Corrimos tantos pasos inciertos, en ellos tentamos al
destino, comprendiendo que llegaría el fin a nuestro sueño incumplido. Los
minutos para nosotros eran horas mortales para otros.
Nos hicimos promesas que sabíamos que no podríamos cumplir,
pero el miedo a vivir la realidad, siendo la de nuestra quimera tan fuerte, nos
llevó a preferir engañarnos con los suspiros de las mentiras que inventamos.
Entendíamos que al alba nos desquitarían del camino,
arrancándonos cada paso dado, dejándonos descalzos sin aspiraciones, sin lucha,
simplemente la soledad de sentirnos perdidos.
Pero esos segundos eran nuestros, éramos tú y yo y el sueño
de un mañana repleto de andares dispersos en nuestro mundo de fantasía.
Hoy como cada cinco de abril, estoy en la misma calle en la
que nos prometimos amarnos sin rechazo, sin miedo y solo alcanzo a comprender
como ha cambiado todo. Ya no soy aquella chiquilla que no tenía miedo a nada,
ni a las imposiciones, ni al amar. Aquella que corría a tus brazos aun sabiendo
que era un amor prohibido. Hoy soy madre y temo, mis miedos son los recuerdos
de un ayer que quedó sumergido en la nada de unas promesas perdidas en el
recuerdo de un imposible.
Pero aun así tu memoria, la de aquella noche me hace que
vuelva como cada año a esperarte, advirtiendo de antemano que eso no pasará,
que ya no volveré a verte.
Que mi camino y el tuyo solo está ligado por el de nuestra
hija y que esta vez es ella quien deba emprender sus propios pasos.
Se me da muy bien, amiga. Gusto en leerte.
ResponderEliminarAbrazos
Muchísimas gracias José, :)
EliminarUn abrazo.