Albergo oscuridad, falsa disculpa,
me cobijo en el reverso de la mentira. En la perenne conjetura del futuro.
Camuflo los sentimientos, las emociones, cual muñeco contradictorio de la
dicha.
Ahí, ahí me encuentro,
rodeada y sola. Asediada de todo lo que corroe y daña, abandonada en la miseria
de la distopía.
Aliento que sucumbe del
desprecio, éste se envuelve en cada gesto, palabra, requiebro. Caricias que no
me fueron dadas, que corretearon ante la prohibición, pero no las anhelo, no. Renunciar
a la posibilidad fue el único acto honroso de mi existencia, eso si, sí, a
ellos les debo lo que hoy soy, en lo que me he convertido, un alma errante, depravada,
que se adueña de la belleza de otros.
Como un ave carroñero, cauteloso,
cruel; quito todo aquello que nunca obtuve. Lo que desde un inicio me
correspondía como propio. Las lágrimas me divierten, ¿qué sabrán ellos del dolor? ¿Qué sabrán ellos de la culpa? ¿De la desgracia y su soledad? ¡Nada! Con
sus perfectas familias, en sus pulcras casitas, todos esos sueños por cumplir, esa
voluntad convertida en probabilidad. ¡Lo detesto! Ese es mi cometido, desquebrajarlos,
romper cada milimétrico esbozo, bello, fantasioso. Hipocresía, una farsa. Solo
hago que recordarles el poco valor que tienen, al fin y al cabo esta rueda es el
trono en el que me alzo. Aunque a veces me siento dichosa, estable, serena y
les dejo que se sientan seguros, que se relajen en aquel duermevela llamado
estabilidad, qué sería de este juego si no se les permitiría vivir en la
ignorancia, pero que no se equivoquen, no, siempre hallaré la manera
de agrietar cada espejismo.