jueves, 26 de octubre de 2017
Hogar, dulce hogar
Sweety era la chica más linda del pueblo y no es que quisiera creerse más diestra en belleza que otras, simplemente era una realidad. Todos los muchachos andaban completamente locos por la chica, pero ella no estaba por la labor ni siquiera eso le importaba. Su madre era otro cantar, una mujer que no guardaba gracia alguna ni dentro ni fuera de ella, la engrandecía ver que todas sus frustraciones pasadas se esfumaban gracias a su preciosa hija.
—Mamá, no iré a la fiesta.— Se pronunció arrugando el vestido escogido para la ocasión.
—Si quieres que te deje hacer el curso de programación, irás.
—¡No lo entiendo! A mí no me interesan esos bailes, ni tampoco los chicos con los que me obligas a ir. Siempre intentan sobrepasarse.
—No digas tonterías. Eres una desagradecida, si no quisieran ir contigo te quejarías y terminarías por conformarte con cualquiera y, y... —Divagó sin control —Qué poco valor le das a tu situación, si yo fuera tú, si yo...
—Pero es que no lo eres, y yo no quiero ir. Por favor mamá, por favor.
—Cariño no insistas y arréglate, ¿quieres? Ahora mismo estoy demasiado feliz para que lo estropees con niñerías. ¿Cómo puedes quejarte? No te entiendo, por fin hemos conseguido una cita con el delantero del equipo local, es tan guapo e importante. ¡Os admirarán con envidia! Ojalá pudiera ver y escuchar los comentarios de la gente. Y tú protestando y queriendo estudiar, ¡paparruchas!
En las últimas semanas Sweety se había resignado a creer que le tocaría vivir la vida de otro, en este caso, la de su madre. Había intentado hablar con ella, expresar sus emociones y necesidades, pero lo único que había conseguido es que accediera en permitir que hiciera un curso básico de programación, nada más, y tenía un condicionante clave, todo seguiría como la madre dispusiera. Su padre era otra historia, ya no hablaban, a penas lo veía, no se conocían. Vivir en el mismo techo no determina compartir camino, el de ellos hacía años que se había distanciado.
—Está bien, voy a ducharme.
Con dieciocho años y pocas opciones tenía claro una cosa, su desventura la hacía prisionera y eso debía cambiarlo. Cogió unas tijeras de costura y se cortó el pelo, mechón a mechón, la preciosa melena iba desapareciendo, con cada trasquilón Sweety recuperaba una parte de ella que le era totalmente desconocida. Lo mismo hizo con el vestido y los zapatos, todo lo que su madre le había comprado para convertirla esa noche en una deslumbrante muñeca. Se sintió tan plena, que destrozó todo lo que encontró a su paso y no sentía que la identificara. La fiesta terminó de golpe ante los gritos de su histérica madre.
—¡Qué estás haciendo! ¡Por dios! ¡Estás loca! ¡El pelo! ¡Oh!, y la ropa. ¿Por qué Sweety? Lo has estropeado todo. ¿Por qué lo has hecho?
—Se acabó mama, no aguanto más. Ahora tendrás que quererme por lo que soy sin condiciones. No volverás a mostrarme ni exhibirme como un bonito trofeo.
—¡Niña egoísta! Eres una desagradecida, todo lo he hecho por ti, con tu belleza podrías comerte el mundo sin ningún esfuerzo, no tendrías que conformarte con una miserable vida como la mía. Y no quieres verlo, pero está bien, tú ganas. No permitiré que me avergüences.
Con un fuerte portazo se fue de la habitación, pero ese día no solo se cerró esa puerta otra mucho más importante quedó clausurada, la que aspiraba la vida de su hija como propia. Y Sweety pudo hacer el curso que quería y luego otro más. Entre libros y vestidos anduvo reencontrándose y cada vez que eso pasaba era más y más libre. Su mundo crecía y esta vez sin adornos. Solo para ella y sus decisiones.
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Es muy triste cuando una madre proyecta sobre la hija todo lo que no pudo lograr o ser ella. Le coarta la libertad de dirigir su vida por los rumbos afines a sus gustos, tejer su propio destino.
ResponderEliminarLa madre quedará frustrada pero Sweety tendrá la posibilidad de desplegar sus alas en un vuelo propio.
Bonito relato, Irene.
