No se dio cuenta o no fue plenamente consciente del armazón en
el que residía, hacía años que no creaba vínculos, no era por egoísmo,
simplemente no se veía capaz, todo colapsó a raíz de un desafortunado
comentario, juicio que sintió unilateral, cruento. Lo bloqueó. Con el tiempo
aquellos que conservaba se iban esparciendo, delimitando en correspondencia.
<<Aquí no me encontrarán>> Y como un mantra ninguneado, fue cavando
su propia tumba.
Estaba cómodo en esa realidad desprovista de emociones, nada
daba, pero tampoco exigía.
Hasta que recibió una llamada, una que por poco no llega a
responder.
—Nando, ¿te has enterado?
—No, dime.
—Gracia murió el mes pasado.
No recordaba cómo siguió la conversación, le invadió una
neblina, que lo dejó ciego y sordo en el proceso. Desconectó. Olvidó los
siguientes días, el mundo se evaporó y luego de la nada, su corazón empezó a
bombear. Despertó en la precariedad, lo efímero, intentó revivir cuando fue la
última vez que había hablado con ella. Un portazo, otra pulsación. Una
discusión, otra más. Recriminaciones, más palpitaciones. Y la culpa. Se ancló
en ese momento y no en todo lo compartido, solo en la última escena donde herirse
era lo esperado.
Por primera vez en años observó a su alrededor, y se vio
solo, pero no esa soledad en la que uno está cómodo, no, una que ahoga, que reniega
por la frialdad en la que coexiste.
Si era posible, desapareció más, ave herida que desconoce la
raíz de su dolor, pero se camufla en la incertidumbre de los escombros cosechados.
De un rencor que lentamente se posa y quiebra en una vacilación helada. Y mira
atrás, reinventa, se miente y analiza crípticamente la razón de que todo
acabara.
<<Llegas tarde>>, <<Nunca quieres hacer
nada>>, <<Oye, préstame atención>>, <<Déjalo, es como
si le hablara a la pared>>, <<¿Por qué eres tan frío?>>,
<<¡Cómo hemos llegado a esto!>>, <<Voy a quedarme unos días
en casa de Manuela>>, <<Tenemos que hablar>>.
Frases sueltas que sobresalían, desidia que siempre olió a
final. Él de luto, ella iniciando. Más resentimiento, más desnutrición. Y el
golpe, estallido de una pérdida que nunca podría revertirse. Una disculpa sin
respuesta. Más culpa. De la nada una admisión, ninguno de los dos merecía ese desenlace, y
empezó a inmortalizar otras escenas. El primer beso, ralentizó. Un viaje rápido
de fin de semana, sufragó. Su sonrisa, avivó.
E intentó exhumar aquello que siempre lo acompañaría, le
costó años comprender que nunca podría renegar del pasado, pero sí anticipar,
comprender, que no hubo verdugos, solo un lapso que los unió, para más tarde
marchar a contracorriente.
∞
Hola, a todos.
No os pasa que leéis una historia, veis una película o
entrevista, algo, lo que sea; y, ahí se queda, se fija con fiereza. Con lo poco
que enciendo la caja tonta, pero el otro día puse HBO, ahora MAX, mañana quién
sabe; y me decidí por una serie. Evasión, ¡Ja! Una simple frase y mi mente voló
a su aire. Hablaba sobre el luto, cómo se convive con él, ésta resaltaba que
uno recuerda siempre el último momento, lo que dijimos o hicimos, restando u
olvidando todo lo demás.
Con este relato intento mostrar lo efímera que es la
existencia y el anclaje que nos cede esa fragilidad.
¡Oh! Lo confieso, sí, deseo en demasía, renazco
diariamente sin dominio, por eso exijo un perdón para esta hija descarriada que
ha tomado el camino fácil, directa al pecado, a penar por aquello que no le
corresponde, a gozar entre pensamientos impuros invadidos por el descontrol, yo
que siempre fui pródiga en virtud, yendo de la mano de lo correcto, ahora siento
un comezón indigno e incontrolable. Ruego que se me dispense, que estas
acciones que desafían en apego no sean las únicas que validen en desesperanza.
Portal A
—Tina, por favor, deja de espiar al vecino.
—No puedo evitarlo, solo con verlo me dan unos calores que
para qué. Es guapísimo.
—Bueno, es algo lúgubre, pero…
—¡Retíralo!
—Qué más da, tú pareces la vieja del visillo. Como te
descubra y con la cara de mala leche que tiene, viene aquí y nos descuartiza.
—Qué exagerada. ¿No te parece adorable su ceño fruncido?
—Si tú lo dices.
—No seas condescendiente y deja de criticarme. No molesto a
nadie, solo lo admiro.
—A mí me incomodas, pero eso parece que no te importe. Por
lo menos podrías quitar esa canción.
—Es para invocarlo.
—¿Cómo dices?
—Estoy segura que si la canto muchas veces él percibirá mis
feromonas y ¡zas!
—Ese tiene cara de depredador no de abeja polinizadora.
—No lo entiendes.
—A ver, explícamelo princesa del inframundo.
—Que las personas heridas son las que tienen el corazón más
grande.
—Cada día eres más absurda.
Anclada en la incomprensión, en la necesidad de un lazo
invisible que ruega que razone, me estremezco entre la simulación y lo efímero,
a cualquier dios le reitero esta disculpa.
Portal B
—¿No te da mal rollo?
—Me enternece.
—¿En serio? Parece una psicópata planeando cómo aniquilarte.
—Te jode porque no se ha fijado en ti.
—No, lo que me da miedo es encontrármela un día sosteniendo
un cuchillo jamonero.
