domingo, 9 de marzo de 2025

Perdón y culpa, el abrazo

 


''Entre los charcos

y las tristezas

de las aceras

hay alfombras

de hojas ocres

para mis pies cansados.

Hojas que evocan

y despiertan

otros otoños

cuando fantaseaba

con futuros hermosos

que luego nunca sucedieron.

Si pudiera

volvería a entonces

aunque fuera por unos minutos

y me daría un abrazo interminable.

Alfombras mágicas

de nostálgicas hojas ocres

para estos pies que tanto han caminado.''

TORO SALVAJE



Cada semana regreso a este parque, me quedo fijo, como una planta silvestre que en algún momento decidió echar raíces, escuchando gritos, risas, a veces si me quedo amarrado más tiempo del permitido, veo como Nacho me hace señales para que me una a los juegos, ahí es cuando se fisura el duermevela con el que contemplo la escena. 

La ilusión nos empobrece, empequeñece, como seres que han venido a este mundo a descubrirlo desde ángulos imperfectos, aristas que nos maltratan en el constante desdén. Amar, bello verbo, melodía que nos zambulle en el ideal de un adormecimiento. Y se regresa a la primera fragancia, el olor inconfundible de la seguridad. El tacto y suavidad con el que se ansiaba su reencuentro. De la existencia sin la pretensión del miedo. De un ahora que sin remordimiento busca sus razones. Y entregué, como debe ser, no en la lejanía contemplativa. Pero como un lazo invisible, también deserté, abandoné, viviendo en una continua bipolaridad de razón y sentimiento, fluctuando en ella con una facilidad no comprendida, ni tampoco requerida. Se me llamó egoísta en demasiadas ocasiones. Y, yo, cruel en raciocinio pregunté que era exactamente esa palabra, su significado, traicionando las explicaciones. La culpa.

Mis manos, como el espíritu, las fui moldeando a las necesidades primarias, llegué a ser el mejor amigo, el mejor hijo, el mejor amante, más tarde, el repudio. El encogimiento. Pero la juventud era la ventaja en la que vegetaba sin temor a que un nuevo día me la arrebatara, y lo hizo. No sé como sucedió, un día desperté y todo había cambiado.

Últimamente solo encuentro consuelo entre estos cuatro columpios, y rememoro con un anhelo que roza la locura los primeros amores, besos tiernos, desesperados. También el rechazo, la pérdida. Aquellos amigos que hoy no están. Todo ha quedado en simples avatares que se anclaron a la memoria.

Una vez leí que las personas con alzhéimer recuerdan más el pasado que el presente, la respuesta era metódica, aséptica, fría: simple en contexto, la enfermedad afecta la parte del cerebro responsable de los recuerdos recientes, en realidad creo que es porque el ayer siempre será más profundo, liviano, emotivo. Y de algún modo, aunque nos perdamos en este camino llamado vida, siempre nos quedará un ayer menos trémulo, más venerado.

Me casé joven, como se hacían las cosas en otra época que hoy se remonta prehistórica, el desgaste fue aflorando a la lentitud de un buen guiso, quizás podríamos haber dejado ese mal sabor de boca, ser francos, pero nos permitimos añadir más años a una ecuación que nunca tendría solución. Y en esa decadencia conocí a una mujer, era bella, risueña, ensalzaba cada parte que había quedado marchita. Cometí el error de no ser franco, valiente, menos humano. Y las perdí. Dañé la confianza de ambas, quebré la mía. 

Después de eso, peregrino en libertad, me envolví en otras tantas historias, a cuál menos certera, la dicha solo florecía en los instantes de éxtasis, del sueño de un posible. Luego, la suciedad nos impregnaba transitando en lo lúgubre de esta soledad.

Es la hora, al fin noto aquello que durante estaciones ha estado entumecido, ha llegado el momento de decir adiós. Hoy será la última vez que venga a este parque, y no porque deje de cobijarme en el recuerdo, más bien porque la penitencia, el castigo, ha terminado. Es la hora de decir adiós.

Tal vez solo sea un necio, pero en este despertar me anclo en la esperanza de un imposible, porque este viaje, éste, es a mí a quién corresponde abrazarlo. 


 

Hola, a todos.

Hoy traigo un relato duro o melancólico, lo sé, últimamente ando algo convulsa, así que mis letras me acompañan en sentimiento, pero espero que percibáis ese grito de esperanza, de volver a empezar. El ser humano tiene una asombrosa capacidad de anclarse y fortalecerse en la culpa, siendo muchas veces extremadamente verdugo consigo mismo.

Muchas gracias por vuestro tiempo.

Besos, y abrazos.



6 comentarios:

  1. El ser humano tiene la capacidad de reinventarse continuamente, el mejor método para no caer en depresión, locura, o simplemente quedarse anclado en la nostalgia.
    Besos.

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  2. Un soliloquio que has transformado en una suave y dulce nana. Me gustó.
    Besitossss, que estés bien

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  3. Tengo la
    esperanza
    de que
    remontaremos,
    que otras narices
    si no .

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  4. Una gran introducción de Toro Salvaje que nos deja después un relato duro, rocoso, pero realista como la vida misma. La juventud y la vejez en definitiva van unidos por un hilo que una vez cortado ya no hay vuelta hacia atrás. Sin embargo, hay un estudio que dice que a partir de los 60 años se es más feliz que en la juventud...eso ya queda según como le haya ido a cada uno en la vida. El final, trágico o no, también nos habla de decisiones que en libertad solo pueden ser tomadas por uno mismo aunque sean realidades incomprendidas.
    Otro gran relato estimada, Irene.
    Besos.

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  5. Hola Irene, ya el poema inicial es un preludio de tu texto, tan profundo y emotivo que parecen formar un todo. Letras nostálgicas y melancólicas. La vida es un vaivén de emociones.
    Mis felicitaciones a ambos por tan bellas letras.
    Un abrazo

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  6. Hola, bella Irene, me encanta que estés tan productiva, es una excelente señal.
    El poema de Toro es hermoso, tanto este, como el relato, nos dejan ver cómo la juventud se nos va sin darnos cuenta, hasta que no llegamos a envejecer no reparamos en los errores cometidos y en lo desconsiderados que fuimos con nosotros mismos, porque olvidamos valorarnos y querernos por encima de todo, darnos amor.
    Muy buena esa descripción, la de añadir más años a una ecuación que nunca tendría solución, también la frase peregrino en libertad.

    El relato tal como dices es nostálgico y diría que como una película las escenas importantes se nos revelan para hacernos ver la razón de nuestro presente, solitario y azaroso.
    Y precisamente la visión repetida de esta película, es la que nos ayuda a despertar, dejar los hábitos quejumbrosos, soltar las culpas y el arrepentimiento y emprender un nuevo camino hacia nuestro encuentro, en el que sí nos daremos prioridad y nos amaremos como lo merecemos.

    Irene te ha quedado fenomenal la asociación de ideas con el poema y la imagen, la exposición de esos sentimientos, el reconocimiento de sus debilidades, la decisión de soltar y cambiar, de transitar una nueva senda, es un aliento que impulsa la vida misma. Aunque parezca un imposible, al final de nuestros días, el hecho de descubrirnos y valorarnos hará que valga la pena el viaje final.
    Me ha gustado mucho este relato reflexivo, siempre bien escrito y lleno de sensibilidad emotiva. Besos para ti y muchos abrazos. Gracias bella.

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