Cada día al alba iba a aquel acantilado. Le gustaba contemplar la primera luz del día, le proporcionaba un sentimiento de paz que le sobrecogía el espíritu, sentía vida dentro de su ser y con él, el entusiasmo de ser capaz de cualquier cosa.
Contemplaba en el crepúsculo como las olas batían con fuerza sobre las rocas, haciendo que el resto del mundo se empequeñeciera, restándole valor a lo mundano.
Ojalá pudiera sumergirse en aquellas olas guerreras y formar parte de esa fuerza que tanto necesitaba.
El viento y su baluarte la movían varios metros a cada golpe y ese movimiento le provocaba un poder inaudito, del que su mente solo procesaba que nadie conseguiría al fin gobernarla.
En su ensoñación se hacía el día y con él regresaba a la realidad de su desventura. Su padre ya la veía en edad casadera, con la precipitación le había acordado una casamiento. El desafortunado sería un primo tercero, del que siquiera recordaba su cara, eran unos chiquillos la última vez que se vieron.
De él simplemente evocaba que era tres años mayor y su trato no había sido amigable. Empujones, tiradas de pelo o nombrarla por adjetivos que más le valía no rememorar.
¡Es tu deber!, ¡Tu obligación!
Retumbaba en su cabeza como un martillo, haciéndole chillar del dolor que le provocaba esa situación. Meses de jaquecas desde que se concertó su compromiso. Una relación por carta, una sola, que le confirmaba su futuro.
Creyó que su madre la ayudaría a convencer a su progenitor. No deseaba casarse y menos con un hombre que no conocía ni guardaba un buen recuero, pero no fue así. Se lo dejó bien claro que una simple mujer, no podía aspirar a nada más que ser una buena esposa y casarse con un hombre que siendo el caso, le permitiría vivir en una posición aventajada.
Si pudiera escapar, si saltara y se fundiera en esas olas, ¡no!
Sabía que moriría y no tenía valor para ello. Acarrearía con lo que se le había interpuesto, fingiendo sonrisas que nunca más sentiría.
Solo esperaba que si había más vidas, en la siguiente pudiera nacer gota para fundirse en las profundidades del mar y así poder vagar en su eternidad.
Hoy había llegado el gran día, no acaecerían más albas que contemplar ya que debería abandonar su antiguo hogar para crear uno nuevo. Un llanto desgarrador le sobrevino. Regueros de lágrimas salían sin parar, no conseguía detenerlos. En su cabeza la imagen de su padre viéndolo sentir agravio, le instaba a calmarse. Pero no podía, le era imposible y de repente observó como de su cuerpo también nacían ríos de llanto. A cada gemido el vestido se agrandaba. No conseguía contenerse, lloraba y lloraba, hasta que de ella solo quedó una sonrisa verdadera.
Por fin sumergida en las profundidades del mar, fue libre.
Se me da bien logrado, amiga.
ResponderEliminarAbrazos
Muchas gracias José, :)
EliminarUn abrazo.
Ante la tremenda adversidad de verse despojada de su verdadero amor y de su hogar para caer en manos ajenas y detestables, ante la obligación de un régimen totalitario en la forma de un padre inquisidor, la protagonista desea ser una gota para perderse en el mar por siempre jamás. Un desenlace liberador, deseo cumplido. Magnífico texto, evocadora prosa poética. Una delicia de lectura, Irene.
ResponderEliminar¡Abrazo, Compañera!
Muchísimas gracias Edgar, por pasarte y dejar este maravilloso comentario.
EliminarAl final la compasión del mar la volvió gotas, para que ella pudiera fundirse en las profundidades del mar y ser libre.
¡Un abrazo compañero! :)
Un refugio, el mar, que mejor lugar para fundirse y ser una gota que llena el océano. El deseo de libertad para elegir, se hace notable en tu relato. Me encantó de verdad Irene.
ResponderEliminarUn beso fuerte.
Muchas gracias Mila, :)
EliminarLa libertad que buscaba la encontró siendo lo que siempre quiso ser una gota.
Besitos.
¡Ay! ¡Menos mal que esos Tiempos ya han cambiado! Porque sino, conociéndome... ¡Me habría fugado! ¡Disfrazado de chico! ¡Habría robado un Caballo y habría sido Libre!
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo... No sé, siento algo de Nostalgia, de esa que se enreda a los cabellos... Y tristeza, demasiada tristeza inundan tus Letras, Irene...
¡Aiiiix! ¡Precioso! ¡Triste! ¡Pero Hermoso! *-*
¡Besines Gigantes!
Si menos mal, ¿Qué sería de nosotras? :)
EliminarMuchas gracias, al final consigue lo que siempre quiso formar parte del mar y vagar eternamente en sus profundidades.
Muchos besitos ^^