‘‘sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor
mío
cuídate de la
silenciosa en el desierto
de la viajera con el
vaso vacío
y de la sombra de su sombra’’
Alejandra Pizarnik
Miró en todas direcciones, quizás más tarde se arrepentiría.
Demasiadas relaciones fracasadas, todas nacidas de la dependencia, para no
sentir soledad, abandono, necesidad de formar parte de algo, de alguien. Una
familia. De no ser más que un vago consuelo que se alimenta de desconfianza y
se abriga en severidad. Exhaló, experimentó miedo, acecho de que los errores la
recibieran, exigiéndole retorno. Estaba sola. Glorificó ese instante con un
suspiro que le nació del alma y le dio fortaleza para continuar. Iba a coger un
autobús que la dejara en la ciudad más cercana, más tarde cuando sintiera la
seguridad de la lejanía, haría autostop.
Durante semanas había estado hurtando dinero por aquí y
allí, pocas cantidades que no llamaran la atención, no quería arriesgarse, no
podría soportar la falta de estima, un nuevo golpe supondría la pérdida
definitiva.
Era una presa manipulable, fácil de manejar, no tenía donde
ir, nunca lo tuvo; se fue de casa muy joven, diecisiete años recién cumplidos,
con su novio, el inicio de cada traspiés, era amable, y la quiso, pero el
primer insulto sonó a represalia, luego, todo lo que ocurrió floreció en el horror.
Y llegó Ernesto, cuando lo conoció era agradable, quizás
algo mayor, pero la miraba como siempre deseó; con amor. En poco tiempo, todo
cambió, controlaba y acaparaba cada movimiento, no le gustaba sus amigas,
tampoco la forma en la que vestía, poco a poco fue dándole todo, restó aquello
que pudiera ofenderlo. El amor duele. Los celos son puñales. <<Él me
quiere>>. Así paulatinamente hasta quedar una sombra antepuesta a otra.
Por alguna razón no fue ella la que dio por finalizada
aquella historia, la dejó en un terreno de las afueras, con el fraude de un
proyecto, y ella quiso creerlo, verlo; una casita con jardín, puede que un
huerto, niños, los distinguió y hasta los abrazó en la nostalgia de un posible,
pero allí no había nada de valor, solo ella. Aguardó, mostrando lo bien
amaestrada que estaba, repitiéndose entre temblores <<No me dejará
>> No regresó.
De aquel pasado rememoró unas cuantas noches en un albergue,
antes, pero, acabó en una comisaría para denunciar la desaparición. Por la
matrícula lo encontraron borracho en un bar, eso le informó el agente. En su
interior algo malo se engendró, que la culpaba de las malas decisiones y éstas se
daban la mano con otras, y así, hoy, con treinta y dos años nació de sus peores
elecciones; la mejor.
El cambio no fue inminente, hay fases de duelo, en los que
se regresa al primer escalón, subiendo y bajando con un vaivén de odio, repudio
y victimismo. De querer volver a aquella estancia en la que se creía resguardada,
y en momentos de debilidad anclarse a otro sujeto, sin rosto, ni promesas.
Y apareció Natalia, su compañera de piso, uno cochambroso,
mezquino como las emociones en las que se ligaba, y volvió a concebir consuelo,
anhelo, procedencia. Pero la desnutrición con el tiempo aporta otros
sentimientos menos nobles, un odio visceral, un apetito vehemente nacido del
desamparo.
—¡Rocío! Chica, haz ruido que un día me matas del susto.
—Perdona —Murmuró, pegándole una última calada al cigarro.
—¿Qué has dicho? ¡Bah! No importa. Deberías dejar de fumar,
por las noches te escucho toser. Me preocupas…—no la dejó terminar.
—Sí, sí. Adiós.
—¡Eh! Estamos hablando —chilló mientras veía como ésta
bajaba los escalones a toda prisa. Hacía meses que convivían y todavía no había
conseguido mantener una conversación, era impenetrable. —Terminarás cediendo.
Lo hizo, cedió. Una golosina, una nota en el frigorífico
<<Te he dejado macarrones. Espero que te gusten>>. Pequeños
detalles que provocaban que las escamas en las que se protegía fueran cayendo
lentamente. Le explicó sus miserias, y de repente se vio reflejada,
comprendida, como si su vida no fuera tan distinta a la de otros. Como si el
dolor pudiera comprenderse, compartirse. Los sentimientos empezaron a
bifurcarse. Hasta que llegó el día, la prueba final. El desenlace.
