por vuestro tiempo.
Besos, y abrazos.
Es bastante bueno.
ResponderEliminarEl giro final suscribe un núcleo oculto alrededor del cual se sustenta la trama, y te quedas preguntándote cuál fue su crimen, exactamente.
Escribes muy bien.
Hola, Irene.
ResponderEliminarA veces pasa que una entrada no salta a la lista de lectura de blogger aunque yo la he visto y leído por otro camino. Respecto al texto me parece genial e insólito que en 228 palabras se pueda narrar una historia con tanta fuerza. La justicia divina o humana tiene sus tiempos, pero condenas o absoluciones acaban por llegar.
Besos.