—Lárgate, envidioso.
Las excusas en las que me cierno empiezan a desajustarse
a un camino invariable y de no retorno, debo ser franca con aquellos que me
rodean, pero me es imposible, porque una parte de mí, hasta ahora silenciada, sostiene
que todo tiene un porqué.
Entresuelo
—Oye, ¿eres la que compañera de la neurótica?
—Y tú debes ser el que vive con el cara angustia. ¿Qué
quieres?
—Podríamos prepararles una cita a ciegas, para terminar con
este rollo perturbador que se traen entre manos.
—No es mala idea, ¿cómo te llamas?
—Pablo, preciosa, y, ¿tú?
—Almudena, y nada de apelativos cariñosos, no hay tanta
confianza; si hago esto es porque me está volviendo loca con esa cancioncilla.
—¿Cuál?
—Una que pone en bucle, dice que es como un conjuro. Yo qué
sé, estoy de los nervios.
—Ah, por eso las muecas. Menos mal, tampoco quiero tirarlo a
los brazos de una demente.
—¡Oye! No te pases. Él tampoco parece que tenga el puzle muy
coordinado.
—¡Olvídalo!
Los caminos son inescrutables, carecen de visionar
aquello que se percibe, que delimita y concede en deseo. A partir de ahora seré
la mano ejecutora, nada podrá impedirlo.
Ultramarinos del barrio
—Por fin se han visto, ¿te ha dicho algo tu primo?
—No, Tina, nada.
—Pues no sé qué más podemos hacer, a este paso se me va a ir
la cabeza, últimamente solo sueño con sangre y vísceras, y me vienen
pensamientos muy crípticos del bien y del mal. ¿Estaré poseída?
—Y mi ceño, ¿qué? Tanta presión me provoca migraña. Solo
quiero ir por la calle agarrado de la mano de mi chica, pero no, tenías que
meter en ecuación a esos dos, montarte la película de que harían buena pareja, un
mundo de arcoíris. Joder, ya te dije que Pablo repele las relaciones, y tu
amiga qué quieres que te diga, se la ve fría como un tempano.
—Cuidado con lo que dices, no me hagas elegir entre los dos.
—¿No lo dirás enserio?
—¡No te esfuerzas nada! Y no me pongo a criticar a diestro y
siniestro.
—¡Se acabó!
Entre lágrimas por fin comprendo mi cometido, soy un
ángel vengador, uno que se rige en fortaleza, mis decisiones serán impuestas,
todos me deberán obediencia.
Habitación de Tina
—¿Por qué lloras?
—Me ha dejado, ¿te lo puedes creer?
—¿Quién?
—Pues quién va a ser, el vecino.
—A ver… tranquilízate, llevas un tiempo que te comportas de
una forma muy extraña. No puede dejarte alguien que no está contigo. Mira, voy
a llamar al consultorio, con suerte te derivarán… —con un golpe seco Almudena
cae al suelo.
—No, si ya me imaginaba que tanta sangre me estaba
contagiando el alma. Y ahora qué hago.
Para que este plano físico no se me sea arrebatado, las
voces de este ente que me ha bendecido me susurra que busque entre lo corrupto
para restablecer lo perdido.
Tercer piso
—Psss, psss, ¡Pablo! Tienes que ayudarme.
—¿Yo? Lo dudo. Adiós.
—¡Espera! Es Almu, ha sufrido un accidente.
—¿Qué dices? ¿Dónde está?
—Bueno, a veces pasan cosillas de esas que uno no controla. Tú
eres abogado, ¿verdad? Como somos familia estás obligado a representarme. Utiliza
algún tecnicismo para exculparme porque juraría que estoy hechizada, ¡Bah! Soluciónalo,
pero te aviso que no pienso pagarte nada, que lo haga tu primo, todo es por su
culpa.
—Joder, estás fatal. Voy a llamar a la policía, no te muevas
y ni se te ocurra acercarte.
—¿Cómo te atreves? —un empujón y otro golpe seco. —No me lo
puedo creer, pero si son como muñecos de plastilina, se desintegran con un
soplido.
La gracia divina me ha abandonado, ha decidido que no
debe protegerme, que he de luchar en solitario contra mis propias acciones, es
una prueba, lo sé, yo que solo deseé, ahora por algunos errores me ha negado su
mano guardiana. Ya no hay indulto, solo esta canción que me acompaña.
Velatorio
—Tina, esto lo hemos provocado nosotros. —lloroso se agarra
a la mano de la que vuelve a ser su novia.
—Qué dices cariño, qué tontería. Pablo se agobiaría, siempre
decías que iba de flor en flor, Almudena era muy estricta y bueno, quién iba a
imaginar que él se la cargaría, y luego los remordimientos lo empujarían a
tirarse por las escaleras. Ambos han sido víctimas del desamor. <<Ufff…
que agobio, ¿Cuándo terminará este teatro? Ese tío me mira mucho, ¿verá mi
culpabilidad? No, Tina, cálmate, no puedes ir por ahí arrebatando vidas. ¡Claro!
Qué ciega he estado, ahora lo entiendo: soy la guadaña>>
—Amor, ahora vengo, voy un momento al baño.
—Vale, pero ¿por qué llevas una botella?
—¿Qué? Ah, sí, es muy importante reciclar, hay que tener
conciencia medioambiental. <<Casi me pilla. ¿Dónde se habrá metido ese
sujeto? Haré todo lo necesario para cumplir mi propósito. Poco o nada me
importa que el de arriba me haya abandonado, ahora sé cuál es mi función, una
que es más férrea que cualquiera de sus superfluos arbitrajes>>
Hola, a todos.
