Epifanía tenía un reino para ella sola, uno que heredó
siendo muy niña. Recibido por aquel tipo de leyes sin ley que se encarga de
delimitar el linaje por sangre. ¡Qué distinguida aberración lograr algo sin
merecerlo! Pero hay circunstancias en el que uno nace con estrella y ésta
permite el poder sin lucha ya que es del todo innecesaria. No era una reina
justa, más bien una aburrida y en su bostezo habitaba un trasfondo de crueldad
del cual comparecía con gran maestría.
―Epifanía, no cree que debería ser un poco más, a ver cómo
decírselo mi querida ilustrísima señora, ¿benevolente?— Le dijo la criada que
para su desvergüenza la había criado desde niña.
―No, no lo creo. Lo único que sé es que ellos están aquí
para distraerme y si no lo logran sintiéndolo mucho haré que se esfumen.― Pero
la realidad es que no sentía nada de todo lo que decía, no había más que ver el
empadronamiento de la villa en la última década habían desaparecido cientos de
ellos.
Margot que así se llamaba la criada gozó de una impunidad no
merecida, la adquiría a base de mantener feliz a su señora, ofreciéndole todo
lo que le pedía y hasta disfrutaba de las aberraciones cometidas, eso sí, a sus
ojos se comportaba como una auténtica beata.
―¡Oh, mi señora! ¿No podría apretar menos la soga? Creo que el aire empieza a no llegarle correctamente a los pulmones.― Comentó deleitándose con el macabro espectáculo.
―Siempre tan dispuesta a cuidar de otros. Se olvida que
ellos están aquí para mi disfrute, pero tiene razón. Dejad que respire, no
quiero que muera antes de tiempo.
Así fueron sucediéndose los tiempos, donde las atrocidades
se sumaban a pares. Ningún reino vecino se atrevió a intervenir por miedo a
futuras represalias, conocían bien de lo que era capaz Epifanía y todo aquel
que estuviera bajo su mando. El temor les hizo comportarse de la forma más
cobarde.
Un día apareció un mercader que gritaba a unos y otros <¡Destellos cristalinos! Cómprenlos y descubrirán su belleza interior> El rumor de las maravillas que decían que tenía aquel extraño cristal llegaron a los oídos de Epifanía, por lo que ordenó que lo llevarán ante ella.
―Mi señora…
―¡Habéis tardado muchísimo!― Le cortó― ¡Esto es una vergüenza!
―Pero si solo hace cinco minutos que salí de la sala―
Contestó nerviosa la criada, empezaba a perder el poco poder que tenía en la
mente de su señora.
―¡Tonterías! ¡Que no se repita! Acérquese quiero verlos.
―Mi nombre es Cristóbal, provengo de unas de las familias…
―¡He dicho que quiero verlos!
―Pero debo advertirla…
―Como vuelva a abrir la boca haré que le corten la lengua,
así que muéstremelos, ¡Ya!
Lo que el Mercader quería revelar era el poder que poseía, ya que con solo posar los ojos éste buscaba la belleza interior, y si no la encontraba acababa convirtiéndote en una figura de cristal.
Por suerte sucedió lo esperado. Y con él, un final feliz.
Relato que presenté en la Comunidad: Escribiendo que es gerundio <Palabras obligatorias>
Cuento con moraleja y final feliz, por lo menos para los sometidos a la maldad.
ResponderEliminarPor "escribiendo que es..." te estamos esperando.
Besos grandotes.
Sííí, lo sé Francisco. He estado unos días más liada de lo normal, en fin, que no me quejo, que no... bueno un poco sí ¡qué demonios! jejeje Prometo enviarte un correo en un par de días, ;) ¡palabra de scout!
EliminarMuchos besos.
Pues sí que hubo suerte al final, o no sé si esos cristales no funcionaban tan bien como cabría esperar.
ResponderEliminarUna fábula con una perspectiva diferente combinando a la vez los elementos propios de los cuentos.
No pierdas el arte de contar historias, Irene.
Un besote.
Muchas gracias por tus siempre cariñosos comentarios, Sofía. Te lo agradezco enormemente, :)
EliminarUn besazo, enorme.