Un gran besazo.
Hola Mirella,
EliminarMuy triste, tú lo has dicho, no podemos vivir la vida de otro, y mucho menos la un hijo. Eso todavía lo hace más terrible.
Muchísimas gracias por tus palabras.
Un beso enorme.
Dirigir la vida una hija en aras de convertirla en lo que su madre no fue es un error muy grave,cortándole la libertad no conseguirán ser felices ni una ni la otra.
ResponderEliminarUn relato muy acertado donde imperó la voluntad de la hija que es algo que no pasa siempre.
Besos Irene
Puri
Hola Puri,
EliminarQué bien leerte, muchas gracias por comentar. Tienes razón, no es algo que pase siempre, o por lo menos no de una forma tan positiva como en este relato.
Un besazo.
Hay muchos casos así, se proyecta en los hijos las frustraciones de los padres, asfixiando la personalidad del propio hijo... y en vez de ver felicidad en sus ojos... se ve resignación o simplemente dan un portazo a la vida.
ResponderEliminarUna presentación muy bien llevada, te felicito mi preciosa Irene.
Mil besitos y feliz tarde.
Lo peor que podemos hacer es proyectar nuestras frustraciones teledirigiendo la vida de otro. Al final cualquier historia que inicie de ese modo terminará mal, y los problemas emocionales que devengarán de ello serán enormes.
EliminarMuchísimas gracias por tu cariño.
Besitos y feliz fin de semana.
En la libertad de elección está el principio de toda felicidad. Sweety no encontró un dulce hogar, pero en su liberación como persona independiente, pudo acariciar la felicidad del sentirse plena. Felicidades Irene por estos relatos con aroma a cuento, que transmiten sensibilidad y encanto personal. Un beso y nos vemos en el próximo.
ResponderEliminarHola Miguel,
EliminarEs verdad, podremos equivocarnos pero solo con sentir y saber que la elección ha nacido de la libertad uno ya se siente feliz.
Gracias por tus bonitas palabras, te lo agradezco muchísimo.
Un beso.
hay padres que se creen que hacen lo mejor para sus hijos y solo hacen lo mejor para ellos mismos a lo que ellos hubieran querido y no pudieron hacer. Lo malo es que no siempre los hijos tienen el valor o la clarividencia de rebelarse.
ResponderEliminarBuen relato.
Un beso.
Hola Rosa,
EliminarEl problema de la represión es que se extiende entre generaciones, muchas veces ese círculo nunca se cierra y pasa de hijos a padres una y otra vez. Eso es, todavía más temible.
Muchísimas gracias por tus palabras.
Un besazo.
¡¡¡¡Hola!!!!
ResponderEliminarYo ahora veo mucho ese tipo de casos, en los concursos de la tele ves niños que dicen querer ser cantantes, actores o lo que sea pero cuando los escuchas son los sueños de los padres, no los de ellos, que podrían serlo o no pero no han tenido la opción de elegir.
Un relato genial, como siempre.
Besos.
Hola Gema, :)
EliminarEsos niños cantarán y actuarán maravillosamente, pero son niños, esa etapa que nadie debería perder, porque gracias a ella y sin ser (muy negra) es la que nos hará revivir muchas veces en la edad adulta.
Muchas gracias por tu cariño, y el piropo.
Un besote.
Hay que dejar que los hijos sean lo que quieren ser, sin proyectar en ellos nuestros sueños.
ResponderEliminarMuy buen relato qeu da que pensar.
Un besillo.
Eso mismo María, yo también lo creo, la libertad de conocerse y saber que necesitan en cada momento, nosotros como adultos solo deberíamos velar por ellos.
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Besos.
Es muy triste, pero muchas veces nuestra propia familia puede ser nuestro peor enemigo en ciertos aspectos. Frustraciones, convenciones sociales, traumas e historias mal entendidas que son proyectadas en los hijos y no les dejan crecer como personas.
ResponderEliminarLo has reflejado perfectamente en este estupendo relato, Irene.
Mil besazos y feliz viernes.
Muchas gracias por el aporte Ziortza, porque es justo eso, no dejarles crecer como personas. Ya es difícil ir pasando las diferentes etapas, niñez, pubertad, mundo adulto, como para que el entorno exija sus frustraciones. Eso debe ser horrible y caótico a nivel emocional, una carga de frustraciones totalmente inhumana.