Hoy os traigo un relato entre ventanales y exceso de
delirio. Que esas divinas voces en las que algunos se amparan, nunca nos
corrompan al resto, ;) ¡Huid!
‘‘Estoy fuera con
candiles, buscándome a mí misma.’’
Emily Dickinson
Mis letras a menudo son incoherentes, mezclo, desvarío y
salto de un lado a otro con un descontrol que es difícil de comprender, es un
conflicto arraigado, supongo que es porque en la vida real, en la de carne y
hueso, aprendí muy pronto que debía asentarla desde el control. Una alarma que
no se desconectaba podía desembocar en ruina. Interpreté que encapsularse en
una coraza, era seguridad, una madriguera donde el dolor era impenetrable. Reitero
y lo hago con firmeza, cuando hablo desde la aflicción no es por victimismo, solo
vivencia. Nunca, pero nunca, iría por la vida con un sello en el
que se me identificara como mártir, huiría si se me etiquetara de esa manera,
porque serlo, lo somos todos. A parte, creo que cuanto más se muestra cada
arista menos recursos tiene para doblegarnos.
Pero es cierto que, de un tiempo para aquí, esa coraza
impenetrable, el mensaje que repito como si fuera una profeta de pacotilla de
<<el poder de que te hagan daño lo cedes tú, y bla, bla, bla>>,
está desquebrajándose, porque el blog es soltura, sí, dejar ir aquello que
aprisiona, asfixia y retiene, pero también reserva un grado inmenso de
vulnerabilidad.
Y es que a veces me siento justo así: frágil, pero no en el
mal sentido, las palabras tienen la magia de entenderse en distintas direcciones,
en esta muestra voluble de lo que expongo, hay verdad, la mía, y no temo que así
sea, todo lo contrario; respiro, entre carraspeos, sí, pero lo hago.
Pero en este rescate y siendo plenamente consciente, que a veces rozo
un contexto de incredulidad amorfo, porque poco o nada sabemos unos de los
otros, ni trabajos, ni familia, solo minúsculos esbozos, ni lo cotidiano, como
qué plato es nuestro preferido, o si detestamos como en mi caso los guisantes,
(los odio, son el anticristo), detalles que proporcionan la falsa creencia de
conocer a alguien, pero no es así, en la profundidad, si se quiere ver, uno
debe ir más allá. La realidad es que somos más que una imagen, y aquí existe esa transparencia, una en la que exteriorizamos nuestros temores, sueños,
angustia, felicidad; y, sobre todo: necesidad.
Siempre digo, y esto sí es invariable, que no me importa
mostrar mis carencias, éstas tarde o temprano se revelan, así que no debería
coaccionarnos, somos lo que somos, parte de ello se evidencia en este lugar de IP desconocida, donde dejamos una
parte que está desmembrada desde las entrañas. Muy ególatra,
sí.
Hay cierto poder en la desnudez, desconsuelo y libertad,
pero no debo olvidar que mi desatino es personal. Solo pido franqueza, prometo corresponder, si
fallo, aunque me avergüence, ruego que que se me indique, no me genera ningún conflicto, es más, lo agradezco. Tengo orgullo, pero no para
asumir cada error, y si puedo aprender, mejor. Reconozco que puedo ser pesada e
invasiva. Una listilla de manual.
La escritura me ha salvado muchas veces, gracias
a ella he volcado cada espina que en algún momento me doblegó, creando un
holograma en el que me protegía, en cambio aquí, el poder de hacer daño, insisto, sí se cede. A veces, en esa angustia, donde mis
pensamientos navegan descontrolados, me digo: céntrate, solo escribe, pero la
fisura se ha resquebrajado, dudo que pueda volver atrás. Pediría perdón por eso, pero en este caso mentiría, (algo feísimo).
Termino este monólogo o bombardeo confuso de información, intentado aclarar lo que el blog es para mí: una búsqueda por ser.
Y, ¿para vosotros? Recordad, ansío conocimiento, ;)
Nota: La imagen es la primera cabecera que puse en el blog,
es l’Estany de Banyoles, de una añeja escapada, siempre es bueno volver a raíz; en
su momento me representó, con ese claroscuro, como un secreto que en su
inmensidad sobrecoge alzándose en silencio.
Gracias por vuestra paciencia y el cariño que siempre me
cedéis.
La mujer anhela aquello que nunca le será entregado. Durante
años se posó en la contemplación de no merecerlo, de no ser suficiente, de
tener que poner todo de sí, la otra mejilla, el otro dolor. De aguantar,
soportar la desidia. Dar, dar, dar. ¿Cuándo regresaría? Locura, desesperación. El
querer.
Impregnó a cuenta gotas, supurando, a veces renacía, se
sentía que podían amarla, otras, más de las que recordaba se mudaba, escondiéndose
en la incertidumbre del temor de reconocerse inferior.
El tiempo pasó, como borrones indefinidos perdidos en una
añoranza que siempre la acompañaba, pero la fortaleza, la mentira construida en
base a ésta, residía con la fuerza de una fábula alzada en el empeño de un apego
que en otro tiempo albergó con esperanza.
Se visionó siendo hija, mujer, madre. Y floreció, pero no
como esperaba, no como correspondía, ni creyó merecer. No solo se concibe desde
la matriz. Etapas en las que pronunciaba <<no pasa nada>>, otras el
llanto la corrompía desde dentro, nunca hacia fuera. Ojos tristes, sonrisa que
no se alzaba en compañía. Cuidó, porque así la enseñaron, protegió, porque si
no lo reparaba podía desgarrarse, y olvidó; olvidó que ella también necesitaba,
aguardaba un abrazo protector, un afecto que no va en una sola dirección, que
se desestabiliza en el egoísmo. En la incomprensión.