Releo tu historia, querida Irene, y cada vez me gusta más. Como en los buenos cuentos hay una reina perversa que finalmente tiene su merecido, pero he aquí que éste llega de una forma muy original, directamente desde tu maravillosa imaginación.
ResponderEliminarQuizás hoy en día tampoco nos vendría mal que existieran esos cristales mágicos. Puede que solo con saber que estamos expuestos a su influjo tratáramos de ser mejores personas...
Enhorabuena, has conseguido encandilarme y hacerme recuperar la ilusión en los finales muy felices, aunque sean de cuento :))
¡Un beso enorme, guapa!
Me alegro mucho que así sea, Julia. Yo creo que sería muy bueno tener al alcance unos cuantos de esos cristales, y como has dicho no solo para exponerlos a otros, si no para que nosotros tratáramos de mejorar, :)
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras, preciosa.
Besitos.
Un relato con un mensaje muy claro... esa moraleja que se encuentra en la segunda fila del teatro y que tanto quiere decir.
ResponderEliminarTe felicito por esta presentación, mi querida Irene.
Mil besitos para tu noche, preciosa.
Lo bonito es lo que uno tiene dentro, que lo de fuera (puede engañar) Muchísimas gracias por tu cariño, Ana María.
EliminarBesos y feliz inicio de semana.
¿Donde encontrar ese mercader? Con sus cristales sería más fácil encontrar a las buenas personas.
ResponderEliminarUna historia con magia envolvente.
Saludos Irene
Eso digo yo, ¿dónde? jejeje
EliminarMuchísimas gracias por pasarte y comentar, Xavier. Me has alegrado.
Un fuerte abrazo.
Ya no lo recordaba y me ha encantado volver a leer. Un cuento que bien se podría utilizar en la realidad, que existiera ese "cristal" y pudiésemos vernos el interior y el poder que reside en él.
ResponderEliminarCon gran mensaje, Irene. Epifanía tuvo la oportunidad de ver y cambiar, pero, obtuvo una vez más, lo que quiso y con ello un final feliz.
Enhorabuena preciosa.
Besos.))
Qué bien que me lo digas, :)
EliminarEn este caso fue una suerte que obtuviera sus exigencias, así el cuento terminó con un final feliz.
Muchas gracias por tus palabras, amiga.
Besitos.
Hola Irene, la verdad es me gustan los cuentos y si son nuevos y nacidos, en este caso, de tu verdad e imaginación, me causan añoranza y felicidad al recordar mi niñez.
ResponderEliminarA veces el poder, esta lleno de seres perversos que parecen disfrutar con el sufrimiento y el dolor ajeno, así que si Epifanía se convirtió en cristal, me parece una justa venganza en tu tinta.
Gracias por el escrito y las nueves palabras propuestas en el concurso han sido utilizadas, creo, en este comentario ;-)
Un abrazo artista.
A mí también me gustan, y eso que la factoría Disney a nivel visual (hizo estragos con mi vida y la aspiración a que todo fuera perfecto) jeje
EliminarEl poder es terrible, diría que transforma a las personas, no sé si es mejor nunca subir ese escalón imaginario que hace que te creas por encima de otros. Porque ello parece ser que te llevará a cometer verdaderas crueldades.
Un besazo y el artista eres tú.
Me ha encantado el cuento Irene! Con una moraleja y un final desbordante de felicidad, sobre todo para el pobre pueblo que vivía atormentado por tan atroz gobernanta. Es una lástima que en el mundo real no existan esos cristalitos tan fantásticos, jaja, porque otro gallo hubiera cantado. Un fuerte abrazo! ; )
ResponderEliminarUna pena sí, jeje ¿Los buscamos? La suerte es que tenemos personas alrededor con un corazón grande y bonito, a los otros, fuera, fuera.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, Ramón.
Un fuerte abrazo.
Lo bueno de los cuentos es que les podemos dar el final que queramos y así nos resarcimos de los finales de la realidad.
ResponderEliminarBuen relato, Irene. Ya lo había leído en "Escribiendo..." y me había gustado mucho.
A ver si en la próxima convocatoria, nos volvemos a ver.
Un beso.