EliminarMuchos besos y feliz fin de semana.
Estos casos abundan, por desgracia. Con lo liberador que resulta dejar a alguien que decida por si misma/o, acierte o se equivoque de los errores se aprende y se evoluciona.
ResponderEliminarEsta madre vivía en el reflejo de su bella hija dirigiendo su vida, pero se encontró con una hija lo suficiente madura para decidir por sí misma y hacer de su vida el mejor regalo.
Muy bonito tu relato, Irene, todo un ejemplo para muchos padres o parejas...
Besos guapa, y buen fin de semana.
Te tengo que dar la razón en todo lo que dices Mila, aprender y evolucionar. Si nos marcan los pasos a parte de frustrarnos y crear serios traumas, ¿qué aliciente nos queda?
EliminarNo podemos vivir a través de otros, ni permitirlo tampoco.
Muchas gracias por tus palabras.
Besitos y feliz inicio de semana.
Que valiosa lección de vida contiene tu relato Irene. Si tuviéramos siempre que se necesitara esa valentía y coraje de luchar por lo que somos y queremos, no existirían tantas almas descontentas y desdichadas y los padres dejarían de creerse dueños de la vida de sus hijos.
ResponderEliminarUn relato reflexivo y aleccionador.
Muchas gracias Harolina, el valor y el coraje a veces es difícil sacarlo, sobre todo porque uno siempre piensa que los padres obran para el bien de uno, que es como en realidad debería ser y no es en el caso de este relato.
EliminarUn abrazo enorme.
He visto eso en muchas ocasiones a lo largo de mi vida,... y no solo con chicas. Estupendo relato Irene!
ResponderEliminarSí, es verdad Norte, no solo en chicas, y también hay muchos tipos de exigencia.
EliminarMuchas gracias por comentar.
Un abrazo.
Ole, Ole y ole por Sweety. Nunca entenderé a esas madres que quieren dirigir las vidas de sus hijos bajo la excusa de que "es por su bien". Ese bien tiene que encontrarlo uno mismo a base de cometer errores y vencer obstáculos, pero sobre todo eligiendo lo que a uno le hace feliz, como ha hecho la protagonista.
ResponderEliminarUn besote, Irene.
Y, ¡ole! :)
EliminarLos errores... uno nunca debería arrepentirse de ellos son los mejores enseñando.
Yo tampoco las entiendo, supongo que la frustración que sintieron o en algunos casos represión les lleva a querer vivir a través de sus hijos, pero no es excusable y mucho menos correcto.
Muchísimas gracias, Sofía.
Un beso enorme.
En mi opinión has transmitido perfectamente el mensaje con esos "si yo fuera tú.., "si yo...". Pero eso no puede darse jamás. Cada persona tiene su "yo" y no puede mandar sobre el de los demás, craso error.
ResponderEliminarCierto que se da mucho en las relaciones paterno filiales, y son muchos los padres que creen que así despliegan correctamente su "manto protector" sobre sus hijos.
En la historia que nos cuentas es de alabar el buen criterio de Sweety, ante esa dominante madre y su ausente padre, ¡bien por ella!
Me ha gustado tu forma de contarnos, querida Irene y, por cierto, considero muy apropiado el título.
¡Un beso enorme, pretty!
Yo también lo creo Chelo. Cada uno tiene su propio mundo interior en el que ya de por si es muy difícil no solo comprenderlo sino muchas veces manejarlo, si el entorno se cree con un derecho sobre él y lo altera con su perspectiva lo único que puede suceder es que de él se devengan terribles problemas emocionales.
EliminarPodemos ponernos en la situación de otros, aconsejar, opinar, ayudar, pero nunca elegir, eso ya no nos corresponde, seamos quienes seamos.
Muchas gracias por tu cariño, Chelo.
Un besazo enorme.
Hola Irene muy buen relato y la reflexión que provoca, los sueños de los padres no son los de los hijos, intentar que ellos vivan lo que uno no ha vivido es egoísta y muy injusto para los hijos. Los hijos no son una extensión de uno mismo, son personas con sus propias opiniones y sueños y demasiados son los que intentan que los hijos sean aquello que ellos no lograron.