—Tienes que ayudarme, te juro que no quería que esto pasara,
tienes que creerme, pero no dejaba de atosigarme, de enviarme mensajes,
aparecía en el trabajo, exigiéndome que volviera con él. La encargada ya me
había avisado que si volvía me echaba, ¡recuerdas!, ¿recuerdas que te lo
expliqué? Qué hago, Rocío, ¡tienes que ayudarme!
—Tranquila, dime qué ha pasado.
—No lo sé, se me ha ido la cabeza, es como si mi mente se hubiera
desconectado, le veía mover los labios, pero no lo escuchaba, y algo dentro de
mí se ha despertado, el rencor trepaba como una bola de repugnancia, no sé cómo
ha sucedido, un segundo más tarde tenía entre las manos el gato del coche y…, solo
podía pensar que perdería el trabajo y al otro estaba en el suelo rodeado de
sangre. ¡Lo he matado! No quiero ir a la cárcel por ese malnacido, no lo
merezco, tú sabes que no.
—¿Dónde está el cuerpo, Natalia?
—En el maletero. El coche está en el descampado. ¿Qué
hacemos? —Se estremeció por la pregunta que sentenciaba lo que ambas sabían.
—Vamos a deshacernos del cuerpo.
∞
A las pocas semanas, su compañera apareció con otro hombre,
en los meses que le siguieron empezaron los problemas, al año, un nuevo
cadáver. Esta vez fue Rocío quien apretó el gatillo.
—Cuando apareciste para el anuncio, supe que eras la
indicada. Mi anterior compañera se rajó, ¿puedes creerlo? Una cobarde, nosotras
somos diferentes, no volveremos a permitir que nos destrocen la existencia. Por
cierto, el otro día en el pub conocí a un tío, me dijo que se llamaba Ernesto, ¿averiguamos
si es tu ex?
Y así, simplemente con un nos que se proyectaba como una raíz, Rocío encontró la familia que siempre codició.
Hola, a todos.
Hoy os traigo un relato largo. Así que, si habéis llegado
hasta aquí, ¡MIL GRACIAS!
Y pedid tanda para la tortilla de patatas, me sale
riquísima, y no lo digo yo, no, tengo pruebas que certifican mis palabras. ¿Algún
notario en la sala? ;)
Un montón de besos, y algún que otro abrazo.
La verdad es que lejos de hacerse largo el relato te deja enganchado e incluso dan ganas de seguir leyendo las aventuras o desventuras de la parejita de angelitos que has creado jeje. Supongo que el crimen se parece en algo a la infidelidad: una vez que se rompe el bien o la lealtad; el alma se acostumbraa convivir con la mala conciencia. También resulta doloroso y curioso como las personas se acostumbran al dominio o al maltrato. El amor desde luego nunca debe ser dolor. Debe ser emoción, verdad y complicidad.
ResponderEliminarBesos, Irene.
P.D. La tortilla de patatas es mí plato preferido 😊; yo me apunto 😋🍻
Angelitos si son, negruzcos, pero… ¿empatizamos con sus acciones? ja, ja, ja.
EliminarQuizás con esta historia inicie un precedente que se segmente en algo más, no lo sé, soy como una criatura desarraigada, cuando escribo una historia, la desecho al olvido.
Me has alegrado y motivado, ensalzando un posible, MIL GRACIAS.
La tortilla no falla, a quién no le guste algo siniestro esconde, ;)
Besos, Miguel.
Que mal rollo,
ResponderEliminarespero que un
cacho tortilla
lo arregle.
La tortilla siempre nos alegra, Orlando.
EliminarMuchas gracias.
¡Hola, Irene! Si es cocinar y asesinar todo es empezar... je, je, je. La verdad es que leyendo tu relato y conociendo a este par he pensado que aquí puedes tener una semilla argumental que poder desarrollar en una historia más larga y hasta una novela. Son dos personajes que casan muy bien con el humor negro y eso siempre es atractivo... y si además hay una sabrosa tortilla para la cena.... Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarAy, David. Me encanta cocinar, en las otras tareas, resido por pura necesidad, ja, ja, ja. Y escribir, para eso si que tenemos hambre, ¿verdad? Es lo que suelo comentar, escribo una historia y luego queda arrinconada. Tengo varios personajes que creo que sus historias podrían dar para más, quién sabe, por ahora disfruto del momento, en este año que llevo de regreso si que es cierto que existe un antes y después, y encima tengo vuestro inmenso apoyo.
EliminarMil gracias.
Un fuerte abrazo.
