Nacido en la sombra cual cucaracha del inframundo se me fue denegado el disfrute de su luz. No fui el único, no, otros tantos también retozaron en la contrariedad. El estatus y su elección hicieron que fluctuáramos hacia la pérdida de cualquier placer terrenal.
Aprendimos desde el origen nuestra valía, abrigándonos en la asfixia del desamparo y la soledad. Sombras que se cernieron sobre nosotros como si de un descarte se tratara, viéndonos abocados a vivir en las cloacas del submundo, sin distinguir lo que nos rodeaba.
Llamaradas han lacerado nuestra piel sin el privilegio de visualizar la figura del horror que ha impartido cada sufrimiento. Hemos sido aclamados, ennegrecidos y nombrados, quedando éste último grabado en las fauces de la historia. Y es que el error que pagamos es por el alzamiento y rebelión de otros, he aquí lo que queda, pánico, miedo e ingratitud. La nada, la traición cernida sobre hechos ocurridos miles y miles de años atrás.
No aspiro
redención, ni perdón, solo la confirmación de lo que mi creador concibió; un demonio. Máscaras sin visión que solo la
obtienen reemplazando otros cuerpos, pero la crueldad de los pecados que
representa que soy culpable me impide realizar tal ofensa, solo queda la espera
de este apático y sátiro destino. Porque soy consciente de que me hallo y
hallaré eternamente en esta absoluta negrura, nunca avistaré el albor de lo que
me rodea, el reconocimiento de la oscuridad es, pues; mi único credo.
