
En aquel desvelo, susurros maliciosos enmarañaban mentiras,
falsedades que mostraban escenarios mortales. Cuchicheos que se sentían como
sermones yaciendo en el pecado. Desterrada en el infierno de otros. Aquellos
que debieron acogerla la habían mancillado, cedido una mano para luego
quitársela sin temor ni remordimiento. Ángela no se sentía segura, por primera
vez en su vida fue consciente de la mentira. De verdades veladas, de dobleces
apremiantes. No era soledad, era reconocerse ante desconocidos, visionar una
nueva atmósfera, una trampa venenosa.
—Pequeña, debes entenderlo.
—El qué, padre, explícamelo.
—Lo hemos perdido todo, no nos queda nada.
Y era cierto, aquella casa, la que hasta horas atrás sentía
su hogar no brillaba.
—Lo que me pides es inmoral.
—¡Joder! Tú, solo haz lo que se te requiere —Ángela sintió
esas palabras como una bofetada, una furia no reconocida en aquel hombre que hasta
ese momento idolatraba, y lo vio, por primera vez reparó en lo que era, un monstruo
enfermo. —Es hora de que aportes algo. Te prometo que solo será esta vez, nos
lo debes, a veces en las familias se hacen cosas que no nos agradan, pero
piensa que es un bien común.
—Y, ¿qué espera de mí?
—Ya te lo he explicado, solo tienes que seducirlo, coquetea
con él, y cuando no te vea ponle estos polvos en la bebida, ¿ves qué fácil?
Solo eso, nada más, el resto lo hará Germán.
—Pero…, padre. No me pidas eso, te lo suplico.
—Déjate de tonterías, te he visto tontear mil veces con el
hijo de Paco. Es lo mismo.
—No, no lo es. Solo de pensarlo, sé que no puedo, y si me
toca, me da asco, no quiero, por favor. —Suplicó entre lágrimas.
—No querrás que le pase nada a tu hermano, ¿verdad?
—¿Cómo?
—Mira niña, estoy harto, os lo hemos dado todo, pero si no obedeces,
algo malo pasará, y estarás presente cuando suceda.
El primer error, la aceptación del bien común en deshonra
del propio. Y quizás lo supo, ese no sería el primer favor, ni tampoco la
última vez que haría por otros lo que sus creencias le negaban. Por las noches
rezaba, de repente de la nada le vino la necesidad de rogar a un Dios, a un
ente invisible, creyendo que en cada ruego encontraría la salvación. E
imploraba, lloraba y suplicaba que todo terminara, pero no sucedió.
Con los años terminó desgastada, muerta en vida, acatando
actos de otros, dejó de rogar, nadie la acogió, renunció a ser un animal herido
para convertirse en el villano. Amordazó cualquier sentimiento, aquella
adolescente dejó de existir, convertida en una aberración amaestrada. No sentía
pena por las víctimas, ella misma lo era.
Pero todo cambió, el miedo pasado regresó exponiéndose,
decadencia de aquello que se hizo en nombre de la familia, de la protección y
seguridad por su hermano, desmenuzándose como cuando se vive en paralelismo
distintos. En un egoísmo burlado de disfraces no compartidos.
Encontró a su madre en la salita donde siendo niña se creyó
parte del todo, bebiendo, a saber, cuántas copas llevaba encima, pero con
resignación decidió ignorarlo y solo preguntarle lo que le interesaba.
—¿Dónde está Alfonso?
—¿Por qué?
—Habíamos quedado para comer y no me coge el teléfono.
—Se habrá olvidado, ha salido con tu padre y su socio, algo
importante de la junta. Ya sabes cómo son estás cosas. Y ahora déjame, estoy
ocupada.
—No, mamá, no lo sé, ¿qué es tan importante?
—Bueno, hija, quizás no ha querido decírtelo, eres algo desconfiada
y aunque Alfonso te aprecia, sabe cómo te pones cuando no salen las cosas como
tú quieres.
—¿Desconfiada? Y, cómo dice que me pongo mi presuntuoso
hermanito.
—Sí, estás amargada y no lo entiendo.