Ay, Irene me ha encantado. Ya sabes que tengo debilidad por las historias criminales y cuando la venganza está por detrás... Siempre he dicho que la venganza está infravalorada. Bueno, hablando en serio, yo creo que sería incapaz de una venganza de ese tipo, pero leerlo me encanta.
ResponderEliminarUn beso.
La venganza tiene su aquel, sobre todo si le une un lazo de comprensión, es como si de algún modo le dijeras al protagonista, te entiendo. No está bien, pero comprendo como has llegado hasta aquí.
EliminarY bueno, yo creo que tampoco sería capaz, ja, ja, ja O por lo menos, espero que no.
Muchísimas gracias, Rosa.
Besos.
¡Ay, Irene! me has dejado de una pieza con este relato, que a pesar de ser duro me ha hecho mucha gracia el tono narrativo que usas.
ResponderEliminarIncluso me has recordado una película que se le parece, pero no recuerdo el titulo ni gran cosa de ella, solo esos asesinatos ya casi por diversión.
Poniéndole cara seria a la situación te comento que siempre he dicho que el poder de atracción es lo que más se revela en la vida, tu relato por ejemplo, es prueba de ello.
Hay mujeres que tienen un imán para atraer maltratadores o vividores y explotadores, así como hay hombres que atraen a mujeres locas e inmaduras que solo buscan diversión y sacar ventaja económica. El karma lo carga uno y se quiera o no, se atrae lo que llevamos muy oculto dentro. Cuando atraemos lo mismo hay que hacernos una fuerte revisión, pues el problema está en nosotros, habiendo tanto bueno para elegir, nos decantamos por lo peor.
El poema de Alejandra Pizarnik, ya es un buen aviso de lo que podría venir, me gustó su ¿sarcasmo?
También me gustaron esas historias cruzadas, da para mucho, y se lee de un tirón, así sea para esa purga tan necesaria a veces. Mira que se te da genial ese humor negro y criminal. La música que lo acompaña seguro que las chicas la escuchan a menudo, ja, ja.
Buenisimo Irene, ya te he dicho mucho que eres increíble pues se te da muy bien la escritura sin importar el género, eso es un gran don.
Besos hermosa Irene y sigue soltando es pluma escritora sin parar.
Ay, el poema de Alejandra Pizarnik es premonitorio, resquemor, hambre y condena, no se puede expresar tanto con tan poco.
EliminarEs cierto que a veces se atrae o se acepta por carencias, necesidad de que otros rellenen aquellos huecos que creemos insalvables, actuando de forma egoísta. Y, sobre todo, por falta de estima. A parte, normalmente estos roles son adquiridos, aprendidos y heredados, es triste, pero radicalizar un patrón conductual que visualizamos como normal es una tarea compleja.
Y vaya si tienes razón, cuando dices que el problema somos nosotros. Verse y comprenderse es difícil, escurridizo y doloroso.
Eso, eso, vamos a limpiar, saco la sosa y la lejía y no quedan ni las raspas. Tú trae los guantes, ja, ja, ja.
Es que tengo un puntito lúgubre, menos mal que entiendes perfectamente mi humor, y ya puestos, lo compartes, :)
Mil gracias por alentarme siempre con tanto cariño, mi querida Idalia. Nunca tendré palabras para agradecerte esta mano.
Muchos besos.
Quizá, la película a la que se refiere I. Harolina Payano T es Fóllame (2002), de Virginie Despentes. Hablé de ella en la entrada 167. En cuanto a la entrada, está claro que mejor tener a esa dos adorables féminas como amigas que como enemigas. Por si acaso me las encuentro, me portaré bien.:)
ResponderEliminarMe pasaré a leer la entrada 167, Cabrónidas. ¿Hoy te has propuesto ser mi guía cultural?
EliminarSé bueno y no te pasará nada, ;)
Muchísimas gracias.
Un fuerte abrazo.
Hola, Cabrónidas, pues no creo haber visto ninguna película con ese titulo que me hizo reir bastante, ja, ja.
ResponderEliminarYo tampoco, Idalia. Tendremos que ir a investigar de qué trata, :)
EliminarMás besos.
Qué suerte que ha tenido, con lo difícil que es encontrar un buen compañero hoy por hoy. Espero que pronto sepamos más de ellas.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Sí, José. Encontrar a un igual es complicado, me alegra y una barbaridad que quieras saber más de esta historia.
EliminarMil gracias.
Un fuerte abrazo.