Perjuicio de ser, de dañar las enseñanzas, de que la
indiferencia deje de perforar ese maltrecho espasmo. Cuando se es una
herramienta hasta el más ciego la descubre, sabe; lo sabe, que no se es correspondido.
Los ruidos la martilleaban, la huida la perseguía entre las
sombras del desencanto, una nueva oportunidad, otra, otra, qué más da que la aflicción
la acompañe en este camino solitario, de angustia que reverencia y provee.
Porque el error no es que no se la quisiera, es que ella nunca
se apreció como correspondía.
Con un grito certero, con otra imagen en la que valorarse,
urgió ese adiós, ese alzamiento, un golpe al reconocimiento, a darse una
oportunidad, esta vez; a sí misma.
∞
Hola, a todos.
Hoy traigo un relato algo melancólico, espero, eso sí, que
el poso de consuelo no lo haya ofuscado del todo, supongo que sigo un poco
desencantada, permito tirones de pelo para que se me espabile, pero sin
pasarse, ;)
—No sabría decir, espesa, encriptada, agotada. Rozando una
exageración consumada por la desesperanza.
—A parte de quejarte, ¿tienes algo más qué decir?
—Mmmm…
—¿Y bien?
—La única neurona que me queda después de estos días anda
rabiosa y alelada. Y con una mala leche…
—Quizás deberías estar otra quincena en el olimpo de los
desertores, solo para regenerarte y redimirte.
—Paso, me siento muy niñata y las salidas de tono pueden ser
mi todo.
—¿Entonces?
—Puede que regrese a aquel último personaje, no sé, me da
que con lo enrarecida que me encuentro le daré alguna que otra escena.
—¿Serás valiente?
—Que poco se me conoce.
∞
Ya estoy de vuelta, creo, no sé, terminé justo ayer de una
jungla llamada horas extras de las horas extras, quien diga que el trabajo
dignifica es que tiene la vida más que solucionada. Porque irse de casa cuando
el sol sale tímido y volver cuando este renuncia a la existencia y en ese
proceso no dispones ni del tiempo suficiente para comer en
condiciones, sin ser un pavo que lo están rellenando, desconoce del todo su significado,
y fíjate, que, llegado el punto, no estoy enfadada con este hecho en sí, solo
conmigo por continuar en esta situación infructuosa e inestable. Hay cuatro
meses negros en mi calendario, y cada uno de ellos desgasta y exprime, dejando
a su paso, la nada.
Mañana, quizás, mañana; se me olvide, la rueda nunca cesa de
girar, y yo como buena, qué digo; buenísima esclava, seguiré anclada justo aquí.
Ahora se me ceden unas horitas a mi aire, para que se me olvide, pero no sé,
veo cercano julio, maldito éste y todos los otros.
No debería colgar esta entrada, pero, y, ¿por qué no? Lo
dicho, estoy muy repelente, ;)
En estos días os leo, no sé si todo lo que hayáis publicado,
pero intentaré ponerme al día.
Besos, abrazos no, que repelo y estoy algo arisca.
∞
Ah, este comunicado confuso termina con un pequeño fragmento
de la historia, lo que digo, ando imprecisa.
∞
─¿Sabe cómo ha llegado aquí?
─¿Qué?
─Señora, le insisto, ¿sabe cómo ha llegado aquí?
¿Cómo pudiste hacernos esto? Desechar la belleza con la que
residíamos, yo te cuidaba, adoraba cada parte, hasta las que estaban corroídas
por la culpa. La vergüenza de demostrar al mundo, a ti mismo, que también me
deseabas. Desdeñaste lo que con tanto mimo construí para ti. Y ahora, ahora me
veo en esta celda de barrotes acolchados. En la indigencia de un amor perdido.
Pero hay algo que desconoces, la fortaleza con la que resido será la que impida
que este sea nuestro final.
∞
¡Vete pesada! Me marcho, pero como buena gremlin a entorpecer
otros lares, :)
Si vinculo una canción a la primavera me vendría la de los
Delinqüentes: La primavera trompetera ya llegó, ya me despido del abrigo… Como sabéis soy de pueblo, y la fiesta mayor o la llevas en la sangre o eres un ser
desnaturalizado. El mal en persona. Hasta el más díscolo cae ante la desolación
social, :)
La cuestión es que en mi caso esto va de la mano a los
plazos, ¡malditos! A trabajar como un ser encadenado y sin aspiraciones, un
renegado de una sociedad apocalíptica y corrupta, cómo me gusta exagerar o
quizás no tanto. Lo que sí es verdad es que no podré estar tan presente y
depende como vaya, simplemente no estaré, esta última semana ha empezado la bajada asistencial, ;) Y no es que no quiera: es
imposible.
He aprendido, tarde, la terquedad es una de mis faltas, que
debo tolerar, aunque no apruebe, que las situaciones van como van.
Así que si durante ese trance, llamado: gran
parte de abril, estoy incomunicada, desterrada de ésta y vuestras casas, pensad
que no es por goce, es por miseria, y que cuando llegue a la madriguera
oficial, si os sirve de consuelo seré la de la pintura de Ramón Casas, una
joven, no tan joven, decadente.
Ay, solo de pensar lo que me espera, me dan
ganas de entonar: Protégeme señor con tu espíritu. ¡Bah! Lo dejo, mi
humor es malísimo.
