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viernes, 5 de febrero de 2021

La influencia de Tique

  

Albergo oscuridad, falsa disculpa, me cobijo en el reverso de la mentira. En la perenne conjetura del futuro. Camuflo los sentimientos, las emociones, cual muñeco contradictorio de la dicha.

Ahí, ahí me encuentro, rodeada y sola. Asediada de todo lo que corroe y daña, abandonada en la miseria de la distopía.

Aliento que sucumbe del desprecio, éste se envuelve en cada gesto, palabra, requiebro. Caricias que no me fueron dadas, que corretearon ante la prohibición, pero no las anhelo, no. Renunciar a la posibilidad fue el único acto honroso de mi existencia, eso si, , a ellos les debo lo que hoy soy, en lo que me he convertido, un alma errante, depravada, que se adueña de la belleza de otros.

Como un ave carroñero, cauteloso, cruel; quito todo aquello que nunca obtuve. Lo que desde un inicio me correspondía como propio. Las lágrimas me divierten, ¿qué sabrán ellos del dolor? ¿Qué sabrán ellos de la culpa? ¿De la desgracia y su soledad? ¡Nada! Con sus perfectas familias, en sus pulcras casitas, todos esos sueños por cumplir, esa voluntad convertida en probabilidad. ¡Lo detesto! Ese es mi cometido, desquebrajarlos, romper cada milimétrico esbozo, bello, fantasioso. Hipocresía, una farsa. Solo hago que recordarles el poco valor que tienen, al fin y al cabo esta rueda es el trono en el que me alzo. Aunque a veces me siento dichosa, estable, serena y les dejo que se sientan seguros, que se relajen en aquel duermevela llamado estabilidad, qué sería de este juego si no se les permitiría vivir en la ignorancia, pero que no se equivoquen, no, siempre hallaré la manera de agrietar cada espejismo.



jueves, 28 de noviembre de 2019

Obra inacabada




Burbujeaste ante mí, exasperada por la atención que otros no quisieron darte. Oliste la desesperación que habitaba en este juego inmundo de necesidades. Y yo, yo, me presté a ti, poseíste mis actos, deslizándote tan adentro que apretabas y ahogabas. Disfrutabas al saber qué poder se te había entregado. Fiel siervo, perro enamorado de lo que solo podré decir que tocó miseria. Y es que te amé, nada más verte, lo hice. Qué iluso, pueril e insostenible tener que creer que después de tanto tiempo se dibujaría ante mí un borroso trazo, etérea apariencia en la que me anclé, a ella, a los dos. Arrastrándome al creer que lo habíamos logrado. Triste mezquindad. Pero erraste, no debiste traicionar el amor, el nuestro, podía, sí, lo hice, permitir tus juegos sucios, pero era solo por la cobardía de creer que sino pecaba me abandonarías, pero tu insano egoísmo erigió otros escenarios en los que no quisiste hacerme partícipe, no iba, no podía permitir que jugaras con otros como lo hacías conmigo, todo eso nos pertenecía, era nuestro vínculo, lo único de lo que me proveíste y me negué a soltarlo. Poco importaron tus suplicas, justificaciones, la verdad es que en ese momento te vi pequeña, me diste pena, repulsión, por el contrario, yo, quedé liberado, por una vez sentí cual era mi dictamen, el renacimiento del conocimiento. He de agradecértelo, sí, gracias a ti sé cuál es mi camino. Tú siempre serás la primera, la mejor, me reconociste en el momento exacto en el que todo empezó, lo comprendiste, el despertar de tu obra, la mía, y entonces sonreíste.  
 

 

Relato presentado en el: EL TINTERO DE ORO, concurso literario mensual.

lunes, 11 de noviembre de 2019

La voz de Ingrid


Vacío que permanece sin vocablos, ni constancia. Silencio perturbado por la disculpa. Se muestra, decide que no quiere mantenerse hermética, callada. Explosiona en la reserva de su dejadez. Insidia de un mañana sin esperanza. La palabra habita enfermiza, procurándole un poder capaz de raspar la fortaleza. Miedo mostrado con saña, un ciclo que se despide sin oportunidades. Años  resguardada, permisión de un tiempo en el que se procuró olvido. Recuerdos reprimidos. Empeño por no nombrar. Pero no. Se desencadena, diluye bajo el mando de un egoísmo insano, alejando, consumiendo, exorcizando. Se evade del camino con la única verdad existente. Pérdida e incredulidad, hoy ha de decir adiós.

─Jaime, la niña. Han vuelto a llamar del colegio, esta vez ni siquiera he podido excusarla. Cada vez va a peor, y yo, yo… te lo juro cariño, me avergüenza decirlo, pero le tengo un miedo absoluto.

─Vamos Cande, son cosas de críos, no vayas hacer un mundo. Es más activa que el resto, eso mismo le pasaba a mi hermano Matías, tampoco es tan grave.

─Te recuerdo que tu hermano ha pasado más tiempo en la cárcel que siendo un ciudadano modelo, y no, no es como él. Ella es diferente… ¡mierda! Calla, calla, ya llega el autobús y no quiero que note nada raro, solo faltaría que se diera cuenta de lo que estamos hablando, la última vez no hizo más que observarme durante horas con una extraña sonrisa, a saber que estaba pensado, todavía se me eriza la piel al recordarlo. Así que conversa tú con ella, pregúntale, a ver qué razón nos da para que tengamos que volver a concertar cita con el tutor.

Naturaleza desestabilizada, aterradora muestra del precio para ser escuchada, repercusión y pauta de una eternidad que va acompañada del pecado, sucio, por la repulsa del odio y abandono. Regresa atrás, a veces, eso es alimento.

─Padre, madre. Buenas tardes.

─Mmm… Sí, sí, buenas tardes, hija.

─¿Sucede algo madre? La noto angustiada.

─¿Qué? No, claro que no. Tu padre, sí, él quiere hablar contigo. Voy a poner una lavadora, adiós.

─Padre, debería llevar a madre a un especialista, no creo que sea sano estar siempre tan exaltada. ¿No le parece?

─Ingrid, ayer hablamos de que no nos hablaras con tanto respeto, somos familia, hija. De esta manera solo haces que mamá se inquiete más, ¿no te parece?

─Comprendo, padre, intentaré mejorar mi conducta.

─No, quise. Pfff… olvídalo. A ver, han llamado del colegio, ¿qué ha pasado esta vez? Recuerda que ya te han echado de cinco centros, y hemos tenido que cambiar de ciudad varias veces, no podemos estar siempre yendo de un lado a otro, pequeña.

─Lo siento, padre. Pero esos niños no hay quien los soporte, a parte, no debieron coger mis cosas, ni siquiera rozarlas con sus sucias manos, pero ya lo he solucionado, dudo que lo vuelvan a intentar.

─¿Qué hiciste, hija?



Escondida, al acecho, coexistiendo en el centro de la miseria, allí, donde todo empezó y anida la oscuridad, es y será ama y señora de su voluntad. La temeridad emprende un nuevo camino y éste todo lo reclama.

─Me hice escuchar papá, siempre dices que todos tenemos voz y derecho, solo que yo he encontrado una manera más divertida de hacerlo.
 

sábado, 14 de octubre de 2017

El mercader



Epifanía tenía un reino para ella sola, uno que heredó siendo muy niña. Recibido por aquel tipo de leyes sin ley que se encarga de delimitar el linaje por sangre. ¡Qué distinguida aberración lograr algo sin merecerlo! Pero hay circunstancias en el que uno nace con estrella y ésta permite el poder sin lucha ya que es del todo innecesaria. No era una reina justa, más bien una aburrida y en su bostezo habitaba un trasfondo de crueldad del cual comparecía con gran maestría.

―Epifanía, no cree que debería ser un poco más, a ver cómo decírselo mi querida ilustrísima señora, ¿benevolente?— Le dijo la criada que para su desvergüenza la había criado desde niña.

―No, no lo creo. Lo único que sé es que ellos están aquí para distraerme y si no lo logran sintiéndolo mucho haré que se esfumen.― Pero la realidad es que no sentía nada de todo lo que decía, no había más que ver el empadronamiento de la villa en la última década habían desaparecido cientos de ellos.

Margot que así se llamaba la criada gozó de una impunidad no merecida, la adquiría a base de mantener feliz a su señora, ofreciéndole todo lo que le pedía y hasta disfrutaba de las aberraciones cometidas, eso sí, a sus ojos se comportaba como una auténtica beata. 
 
―¡Oh, mi señora! ¿No podría apretar menos la soga? Creo que el aire empieza a no llegarle correctamente a los pulmones.― Comentó deleitándose con el macabro espectáculo.

―Siempre tan dispuesta a cuidar de otros. Se olvida que ellos están aquí para mi disfrute, pero tiene razón. Dejad que respire, no quiero que muera antes de tiempo.

Así fueron sucediéndose los tiempos, donde las atrocidades se sumaban a pares. Ningún reino vecino se atrevió a intervenir por miedo a futuras represalias, conocían bien de lo que era capaz Epifanía y todo aquel que estuviera bajo su mando. El temor les hizo comportarse de la forma más cobarde. 
 
 
 

Un día apareció un mercader que gritaba a unos y otros <¡Destellos cristalinos! Cómprenlos y descubrirán su belleza interior> El rumor de las maravillas que decían que tenía aquel extraño cristal llegaron a los oídos de Epifanía, por lo que ordenó que lo llevarán ante ella. 

―Mi señora…

―¡Habéis tardado muchísimo!― Le cortó― ¡Esto es una vergüenza!

―Pero si solo hace cinco minutos que salí de la sala― Contestó nerviosa la criada, empezaba a perder el poco poder que tenía en la mente de su señora.

―¡Tonterías! ¡Que no se repita! Acérquese quiero verlos.

―Mi nombre es Cristóbal, provengo de unas de las familias…

―¡He dicho que quiero verlos!

―Pero debo advertirla…

―Como vuelva a abrir la boca haré que le corten la lengua, así que muéstremelos, ¡Ya!
 
Lo que el Mercader quería revelar era el poder que poseía, ya que con solo posar los ojos éste buscaba la belleza interior, y si no la encontraba acababa convirtiéndote en una figura de cristal.

Por suerte sucedió lo esperado. Y con él, un final feliz.
 
 
Relato que presenté en la Comunidad: Escribiendo que es gerundio <Palabras obligatorias>

 

lunes, 12 de junio de 2017

El duro

"¿Nunca os habéis cruzado con alguien a quien no deberíais haber puteado? Ese soy yo”.

Desde que vio el Gran Torino se creía Clint Eastwood, nada más lejos de la realidad. El tipo o tipazo como gustéis del Sr. Paco, como hacia que le llamaran, era orondo y malformado, como el de un pequeño roedor que se guarda la comida por miedo a una futura hambruna. Sus mejillas infladas reposaban demasiado cerca del cuello, el cuerpo diminuto cacareaba en un orden extraño y difícil de entender, imposible identificar cintura de cadera, pierna de brazo, o lo que era lo mismo, nada de ello. En lo único que se asemejaba al grande era la repetición sin medida de sus frases y claro está, su mala baba. Infligir su poder era la orden diaria en aquella pequeña tienda de barrio, y si en unas de estas te daba por infringir su voluntad, aquello podía convertirse en una hecatombe en toda regla. Los complejos le medían y provocaban a ser un sujeto sin corazón y el poder que albergaba sobre tres empleados, la furia.

Llegó el momento de la rebelión, aquello era imposible de sostener, las cajeras no duraban más del período de prueba, ni las necesidades de trabajo y sueldo eran suficientes para aguantar el vocabulario y las artimañas soeces del jefazo, así pues, el encargado tomó las medidas oportunas para finiquitar con el problema de raíz.

— Es por un bien común, sé que existe más miedo que razón, pero si todo sigue como el plan establecido Paquito estará fuera en unos días. Dudo que los dueños de la franquicia quieran que se identifique su nombre con este sujeto.

Carlos guardó silencio a la espera de que Pili o María dijeran alguna cosa al respecto, al ver que no se pronunciaban continuó.

— Bien, adelante.

La ansiedad y el deseo de castigo les llevó a colgar un video en Youtube titulado: El Gran Clint de Mercabarrio, en él se veía al Sr. Paco acosando a sus empleados con algunas frases como "Soy el sargento de artillería…", "Anda… Alégrame el día", "Morir no es…"





Relato que presenté en la Comunidad de Relatos Compulsivos. Palabras obligatorias: infligirinfringir y hecatombe.

jueves, 25 de febrero de 2016

El paraíso

Debí darme cuenta desde un principio de que todo aquello sería un error. Ahora después de todo lo vivido de lo único que soy plenamente consciente es que no existirá el día en que alguien sea capaz de negarle nada.

Solo precisaba de chasquear los dedos y su paso quedaba arrasado, nosotros los corderos la admirábamos y seguíamos en su dirección sin rechistar ensuciándonos las manos las veces que hiciera falta, porque sí los verdugos eran otros.
Yo fui uno de sus maquiavélicos secuaces y obré el mal en su nombre, pero no era solo yo, no, hombres y mujeres caíamos como moscas encandiladas, atraídos cual trepadora de la que es imposible desquitarse.
Recuerdo la noche en la que la conocí, estaba al final de la barra de un garito de los que sabes a lo que vas, me atrajo nada más verla con ese halo de oscuridad que necesita ser rescatada y yo infeliz salvador del mundo fui a por ella. En ese momento empezaron mis problemas.
Y me ratifico en que debí leer entre líneas porque a ver, ¿a quién se le ocurre beber jugo de manzana un jueves a las 11h de la noche? Exacto es extrañísimo, pero lo que más es que insistía e insistía en que yo lo bebiera y bueno le hubiera dado el gusto lo prometo sino fuera porque soy alérgico a los pomáceos, y ante todo está mi salud.
Noté que su apego hacía mí disminuyó substancialmente como si solo por no ingerir ese líquido mortal ya no fuera de su agrado. Así que me esforcé mucho más para que su interés fuera el del inicio, y todo lo que quería se lo proporcionaba. 
 
Ahora me vienen recuerdos que en ese momento me molestaron e irritaron, sobretodo el de un tipo creo que me dijo que se llamaba Adán y de que me hablaba de una serpiente, un árbol y yo que sé que más, lo que si me acuerdo es que insistía muchísimo en que debía marcharme que había escuchado que era inmune a su total control.  

Pero yo ciego de celos, solo podía estar pendiente de ella de cómo lo examinaba y de cómo más tarde me miró a mí. Esa mirada penetrante y llena de odio me provocó un funesto escalofrío que me hizo saber que lo que más tarde me pediría no sería de mi agrado. Y así fue como sus últimas palabras lo precipitaron todo.  

- Debes deshacerte de él. 

En fin que las cosas no pintaron bien desde el principio, y bueno que os voy a contar siempre he sido un tipo listo, busca vidas y desapegado de las necesidades de otros. No fue muy difícil escapar de la situación y quien sabe, quizás cambiando un poco la historia fue la manzana la que me salvó a mí de Eva.
 
 

 
 También lo podéis leer en: https://elpoderdelasletras.wordpress.com/