viernes, 16 de agosto de 2024

El reloj de arena de Andrea

 


Toda la vida anhelé amor. La ternura que a otros prodigaban y en contra me era rechazada. De niña no comprendía la razón de que a mi hermano se le daba un cariño que yo nunca recibía, no era por lo material, la frustración se asimila de pequeños, y con esto aprendí a convivir con los pocos regalos que se me eran entregados. Sobre todo, cuando en un cumpleaños sufrí la primera bofetada entre gritos de la que se suponía que era mi madre, diciéndome que era una egoísta. No fue el golpe lo que desestabilizó, sino la saña. El odio que subyacía en su comportamiento. Eso incorporó en mi sistema un miedo que me persiguió durante años.

Entendí, sí, lo hice. Nunca deseé nada más. Pero otra cosa era el afecto. Este, este sí que lo ansiaba. Como un perrito famélico que busca la mano de su amo, pero cuanto más lo mendiga, más dolor se clava en su alma.

A veces veía como mi padre me miraba con lástima, compasión que no comprendía, pero de nada servía, porque solo se quedaba en esos pequeños gestos que no arraigaban a un corazón que cada vez se encontraba más infértil.

Nunca fuimos una familia de cuatro, eran mis padres y hermano, y luego estaba yo. Un ser gris, desplazado de cualquier atisbo de simpatía. Repudiada desde la cuna. Como un ser infectado por un virus desconocido.

No es excusa como fue la vida a partir de ahí, no. Pero si una de las razones de las variantes de la misma. Me enganché a mil relaciones, estaba tan necesitada de cariño, que me importaba poco la degradación si con ello obtenía algo de estima. La miseria fracturó la última porción de alma que conservaba dentro, desencadenando lo que más tarde sucedió.

 

 

Un mensaje de voz, era de mi madre diciéndome que mi hermano se iba a casar en dos semanas, se explayó diciéndome que mejor fuera sola, para no avergonzar a la familia, que debía comportarme y regalarle algo dingo, a cada palabra que decía, añadía un par de insultos que sumaba a otros. Me despreciaba. Pero yo también lo hacía. Era un ser repelido, mancillado, golpeado y vapuleado por aquellos que debieron cuidarme. Protegerme.

 

 

—Hola, papá. Acaban de darme la noticia. —Este siempre parco en palabras, suspiró.

—Mira Andrea, lo mejor es que no vengas. Se te ha llamado por obligación, pero no debemos enturbiar algo bonito, y sabes que.. bueno, ya…

 

Nos quedamos los dos en silencio, no era necesario añadir nada más, pero la parte incomprendida, masoquista que no se rendía insistió.

 

—¿Por qué? Qué os he hecho. —Supliqué.

—Tu vida, hija, es una vergüenza. Vas de hombre en hombre, tus trabajaos son… mira, mejor habla con tu madre, no se me dan bien estas cosas.

—No, no. ¡Necesito que me digas la razón por la que nunca me habéis querido! —Grité, llorando desesperada. Suspiró de nuevo, pero de otra manera como si por fin se rindiera.

—Si que te queremos, es solo, que… es complicado, Carla lo ha hecho lo mejor que ha podido, pero bueno, la verdad, Andrea; es que ella no es tu madre biológica…

 

Siguió hablando, me explicó que él tuvo una relación anterior, pero esta murió en un accidente, Carla se hizo cargo de mí, mientras mi padre se ajustaba a su nueva vida, hasta que el destino decidió que debían casarse, y la pieza que los había unido de repente dejó de hacerlo, ya no era necesaria. Le colgué.

 

 

El anhelo poco a poco fue convirtiéndose en odio, cada golpe, insulto, desprecio. Como un reloj de arena que se mantuvo pausado, reanudó cayendo cada mota lentamente hasta que explotó.

Ahora me encuentro en una celda, podréis pensar, la venganza no trae nada bueno, o que merezco un castigo por mis actos, pero todo lo contrario, la liberación que sentí al aparecer en aquel banquete, al contemplar la obra creada en fondo blanco con matices borgoña, solo me produce regocijo. Este es mi hogar, aquí me siento aceptada, solo soy Andrea.

Al fin y al cabo, todos aquellos que me pisotearon, deberían estar orgullosos del monstruo que crearon.




¡Hola! Espero que estéis disfrutando del verano, este relato se debe un poquito a este calor que nubla el juicio y también a mis lecturas de estas semanas. Y necesitaba escribir o mejor dicho, lo ansiaba.

No temáis, que no me va a dar por comprar una katana, ;) (Disculpad el chiste malo, no puedo evitarlo).

Mil gracias por vuestro tiempo.

Besos, y abrazos.