Premonitorio el estupendo poema de Alejandra Pizarnik, tal cual veo tb ha comentado nuestra querida IDALIA q además demuestra tener muy buen sentido del humor...Tremendas estas protagonistas tuyas ...pero supongo q es tal cual cuentas...a partir de ese instante en el q algo se rompe dentro ..de tanto te sar la cuerda, de tanta frustración..supongo ..Se engendra "eso" dentro , esa frialdad propia de los psicópatas qué les hace no sentir empatía por sus víctimas y normalizan el crimen .. Afortunadamente no todos los seres termsn siendo psicópatas..de hecho, para algunos estudios el psicópata nace, no se hace ...en fin, creo como dice IDALIA q hay ciertas personalidades q suenten una atracción especial por los maltratadores y después, tal cual ocurre en tu estupenda historia de vuelven ellos mismos maltratadores , incluso como aquí asesinas ..Buffff...un pinchito de tortilla si aún te queda por favor...a estas horas entre el estrés de tu historia y el hambre sería genial...un día hacemos concurso, a mí tb me quedan muy buenas , la mía con cebolla jajaja pero hoy si me dejas , pruebo la tuya : )
ResponderEliminarMil gracias por este ratito, la tortilla me la imagino , si sabe la mitad de rica q tus letras, puedes montarte un bar jajaja un beso gordo y muy feliz semana IRENE !!
Qué estupenda lectura, María. Mil gracias, siempre me expresas lo que sientes al leer mis escritos, no solo eso, los desgranas, los haces tuyos y expresas tu opinión personal, tanto de lo leído, como lo que ves y sientes por los personajes, :) Me siento súper afortunada.
EliminarMira que me pongo modo competitivo con el concurso de tortillas, la mía también con cebolla, siempre con cebolla, ja, ja, ja.
Siempre tendrás un trocito, eso te lo aseguro.
Muchos besos.
Me encanta Pizarnik, y me ha encantado el relato. Creo que podrías escribir una novela de él. Y creo que tendría éxito.
ResponderEliminarA mí también, a veces, eso sí, dejo de leerla por lo que llega a transmitir, luego regreso como buena adicta, :)
EliminarBesos, Kiffi.
Tienen pinta de ser unas nuevas Thelma y Louise pero con mejor final.
ResponderEliminarHay que protegerse que hay mucha gente mala.
Besos.
Por ahora son las ganadoras, eso es verdad. Me gusta eso de Thelma y Louise, :)
EliminarMil gracias, Xavi.
Besos.
Buenas, Irene.
ResponderEliminarTras dos años y pico "desaparecido en combate", regreso al mundo bloguero y lo primero que me encuentro es tu relato (magnífico, por cierto; y muy bien hilado todo).
Hace poco se nos fue Paul Auster, un autor al que le tengo un cariño especial (todo lo que he leído suyo me ha encantado). Una de las características más notables de su obra era la casualidad. En sus historias casi siempre había un nexo de casualidad que acababa uniendo a sus personajes. Este reencuentro me ha hecho acordarme de él.
Te mando un abrazo, Irene.
Pero, ¿a quién tenemos aquí? Manitas aplaudiendo, qué alegría, Pedro. Justo hoy hace un año que regresé al blog, fíjate, qué extraña coincidencia ha propiciado el calendario. Pero una muy buena, qué digo buena, GENIAL.
EliminarMuchísimas gracias por las palabras que le cedes a la historia.
Un fuerte abrazo.
Lo mejor será no cruzarse con estas dos por si acaso.
ResponderEliminarExcelente relato Irene, creo que daría para más la historia.
Un abrazo
Muchísimas gracias, Nuria.
EliminarA ver si salto ese cerco, :)
Un beso.
Pues aunque sea largo se me ha hecho corto. Me encanta, y vaya par, jajaja.
ResponderEliminarLas historias criminales me encantan, y esta lo tiene todo.
Enhorabuena, y precioso el poema también, has elegido muy bien.
Feliz miércoles.
Mil gracias, Gemma. Como me alegra que se te haya hecho corto, :)
EliminarEl poema es lo más, ya te dice de qué irá a historia, ja, ja.
Besos.
¡Vaya historia a lo Thelma y Louise te ha salido! En este caso mucho más sangrienta y vengativa.
ResponderEliminarDios las cría y ellas se juntan. Dentro de lo negro que es todo cabe el consuelo que sus víctimas se lo han buscado.
Muy bueno, Irene.
Un besazo
Al final cada uno se encuentra con su igual, en este caso, unas muy peligrosas, ;)
EliminarMuchísimas gracias, Paloma.
Un montón de besos.