ResponderEliminarUn beso
Si, y yo me pregunto, ¿cómo podemos exigir a otros nuestros fracasos? Que también la palabra fracaso, a veces deberíamos medirla. Me quedo con esta parte Conxita los hijos no son una extensión de uno mismo, así es.
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un beso.
Una oscura historia de manipulación emocional y abuso de poder. Sweety tuvo “los ovarios” de poder rebelarse, pero me parece que este tipo de conducta enfermiza por parte de una madre, generalmente deja secuelas en los hijos.
ResponderEliminarUn beso Irene.
Yo también lo creo Tara, cualquier tipo de abuso acaba dejando terribles secuelas.
EliminarPero por lo menos Sweety tuvo valor y “los ovarios” para dar portazo a esa vida, ;)
Un beso.
Un texto impecablemente redactado, eso por un lado.
ResponderEliminarPor el otro, es impecable también la denuncia de esos padres que, en lugar de ayudar a sus hijos a ser ellos mismos, se empeñan en moldearlos según sus propios intereses o para cumplir sus sueños frustrados, sin darse cuenta de que nuestros hijos tienen vida propia y han de elegir su propio camino.
Le deseo toda la suerte del mundo a Sweety, pues enfrentarse a la vida real es muy duro y más si no cuenta con el apoyo de quienes la deberían querer mucho. Es triste, pero en muchos hogares se cumple esa frase demoledora que has escrito: 'Vivir en el mismo techo no determina compartir camino'.
Un beso muy grande, Irene.
Vaya Paloma, muchísimas gracias, no sé ni como agradecértelo para que no quede a poco. Me has alegrado un montón, pero muchísimo, ahora toda la semana estaré irradiando y feliz, pero muy feliz.
EliminarTienes razón no contar con apoyo es difícil, y más para los que sabemos el valor del mismo.
Un besazo enorme.
Aunque el relato lleva hasta el extremo la relación de fagocitación emocional de la pobre Sweety por parte de su madre, y nos lo narras con cierto aire de cuento en el más puro estilo de los hermanos Grimm, hay en él una fundada crítica hacia esos padres que pretenden que sus hijos sean un calco de sí mismos y desean que vivan aquellas cosas que ellos no han podido vivir pero les hubiera gustado, sin darse cuenta de que necesitan desarrollar su propia personalidad. Un cuento con moraleja y final feliz para la dulce Sweety. Un saludo Irene.
ResponderEliminarQué bonito lo que me dices Jorge, muchas gracias, te lo agradezco muchísimo.
EliminarA todo niño le corresponde crecer y desarrollar su propia personalidad, no se le puede exigir que viva a través de otros ojos o metas.
Un abrazo.
Qué gran mensaje en tu relato, Irene. No se puede vivir la vida de otro, pero es que los demás, tampoco pueden vivir a través nuestra.
ResponderEliminarTe estaba leyendo y estaba viendo claramente dibujada a una mujer que conozco. Para ella sus hijas son como una extensión de sí misma cuando era joven y procura que hagan todo lo que ella no pudo, vayan a todas las fiestas que a ella no le estuvieron permitidas, se gasten en ropa, peluquería y manicura todo lo que ella no tuvo... ¡un desastre!
De momento las niñas, lejos de revelarse, se han convertido en dos jóvenes superficiales y completamente carente de valores a excepción de lo físico :((
Genial, Irene. Creo que has tocado un tema muy interesante con tu relato que daría para mucha reflexión.
¡Un beso enorme, guapa!
Yo también conozco a una mujer así Julia, y en este caso puedo decir que la niña que ahora ya es adulta es una extensión de la madre. Una pena, yo lo veo así. La superficialidad a la larga no aporta nada, pero para uno mismo, espero que se den cuenta de ello.
EliminarMuchas gracias por tus siempre cariñosos comentarios, Julia.
Un besote.
Una chica con la ideas claras de como quiere que sea su vida. Cuantas veces los atributos externos nos condicionan a vivir una vida que no queremos y consideramos incompleta y prestada. Desde cuando ser guapa es un mérito y no un regalo de la naturaleza. Lo que se logra con esfuerzo es mucho más placentero a la larga, la diferencia entre ser libres y felices o esclavos sometidos a la tiranía de modas y soberana ignorancia.
ResponderEliminarMe gustan las bellezas escondidas y la fuerza del "ser" interior y si lo bello también es natural, miel sobre hojuelas de higuera.