Si necesitáis cualquier cosilla podéis enviarme un correo o señales de humo, prometo tener el radar de infrarrojos activado, :)
Los que leéis mi Gaveta, he dejado una última entrada.
Recuerdo la primera vez, está grabada en mi membrana como
una escena a cámara lenta, mis vísceras nada más verte hicieron clic, por un instante
pensé que estaba sufriendo un ataque de corazón, la angustia era tal, que tuve
que sostenerme en aquel mugriento taburete.
Como un ser celestial que ha venido a este mundo a salvar al
resto, entraste a ese bar, y yo fiel en creencia, ansié que escrutaras en mi
dirección, porque sabía, lo supe, que en cuanto nuestros ojos se enlazaran,
verías la conexión, que nos reconocerías como seres que han venido a este mundo
a estar juntos. Pero no lo hiciste. Ayudaste a esa que te acompañaba a
sacarse la chaqueta, lo que más me dolió, fue cuando le colocaste el pelo
detrás de la oreja, ese acto íntimo desquebrajo otra pulsación que andaba enajenada.
Te observé tan fijamente que al final te diste por enterado,
el bombeo era máximo, el resplandor bajo, nimio; apartaste la mirada y os
marchasteis. ¿Qué viste? ¿Qué? La verdad, la convicción, el deseo que pulsaba
entre dos cuerpos implorantes, almas viejas que en otra vida debieron ser
profetizadas como únicas.
En esa ocasión, no me importó que renegaras, quizás me
resquemó, pero adiviné que estaba a otro nivel, uno superior al tuyo, que
debía de algún modo permitir que tomaras una pausa ante el desconcierto, para más
tarde actuar acorde a los planes que estaban establecidos. No lo hiciste.
Tampoco me preocupó, ahora que sabía quién eras, te seguía como un ser
hambriento, conocía todo de ti, tus horarios, amigos, familia, y dónde vivías. Lo
que sí me molestó es que continuaras con esa mujer. A cuentagotas ese lamento
se iba multiplicando, las barreras que alzabas cada vez eran mayores, la
distancia imperturbable; que me llegara una orden de alejamiento, fue lo que
propició que rebosara un vaso repleto de condescendencia.
Ahora me perteneces, sigues sin entenderlo, veo en tus
ojos angustia, recelo y desesperación, por la pérdida, por no descifrar cómo has
llegado a éste, nuestro hogar, pero también sé que con el tiempo vislumbrarás que todo lo he hecho por amor. El nuestro. Llegará el momento, que el anhelo
que siento se consumará, y entonces me mirarás con la misma necesidad que lo
hago yo.
Hasta ese día, estaré custodiándote, compréndelo; este escenario
es el único posible.
∞
Hola, a todos.
Otro relato bastante truculento, continúo con la construcción
de personajes criminales.
‘‘El viejo mundo está
muriendo y el nuevo aún lucha por nacer: ha llegado la hora de los monstruos.’’
Antonio Gramsci
Todo empezó con pequeños cortes de electricidad, duraban
segundos a veces minutos, tintineaba y se desvanecía. Después nos adheríamos a
la normalidad. No hicimos nada, los de arriba, los que gobiernan con promesas
de un pueblo certero, insistían sin tregua que todo era normal, que no debíamos
preocuparnos, así que la comodidad en la que residíamos nos anclaba a continuar
bajo el manto de un silencio apaciguado.
Poco a poco iniciaron las mutaciones, pasamos de minutos a
horas. Siempre me creí una persona desarraigada, desconectada más allá de cubrir
las necesidades básicas, pero cuando las pierdes, cuando te las arrebatan, allí
uno es consciente de que está acostumbrado a riquezas que no le da ningún valor,
solo las extraña cuando desaparecen.
Aterrizó el día en el que nos negaron el agua corriente, la
luz en ese momento la desconectaban sobre las 6 de la mañana y vacilabas al
pensar si podrías usar de nuevo algún suministro. La comida empezó a ser un
lujo no asequible a cualquier paladar, los saqueos, robos y angustia repoblaban
aquella sociedad dormida. La brutalidad era la respuesta a ese silencio de inicio.
Era un caos, habitábamos con dolor, temor de que te agredieran por una porción.
Por simplezas que antes desechábamos como si no tuvieran valía, ahora en cambio,
lo eran todo. Ya no servían las palabras, ni discursos de que todo iba bien, la
comprensión se esfumó. La ira creció ante la inconsistencia de la indiferencia.
Para entonces seguía viviendo sola, pero el miedo es una
llama que crece silenciosamente, posándose dentro como una enfermedad. Cerraba
las puertas y ventanas con todo el mobiliario que todavía conservaba de los
trueques que utilizaba para subsistir.
Entonces apareció, él, se hizo llamar el Mesías, y lo
creímos, ante la desesperación uno quiere, se obliga a manifestar cualquier forma,
verdades veladas, y ese hombre expresaba las palabras exactas. La
radicalización fue inminente o te unías o eras el repudio, formando parte de
ese estrado inalcanzable para la gente corriente. Y me soldé, no me quedaban
fuerzas para batallar, tenía hambre, desesperación, vivía rodeada de una
miseria que iba más allá de las carencias con las que me amparaba.
Lo seguimos como corderos, acabando en un paraje, despoblado
y decrepito, hasta los animales habían renunciado a esta sociedad marchita. Éramos
nómadas sin rumbo que se dejan llevar por el mensaje de prosperidad de un
salvador. Creándose entre nosotros un lazo, uno que el tiempo fue cercando y
haciendo imposible despedazar.
