martes, 29 de octubre de 2024

El lenguaje de los Martínez

 



─¿Y el niño? ─preguntó furioso.

─¿Qué pasa?

─¡Ese crío es un demonio!

─Tranquilízate, no lo hace queriendo, él solo…

─¡Basta! Le consientes todas las rarezas. Somos el hazmerreír de la granja, nos señalan y miran con compasión; y tú no haces nada. No lo soporto, ¡se acabó!

─Pero…, es un buen niño ─llorosa y viendo de lo que sería capaz lo agarró del brazo─ Miguel, dios mío, no lo hagas es muy pequeño, hablaré con él y entrará en razón, por favor, te lo suplico por lo más sagrado, ¡no!

 

 

─¡Madre mía! ¿Qué te ha pasado? Te has caído de la litera o…, ya, comprendo.

─Si, bueno. La última vez me avisó, quizás tenga razón, debería parecerme a los otros chicos. Por más que intento explicárselo, no me cree, dice que todo es mentira, que con esas ridiculeces lo único que consigo es avergonzarlos y no lo va a tolerar.

─Por cómo te ha dejado la cara, no mentía. ─Se rascó incómodo la oreja.

─Digo que… si tú intercedieras, si se lo mostraras, estoy seguro que me creería. Estaba tan enfadado, nunca lo había visto así y me ha dicho que lo mejor es que me vaya durante una temporada con la abuela, que tengo que aprender a comportarme como una persona normal. Y no quiero, ella es peor que papá. Cuando le dije lo que opinaba Lily de las semillas baratas, me arreo un buen golpe con el bastón, pero si tú se lo enseñaras, lo entendería, ¿por favor? ─Rogó.

─No puedo chaval, lo que tú tienes es un don, ojalá pudiera ayudarte o que los otros lo hicieran, pero es imposible, sé que Moly lo ha intentado, pensó que a primera hora y con las ideas despejadas conseguiría entablar una conversación con tu padre, pero después de mugir como una loca, lo único que consiguió fue un estacazo en toda la ubre.

─Entonces no me queda otra, tendré que ir, dejar todo esto, a mamá y a vosotros. Yo, yo no quiero Chincheta, sois lo único que tengo, mi familia, ¿por qué no me acepta?

─¡Eh, colega! Ni se te ocurra ponerte a llorar, me pone muy nervioso, sabes lo de mi TOC, luego no puedo dejar de mover el rabo y lamerte la cara, así que relájate, buscaremos una solución. Y si tienes que irte, piensa que salvaras al pájaro de morir envenado, con un poco de suerte esa vieja entenderá que no digiere correctamente las semillas.  

─Si, supongo que tienes razón. Si hago lo que me dicen podré volver a la granja. Solo tengo que ir con más cuidado y que no me descubran. Pero, no es justo. ─Cabizbajo se dirigió a preparar la maleta.

Chincheta vio marchar a su mejor amigo y pensó en lo incorrecto que era aquella situación, el chico tenía buen corazón, no merecía ser castigado constantemente por ello, así que decidió convocar una reunión con los animales más ancianos de la granja y así trazar un plan.

 

 

─¿Lo tienes todo?

─Si, papá.

─Mira Francisco, tienes que comprender que es por tu bien, estas tonterías de que los animales te explican sus problemas tiene que terminar, es el momento de que crezcas y, bueno… ¡Natalia! ¿No tienes nada que decirle al niño?

─Ven aquí cariño ─lo abrazó─ como mucho serán unas semanas, se le acabará pasando el enfado y entonces iremos a buscarte, te lo prometo. Sé bueno y no contradigas a la abuela ─estrujándolo con fuerza le susurro─ te quiero mi vida, perdona que no sea más valiente.

Despidiéndose de su madre y con el corazón roto por no poder hacerlo de sus amigos, a sabiendas de lo que esto provocaría, se dirigió a la furgoneta que lo llevaría a un destino poco amable. Una vez sentado en el asiento del copiloto observó por el retrovisor como su padre cargaba las maletas, pero también divisó algo más, todos sus amigos se dirigían hacia ellos como si de un pelotón se tratase y antes de que pudiera bajarse del coche el cerdo Crispy se lanzó contra su padre haciéndolo caer al suelo.

─¡Pero qué coño! ¡Natalia, corre! ¡Entra en casa! ¡Francisco ni se te ocurra salir del coche! ─Gritó aterrorizado.

Pero madre e hijo no corrían ningún peligro, era él el arrojado de un lado a otro, como si de una pelota se tratara, por más que intentaba ponerse de pie y huir solo conseguía pasar de pezuña a pico, de pico a pezuña.