Hola Rosa,
EliminarSeguro que en la próxima coincidimos, aunque esta vez será de forma anónima, :)
Muchas gracias por tus palabras.
Un besazo.
Me encantan los relatos que tienen magia, como los cuentos infantiles, en los cuales, por detrás, hay siempre una moraleja aleccionadora.
ResponderEliminarEl mercader Cristóbal habrá dejado a su paso un tendal de estatuas y con la de tu historia le agregará una más.
Me gustó mucho, Irene. Los malos harán toda clase de crueldades pero también les llegará algún mercader justiciero.
Un gran abrazo.
Si tienes razón Mirella, seguro que habrá dejado muchas estatuas a su paso.
EliminarA veces no se necesita de un mercader, el tiempo ya se encarga de ello, porque todo sale.
Muchísimas gracias por tus amables palabras.
Un abrazo, enorme.
Un bonito cuento.Me gustó.
ResponderEliminarMuchas gracias por decírmelo, Betty.
EliminarUn fuerte abrazo.
Qué bonita historia, tiene la magia de los cuentos clásicos que tanto me gustan. Un abrazo, me quedo por aquí para seguir leyéndote :)
ResponderEliminarQué bien que te haya gustado y que te quedes María, :) Prometo que te devolveré la visita.
Eliminar¡Muchas gracias!
Un abrazo.
Un cuento que recuerda mucho, como dice María, a la forma de los clásicos, con un relato sencillo pero a la vez lleno de encanto, que nos enseña una moraleja como las buenas fábulas.
ResponderEliminarUn besazo Irene.
Muchísimas gracias Ziortza, te agradezco de corazón tus palabras.
EliminarAl final los complicados somos nosotros, ¿no te parece? La vida debería ser más simple.
Un besazo, enorme.
Bonito cuento, con moraleja y final feliz. Relatado como se relataban los cuentos de mi niñez y además conciso y derecho al grano.
ResponderEliminarSuerte en el concurso.
Un besote.
Muchas gracias, Paloma.
EliminarGanó nuestra compañera María Campra, :)
El final feliz que siempre, siempre deberíamos buscar.
Muchos besos.
Irene, te has marcado un cuento como los de antes, sin corrección política ni nada por el estilo, enhorabuena, se agradece que de vez en cuando no se tengan pelos en la lengua. Hay reinas malas malísimas, por mucho que quiera esconderse, y en este caso, el final es bien merecido. Un besazo ;)
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Eva.
EliminarTe lo agradezco muchísimo, :)
Un besote y feliz fin de semana.
Hola Irene!! Qué lindos son los cuentos. Son un mundo aparte, como el tuyo, que si bien recrea un mundo que se conoce, lo transforma en algo mágico y lo mejor, con final feliz.
ResponderEliminarMe gustó mucho porque es como aire fresco.
Un abrazo grande!!
El ansiado y deseado final feliz, :)
EliminarMuchas gracias por lo que me dices, (es como aire fresco) Qué bonito.
Un abrazo, grande.
¡¡¡¡Hola!!!!
ResponderEliminarMe ha encantado toda la narración y el final es perfecto.
Besos y feliz martes.
¡Hola Gema!
EliminarQué bien leerte, y que estés de regreso todavía más. Estos días no he podido leeros, pero la semana que viene espero poder volver con más tiempo y disfrutaros mucho más.
Un besazo y feliz fin de semana.
Si es que hay mucha bruja disfrazada de princesa...
ResponderEliminarBesito!!
jejeje, ¡Vaya que sí! Por suerte los disfraces son solo eso, :)
EliminarMuchas gracias, David.
Un besote.
Hola Irene, no había leído este cuento entonces me alegro de descubrirlo ahora. Hay quimera esa frase "distinguida aberración lograr algo sin merecerlo" es que hija esto como jode...jaja y ese final, pues claro ojala pudiera pasarle a más de uno que se me pasa por la cabeza, ahí para que todo el mundo lo contemple (o la, o la contemple) gracias. Un abrazo
ResponderEliminarCon lo que cuesta y no digo lograr algo, sino mantenerlo y para bien, ay, ay.. jeje
EliminarYo me alegro que lo hayas descubierto, Eme, :)
¡Muchas gracias!!!