Han pasado muchos años o puede que no, el tiempo en este
momento es relativo, en este hábitat salvaje los meses se contemplan como
lustros, lo que sí sé es que me siento como una anciana, mi cuerpo, mi alma han
envejecido en esta nada que nos envuelve y rebosa. El camino hasta llegar aquí
fue arduo, muchas veces quise renunciar, volver a ese momento donde el horror y
dolor atenazaban mi aliento, la incertidumbre a lo desconocido me hacía anhelar
aquello que me era familiar, otras, como ahora, en estos pocos suspiros que me
restan para decir adiós, doy las gracias.
Nunca dije nada, callé como una cobarde que nada tiene, pero
si lo puede perder todo; siempre supe que no era un enviado, pero oré por y con
él, le entregué todo lo que tenía por el bien común. Renuncié a cualquier
objeto material e inmaterial, y lo agradezco, porque hoy, a las puertas de
abandonar este escenario, mis ojos aun estando cansados, pueden vislumbrar un
verdor que ciega y brama esperanza, y esta luz, ésta, nunca la podré olvidar.
∞
Hola, a todos.
Conocéis al marciando: Miguel Pina, sí,
verdad. Pues si entráis en su blog descubriréis una crítica esperanzadora,
bonita de verdad, y es la incitadora para que escribiera estas cuatro letras.
Miró en todas direcciones, quizás más tarde se arrepentiría.
Demasiadas relaciones fracasadas, todas nacidas de la dependencia, para no
sentir soledad, abandono, necesidad de formar parte de algo, de alguien. Una
familia. De no ser más que un vago consuelo que se alimenta de desconfianza y
se abriga en severidad. Exhaló, experimentó miedo, acecho de que los errores la
recibieran, exigiéndole retorno. Estaba sola. Glorificó ese instante con un
suspiro que le nació del alma y le dio fortaleza para continuar. Iba a coger un
autobús que la dejara en la ciudad más cercana, más tarde cuando sintiera la
seguridad de la lejanía, haría autostop.
Durante semanas había estado hurtando dinero por aquí y
allí, pocas cantidades que no llamaran la atención, no quería arriesgarse, no
podría soportar la falta de estima, un nuevo golpe supondría la pérdida
definitiva.
Era una presa manipulable, fácil de manejar, no tenía donde
ir, nunca lo tuvo; se fue de casa muy joven, diecisiete años recién cumplidos,
con su novio, el inicio de cada traspiés, era amable, y la quiso, pero el
primer insulto sonó a represalia, luego, todo lo que ocurrió floreció en el horror.
Y llegó Ernesto, cuando lo conoció era agradable, quizás
algo mayor, pero la miraba como siempre deseó; con amor. En poco tiempo, todo
cambió, controlaba y acaparaba cada movimiento, no le gustaba sus amigas,
tampoco la forma en la que vestía, poco a poco fue dándole todo, restó aquello
que pudiera ofenderlo. El amor duele. Los celos son puñales. <<Él me
quiere>>. Así paulatinamente hasta quedar una sombra antepuesta a otra.
Por alguna razón no fue ella la que dio por finalizada
aquella historia, la dejó en un terreno de las afueras, con el fraude de un
proyecto, y ella quiso creerlo, verlo; una casita con jardín, puede que un
huerto, niños, los distinguió y hasta los abrazó en la nostalgia de un posible,
pero allí no había nada de valor, solo ella. Aguardó, mostrando lo bien
amaestrada que estaba, repitiéndose entre temblores <<No me dejará
>> No regresó.
De aquel pasado rememoró unas cuantas noches en un albergue,
antes, pero, acabó en una comisaría para denunciar la desaparición. Por la
matrícula lo encontraron borracho en un bar, eso le informó el agente. En su
interior algo malo se engendró, que la culpaba de las malas decisiones y éstas se
daban la mano con otras, y así, hoy, con treinta y dos años nació de sus peores
elecciones; la mejor.
El cambio no fue inminente, hay fases de duelo, en los que
se regresa al primer escalón, subiendo y bajando con un vaivén de odio, repudio
y victimismo. De querer volver a aquella estancia en la que se creía resguardada,
y en momentos de debilidad anclarse a otro sujeto, sin rosto, ni promesas.
Y apareció Natalia, su compañera de piso, uno cochambroso,
mezquino como las emociones en las que se ligaba, y volvió a concebir consuelo,
anhelo, procedencia. Pero la desnutrición con el tiempo aporta otros
sentimientos menos nobles, un odio visceral, un apetito vehemente nacido del
desamparo.
—¡Rocío! Chica, haz ruido que un día me matas del susto.
—Perdona —Murmuró, pegándole una última calada al cigarro.
—¿Qué has dicho? ¡Bah! No importa. Deberías dejar de fumar,
por las noches te escucho toser. Me preocupas…—no la dejó terminar.
—Sí, sí. Adiós.
—¡Eh! Estamos hablando —chilló mientras veía como ésta
bajaba los escalones a toda prisa. Hacía meses que convivían y todavía no había
conseguido mantener una conversación, era impenetrable. —Terminarás cediendo.
Lo hizo, cedió. Una golosina, una nota en el frigorífico
<<Te he dejado macarrones. Espero que te gusten>>. Pequeños
detalles que provocaban que las escamas en las que se protegía fueran cayendo
lentamente. Le explicó sus miserias, y de repente se vio reflejada,
comprendida, como si su vida no fuera tan distinta a la de otros. Como si el
dolor pudiera comprenderse, compartirse. Los sentimientos empezaron a
bifurcarse. Hasta que llegó el día, la prueba final. El desenlace.