—Claro, mamá, qué vas a entender si vas alcoholizada desde
hace cinco años. Así te es más fácil no ver en lo que me ha convertido tu
marido, pero ni todas las botellas restarán la realidad y es que soy un juguete
al que usar para cerrar tratos. Así que dime, desconfiada de qué.
—Esto lo tienes que hablar con ellos, yo no sé nada.
—Esta vez no vas a esconderte como una cobarde, y me dirás
de qué va lo de Alfonso,
—Lo van hacer socio de la empresa.
Fuertes palpitaciones anidaron en su corazón, como gorriones
en busca de sustento, creyendo por un momento que esa sensación de frío
interior la mataría. Pero había aprendido a no mostrar ningún sentimiento. Esa
flaqueza lo único que proporcionaba era coacción, corrosión que no podía
permitirse.
—Así que va a ser socio, ¿desde cuándo? Qué más da. Esto
solo significa que me libero. Díselo a ambos cuando lleguen de jugar a los
grandes empresarios.
—Te he dicho que hables con tu padre.
—No, lo voy a hablar contigo. Llevo años sometida por miedo
a que le hicierais algo a Alfonso, y ahora resulta que mi querido hermano va a
ser socio y no se me informa. Más que eso, se me trata peor que a un perro, y
no solo eso, es que ahora solo proceso una genialidad, y es que, a partir de
ahora será él quién me diga lo que se espera de mí, pero sabes qué, ni hablar. Buscaros
a otra a la que utilizar. Aunque, fíjate, no todo son malas noticias, imagínate
cuando papá se entere de que se te ha ido la lengua, se va a enfadar mucho. —Ronroneo
con desdén. —Hoy habrá doble celebración, pero esta mamá, es problema tuyo.
—No, no, no le digas nada, hablaré con ellos, te prometo que
todo será diferente, pero no, no…
—Ay, mami, es que le das demasiado a la bebida, debes
controlar que luego se habla de más. Pero céntrate y escucha con atención, como
estás tan parlanchina no tendrás ningún problema. ¿Estás atenta? No voy a
repetirlo.
—Sí, sí, pero hija, sabes cómo se pone.
—Ah, en estos
momentos tus miedos son secundarios, ahora viene la mejor parte, escucha con
atención, ni penséis por un segundo que vais a continuar manejándome. Dile a mi
padre que he aprendido cosas, cosas que debéis temer, porque vuestras peores
pesadillas ni se acercan a lo que sería capaz de haceros si os volvéis acercar
a mí. Y a mi hermanito dile que en la próxima vida dejaré que se pudra en el
infierno.
Pero Ángela no se quedó saciada, por un tiempo creyó, así lo
sintió, que solo con estar lejos de ellos, de lo vivido, adquiría una clase de
misticismo bíblico, un consuelo que no recibió, su cuerpo ya nos les pertenecía,
pero su mente seguía cautiva, así que regresó, lo hizo, y quemó con todo y
todos aquellos seres que la usaron a su antojo.
<<Habéis oído que antes se dijo: ‘Ojo por ojo y diente
por diente.’ Pero yo os digo: No resistáis a quien os haga algún daño. Al
contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra.
Si alguien te demanda y te quiere quitar la túnica, déjale también la capa. Y
si alguien te obliga a llevar carga una milla, ve con él dos. Al que te pida
algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda a quien te pida prestado…>> MATEO
5:38-48
Últimamente ando de un crédulo increíblemente acogedor, eso provoca que no tema a escribir y, escribir, sin temor. Sé que este relato es mucho más largo de lo habitual, así que, si habéis llegado hasta aquí: MIL GRACIAS. ¿Os soy sincera? Estoy literalmente experimentado y ver hasta dónde llego, pero sobre todo, de lo que soy capaz. Ahí, sin miedo. (Va, solo con tembleques silenciosos, muchos). Y como estoy pedigüeña os agradecería que me dijerais sin temor alguno, errores o mejoras. Qué morro, ¿eh? O mejor dicho, menudo compromiso.
Todavía sigo bajo el influjo de Lilith, así que he seguido
leyendo varias cosillas, ;)
Besos, y más abrazos.