Un abrazo.
Un cuento que bien podría clasificarse entre los clásicos, con todos los ingredientes necesarios para atrapar al lector y con su obligada moraleja. Un estilo muy alejado al que nos tienes acostumbrados, pero igualmente placentero.
ResponderEliminarUn abfrazo, Irene.
Un poquito de cambio, que nunca viene mal. Ya sabemos que las que mandan son las letras y en este caso las palabras que escogió nuestra querida Julia fueron las que gestaron este cuento.
EliminarMuchas gracias por tus amables palabras.
Un fuerte abrazo.
¡Qué cuento tan chulo, Irene! Triunfa el bien sobre el mal, como Dios manda ;-)
ResponderEliminarEstá muy bien contado, con esa pizquita de humor en los comentarios que se traen entre mano Epifania y criada respecto a la soga.
Genial, aunque no resultaras ganadora.
Un beso muy fuerte
Así es, ¡como dios manda! jeje
EliminarEs que vaya tela con la criada, beata, beata, pero un monstruito como su señora, :)
Muchas gracias por tu cariño, amiga.
Un besote, enorme.
¡Ay! Cómo me gustan estos cuentos con ese aire a cuento de toda la vida. Además, la moraleja está muy lograda con el relato. La reina caprichosa recibió el justo castigo por su impaciencia y altivez. El destino de todo aquel que no se acostumbra a escuchar. Un abrazo!!
ResponderEliminarQué bien David, ¡me alegra saberlo!!! :)
EliminarUna pena, pero la realidad es que no todos somos castigos de la misma manera, en fin... (que no somos iguales) Nos falta apellido y dinero, ¡qué horror! Mejor nos quedamos como estamos, ;)
Muchísimas gracias por tus palabras.
Un abrazo.
Nadie está libre de pecado Julio David, eso es imposible, pero si somos conscientes de nuestros actos y los que ellos influyen en el resto. Esa parte es la que nos hace responsables del mal que ocasionemos.
ResponderEliminarPero también te doy la razón, nuestra verdad muchas veces nos ciega y no nos deja ver más allá.
Un abrazo, salado como el tuyo, :)
Hola Irene, es una sensación muy grata leer tu cuento, porque es inevitable que a uno lo remita a su niñez. La reina mala, la magia de los cristales, la justicia. Una excelente combinación. Muy bien contado. Felicitaciones.
ResponderEliminarAriel
Hola Ariel,
ResponderEliminarMuchísimas gracias por pasarte y comentar, te lo agradezco.
Un fuerte abrazo.
Efectivamente La Ley natural de Causa y Efecto también está muy presente en tu maravilloso cuento, redactado a la antigua usanza y con la consiguiente moraleja.
ResponderEliminarEsta reina caprichosa y despiadada sembró el mal y la desgracia en su reino, por lo que a tal causa le correspondió su efecto, es decir, que acabase convertida en una figura de cristal.
A veces nos dejamos llevar por el egoísmo mal entendido y como le ocurrió a Epifanía, también El Universo se encarga de "pasarnos la factura" o que de pronto nos encontremos con acontecimientos no deseados, pero que inevitablemente llegan tarde o temprano.
Muchas gracias, querida Irene, por haberme dado tiempo para poder llegar a tu blog y dejarte mi comentario, ya que en general las publicaciones van tan rápidas que cuando intento abarcar dichas lecturas, pues alguna se me queda por el camino.
Un abrazote y muchos besitos.
Hola Estrella,
EliminarNo tienes que preocuparte de nada, soy la primera que muchas veces no llego a leer tanto como quisiera, por más que queramos a veces es imposible, el trabajo, obligaciones y la misma vida lo imposibilita, (sin quejas eso, ¡sí!) ;) La suerte es que el cariño está allí muy presente y eso es lo verdaderamente importante.
Te agradezco cada palabra, amiga.
Un besazo grande, grande.
Buenos días, Irene.
ResponderEliminarAcabo de leer este relato y solo puedo decir que me ha encantado. Me gustan los finales felices y las moralejas, no lo puedo ni quiero evitar.
Todos tenemos algo de Epifanía y merece la pena reflexionar.
Un fuerte abrazo