—Tienes que ayudarme, te juro que no quería que esto pasara,
tienes que creerme, pero no dejaba de atosigarme, de enviarme mensajes,
aparecía en el trabajo, exigiéndome que volviera con él. La encargada ya me
había avisado que si volvía me echaba, ¡recuerdas!, ¿recuerdas que te lo
expliqué? Qué hago, Rocío, ¡tienes que ayudarme!
—Tranquila, dime qué ha pasado.
—No lo sé, se me ha ido la cabeza, es como si mi mente se hubiera
desconectado, le veía mover los labios, pero no lo escuchaba, y algo dentro de
mí se ha despertado, el rencor trepaba como una bola de repugnancia, no sé cómo
ha sucedido, un segundo más tarde tenía entre las manos el gato del coche y…, solo
podía pensar que perdería el trabajo y al otro estaba en el suelo rodeado de
sangre. ¡Lo he matado! No quiero ir a la cárcel por ese malnacido, no lo
merezco, tú sabes que no.
—¿Dónde está el cuerpo, Natalia?
—En el maletero. El coche está en el descampado. ¿Qué
hacemos? —Se estremeció por la pregunta que sentenciaba lo que ambas sabían.
—Vamos a deshacernos del cuerpo.
∞
A las pocas semanas, su compañera apareció con otro hombre,
en los meses que le siguieron empezaron los problemas, al año, un nuevo
cadáver. Esta vez fue Rocío quien apretó el gatillo.
—Cuando apareciste para el anuncio, supe que eras la
indicada. Mi anterior compañera se rajó, ¿puedes creerlo? Una cobarde, nosotras
somos diferentes, no volveremos a permitir que nos destrocen la existencia. Por
cierto, el otro día en el pub conocí a un tío, me dijo que se llamaba Ernesto, ¿averiguamos
si es tu ex?
Y así, simplemente con un nos que se proyectaba como
una raíz, Rocío encontró la familia que siempre codició.
Hola, a todos.
Hoy os traigo un relato largo. Así que, si habéis llegado
hasta aquí, ¡MIL GRACIAS!
Y pedid tanda para la tortilla de patatas, me sale
riquísima, y no lo digo yo, no, tengo pruebas que certifican mis palabras. ¿Algún
notario en la sala? ;)
Cada semana regreso a este parque, me quedo fijo, como una
planta silvestre que en algún momento decidió echar raíces, escuchando gritos,
risas, a veces si me quedo amarrado más tiempo del permitido, veo como Nacho me
hace señales para que me una a los juegos, ahí es cuando se fisura el
duermevela con el que contemplo la escena.
La ilusión nos empobrece, empequeñece, como seres que han venido a este mundo a descubrirlo desde ángulos imperfectos,
aristas que nos maltratan en el constante desdén. Amar, bello verbo, melodía
que nos zambulle en el ideal de un adormecimiento. Y se regresa a la primera
fragancia, el olor inconfundible de la seguridad. El tacto y suavidad con el
que se ansiaba su reencuentro. De la existencia sin la pretensión del miedo. De
un ahora que sin remordimiento busca sus razones. Y entregué, como debe ser, no
en la lejanía contemplativa. Pero como un lazo invisible, también deserté,
abandoné, viviendo en una continua bipolaridad de razón y sentimiento, fluctuando
en ella con una facilidad no comprendida, ni tampoco requerida. Se me llamó
egoísta en demasiadas ocasiones. Y, yo, cruel en raciocinio pregunté que era
exactamente esa palabra, su significado, traicionando las explicaciones. La
culpa.
Mis manos, como el espíritu, las fui moldeando a las necesidades primarias, llegué a ser el mejor amigo, el mejor hijo, el mejor amante, más tarde, el
repudio. El encogimiento. Pero la juventud era la ventaja en la que vegetaba
sin temor a que un nuevo día me la arrebatara, y lo hizo. No sé como sucedió,
un día desperté y todo había cambiado.
Últimamente solo encuentro consuelo entre estos cuatro
columpios, y rememoro con un anhelo que roza la locura los primeros amores,
besos tiernos, desesperados. También el rechazo, la pérdida. Aquellos amigos
que hoy no están. Todo ha quedado en simples avatares que se anclaron a la
memoria.
Una vez leí que las personas con alzhéimer recuerdan más el
pasado que el presente, la respuesta era metódica, aséptica, fría: simple en
contexto, la enfermedad afecta la parte del cerebro responsable de los recuerdos
recientes, en realidad creo que es porque el ayer siempre será más profundo,
liviano, emotivo. Y de algún modo, aunque nos perdamos en este camino llamado vida,
siempre nos quedará un ayer menos trémulo, más venerado.
Me casé joven, como se hacían las cosas en otra época que
hoy se remonta prehistórica, el desgaste fue aflorando a la lentitud de un buen
guiso, quizás podríamos haber dejado ese mal sabor de boca, ser francos, pero
nos permitimos añadir más años a una ecuación que nunca tendría solución. Y en
esa decadencia conocí a una mujer, era bella, risueña, ensalzaba cada parte que
había quedado marchita. Cometí el error de no ser franco, valiente,
menos humano. Y las perdí. Dañé la confianza de ambas, quebré la mía.
Después de eso, peregrino en libertad, me envolví en otras
tantas historias, a cuál menos certera, la dicha solo florecía en los instantes
de éxtasis, del sueño de un posible. Luego, la suciedad nos impregnaba
transitando en lo lúgubre de esta soledad.