─¡Soltadme! ¡Parad!

Y en ese momento donde la incertidumbre y la irrealidad de lo que estaba sucediendo se desplegaba probable, Natalia habló.

Moly, mujer, ¡ya basta! ¿No veis que lo vais a matar?

Éste vio como su mujer conversaba con aquella mole y la otra le respondía entre mugidos, entonces observó a su hijo y admitió que aquello era cierto. Era verdad.

─Venga, retiraos, luego os pondremos ración doble de comida. ¿Todo en orden, Miguel?

─Supongo, no sé, creo... sí, sí, no los harás volver, ¿verdad?

─Por ahora no, vamos a casa tenemos mucho de lo que hablar.

 

 

Este cuento o el borrador del mismo, lo escribí hace muchísimo, pero mucho tiempo para un concurso del Tintero, que finalmente por tiempo, ay, maldito éste, no pude terminar. Me sabía un poquito mal, porque las compensaciones para bien, siempre gratifican, ¿no os parece? Y más siendo como soy una enamorada de los animales. Y sí, mis perros me hablan, cómo, pues con sus tiernos ojitos, ;)

Mil gracias por vuestro tiempo.

Muchos besos, y abrazos.



jueves, 24 de octubre de 2024

Embrujo extraviado

 



No soy de ir a antros, siempre me siento desubicado, fuera de lugar, no sé hacia donde mirar, cómo colocar las manos, no diremos interactuar. Por eso la primera vez que la vi sentí un rechazo absoluto. Se la veía tan libre, cómoda consigo misma, que la parte púdica la desdeñó al acto. Otra cosa era no mirarla, imposible, con tantos colores, brillos y risas ensordecedoras. Mientras yo estaba ahí casi oculto, ella se movía, mejor dicho, convulsionaba. Parecía como si los brazos no formaran parte de su cuerpo. Eso me fascinó. De repente como si algo me hubiese poseído, empecé a mover cuello, cabeza, pie, y vuelta a empezar. Era incontrolable, ¿qué carajos me pasaba? Las caderas bailoteaban solas. No lo entendía, pero no podía parar y entonces me miró y sonrío, pero lo más extraño fue el brillo casi demoniaco que desprendían sus iris, una intensidad que sobrecogía, como si solo me viera a mí, increíble, el sujeto que siempre acecha, pero se mantiene apartado, el repelido. Esa fuerza inhumana hizo que me sintiera como John Travolta y en acto de rebeldía incorporé pasos prohibidos hasta acercarme a ella. La cosa no quedó ahí, no, empezamos a girar y girar por la pista de aquel sitio lúgubre, con un sentimiento de plenitud que lejos de asustarme requería darle más, mucho más. Y lo hice, la besé.

Después de aquello no recuerdo mucho, más bien nada, solo un subidón incorpóreo como si lo que represento no se manifestara más allá de un cuerpo autónomo que bulle sin control. Amanecí en mi cama, cómo llegué, siempre será un expediente no resuelto. Me asusté, no puedo decir lo contrario, es más, especulé con que me habían drogado, pero no bebí nada a parte de una cerveza, por lo que era imposible.

Lo que sí puedo decir es que me obsesioné, volví a ese sitio, pero después de varios meses de búsqueda incansable y no localizarla, terminé por rendirme. ¿Lo habría soñado? Pero era tan certero, un recuerdo así no puede uno invocarlo, juraría poniendo la mano en el fuego que había sucedido. ¿Sería eso el amor? Un descontrol que reniega de la capacidad. Absoluta necesidad, sí, eso era.

Y la encontré, quizás tarde, quizás no. Yo le correspondía, era suyo, pero por lo que se ve el hada demoniaca no había cultivado los mismos sentimientos, porque iba de la mano de un tipo algo siniestro, otro que tenía los ojos extraños, perturbadores, quise acércame y requerirle por su abandono. ¿Abandono? No me reconocía, estaba algo extraviado en comportamiento desde aquella noche. La parte racional me impidió no comportarme como un psicópata y desechando los pensamientos de pertenencia, decidí irme, giré de calle, pero antes tenía que verla una última vez, y volvió a suceder. Me miró, sonrió y cual condenado dejé que me manejara a su antojo. A la mañana siguiente tome conciencia de que aquello era un fenómeno que no podía repetirse. Y como necio no soy, cargué petates y me di a la fuga.

Amor, dice, ese ser me tenía subyugado.