Besos.
Y a mí me gusta tu precioso comentario, sobre todo la última parte Francisco, es encantador.
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras.
Un beso.
"Vivir en el mismo techo no determina compartir camino", qué gran frase, Irene. Un relato en el que no solo se habla de dos mujeres, madre e hija, en conflicto por cómo enfocar la vida. Se habla de dos generaciones, de dos actitudes respecto a lo que significa desarrollarse como persona. Desde luego, Swetey al cortarse el pelo tomó la mejor decisión de su vida. Un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias David, a veces la familia no te corresponde, o no te acompaña, es cuando uno debe reencontrarse en este conflicto llamado vida. Sweety cogió las riendas de su vida desprendiéndose de aquello que no la identificaba como persona.
EliminarUn beso.
Con un par!!! Vida solo hay una y cada uno tenemos que aprovechar la nuestra.
ResponderEliminarUn abrazo Irene!
Así es, David. Con un par, :)
EliminarMuchísimas gracias.
Un abrazo.
La belleza es fugaz no deberíamos posicionarla la primera en la lista de virtudes. Y si así lo hacemos, el problema es nuestro. Lo que nos alimenta y da vida, siempre serán otros factores, cada uno deberá encontrar el suyo, pero seguro que no lo logrará un bonito vestido o por lo menos esa emoción no será duradera. Claro que eso es mi opinión personal, (como ves un poco intransigente sí, lo es) jeje
ResponderEliminarUn abrazo, salado! ;)
Anteponer las decisiones de los padres a lo que realmente quieren hacer sus hijos, es un gran error como se puede ver en tu estupenda historia. Estos padres sobreprotectores y que abusan de su autoridad, suelen crear secuelas psicológicas en sus hijos/as. De modo que me parece muy positivo que la protagonista se enfrentara a la madre, para acabar por fin, desarmando todos sus planes para el futuro.
ResponderEliminarLa temática, querida Irene, me parece muy interesante, especialmente para los jóvenes con ese tipo de madres o padres tan manipuladores o tóxicos.
Un abrazo fuerte y muchos besos.
Estoy de acuerdo contigo Estrella, lo peor serían las secuelas psicológicas que podrían devengarse.
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras, amiga.
Muchos besos y abrazos, fuertes, fuertes.
Hola Irene! Me encanta ver cómo la chica se libera y aprende a encontrarse a sí misma, más allá de las ilusiones de su madre!
ResponderEliminar¡Hola, Maite! Me alegra mucho ver un comentario tuyo en el blog, :)
EliminarMuchísimas gracias.
Un besote.
Gran relato, por desgracia estos casos abundan en el mundo. Los padres a veces quieren vivir sus sueños mediante sus hijos cuando deberían centrarse en la felicidad. También es un serio problema de empatía, la madre no entiende que quizás ella sería feliz siendo la princesa del baile, pero que su hija no. Al menos sweety ha tenido el suficiente carácter como para tener las cosas claras y no dejarse atemorizar. Gran relato con una gran lección! Un besito :))
ResponderEliminarLa vida que no tuvieron esperan vivirla a través de sus hijos, temible y un gravísimo error. Porqué como tu has dicho es la madre quien desea ser esa princesa y no la hija. Lo único que puede lograr con ello, es alejarla y finalmente perderla.
EliminarMuchísimas gracias por tus amables palabras, María.
Muchos besos.
Hay padres (en este caso una madre) que proyectan en sus hijos e hijas sus fracasos o sus prejuicios y planifican sus vidas a su antojo, tal y como ellos hubieran querido vivirla. Y eso no es amor sino egoísmo. El verdadero amor consiste en dejarles vivir su propia vida, dejarles volar tras haberles educado convenientemente para que no caigan en errores irreparables.
ResponderEliminarPor lo menos tu protagonista supe hacer valer sus ideas y su voluntad de ser algo más que una simple mujer florero.
Un relato ejemplarizante.
Un abrazo.
Hola Josep Maria,
EliminarHay padres que les queda muy grande ese nombre, uno no puede proyectarse a través de otro, las frustraciones son unilaterales y es a este quien le correspondería enmendarlas. Te doy la razón y repito, eso no es amor sino egoísmo.
Te agradezco muchísimo tus palabras, :)
Un abrazo.