Es la hora, al fin noto aquello que durante estaciones ha
estado entumecido, ha llegado el momento de decir adiós. Hoy será la última vez
que venga a este parque, y no porque deje de cobijarme en el recuerdo, más bien
porque la penitencia, el castigo, ha terminado. Es la hora de decir adiós.
Tal vez solo sea un necio, pero en este despertar me anclo en
la esperanza de un imposible, porque este viaje, éste, es a mí a quién
corresponde abrazarlo.
∞
Hola, a todos.
Hoy traigo un relato duro o melancólico, lo sé, últimamente ando algo convulsa,
así que mis letras me acompañan en sentimiento, pero espero que percibáis ese
grito de esperanza, de volver a empezar. El ser humano tiene una asombrosa
capacidad de anclarse y fortalecerse en la culpa, siendo muchas veces extremadamente
verdugo consigo mismo.
—Jamás lo entenderás, eres como una lagarto, tienes el
corazón entumecido.
—Y, ¿me dirás por quién berreas?
—¡Eres cruel! Te gusta regodearte de mis desgracias.
—No, venga, Juli. Explícamelo.
—Por Martín, oh… con lo majo que es. Ese energúmeno ha
puesto en redes que sale con una tal Vicenta, ¿te lo puedes creer?
—Bueno, no erais nada, así que…
—¡Cállate! Me enviaba señales, dejaba indirectas, me hacía
sentir un pétalo delicado, para qué, para que hoy cambie su estado en redes. ¡Lo
amaba!
—Claro, porque es guapo.
—¡No! Por su profundidad. Era todo perfecto, hasta que ha
aparecido esa tiparraca. Nos ha truncado el final feliz. Pero quién está
llorando, ¿quién? ¡Yo! Y ellos, haciéndose fotos y bien agarraditos de las
zarpas. Me ha destrozado.
—Acabarás olvidándolo, recuerda al repartidor de pizza, según
tú, te guiñaba el ojo, y el pobre lo que tiene es un tic, o el del bar, según
tú, el café te lo decoraba por otras razones, o también…
—Según tú, según tú. Déjalo. No me comprendes. Además, eres
como un crío de parvulario, que tira de las coletas o pega mocos para hacerse
notar… Dios mío, acabo de darme cuenta, los que se pelean se desean, estás loco
por mí, toda la vida teniendo a mi alma gemela presente y yo, añorándola. No es
que seas mi tipo, pero… ¿Jorge? ¿Dónde estás?
<<Cómo ha podido desaparecer de esta manera. Se ha
esfumado, ¡será cabrito!>>
Ay, ayy, ayyyy.
Palabras: 250.
El TINTERO DE ORO, nos invita a participar en el
siguiente reto: ESCRIBE UN RELATO AL DESAMOR, y como los últimos
escritos han sido un continuo lamento, la verdad, la cosa empezaba a ser oscura
y tenebrosa, hoy le pongo un puntito de humor, ;)
‘‘Mi madre rezaba cada día para lavar su tristeza,
para obtener el pan
temporal de su miseria
y ganarse el cielo,
dócilmente.’’
Liliam Jiménez
Rehusé de ella. De sus enseñanzas. Miedos. La ineptitud con
la que resbalaba. La servidumbre con la que imploraba cada migaja. Era pequeña,
siempre la vi minúscula, anhelante, enlazándose a hombres con la promesa hueca
del sustento. Mis hermanos, ellos y yo, éramos simplemente el producto de cada
deshonra.
No temí decir adiós a aquella subsistencia, nunca le
pregunté las razones que la llevaron a esas circunstancias, poco o nada me
importaba. No me encarnaba, no seguiría ese camino destinado a la miseria. Así
que escalé, me esforcé, no prostituí mis sentimientos, ni tampoco mi cuerpo en
base a la utopía de ese todo. Empecé desde abajo, sufrí hambre, frío;
precariedad, pero si miraba atrás, la veía a ella, a mi madre, con una promesa
firme nutrí cada desventaja, me impregné de soberbia y visualicé la meta.
Durante ese trance creí fervientemente que mi testimonio era
legítimo. Y más, cuando vino a buscarme, apareció en el momento que alcancé una
posición decente, la repudié. Lloró. Pero mi alma era densa. No hubo compasión.
No sentía ningún lazo que nos atara. Solo veía a ese pequeño ser que permitía y
permitió sinsabores, que se arrastró ante la nada. Y sentencié que su modo de
existir no me custodiaba.
Los años pasaron, trepé todo lo que me fue permitido. Pero
había un tope invisible, uno que no se palpa, pero ahí está, entre rescoldos de
una sociedad que cohabita en el embuste de un cambio perpetuo, no importó las
horas, el trabajo, tampoco la renuncia que todo eso le acompañaba, había
llegado a una meta que era inexistente para otros. Ella ya no estaba en esta
esfera, su cuerpo, como su vida, alimentó alimañas menos voraces. Pero no así
la esencia de comprender, de por primera vez ver, que no éramos tan distintas
como profesaba. Que existen paralelismos incorpóreos difíciles de extirpar. Que,
de un modo más silencioso, aquella mujer, sigue materializándose entre el
desapego y la indefensión.
∞
Nuestra compañera, Nuria de Espinosa, me ha invitado a
participar en la CONVOCATORIA JUEVERA: Mujeres.
He de decir que la semana pasada sufrí una especie de
bloqueo, y creí que permanecería en él eternamente, así que dudé si podría
formar parte. Así que gracias, Nuria, necesitaba un pequeño empuje.
Aquí os dejo el link, por si os interesa, o como me ha
pasado a mí, las letras divagaron entre mil historias y ninguna quería
asentarse, aquí tenemos la solución: